jueves, 9 de junio de 2016

El gran Lewoski, 1998

¿Se puede hacer una buena novela, una buena obra de teatro o una buena película con personajes estúpidos? Si echamos un vistazo a la historia de la literatura encontraremos de vez en cuando obras que incluyen personajes estúpidos y, en algún caso, incluso como protagonista. Puede que uno de los ejemplos más notorios sea El Quijote,  aunque no sé si el término “estúpido” cuadra bien con la figura del héroe manchego, dada la complejidad de su periplo vital. Y quizás ahí está una parte de la respuesta a la pregunta inicial: para hacer una obra  “buena” a partir de un personaje estúpido, cuando menos, debemos hacer que éste afronte una aventura compleja.
De otro modo, para que los personajes queden bien definidos deberán comportarse como un estúpidos y expresarse como estúpidos, con lo que ello supone en un medio expresivo tan necesitado de economizar recursos, por aquello del ritmo narrativo. Como es notorio, la estupidez activa la carcajada —así comos de cueles— y, en consecuencia, es un recurso habitual en la comedia, pero la concatenación de estupideces, aprovechada en ciertos programas de televisión, inevitablemente, reduce la calidad del relato, con frecuencia, radicalmente.
Puestos a buscar referencias que contradigan esta hipótesis, podríamos fijarnos en el caso de los Simpson: en razón de su formato, los guionistas apostaron por tomar un camino similar al de Cervantes y enfrentar a los protagonistas a una sucesión ilimitada de situaciones de complejidad variable, con frecuencia, relacionadas con asuntos de gran calado popular. No sé si la serie podría alabarse por una calidad literaria de muchos quilates, pero es indudable, cuando menos, el mérito de mantener el atractivo con el paso de los años.
No es el caso de El gran Lewoski, personaje particularmente estúpido, acompañado de dos amigos igual de brillantes que, por una confusión de nombres, se ven envueltos en una charada, que se complica con situaciones de cierta complejidad, acotadas mediante referencias a los conflictos bélicos norteamericanos, y que no eluden la aventura transversal de poner en conexión la "alta cultura" con la "baja cultura".


La película ofrece algunos momentos de hilaridad estimable junto con otros más discretos pero eficaces para mantener el interés y, en general, todo ello aderezado con situaciones magníficamente resueltas desde la parte visual. Es, un suma, una película de los Coen, aunque por las razones enunciadas, siendo de las más divertidas, no creo que sea de las mejores.
Contemplada desde el exterior de la sociedad en la que ha sido creada, se pierden gran parte de los guiños dedicados, precisamente al "mercado local"; exactamente igual que sucede en otras de sus películas, difíciles de entender en todos sus extremos por quienes no estamos empapados de la parte más “familiar” de una sociedad que, como sucede en cualquier parte del globo, responde a la dinámica globalizadora pero conserva  algunas de sus "circunstancias". Desde ese localismo nace un segundo factor que rebaja la “calidad objetiva” de El gran Lewoski: la renuncia a ofrecer un discurso asequible a quienes en cualquier parte del mundo pagan una entrada para ver la película, la renuncia consciente a cualquier objetivo de universalidad...


Hecha esta observación desde un lugar como España se podrían abrir los cielos para desencadenar la ira de los dioses, porque aquí  tenemos muy clara la vinculación al terruño en eso de los procesos creativos y, muy especialmente, en cine. Durante muchos años y salvo en contadas excepciones, desde los tiempos de Jaime de Andrade,  reputado escritor, aquí nos hemos dedicado a hacer cine “para nosotros mismos”. Únicamente durante los últimos años ha aparecido una generación de directores que parecen tener las ideas claras en sentido contrario... Pero, francamente, no creo que esa tradición sea demasiado positiva.

Más allá de lo obvio en los números oníricos, que hacen pensar hasta en Hitchcock, creo ver algún guiño al cine “de referencia” (Forman, Lynch, etc), pero acaso sea exceso de voluntad por mi parte.
Entre lo más destacable: la manera de presentar a los artistas contemporáneos, tan estúpidos como los habituales en las boleras, aunque adornados de un barniz “intelectual” que no enmascara perfiles psicológicos propios del psiquiatra de guardia. No se salvan ni los hispanos, representados por un John Turturro amanerado, prepotente y pinturero.


Por lo demás... Lo habitual en la factoría Coen: buenas interpretaciones, aceptables efectos especiales, buen ambientación musical... En suma, una "comedia loca" que probablemente dentro de unos años contemplaremos con las reticencias implícitas en la apuesta de los hermanos Coen, tal vez, demasiado arriesgada a largo plazo y que se manifiesta agotada en las últimas películas y, muy especialmente, en  Hail, Caesar! (2016), que, sin embargo, también cuenta con momentos de brillantez excepcional.
En suma, El gran Lewoski sigue siendo una película divertida; veremos qué sucede dentro de diez años. Los seis lustros transcurridos desde Blood Simple (1986) son demasiados hasta para los hermanos Coen,

2 comentarios:

  1. Sinceramente amigo mío, este post contiene tantas gilipolleces y una falta tan evidente de buen criterio audiovisual que ni siquiera sé por dónde empezar a responderte. Pero bueno, haré un esfuerzo por organizar todas las críticas que me asaltan hacia tu deficiente capacidad de comprensión cinematográfica y me limitaré a lo que casi me hace lanzar el ordenador por la ventana.
    El tema de la localidad y su supuesta negatividad de cara a la película. Siempre habrá gente por supuesto (cuyo CI no suele pasar de los 60) que se mostrarán tremendamente irritados y confusos cuando una película ambientada en el delta de Luisiana en los años veinte, muestre unas costumbres, diálogos y un folclore totalmente desconocidos desde su punto de vista. Y casi seguro que las películas del western venderían más entradas en Baltimore si el jinete pálido le dijese a su compañero, “eh negro, nos fumamos una pipa y luego vamos a por unas zorras”. Es este pensamiento de globalizar las películas para que tanto un niño rata de Sevilla como un doctor en física puedan captar cada uno de los matices, lo que hace que cada vez el cine sea más insulso, estúpido, predecible y lineal. Y son los espectadores tan avezados e instruidos como el del magnífico post al que me encuentro respondiendo, los principales instigadores indirectos de esta subnormalización del cine. Hablando de España como mencionabas, por ejemplo, cuando se hacían buenas películas de la talla de La Caza o El Bosque Animado. Eran la profundidad y la naturalidad de unos escenarios restringidos a escasas decenas de km lo que dotaban a la película de una credibilidad y atmósfera especiales. Y es precisamente ese carácter local el que, aún desde fuera de su contexto, envuelve a la cinta de una personalidad y un ambiente únicos, y lo que la separa de la mayoría de actuales ridículos intentos de buen y lucrativo cine para toda la familia.
    En cuanto a las críticas en general al guión de la película, tío, de verdad, espero que lo que hayas visto sea una película llamada el gran Pewoski, porque de lo contrario, o los Coen de pequeño te metieron la cabeza en el wáter, o tienes la misma capacidad de análisis que un oso panda. Frases como “para que los personajes queden bien definidos deberán comportarse como un estúpidos y expresarse como estúpidos”, aparte de demostrar que eres un experto en el campo del guión cinematográfico, ya que se ve que has llegado a la octava hoja de cualquier libro de creación de guiones, ponen en evidencia tu desacertada síntesis de los aspectos relevantes de la trama. Aquí no prima la estupidez del personaje principal como núcleo de la historia como en La cena de los idiotas, sino que simplemente son una serie de personajes de a pie (con su grado de estupidez correspondiente), involucrados en una serie de acontecimientos igual de banales, pero que debido a ciertas circunstancias derivan en una secuencia de cómicas encrucijadas que superarían a alguien la quinta parte de estúpido que los mismos. ¿Qué la estupidez hace reír? Aparte de alguno por ahí que solo disfrute del sarcasmo más mordaz, normalmente sí, claro. Pero no es la estupidez por la estupidez, que es lo que pareces no comprender. Es el mayor de los ingenios y maestría con un traje a medida de estupidez, que es precisamente lo que logran los Coen. No solo la trama está estructurada con un nivel de genialidad excepcional, sino que los personajes están dotados de una personalidad y tridimensionalidad que hace que parezca que estas sentado en la bolera. Por supuesto, no voy a hablar de interpretaciones, ni de las características técnicas, ni de la acertadísima elección musical, ya que si alguien tiene alguna duda al respecto mejor que abandone el mundo del cine.
    En resumen, y en respuesta a una de tus últimas inquietudes ¿Qué qué pasará con el Gran Lewoski con los años? Exactamente lo mismo que ahora. Seguirá siendo un clásico intemporal, una película magnífica que hace que los que adoramos el cine lo adoremos aún más, y con el merecido título en varias ocasiones de mejor comedia de todos los tiempos.

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    1. Te agradezco mucho el comentario y, si me permites una leve indicación, te sugiero que no escribas como hablan los "periodistas" que viven de tirar coces y enfangar el ambiente social: es mal recurso para facilitar la argumentación o, incluso, la contrastación de juicios, valoraciones y opiniones.
      Como el tono no favorece el debate, sólo te haré una observación sobre lo de los "clásicos intemporales": van Gogh murió sin vender una sola pintura en su vida. Por suerte o por desgracia, los juicios estéticos suelen cambiar a la misma velocidad que se modifican las circunstancias culturales y obviamente en el caso del cine esas modificaciones se aprecian muy especialmente.

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