domingo, 16 de diciembre de 2007

Una visita a la ciudad del Santander

Hace unos días pude realizar una visita turística a la “ciudad” que el banco Santander construyó en Boadilla. Desde hace tiempo, el propio banco organiza visitas gratuitas que, mediante autobús, arrancan de una de sus sedes del paseo de la Castellana, próxima al casi imperceptible museo de escultura al aire libre que existe bajo el puente de Eduardo Dato. El autobús salió puntualmente...
Nos ofrecieron una “panorámica” por las calles y entre los campos de golf y los jardines, en los que son estrellas destacadas algunos olivos “milenarios” transportados desde diferentes lugares de la península Ibérica y más allá. Nos guiaba una amabilísima joven, que enseguida destacó las cualidades más relevantes del proyecto: 150 hectáreas para integrar los servicios centrales del banco y proporcionar cobijo a 6.000 empleados felices...
  

Nos condujeron a una de las zonas “sociales”, en la que existe un amplio salón de actos con tapicería roja, donde nos hicieron ver dos películas promocionales, que explicaban las cualidades de la ciudad y el periplo del propio banco desde su fundación hasta el presente.
Se nos explicó que, siguiendo una idea del dueño del banco, el proyecto había sido de Kevin Roche, arquitecto norteamericano que ya había realizado obras afines, por supuesto, de menor extensión; que había recibido múltiples premios y menciones internacionales; que los trabajadores podían jugar al golf, que se regaba sin consumir agua en exceso; que en el recinto contaba con un magnífico hotel, así como gimnasio, tiendas, dos centros gemelos de información digitalizada, comedores para los empleados, para quienes también había servicios de autobuses rojos con varias líneas... Y la guía apostilló que trabajar allí, en un ambiente ecológico tan excepcional, rodeados de olivos milenarios, era un privilegio...
Volvimos al autobús para recorrer otros cientos de metros hasta llegar a uno de los edificios principales, en cuyos sótanos se encuentra el museo que alberga una importante colección de obras...
El museo está bastante bien montado, dentro de lo que cabe esperar en una institución de estas características, donde prevalecen criterios “demostrativos” sobre los “expositivos”. Lo enseñan guías perfectamente aleccionadas; lo vigilan agentes de seguridad extremadamente celosos con las cámaras fotográficas… Al parecer, está terminantemente prohibido realizar fotografías dentro del museo… No me extrañaría nada que, como quienes continúan practicando cultos primitivos, los banqueros o sus “asistentes” también creyeran que las fotografías “roban” el alma de los objetos artísticos… porque, cuando median actitudes de mecenazgo tan encomiable, no se me ocurre otra razón para reprimir la voracidad icónica de nuestros días. No, no creo que estén pensando en defender a ultranza los derechos de reproducción... Esas motivaciones sólo les preocupan a los dueños de las iglesias y las catedrales, que son entidades muy diferentes.
Tras dar un paseo por las salas y hacerme una idea concreta de su contenido, que conocía por referencias indirectas, salí del museo e intenté dar una vuelta por los alrededores… Me lo impidió un guardia de seguridad con aspecto de “drugo bueno”. Según su verbo telegráfico, estaba terminantemente prohibido salir del circuito predefinido, y no se podían visitar los edificios nobles, “por razones de seguridad” y, además, también estaba prohibido hacer fotos en el exterior del museo. Le pregunté qué estaba permitido y me respondió con una mirada desafiante. “Le traen gratis, le dan un paseo por la ciudad, le enseñan el museo y encima se queja”, supongo que pensó. Por mi parte, le quedé muy agradecido por protegerme de los ejecutivos que pudieran merodear por los alrededores, Mont Blanc Meisterstück en ristre...
Regresé al interior, para unirme a mis compañeros eventuales, que seguían con atención mística las explicaciones de la guía... Todo maravilloso... Escasos visitantes, salas generosas, buena climatización, iluminación efectista, maderas nobles, importante colección de monedas y billetes... gran arco de seguridad, flanqueado por el “drugo bueno” y un compañero de similares cualidades...
Lo más destacable: además de las obras de los siglos XVI y XVII, la imponente colección de pinturas que Josep María Sert realizó para el hotel Waldorf Astoria de Nueva York… Y recordé el manual de Historia de la Cultura que utilicé hace mil años, en el que se decía que aquél era el artista español más importante del siglo XX… Picasso, Miró, Dalí aún eran sospechosos de degeneración...
 

En ese punto, imaginando que existiera alguna relación entre el banco Santander y aquellos viejos principios estéticos, la depresión se apoderó de mí y recordando lo felices y contentos que se sentían los trabajadores de la imponente súper-ecológica ciudad, nacieron en mi mente imágenes de los inframundos de Aldous Huxley...
Cuando cumplido el ciclo publicitario regresaba a Madrid sin haber visto prácticamente nada de los edificios que esperaba ver con cierto detenimiento, aún en el autobús, me decía que jamás abriría una cuenta bancaria en un banco tan voraz y, al mismo tiempo, tan poco escrupuloso con las expectativas de sus posibles clientes... Pero, a fuerza de ser sincero, también reconozco que acaso hubiera cambiado de opinión si, en lugar de enseñarnos las pinturas de Sert, salvando las condiciones de seguridad, nos hubieran regalado un bolígrafo (o en su defecto, un lapicero con el anagrama del Santander) y un globito rojo...
Tiempos curiosos, en los que el color rojo nos hace pensar en un banco... que se interesa por los valores ecológicos y por coleccionar arte.

2 comentarios:

  1. Vaya excursiones más chulas que haces, envidia me dá. Sabrás que se acaba de terminar y de leer en París una tesis sobre Sert que al kilo debe valer lo suyo, varios tomos a color de material variado al que tengo acceso privilegiado. A pesar de ello y como por delicadeza no he preguntado, no sé aclarar cúal es la tesis de la tesis, más allá de la observación de que las inclinaciones políticas personales del artista y el devenir de la historia variaron las valoraciones estéticas respecto a la obra - como tú bien señalas - , que siendo puras no deberían hacer eso de variar. Pero más bien creo que tras constatar este hecho no se llega a la conclusión de que tal pureza no sea, sino a la de restaurar los valores en su sentido primitivo, puesto que la belleza no cambia. No vaya a ser ahora que se nos devalúe el patrimonio. ¿y no estará Botín tras la tesis de París? Me rodea, está por todos lados el calvo enano, orondo de felicidad y repartiendo dinero...¿pues no es él también el que puja por "invertir" en investigación de la mano del jefe de mi...ya sabes de quien. Va a ser que mantiene a toda la familia. De algún sitio tenía que venir.

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  2. Ja, ja, ja. Se ve que a las mujeres, sector muy importante de este puñetero país, os gustan los calvos... Debe ser la erótica de la esfera. Mucho me temo que debrán "meter" mucho más aire a Sert para que brille como un sapo hinchado... pero no te quepa la menor duda de que esa tesis va a revalorizarlo, al menos, sobre el papel. Verás que pronto aparece Botín para subvencionar el correspondiente libro o como, milagrosamente, a alguien se le ocurre hacer una exposición sobre Sert en algún sitio del eje Prado-Atocha. El problema será elegir bien el lugar: ¿La Caiza? (Ja, ja, ja... el arte crea extraños compañeros de cama), El Reina Sofía... quizás La Thyssen?

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