lunes, 21 de diciembre de 2015

Morales, Madrazo e Ingres en el Museo Hostil

Me pasa Raquel el enlace a la "noticia" que informa de los talleres del Museo Hostil dedicados a "enseñar a disfrutar del arte a 1.700 discapacitados"...  Cabría pensar que una actividad semejante, por supuesto, ajena a la voluntad de aparecer en "los medios", se cuenta entre lo más interesante de la programación actual... Una institución, que sablea a los ciudadanos e impone un protocolo de visitas alejado de los intereses de la gente joven, se ocupa muy especialmente de los "discapacitados". ¡Qué maravilla! La iniciativa se une a otras medidas "innovadoras" como la nueva web, que apenas aporta novedades relevantes por encima de lo más aparente. No me ha sorprendido la escasa información proporcionada sobre las exposiciones temporales: apenas unos párrafos similares a los contenidos en los trípticos... en el mejor de los casos. ¡Quién tenga curiosidad ambiciosa, que se compre los catálogos! La iniciativa concuerda con las escandalosas colas que, durante estos días festivos, se forman al filo de las 6 de la tarde, a la espera del "horario gratuito". Parece obvio que por encima de las finalidades educativa y de solaz propias de los museos, en éste prima la recaudación. Así, pues, quien no quiera o no pueda gastarse los euros preceptivos, deberá recurrir a las posibilidades rizomáticas de Internet para saber quienes fueron Morales, Madrazo o Ingres. Me pregunto si los talleres dedicados a las personas discapcitadas no estarán concebidas también para sacar dinero...
Y vuelvo a preguntarme cuánto tiempo ha de transcurrir hasta que quienes tienen poder en estos asuntos entiendan que el interés social debería estar por encima de un criterio de gestión supeditado a planteamientos difíciles de entender desde las circunstancias educativas y culturales de la sociedad española; emplear el bolsillo de los ciudadanos como fuente de financiación, incluso aunque sea parcial, me parece aberrante.


Si nos sobreponemos a la hostilidad, durante estos días podemos recorrer sus salas para disfrutar de unas cuantas experiencias de entidad irregular. Aún es posible contemplar la exposición dedicada al "Divino Morales", realizada con la colaboración de una entidad financiera, de la que no me había hecho eco hasta hoy, y que culminará a primeros de enero. Se trata de un tipo de pintura que, ante todo, es testimonio de la cultura hispana durante el siglo XVI. Se dice que su obra define la confluencia entre las tradiciones flamencas (hispano-flamencas) y las novedades italianas; algunos llegan, incluso, a decir que es el "discípulo español" de Leonardo... Si el papel es pasivo ante la pluma; el aire lo es aún más ante las voces lisonjeras... Si realmente llegó a Milán, le lucieron pocos los esfuerzos del viaje. Sea como fuere, es innegable su capacidad para confeccionar imágenes capacitadas para activar los sentimientos adecuados a los intereses religiosos y poco más.
Se ha destacado mucho su peculiar esfumado, que restringe para los rostros y otras partes del cuerpo humano... En la virtud está, en este caso, el pecado, porque esa dualidad implica enfrentamiento con el planteamiento pictórico integrador, propio de las corrientes italianas de la misma época, derivadas de las concepciones perspectívicas de Alberti: la duplicidad "técnica" no conduce a Leonardo sino a la Edad Media...
Por otra parte, la asociación virgen-niño —en realidad, virgen niña-niño viejo— junto con la imagen doliente de Cristo componen un repertorio iconográfico demasiado elemental, como la publicidad de principios del siglo XX...
En suma, son obras de gran arraigo en la cultura popular, pero de concepción tan empalagosa como los recordatorios de primera comunión de los años sesenta o los diseños de las cajas de bombones baratos. Las pinturas, colocadas con rigor de escuadra y cartabón en el depurado espacio "moneico", tan alejado de los ambientes para las que fueron concebidas, ofrecen un espectáculo de pesadilla daliniana, como de sala de los horrores para pijos afectos a la posmodernidad. Demasiado aceite...  para candiles laicos. Exposición adecuada para sensibilidades interesadas por el olor de las casas de los viejos... según la disyuntiva propuesta por Paolo Sorrentino.

Retrato del pintor Carlos Luis de Ribera, 1839
También finaliza el 10 de enero la dedicada a los retratos de artistas de Federico Madrazo, especialmente útil para situar a quien pudiera pasar por uno de los mejores pintores españoles del siglo XIX, si dejamos a Goya en el armario de los precursores. Como Sorolla, Federico de Madrazo tuvo mucho poder, acaso demasiado, y acaso por ello sea uno de los mayores responsables en el sólido arraigo de un academicismo excesivamente rígido que, probablemente, bloqueó la aparición de ideas nuevas durante las décadas finales del siglo XIX. Ello suponiendo que los procesos culturales dependen de la voluntad de quienes rigen las instituciones, que es mucho suponer. Pero incluso desde esa creencia, no debiéramos olvidar su aportación a la creación o consolidación (según deseamos contemplarlo) de una "escuela española de pintura" basada en un naturalismo "peculiar", más o menos relacionado con la Academia francesa  y en proporcionar continuidad mítica a la obra de Velázquez; esa voluntad se aprecia muy especialmente en el retrato, obviamente condicionado por las corrientes europeas de la misma época y de los años anteriores (pintura británica). Es especialmente divertido establecer relaciones de sus obras con las de Ingres para valorar su alejamiento de las veleidades innovadoras de éste, empero también son claros los paralelos. Aunque se enfatiza mucho el carácter "romántico" de su obra, el lector habitual de estas páginas entenderá que no enfatice esa cualidad que, en el caso español, apenas tendría relación con las circunstancias culturales de una España atenazada por las consecuencias de las guerras napoleónicas, la pervivencia del oscurantismo tardomedieval y el reinado de Fernando VII.

La gran odalisca, 1814
Obviamente, durante estos días lo más relevante es la exposición de Ingres, organizada en colaboración con el Louvre y programada hasta finales de marzo y que nos permite enfrentarnos a uno de los pintores más interesantes del siglo XIX, acaso el más interesante. Por fortuna, los contenidos de la página web para esta exposición son algo más extensos de los del resto; no obstante, para "saber más", deberemos aflojarnos el bolsillo...
La tradición historiográfica ha enfatizado mucho, tal vez demasiado, su vinculación con Rafael y, por consiguiente, su presunta recuperación de un componente "manierista" excesivamente ratardatario. Asimismo se ha enfatizado su interés por el rigor académico... También se han forzado los datos para presentarlo como "el polo negativo" del par dialéctico protagonizado, en el "polo positivo", por Delacroix... Se ha destacado menos que fue uno de los pintores que proporcionó continuidad a quienes mejor entendieron el funcionamiento de la pintura como "estímulo visual" supeditado a las cualidades "mágicas" del sistema perceptivo. Hace años lo enfatizó R. Arnheim cuando, tratando sobre La fuente (1856), nos explicó cómo Ingres había sido capaz de combinar las "tensiones visuales" hasta conseguir una estructura compositiva equilibrada; gracias a ella percibimos una imagen "grata" a pesar de la situación forzada del delicado personaje femenino. Otro tanto sucede con buena parte de sus obras que, con frecuencia, son campos visuales de ensayo para concretar su maestría a la hora de incluir "deformaciones expresivas", que proporcionan interés especial a sus obras y, por supuesto, las alejan del alambicado universo del rigor académico tal y como éste aún se entiende en ciertos ambientes. Basta con voltear la imagen de La gran odalisca para apreciar la entidad de "las deformaciones" y para que un brazo aparentemente "normal" se transforme en un fideo "mal resuelto" y el cuerpo "reaparezca" como manifiestamente "equivocado" en su tratamiento volumétrico. Cosas de la anisotropia perceptiva y, por supuesto, de la capacidad que tiene el sistema visual para reorganizar lo que llega a la retina en beneficio de una idenificación eficaz. Cuando aún existen profesores de dibujo que insisten en valorar si la composición es "correcta" empleando espejos, las obras de Ingres emergen como monumentales lecciones de buen hacer aprovechando, en beneficio creativo, precisamente las posibilidades del sistema perceptivo para ampliar, magnificar, comprimir, distorsionar, etc., el estímulo visual en beneficio de su capacidad para informarnos sobre la realidad circundante.

La gran odalisca, rotado
Menos logrado parece el mismo efecto de las "deformaciones expresivas" en la representación Ruggiero libera a Angélica, aunque aquí se adviertan mejor otras circunstancias del mismo calado y, muy especialmente, la capacidad de las dos diagonales para potenciar o dramatizar las acciones asociadas a ellas. En la pintura original, la lanza de Ruggiero adquiere un fuerte dinamismo gracias a su colocación en la diagonal a favor de lectura.

Ruggiero liberando a Angélica, 1819
En la imagen simétrica, la composición parece menos "natural" (equilibrada) y la acción de la lanza, más forzada, como el resto de los elementos de la composición; por supuesto, también destaca la dislocada colocación de la cabeza de Angélica y el carácter de sus brazos, demasiado "flácidos"...

Ruggiero liberando a Angélica, rotado
No menos interés tiene su faceta retratística de Ingres, acreditada en esta exposición mediante varias obras de calidad excepcional. Por no desbordar los límites de este marco comunicativo, destacaré uno masculino y otro femenino. El de Monsieur Bertin (1832), concebido mediante las fórmulas del maestro de Montauban, es otro caudal de sugerencias compositivas para quienes creen que la concepción simétrica es cárcel insoportable. También en él su comparación con la imagen simétrica nos ilumina sobre las posibilidades de calibrar los elementos plásticos susceptibles de "funcionar" como "tensiones visuales". Observe el lector cómo puede cambiar el carácter de una imagen con "sólo" alterar la distribución de "masas" y la dirección de la luz.
Retrato de Monsieur Bertin, 1832
Retrato de Monsieur Bertin, rotado
Los retratos femeninos encierran juegos similares al del resto de sus obras, aunque en ellos nos ofrece un universo plástico específicamente vinculado con "lo femenino", con la capacidad de agrado implícita en lo más elemental de su naturaleza, en contraposición vital al olor de "las casas de los viejos" (La grande Bellezza, 2013). Como sucede en La odalisca, la "suavidad" femenina, en oposición explícita a la "dureza" masculina, se utiliza como recurso para acariciar nuestra capacidad perceptiva; el planteamiento otorga continuidad a lo expuesto por William Hogarth en su The Analysis of Beauty (ha. 1770), que consideraba a las líneas serpenteantes como "líneas de belleza", y anticipa ciertos postulados del modernismo. Pero Ingres va un poco más allá empleando recursos que aún enfatizan más el poder de "lo femenino"; la obra que seguramente mejor refleja esa circunstancia de cuantas han viajado a Madrid es El baño turco (1862), en formato circular y de iconografía políticamente incorrecta, que ofrece un "muestrario" de opciones sumamente explícito.

Retrato de Louise de Broglie, condesa de Haussonville, 1845
Enfrentarse con Ingres en 2015 supone una aventura sumamente sugerente, pero difícil de conciliar con nuestros usos y costumbres en asuntos estéticos, que pasan por enfrentarnos disimuladamente con ciertos aspectos de "la esencialidad" vital. Disfrutar de La gran odalisca en un "visionado" a volapié, condicionado por expectativas viejas, apenas nos acerca a la parte menos relevante de la obra de Ingres: el componente "decorativo". Evidentemente, es una pintura hermosa, atractiva, sugerente...
Lo más relevante aparece al analizar la obra hasta encontrar aquello que reelabora nuestro psiquismo a partir de los juegos sutiles encerrados en una composición sumamente compleja. Desde ello, se entiende bien que empleara procesos creativos especialmente laboriosos...Aunque su "fama" quedó teñida durante muchos años por los matices de "lo reaccionario", su influjo sobre Picasso, Degas y un puñado más de creadores marginales, asímismo interesados por los mismos "juegos", nos dice que el esfuerzo no fue estéril.
En suma, contando con dos de sus exposiciones actuales y entre otras muchas posibilidades, deseo destacar la que el Museo Hostil propone a nuestra sensibilidad mediante un juego sutil, afín a la "famosa" disyuntiva de Jep Gambardella, entre el olor a viejo y la "esencialidad" femenina. Y si, a estas alturas, alguien está pensando en Courbet, acaso tenga poderosas razones...

2 comentarios:

  1. Ingres es un pintor vomitivo y retorcido,.mil veces mejor y mas refrescante el infravalorado de Bouguereau que en su honesta sencillez nunca tuvo que pasar el defecto por intencionalidad.Ingres , calcador de encaje cobarde y mezquino , resobador aceitoso de photoshop y acerca de las virtudes de sus deformaciones, existentes mas por su torpeza al improvisar e imaginar que por una intencion de componer,le favorecen bien poco y no hace falta nada mas que ver sus dibujos y retratos para apreciar que su estilo ,absolutamente llano y aburrido(aunque preciso , faltaria mas)en lo academico , es sistematizable a unas reglas y rellenable por cualquier estudiante academico dotado de oficio.Mucho aceite y un poco de vinagre para satisfacer encargos de retratos libidinosos.Sin duda, como pintor ninguna aportacion significativa frente a Delacroix, como simulador , el mejor.

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    1. Vomitivo o no, creo que consigue encandilar con sus composiciones, uso "apetitosamente" saturado y armónico del color y nitidez. Miguel Ángel García, profesor de 'El Clasicismo en el arte' en la facultad de Bellas Artes nos hablaba de sus cuadros y nos decía que eran kitsch. Que "lo kitsch suscita el deseo". Que lo kitsch se encuentra en la yuxtaposición de elementos de distinta naturaleza, como el escaparate de un todo a 100. Efectivamente, muchas obras de Ingres resultan muy atractivas para el ojo. En sus primeros cuadros se puede apreciar la tela del lienzo (el resobe no era tal) y aunque tiene una predominancia indiscutible de dibujo, se puede ver cómo juega más al pintar y saca más partido a la base rojiza de las carnaciones. Esto se puede apreciar, entre otros cuadros, en 'Aquiles recibe a los embajadores de Agamenón', 1801.Quizás lo de "resobador aceitoso de photoshop" sea un paso en el proceso a una etapa suya más madura, por supuesto, hecho a propósito. Creo que a lo que me refiero se puede comprobar viendo la factura del retrato inacabado de 'Jean-Pierre-François Gilibert', 1804. La soltura con que modela las arrugas del traje con trazos dibujísticos, le alejan bastante de la atribución que usted hace de falta de frescura. Sin embargo, sí estoy de acuerdo con usted en que su forma de pintar es la antítesis del impresionismo. Volviendo a lo del kitsch, por ejemplo en los retratos a lápiz, vemos cómo cada elemento es de su padre y de su madre. La cara de las retratadas parecen parches hechos con gran delicadeza y un rayado muy fino, en contraposición al resto del dibujo de la figura, con un rayado menos contenido y mucho más suelto. En mi opinión con gran soltura, utiliza la misma línea tanto para "modelar" como para sombrear. Con los retratos al óleo un poco más tardíos, esto del kitsch se acentúa considerablemente. El tratamiento de las telas y demás elementos se acerca en conjunto a una fotografía HDR, otorgándole importancia a cada elemento por separado, podríamos hablar casi de recortables. En cuanto a la composición, aparte del armonioso uso del color, el retrato 'Napoleón I en su trono imperial' me parece espectacular. Una composición piramidal con unas diagonales creadas con el báculo y el cetro que tiene en las manos y que convergen "negativamente" en los pies de la figura le dan un contrapunto bastante interesante. Además, reforzando la composición piramidal básica, tenemos un pequeño triángulo formado por las esferas de los brazos del trono(con tratamiento lumínico distinto entre ellas) y la cara del retratado. Más allá, consigue que el retrato de cuerpo entero (rectangular) se subcomponga en un retrato de busto con un "marco" implícito con forma de tondo.
      Coincido con el bloguero en que las obras son de muy alta calidad en los aspectos mencionados.

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