lunes, 16 de octubre de 2017

Sálvese quien pueda: el caso Weinstein

Hace tres años publiqué una tímida acotación sobre ciertas "veleidades" conocidas al hilo del "caso Polanski". Hoy contemplo asombrado los ríos púrpura que brotan del escándalo Weinstein, que, según dicen, no se aplicó el famoso refrán que recomienda no mezclar ollas con bollas. Hoy mismo se ha sabido que el "machismo estructural", que ha proporcionado una parte relevante de los cimentos comerciales a la industria cinematográfica, ha alcanzado a Oliver Stone y a Lars von Trier. Era de esperar que más o menos tarde apareciera el nombre del director danés en los medios, matizado con matices de azabache opaco; no así el de Oliver Stone, de perfil aparente más convencional y de cierta "vocación social". Y sin embargo, es del dominio público que tampoco en la industria cinematográfica prevalecen las mentes "prudentes", que saben dejar cada cosa a su tiempo y recoger los nabos por Adviento. ¿Se nos olvida que las personas tenemos la costumbre de "movilizarnos" por muy pocas "razones"? ¿Se nos olvida que pocas cosas son tan poderosas como el sexo? ¿Que es "instrumento" común en las actividades sociales? ¿Que es mecanismo poderosísimo de manipulación?

Foto Wikipedia, recortada
Al parecer, los medios ha decidido resolver el problema quemando en la plaza pública a Harvey Weinstein, como si ello sirviera para cauterizar cuantos "problemas sexuales" hayan acontecido en un universo donde el poder y el dinero podían justificar los "excesos" de unos cuantos desaprensivos; como si no supiéramos que la "fábrica de ilusiones", en realidad, vende "espectáculos de realidad", que ganan en posibilidades de explotación, cuanto mayores sean las cotas del "escándalo" asociado a los "excesos". Y tengo la sensación de que, en el reparto de roles, son muchos quienes han jugado sucio y no solo los hideputas.
Por suerte o por desgracia, las transformaciones sociológicas y, sobre todo, el sesgo feminista actual, proporcionan un marco idóneo para que proliferen las denuncias de quienes acaso encuentren en este territorio una satisfacción mínima a escoceduras antiguas. En todo caso, todos saldremos ganando si, con la aplicación de esos bálsamos, se reducen —sería demasiado ingenuo esperar la desaparición total— ciertas costumbres que envilecen.
Sospecho que de la marejada no se va a escapar ni muchísimo menos, el cine español. Son asunto recurrente las quejas de ciertos sectores, por lo general, femeninos... Hace unos días, los medios pusieron sordina a un "incidente"entre Antonio Banderas y Almudena Ariza. Seguramente alguien con "sensatez" dijera que es mejor no mover ciertas mierdas.
Quienes sepan de qué estoy hablando comprenderán que, aquí y ahora, es prudente finalizar este brevísimo comentario, que, con veladuras cínicas, sólo pretende lo de siempre, proponer una reflexión políticamente incorrecta sobre ciertas cuestiones...

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