Por Silvia Martín Vázquez
En la galería La Fabrica se expone la obra de la fotógrafa Francesca Woodman, a quién a los trece años, su padre le regaló una cámara Leica, e hizo fotografías, mostrándose ella misma con total generosidad y una clamorosa libertad, hasta que a los veintitrés años decidió acabar con su vida. Tanta lucidez hay en sus autorretratos que hace pensar si era sabia en cuanto a lo que conocía de sí misma, y a lo mejor ya no quería saber más. Hay belleza en sus fotografías y cada ocultamiento es un misterio.
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"Mi vida en este momento es como muy vieja taza de café de sedimentos y preferiría morir joven dejando varias realizaciones ... en vez de en desorden borrar todas estas cosas delicadas ..."
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