miércoles, 11 de mayo de 2016

Apocalypse Now

Fue una de las películas que causaron sensación allá por el 1979 y aún hoy mantiene la etiqueta de "película de culto". Cuando se estrenó, ya habían triunfado The Godfather (1971) y el The Godfather II ; y también había causado sensación The Deer Hunter (Cimino, 1978), que ofreció una visión sumamente crítica de la guerra de Vietnam desde el punto de vista de quienes la protagonizaron. Años después siguieron Platoon (Stone, 1986), Hamburger Hill (Irvin, 1987), Full Metal Jacket (Kubrick, 1987) y Born on the Fourth of July (Stone, 1989)...  En el proceso definido por la muy abundante filmografía generada por la guerra de Vietnam, se nos "vendió" la película de Coppola no como "una película sobre la guerra de Vietnam", sino como "la guerra de Vietnam" y francamente no sé si los excesos publicitarios prestan un buen servicio a la imagen crítica de la película, contemplada treinta años después. Con el tiempo transcurrido, la película empleó con maestría ciertos recursos relacionados con el "funcionamiento" de las imágenes; el ritmo visual en bueno, pero...


La película obtuvo un Óscar muy meritorio a la fotografía, dirigida por Vittorio Storaro y al sonido, elaborado según la fórmula de Juan Palomo.
Más allá de las vicisitudes de un rodaje extremadamante accidentado, el resultado final es una película modélica desde las preocupaciones de cualquier productor que pretenda ganar mucho dinero con una película. Y la fórmula es bastante simple:
1. Partir de una buena historia. El punto de partida es El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, cuyo planteamiento se fundió con otra mucho más actual; una aventura de "caza human" en el curso de la guerra de Vietnam.
2. Contar con un actor que, por su imagen popular, sea capaz de movilizar el interés de quienes deben pasar por taquilla. aunque la situación personal y profesional no sea la más idónea, Coppola se dirigió a Marlon Brnado sabiendo que no tenía capacidad ni para memorizar un renglón
3. Contar con un director de fotografía de garantía: Vittorio Storaro.
4. Emplear una estructura eficaz a efectos de ritmo narrativo. Y para ello contó con la fórmula habitual en el cine de aventuras consagrado por la industria cinematográfica norteamericana; dosificar las situación de gran potencial espectacular (violencia o sexo) con pautas temporales perfectamente marcadas, procurando dejar para la parte final, lo más epatante, lo más impactante.


5. Prestar atención a los "gustos" de los "plumíferos" que, por lo general, se abren de carnes si la película acredita elementos que justifiquen su nivel intelectual. Para ello jugaron un papel fundamental, las alusiones puntuales a la obra de Conrad, la referencias a La rama dorada de Frazer, a From Ritual to Romance, de Jessi L. Weston, las conexiones con Lope de Aguirre...
6. Rodar en exceso para materializar la película en el montaje. Se rodaron alrededor de 200 horas, suficientes para hacer 10 "versiones de director".
7. Convertir el rodaje en una "historia" espectacular e interesante, que pueda lanzarse a los medios de comunicación para generar una campaña publicitaria de gran alcance. "Incidentes" como las tribulaciones sufridas por los actores y hasta las aventuras amorosa del propio Coppola, definieron bocado de cardenal para quienes tuvieran intereses simbióticos en sacar trapos sucios... En alguna ocasión me he preguntado si no estarían diseñados todos los incidentes, incluida la grave dolencia de Martin Sheen,,,
8. Contar con un buen equipo de montaje. Coppola trabajó con Walter Murch, Gerald B. Greenberg y Lisa Fruchtman, todos ellos de acreditadas trayectorias profesionales.

¿Se me ha olvidado algo? ¿Quizás el guión...? El guión está firmado por John Milius y Francis F.Coppola. Basta echar un vistazo a la película para advertir la naturaleza del guión, con demasiados fragmentos, precisamente, los que proporcionan continuidad a la historia, resueltos mediante voz en off. Este recurso podría justificarse mediante la voluntad de aproximar la película al relato de Conrad pero también ilumina las servidumbres impuestas por el método empleado para "cerrar" la película, una de las que cuentan con mayor número de "cagadas" (anacronismos, errores de caracterización, problemas de continuidad, etc.) de la historia del cine. Alguien podría argumentar que las imperfecciones también pueden jugar en positivo en la calidad global de una "obra de arte". Ahí está, por ejemplo, Goya... Me pregunto si en este caso se podría hablar de "cine expresivo"... y temo que alguien pueda rasgarse las vestiduras con un director tan comercial.
Realmente tiene mérito que aún hoy en Rotten Tomatoes cuente con un 97 % de aprobación crítica y un 94 % de aprobación popular...

Pero reconozco que lo más irritante de la película, al menos desde mi punto de vista, es la imagen proporcionada de la guerra de Vietnam, aparentemente matizada en sentido crítico. Los medios enfatizaron que el ejército norteamericano no quiso colaborar en el rodaje de la película porque el carácter "truculento" de la historia: a un militar le encargaban la misión de ejecutar a otro... Estoy seguro de que contar con las posibilidades del ejército filipino y con la reducción drásticas de los costes de realización no fueron asuntos relevantes.
Pero en todo caso, "explicar" la guerra de Vietnam, seguramente una de las bestialidades más sangrantes de la historia del siglo XX, que activó un fenómeno de enfrentamiento mundial, que estuvo en el origen de una de las transformaciones más importantes de la política internacional, como un asunto relacionada con lo más profundo del alama humana puede ser conveniente para la conciencia colectiva de los norteamericanos, pero a mí me parece, cuando menos, irritante. En ese sentido, la película entra en el vidrioso territorio, mil veces ultrajado por la industria norteamericana, de la rectificación histórica. Si entendemos que los conflictos bélicos no responden a razones políticas y económicas sino a la esencia del alama humana, deberemos resignarnos a repetir por los siglos de los siglos el mito del templo de Diana Nemorensis.


En suma, lo más positivo de la película debe ponerse en el medallero de Storaro y de los montadores y lo más negativo en la voluntad estética de un director que considera poco relevante todas las actividades que, en general, apuntan hacia lo que a mi me parece fundamental en la calidad cinematográfica: contar con un guión sólido y bien construido y planificar la realización para simplificar la realización y, por lo tanto, reducir los gastos (Storyboard).
Pero en todo caso, reconozco —yo también— que el señor Coppola sabe vender cine, vino y lo que se tercie.

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