sábado, 7 de junio de 2008

Rodin desde el otro lado de la cama

Por Carla Delgado Alonso

La Fundación MAPFRE muestra estos días, en Madrid, una exposición sobre Rodin que, si bien no es de gran interés atendiendo a la escultura, nos muestra una colección bastante importante de los dibujos que realizó en los últimos años de su vida, los cuales reflejan de forma exacta su obsesión por la sensualidad y el cuerpo desnudo, generalmente femenino.
Tras fijarme en los modelos que Rodin emplea y el trato que da a la figura femenina, he querido, sin por ello empañar la persona del escultor, recordar a una de las mujeres que fue aprendiz de Rodin y, que a mi parecer, no desmerece el título de gran escultora al lado de su maestro en ningún caso; se trata de Camille Claudel.
Rodin nació en París, 24 años antes que Claudel. Su obra, dividida en dos, (una parte de escultura decorativa y otra más popular, transgresora y de mayor trascendencia), siempre otorgó mucha importancia a la anatomía, no empleada de forma proporcional y clásica sino con fines psicológicos, es decir, modelada según el sentimiento que el escultor quería plasmar en cada figura. Esta característica, junto a la técnica de esculpir alrededor de la figura para no descuidar ninguno de los puntos de vista, fueron rasgos que Camilla hizo suyos, tan cuidadosamente como su maestro.
Rodin y Camille se conocieron en 1882 cuando el primero comienza a supervisar el trabajo en el taller donde ella era aprendiz. Desde el primer momento, Rodin reparo en ella y pudo apreciar en su obra rasgos de la suya propia, quizá por esto creyó encontrar a su alma gemela. Camille, como Rodin, se deshacía del academicismo para dar a sus figuras movimiento y emoción, de ahí que ésta estuviera presente y fuera partícipe de algunas de las obras del escultor.
Claudel pasó a ser la amante, musa y ayudante de Rodin, lo que pudo ser su perdición, pues la figura de su maestro ensombreció toda su vida y su obra posterior. Posó para él, de forma que su rostro y su cuerpo fueron reconocibles en las figuras del escultor. Además de esto, ambos sirvieron de inspiración, el uno para el otro, en las obras que realizaron durante y después de su romance.
De esta “unión y desunión” nacen obras como El beso y El eterno ídolo de Rodin, cargadas de gran sensualidad y emoción, y Sakountala (El abandono) y La edad Madura, que simboliza la ruptura de la pareja, de Camille. Debido a la cantidad de características que comparten sus esculturas,(sobre todo de esta época y temática pues posteriormente Camille se vería también muy influenciada por la cultura japonesa), para un ojo inexperto, no sería difícil confundir obras de ambos artistas. De hecho existen esculturas que aparecieron en el taller de Rodin, que inicialmente se le atribuyeron y que resultaron ser de Claudel. Puesto que Camille se sentía humillada por la sombra de Rodin y a menudo sus obras eran criticadas por parecer que las había hecho el propio escultor, tras 15 años de relación con éste, comenzó a trabajar de forma independiente. Pero el odio hacia Rodin, que nunca abandonó a su compañera sentimental y la gran rivalidad que creció a lo largo de los años entre los dos escultores destrozaron la vida de la artista, que sufrió desequilibrios psicológicos, y su obra, que ella misma se encargaba de destruir cuando realizaba.
Camille ingresó en un sanatorio que nunca volvería a abandonar, a pesar de dar muestras más que importantes de lucidez. Desde allí escribió que su encierro se debía a una maniobra de Rodin, que según apuntó, “tenía una única obsesión, que una vez muerto, yo progresara como artista y le superara. Necesitaba creer que después de muerto, seguiría teniéndome entre sus garras, igual que hizo en vida”. Fueran delirios paranoicos o una maniobra de su familia, que jamás aceptó su condición de artista, o incluso del propio Rodin, lo cierto es que, sin volver a esculpir, Claudel pasó a la historia como la amante de Rodin, es decir, “entre sus garras” y no como una de las mujeres más transgresoras de una época en la que las artistas, y sobre todo las escultoras, no tenían cabida. Me gustaría resaltar, para terminar, que Camille Claudel no fue una gran mujer detrás de un gran hombre, como muchos se empeñan en decir, sino que la unión Rodin-Claudel fue indispensable para el desarrollo de ambos como escultores, es decir, fundamental para las características de las obras de cada uno e innegable para la importancia de ellas.

5 comentarios:

  1. Me encanta la obra de Rodin y la de Camille, por eso leí con interés el artículo. Me ha gustado mucho, gracias por postearlo.

    Sarah

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  2. El otro día volví a la exposición de la fundación MAPFRE para ver si otro día en el que tenía más tiempo me gustaba más, pero en fin... Me gustó más la exposición de Claudel sola

    Además la historia de cómo hemos tratado a las mujeres a lo largo de los siglos me hace sentir un poco de vergüenza...

    Por cierto, estoy de acuerdo con Sarah, te has currado tu artículo Carla, si cuando te pones... :)

    Salud

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  3. La figura de Camille ha sido muy utilizada por colectivos feministas...

    Me pregunto cual seria la realidad del asunto, porque el mito de que Rodin presentaba esculturas de Camille diciendo que eran suyas... sinceramente, creo que no necesitaba hacerlo, su fama era muchisimo anterior a su encuentro con Camile... Ademas, creo que su ego como artista no se lo hubiera permitido.

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  4. sea cierto o edulcorado resulta gratificante leer un artículo amable de vez en cuando

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  5. Bonito artículo. Como la vida misma...

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