sábado, 17 de octubre de 2015

Artium, la bodega del arte

En una ciudad volcada hacia un muralismo seguramente concebido para enriquecer estéticamente la trama urbana, el proyecto se concretó en el año 2002, con una superestructura en formato fundación a partir de una iniciativa puesta en marcha 20 o 30 años antes. En la fundación participan la Diputación Foral de Álava, el Gobierno Vasco, el Ministerio de Cultura, el Ayuntamiento de Vitoria, el diario El Correo, la Fundación Euskaltel, EDP y algunas otras entidades; buena amalgama para agilizar el funcionamiento o para eludir los controles institucionales que, por desgracia, no son demasiado eficaces para luchar contra los "vicios del sistema". Como fundación, no se someten a Ley Orgánica que otorga entrada gratuita a los profesores; según nos indicaron en la taquilla, tienen acuerdos con el Gobierno Vasco que para facilitar la asistencia a los profesores "propios"; los demás debemos torturar al maltrecho bolsillo... Detalles curiosos y dignos de aplauso: los jubilados pagan lo que ellos estimen oportuno, y entregan un pequeño lapicero a todos los asistentes, para que los visitantes tomen notas o participen en las actividades propuestas.


Desde el programa de actividades, que comprende programas musicales, cinematográficos, etc., parece planteado con un formato a medio camino entre un centro cultural y un museo de arte contemporáneo con vocación de eludir los desfases producidos por la dinámica cultural.
Situado en una zona estratégica, cerca del centro histórico, el proyecto arquitectónico ofrece un edificio relativamente discreto en contexto de uso urbano comunitario, dominado por varias esculturas de interés e impacto visual desigual. La mirada de Miquel Navarro es demasiado llamativa por grande y vertical; reconozco que cada vez me gustan menos sus obras. Las obras de Oteiza, Chillida y Serra casi pasan desapercibidas y digo "casi", porque el día de la visita la obra de Serra estaba "funcionando" como peana de exhibición pública para una pareja de jóvenes mimosos... ¿puede haber finalidad más noble para una obra de arte?
No sé si conjugar la discreción arquitectónica propia de una "bodega antigua" (las bodegas modernas sueles ser más espectaculares), con zona de esparcimiento incluida, es buena idea para justificar la finalidad social de una institución de este tipo.

"En ese lugar, el arquitecto José Luis Catón optó por crear un amplio espacio de uso público, que, como sucediera en el siglo XVIII con la Plaza de España y la Plaza de la Provincia, actuara como punto de expansión social y urbanística para un entorno densamente habitado."

La idea es buena, pero teniendo en cuenta cómo se han planteado muchas de las bodegas riojanas de construcción reciente, acaso hubiera sido más "productivo" un edificio con mayor potencial retórico, con mayor capacidad de convocatoria.

Durante estos días ofrecen varias exposiciones de planteamiento "convencional", alejadas de los postulados posmodernos y sus derivaciones, pero bastante atractivas. "La trampa de la sonrisa", comisariada por Enrique Martínez Goikoetxea, toma prestado el título de una sátira de Augusto Monterroso, y ofrece obras con mayor o menor carga festiva que parecen buen recurso para recuperar el sentido lúdico propio de la acción museística; las hay que inducen una sonrisa y hasta alguna carcajada. La ofrecida a continuación de Koko Rico se desliza hacia el guiño surrealista ¿divertido?

Koko Rico, Perdición, 2001
El "Muro de las maravillas" es una propuesta educativa donde se propone al visitante escribir sobre folios las "reflexiones" inducidas por la contemplación de las obras. El resultado ofrecido en los paneles expositivos es más interesante desde el punto de vista proyectivo que desde las expectativas de los aficionados al asunto estético.

La parte magra, teniendo en cuenta los criterios de homologación estética dominante, lo compone la propuesta de Alberto Lomas, sintetizada en el texto adjunto recogido en la página del museo:

"A la hora de aceptar mi participación en el proyecto PRAXIS me propongo una estrategia básica que me permita jugar desde otra perspectiva con algunas de las obras más relevantes de mi trayectoria. Un juego de alteraciones que, al tiempo que vuelva a  implicar de un modo directo o indirecto a mis colaboradores más habituales, abra vías a nuevas interlocuciones.
Busco una nueva interpelación a los elementos que conforman las obras, redimensionando y, en algunos casos, actualizando la tecnología presente en ellas. Es entonces cuando acometen las preguntas que han dado pie a la primera formulación de esos trabajos; preguntas que cuestionan la capacidad de manipulación y control de las nuevas tecnologías sobre un modelo social que aun no siendo tan nuevo, a veces incluso arcaico, se somete a la innovación tecnológica con total normalidad.
Pretendo plantear esta realidad distópica en una situación singular en la que en un mismo espacio abierto al público converjan los diferentes estados del proceso de creación artístico; estados que en mi caso, y por necesidades logísticas y económicas, suelen estar desunidos, disgregados. En Artium compartirán un mismo dominio el estudio, el almacén, el espacio de pruebas, la oficina y el espacio de presentación.
Por otra parte, la convivencia de estos espacios y la ejecución de las piezas en un mismo lugar, permite una suerte de exposición mutante en la que cada nueva prueba, cada nueva acción, da paso a una instalación que desde la ausencia remite al hecho esencial de la necesidad de la presencia del artista en las obras de acción.
Se generan otras acciones (alter acciones) que pueden parecer las mismas, pero que ponen de manifiesto que en la acción (la performance), la nueva materialización de la obra, siempre es otra. Se pone de manifiesto de un modo forzosamente exhibicionista la lucha entre el deseo y la realidad.
Finalmente y apuntando hacia la realidad mantengo la posibilidad de trasladar alguna intervención a otros espacios no contenidos en el Artium, y, obviamente dar cabida a obras que en este momento ni siquiera intuyo."



Un texto más de esos que menudean en los ambientes de inclinación "procesual", y que no sé si justifica planteamientos difíciles de entender cando no se forma parte de la "tribu posmoderna". Lo que el visitante contempla es una instalación con los restos de un piano destrozado, unos cuantos bultos en plan Christo y un vídeo en el que se muestra a una sucesión de niños tocando las teclas del piano. Los empleados del museo dicen que el propio Alberto Lomas se ofrece a conversar con los visitantes... Tuvimos mala suerte porque según un cartel colocado en el lugar, Alberto Lomas estaba enfermo y hospitalizado, aquejado de una enfermedad grave muy contagiosa... En su lugar, hojas de papel reciclado, escritas en castellano y euskera, repetían el texto antes citado: colofón perfecto para una propuesta estética sujeta a toda suerte de "figuras retóricas" difíciles de seguir y entender. Si he comprendido mal la intención, si Alberto Lomas está realmente enfermo, desde aquí le deseo una pronta recuperación.


En suma, desde lo apreciable en una visita rápida, Artiun parece una institución bien concebida, con ciertas limitaciones, pero que ofrece una imagen de vida difícil de encontrar en otros lugares afines y que seguramente apunta en la dirección más recomendable para el mantenimiento de estas instituciones a medio plazo: conectar con la sociedad del entorno inmediato. Contemplado desde ese punto de vista, acaso sea una institución escasamente dotada como infraestructura turística pero perfectamente integrada en la ciudad de Vitoria, esa población que, según enfatizan quienes viven en el valle del Deba, está a medio camino entre Euskadi y Castilla; obviamente, nadie puede discutir una apreciación con tanto fundamento geográfico.
A destacar la cafetería, que proporciona dimensión publicitaria muy positiva, unas instalaciones museísticas mejores de lo habitual y el magnífico talante de los empleados.

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