martes, 24 de septiembre de 2019

Capiteles de la Mezquita Aljama de Córdoba. 10. Los capiteles del mihrab

La argumentación tradicional

Esta entrada, que cierra la serie, nació con la voluntad de ser el epílogo más o menos “enfático” del “repaso” a la Mezquita Aljama de Córdoba; esa es la razón por la que los capiteles del mihrab no están integrados en los grupos tipológicos correspondientes, como debiera corresponder. Sin embargo, a medida que iban progresando los textos, mi intención cambió hacia posturas más sosegadas y fruto de ello pasaron al baúl de los descartes unas cuantas páginas dictadas por la vehemencia del momento, que tal vez recupere algún día. Queden allí en buena hora, de momento.


CMH01 y CMH02

CMH04 y CMH03
Así, pues, me limitaré a ofrecer una reconsideración algo más amplia y un poco más convencional...
Y para ello, comenzaré recordando las palabras de L. Torres Balbás, que en, ciertos aspectos, son infinitamente más indicativas que los análisis detallados de nuestros días. Sugiero al lector que esté atento a los "matices significantes", que son numerosos y, en ocasiones, sumamente explícitos:

"El número y variedad de los capiteles procedentes de construcciones anteriores aprovechados en la mezquita de Abd al-Rahman I y en la ampliación del II es muy grande. Algunos de los romanos procederán de Itálica, en donde los hay semejantes; abundan los que se suelen clsificar como visigodos, y no faltan los que revelan influencia bizantina. No han sido estudiados. Comienzan a conocerse los del norte de África de los últimos tiempos imperiales romanos y de los cristianos hasta la invasión islámica, muy emparentados con los españoles, acreditando que gran parte del arte llamado visigodo alcanza un área de extensión mucho mayor de la peninsular y nada o casi nada debe a los pueblos invasores bárbaros.
El hecho de que los constructores de la ampliación de la gran mezquita cordobesa no se contentasen con utilizar capiteles de edificios antiguos en ruina revela impulso creador; presagia el renaciomiento del siglo X.
Los capiteles de la primera mitad del siglo IX existentes en la ampliación de la mezquita de Abd añ-Rahman II son once, según don Manuel Gómez-Moreno, a los que deben agregarse los cuatro que apenan el arco del mihrab de la ampliación de al-Hakam II, trasladados a él desde el de la de Abd al-Rahman II. Así lo refiere Ibd Idharí, y agrega no existir otras columna con las que pudieran compararse." (Torres Balbás, L., Arte califal, HEMP, t. V, 4ª ed. 1982, p. 397)

MAN12
Y continúa aludiendo al capitel que, según Gómez-Moreno, le sirvió para catalogar a todo el conjunto: el MAN12, al que me he referido en otras ocasiones. A continuación las palabras de M. Gómez-Moreno sobre los capiteles del Mihrab y sobre el MAN12:

"Son cuatro estas columnas, no grandes y absolutamente iguales por parejas: basas áticas, bien proporcionadas; fustes, de brecha marmórea, dos de color verde muy intenso, y los otros dos de rojo vivo incrustando pidrecitas blanquecinas; sus capiteles, corintios, de esbeltas proporciones y muy firme y profunda talla; el acanto de las hojas, bien interpretado y primoroso; dobles caulículos con posición normal, o bien revueltos hacia el eje en aros cruzados y rematando en ábacos con estrías y florón en medio. Estos capiteles serían un enigma si no contásemos con otro similar, provisto de inscripción en loor del mismo emir Abderraham, y ellos revelan un taller de exquisito gusto, superando cuanto se hizo desde la caída del clasicismo y encabezando serie, que alcanza a lo califal cordobés del siglo X". (Gómez-Moreno, M., Arte Árabe español hasta los almohades. Arte Mozárabe, A.E. t. III, 1951, p. 49)

CM0713
No insistiré en discutir la relación entre ese grupo de capiteles, que ofrecí en su día, caracterizados por una diversidad estructural y formal enorme, difícil de entender en un contexto cultural tan encorsetado como el islámico. Recuérdese el juicio de O. Grabar sobre la "uniformidad cultural del Islam...
Tal vez, recupere ese problema en otro momento, con más amplitud y más datos, que poco a poco van acumulándose. De momento, me limitaré a enfatizar la escasa relación que el MAN12 tiene con los cuatro del mihrab. Guarda más relación con ciertas variedades corintizantes, de esas que Scrinari denominaba "de volutas vegetales", que han aparecido con cierta frecuencia en los repertorios del blog. En ese sentido, acaso pudiera entenderse relacionar el MAN12 con el CM0713 (ver la entrada dedicada a los corintizantes de la Mezquita Aljama). Y sin embargo, aunque existan ciertos paralelos formales, las diferencias son notorias...
Al hilo de este asunto me permito ofrecer una hipótesis que encaja bastante bien con lo que sabemos sobre sobre este tipo de ornamentación arquitectónica: si el MAN12 hubiera sido un capitel perteneciente a una columna adosada con fuste exento, habría llegado al siglo IX o al siglo X con una de las caras sin talla fina, especialmente adecuada para que se pudiera retallar sobre ella lo que le placiera al mandatario de turno. En la Mezquita Aljama hay, cuando menos, hay dos capiteles que hubieran permitido tallar una inscripción similar: el CM0611 y sobre todo el CM0103.
Obviamente, no se me escapa que el MAN12 está asociado a otro que no mencionó Gómez-Moreno en el apartado del siglo IX: el del Victoria and Albert (LVA01), que tiene la inscripción en el frente del ábaco, en un lugar que, si se tratara de un capitel romano, solía estar ocupado por un frente moldurado con dos o más perfiles, de los cuales el superior generalmente sobresalía del inferior. En el frente sin inscripción de este capitel se advierte con relativa claridad dónde pudieron hallar soporte los tallistas musulmanes para colocar la inscripción, tal vez, sobre una cenefa de ovas y flechas de escaso volumen.

LAV01

LAV01. Detalle de la inscripción

LAV01. Detalle del ábaco sin inscripción
Dicho con más claridad: creo que no debería descartarse la hipótesis de que tanto el MAN12 como el LVA01 hayan sido retallados. Avalarían esa idea las circunstancias directas mencionadas y algunas otras indirectas. Entre ellas, la más relevante: tanto el MAN12 como el LVA01 son capiteles de estructuras que encajan perfectamente entre las fórmulas romanas "interpretadas" con cierta "libertad", pero sin escapar de las pautas que rigen sobre la generalidad de los capiteles entre los siglos I y III.
Ambos cuentan con detalles que es difícil explicar desde la hipótesis de que son "copias" del siglo IX o del siglo X. Por ejemplo, ese el caso de las semipalmetas asociadas a ka unión entre el equino y los discos angulares o la manera de disponer el arranque de las volutas en el LVA01.
Algo parecido sucede con la distribución de hojas en el cesto del MAN12 o el modo de interpretar el conjunto axial de las variedades liriformes, con todo el "aparato". Tampoco es frecuente que los capiteles islámicos cuenten con doble moldura ornamentada en el frente del ábaco.
En todo caso, debo reconocer que, frente a lo que sucede con los capiteles del mihrab y el de Londres, no puedo manifestar seguridad absoluta en que el capitel del Museo Arqueológico Nacional sea romano. El análisis del capitel afín, que se encuentra en la Giralda, probablemente ayudará a clarificar las cosas...

Las cualidades de los capiteles del mihrab

Pero recuperemos el asunto que justifica esta entrada. El primer grupo de los capiteles del mihrab está definido por dos corintios (CMH02 y CMH04)  de concepción bastante normalizada, que se han conservado bastante bien; apenas han perdido la vuelta de casi todas las hojas y algunos detalles de poca relevancia.
Son muy similares, por no decir idénticos. Apenas se aprecian diferencias en el tratamiento de los diferentes elementos, tal vez, inducidas por la erosión. Esa puede ser la razón de que el CMH02, en la cara que se puede ver por completo, haya perdido la bráctea izquierda del conjunto axial, que le unía al “aparato vegetal” que acompaña a la voluta interior y les vincula con cierta familias de hojas lisas ("de taquitos").

CMH03, CMH04
Los acantos, de carnosidad bastante acentuada, repiten esquemas que varían, según sean de la primera o de la segunda corona. Aquellos se articulan mediante una vénula axial y dos laterales para proporcionar soporte a las palmas de un folíolo corto y curvado y tres rectos con perfil de dedos. Los ojales tienen forma de gota con eje casi a 45 grados.
Los de la corona superior repiten la misma “idea vegetal”, pero como “deben brotar” de la parte baja, cuentan con una vénula axial que va de la base del capitel hasta la penca. En paralelo tienen dos vénulas verticales por lado, que ofrecen soporte a otras tantas semipalmetas, de la misma tipología (1-3). Dicha fórmula se emplea también en el acompañamiento de las volutas.
El conjunto axial está compuesto por espata, pedúnculo y florón compuesto mediante  yemas de tres ápices con ojal, con rizo interior.  Todo perfectamente marcado y con concepción volumétrica.
Los caulículos siguen la fórmula convencional del cono de tres caras con remate triangular y collar liso. De él parten las volutas, de marcado volumen y remate helicoidal y el consabido acompañamiento vegetal, con series de medias palmas similares a las de las hojas (1-3) y ojales en forma de gota.  Todo ello sobre un kalathos perfectamente definido únicamente en el borde superior. No obstante, se percibe con claridad el sólido sobre el que se desarrolla la ornamentación: cilíndrico en la zona de las dos coronas de hojas y troncocónico en el tercio superior, con transición suave.
Por fin, el ábaco, de acusada concavidad, ofrece una anchura mayor de lo habitual y está perfilado mediante una moldura compuesta por un cuarto de bocel, media caña y banda lisa.
Desde el punto de vista de la concepción general, es importante advertir que son dos capiteles con escasas concesiones al hueco. Esa es la razón por la que se pierde relevancia la superficie del cesto, apenas perceptible en las inmediaciones de la espata del conjunto axial y en el hueco de las volutas.

CMH03 y CMH04
Entiendo que, a efectos de clasificación, es relevante la manera de resolver todos y cada uno de los componentes del orden corintio, incluidos el conjunto axial en su total integridad "orgánica" y el labio del kalathos. Es muy significativo, por ejemplo, el modo de componer aquél, mediante una espata relativamente  larga y voluminosa, que casi llega a la altura de las volutas; ese detalle así como el tipo de florón es común en capiteles de la primera mitad del siglo I. También lo es la minuciosidad empleada para marcar la separación entre el ábaco y los elementos sustentantes, según fórmula propia de los primeros años del siglo I.
La concepción casi cilíndrica del cesto nos pone en contacto con fórmulas muy comunes desde la época de Augusto; y otro tanto se podría decir de los caulículos, las volutas marcadas con generosidad y remate helicoidal, por supuesto, el acompañamiento vegetal… No insistiré en ello.
En este caso es posible que también merezca la pena destacar las "anomalías",.. Podría interpretarse como un “error” la “aparente” inexistencia de kalathos, "tapado por las volutas interiores” y, sobre todo, el espesor del ábaco, que implica una circunstancia extraña de naturaleza estructural en los dos grupos.
Sobre la primera anomalía no tengo nada que decir porque es frecuente que sucedan cosas parecidas también desde los tiempos de Augusto. En el blog hemos visto “pequeños capiteles” con manifiesto horror vacui, realizados en los alrededores del cambio de Era.
La segunda es muy probable que está dictada por la escala de los capiteles, de poco más de 25 cm. de altura y también por la voluntad de quienes los diseñaron para que la parte inferior quedara suficientemente protegida, dada la delicadeza del trabajo. Y si alguien desea ver capiteles con ábaco espeso, que se dé una vuelta por cualquier yacimiento romano de cierta entidad y se detenga ante algún capitel corintio itálico… No es extraño que, de vez en cuando, aparezcan capiteles con ábacos cuyo espesor se aleja de las proporciones “canónicas” —si es que en algún momento las hubo— y con molduras ajenas a lo más frecuente. Es probable que el incremento de grosor obedezca a la voluntad de proteger las frágiles zonas angulares y otros "cambios" a razones diversas, acaso de intención estética..

CMH01 y CMH02
En todo caso, la molduración del ábaco del capitel CM0713 es similar a los de los cuatro del mihrab y, desde lo dicho en relación a él, también en este caso deberíamos pensar en talleres que, desde muy pronto, empezaron a ofrecer soluciones "originales". En todo caso, esa circunstancia es la que podría orientar sobre una cronología relativamente “tardía”, porque el debate posible en torno a estos capiteles nada tiene que ver con el siglo IX; el dilema se restringe a elegir entre los siglos I y II
Hace algún tiempo no habría dudado en situarlos en el siglo II, por la distancia que hay entre Roma y Córdoba y por lo que esa época tiene de cajón de sastre, a la hora de agrupar elementos derivados de las primeras estéticas imperiales. Hoy, sin voluntad de competir con los especialistas en estos asuntos, pero advertido por algunas de sus indicaciones, con mente de provinciano prudente, me inclinaría por clasificarlos en la segunda mitad del siglo I o principios del II, a pesar del “extraño” ábaco y de su molduración, porque en esa época es cuando los datos histórico o arqueológicos sitúan capiteles que interpretan con cierta libertad las fórmulas ornamentales derivadas del orden corintio. Tal parece que a partir del siglo II se desarrollaron otro tipo de “innovaciones” o de “soluciones creativas”, que integraban las mencionadas aportaciones orientales.
Y en este punto debo recordar que en la península Ibérica y, muy especialmente en el Sur, se advierten cualidades que permiten hablar de cierta “personalidad”, de ciertos rasgos regionales, entre los que ocupa un lugar muy destacado la escasa relevancia de dichos elementos orientales.

CMH01, CMH02
Los capiteles de la segunda serie (CMH01  y CMH03) se conservan mejor que los anteriores; apenas han perdido la vuelta de alguna hoja.
Asimismo, presentan cualidades comparables, aunque el modelo elegido encaja mal hasta entre las variedades corintizantes conocidas: es una especie de derivación de los capiteles en doble S y los más antiguos de "volutas en V". Estructuralmente está compuesto por un cesto cilíndrico decorado con acantos derivados de las variedades, que algunos estudiosos denominan "mollis", con vénulas muy marcadas que en la parte externa definen arcos ultrapasados y la interior, tallos rectos. Los acantos están agrupados en dos conjuntos contrapeados de cuatro hojas cada uno, de formato similar pero no idéntico. Las cuatro angulares determinan una especie de “primer plano” de hojas de dos vénulas axiales, unidas por la base sugiriendo arcos en la prolongación de las vénulas laterales. En una especie de segundo plano están los “acantos secundarios”, con una única vénula central y folíolos de diseño más sencillo pero similares a los del otro grupo.
Esta manera de organizar la parte inferior del cesto, mediante dos grupos de hojas contrapuestas, en las que alternan, acantos y acantos, acantos y palmas o acantos y hojas de agua, es común en los capiteles corintizantes del siglo I.
El cuerpo superior define el consabido tronco de cono que no culmina en "labio"  de modo “natural”, porque, aunque éste está perfectamente marcado, la superficie cilíndrica se prolonga con un leve ensanchamiento. Esa circunstancia también es común entre los siglos I Y II.
Sobre la superficie “irregular” del cesto se adhieren los tallos circulares entrelazados de los que derivan las volutas exteriores con el correspondiente acompañamiento vegetal (cáliz anómalo) y el pedúnculo sobre el que se apoya el florón del ábaco. Los tallos circulares entrelazados podrían entenderse como reinterpretación “creativa” de los caulículos, a los que se ha querido dotar de naturaleza “viva”, a tenor de las palmetas que brotan de su arranque, y de los folíolos que se cruzan bajo los florones.
A destacar lo “anómalo” del arranque de las volutas exteriores, desprovisto de orden orgánico; no obstante, su desarrollo y el remate en rollo helicoidal concuerda con las fórmulas habituales durante los siglos I y II. Y a destacar también que se aprecian diferencias en la manera de rematar las volutas, que en el CMH03 tienen escaso desarrollo helicoidal. Pudiera ser que esa diferencia se deba a un tratamiento puntual, poco cuidadoso en su ajetreada “vida”.
El eje axial, perfectamente definido mediante tallo enhiesto, culmina según la fórmula habitual en los capiteles corintizantes "liriformes" de la misma época.
Y por fin, el capitel culmina en un ábaco de moldura acanalada extremadamente grueso, como el de la serie anterior. Aquí también podríamos hablar de cierta “anomalía”, aunque se podría argumentar lo ya expuesto para la otra familia.
A lo mejor tiene relevancia advertir que los dos capiteles tienen alrededor de 25 cm. de altura; es decir, poco más de medio codo (el medio codo serían 22,2 cm)

Capitel de los Museos Vaticanos
En la búsqueda de paralelos próximos, es relativamente fácil encontrar capiteles corintios y corintizantes con planteamientos escultóricos afines. Entre los corintizantes, destaca un capitel de San Lorenzo de Fiumicello, en  Aquileia, que  Scrinari (I capitelli romani di Aquileia, 1952, 47) valoraba como capitel "de volutas vegetales" y relacionaba con paralelos aparecidos en Rimini (capieles augústeos fechados en 27 a. C), Rávena (inicios del siglo I d. C), Aosta (25 a. C) y Susa (9 a.C.); Scrinari situaba del de San Lorenzo en los primeros decenios del siglo I d.C.
Una cronología no muy alejada se ha propuesto para el capitel, que he mencionado más de una vez y que en la actualidad está en el Museo del Foro Palatino y que se valora de tiempos de Nerón (54-68)
Si buscamos entre los capiteles corintios, deberíamos mencionar, en primerísimo lugar, los restos del templo de Cástor y Pólux, reconstruido en tiempos de Tiberio, con capiteles corintios de volutas entrelazadas.
En lugares alejados de Roma, también han aparecido algunos ejemplares de excepcional virtuosismo. Concretamente, en Cherchel  (Pensabene, 1982, nº 66 y nº 67) hay dos, seguramente de la primera mitad del siglo I, con “volutas” interiores generadas mediante tallos circulares entrelazados, de concepción similar a la ofrecida por los del mihrab.
Y faltaría mencionar que durante los años centrales del siglo I fue relativamente frecuente que los tallistas idearan fórmulas que desbordaban los límites de los paradigmas imperiales, si es que éstos existieron en alguna ocasión. Recuerde el lector lo que veíamos a propósito de dos capiteles del Museo de Padua. Y no hay que irse muy lejos para encontrar fórmulas heterodoxas, porque también en la Mezquita Aljama hay un capitel (CM0707) a medio camino entre los modelos corintios y los corintizantes…
Pero no intentaré engañar al lector ofreciéndole un paralelismo más o menos forzado entre los elementos de unos y de otros. Entiendo que, en este caso, lo más relevante es enfatizar que durante la segunda mitad del siglo I en Roma y en determinados lugares del Imperio; y durante el siglo II en todo el Imperio, proliferaron fórmulas “creativas” que desbordaron ampliamente las tipologías definidas por Vitruvio y aún las que empleamos en la actualidad para “encorsetar” esta vertiente de la ornamentación arquitectónica. Pero sobre todo, fueron relativamente comunes piezas que interpretaban las modalidades más repetidas con cierta libertad.

Museo del Foro Palatino, atribuido a la época de Nerón (54-68) (zona severiana del palacio imperial)
La duda que imponen estos capiteles no es si son romanos o islámicos, sino si fueron tallados durante el siglo I —más probable durante la segunda mitad—o durante el siglo II —más probable durante la primera mitad—. ¿Siglo IX? Ni contando con que los tallistas emirales hubieran tenido a su disposición un Delorian convenientemente tuneado…

Siglo I o siglo IX

"En junio de 965 concluyóse la cúpula que domina el mihrab. Desde Medinat al-Zahra fue a caballo al-Hakam II, en la segunda década de shawwal 354 (9-19 de octubre 965), a visitar las obras y enterarse de su marcha. En tal ocasión ordenó desmontar cuidadosamente las cuatro magníticas columna, sin par, que, arrimadas a las jambas del viejo mihrab de la ampliación de Abd al.Rahman II, sostenían su arco de entrada, para colocarlas en el nuevo cuando la obra de fábrica estuviese ultimada". L. Torres Balbás, amparándose en Ibn Idharí (Bayan II)

Sabemos que los constructores de la ampliación de Alhakam II decidieron trasladar las columnas que había en el nicho del mihrab de la mezquita del siglo IX a la nueva quibla, para acentuar el respeto a las tradiciones y preservar unos objetos que, colocados en un lugar de grandes implicaciones simbólicas, concretaban la aprobación de la comunidad.
Sabemos que cierta historiografía interpretó los testimonios de las fuentes literarias en una sentencia de valoración arqueológica, a mi juicio, sin otro fundamento que la conveniencia de ciertos estudiosos.

Una vez analizados  los capiteles y los cimacios de la mezquita mayor, mi conclusión coincide con el  juicio de Thouvenot, que los consideró romanos y los relacionó con el friso del templo de Balbek en Siria. Ya hemos visto que no es preciso ir tan lejos para encontrar paralelos... Ciertamente, los cuatro capiteles del mihrab fueron realizados en la misma época y parecen obras de “capricho”, especialmente concebidas como alarde de virtuosismo, con finalidad fundamentalmente ornamental. En ese sentido, sería absurdo compararlos con el resto de los capiteles, pero con voluntad periodística simplista, podríamos decir que son los más vistosos, los más espectaculares, los más “bonitos” de la Mezquita; y acertaríamos a medias, porque en las salas de Abderramán I y Abderraman II hay piezas más vistosas, más espectaculares y de resultados estéticos más brillantes; pero es indiscutible que las del mihrab se encuentran entre las mejores. En todo caso, es importante tener en cuenta que esos capiteles no se podrían haber empleado en las naves de la sala de oración por su reducido tamaño, que seguramente, no les excluyó de su función tectónica, dada la entidad del ábaco. 
En consecuencia, debemos deducir que aunque, en la construcción de la mezquita se empleara material de acarreo distribuido en aparente orden aleatorio, los responsables de las obras matizaron el pragmatismo constructivo de acurdo con criterios estéticos elementales, pero muy sensibles —de orden y agrupación—, muy especialmente durante el siglo IX.
Es curioso advertir la diferencia en el uso del material reaprovechado entre las mezquitas del siglo VIII y del IX. En la antigua no se advierte discriminación alguna en el uso de los capiteles (tal vez, sí en el de los cimacios), mientras que en la del siglo IX esa jerarquización no se limita únicamente a los capiteles del mihrab. Es obvio que algunas de las piezas más vistosas se reservaron para los alrededores de la quibla y además, en varios casos, colocaron piezas similares en lugares próximos.
Dicho con otras palabras… La primera mezquita parece contener restos hispanorromanos y cristianos sin otro condicionante que el impuesto por el pragmatismo constructivo. La ampliación del siglo IX los emplea con criterios más categorizados.Y parece obvio que se intentó enfatizar muy especialmente la zona próxima al mihrab.
El hecho de que los cuatro capiteles recabaran la admiración de quienes tenían a su cargo el ornato de la Mezquita Mayor me parece un dato muy significativo que ayuda a entender los caminos tomados por la estética califal durante el siglo X. Y desde esa acotación es sorprendente que no se emplearan los dos grupos tipológicos como referencias, porque sólo uno de ellos fue imitado con cierta frecuencia. Es posible que la complejidad de talla de los CMH01 Y CMH03, que en tantos aspectos recuerdan al "capitel virtuoso" de San Andrés del Arroyo, tuviera algo que ver en esa dirección... aunque no me extrañaría que el progreso de las actividades arqueológicas depare sorpresas en este sentido. ¿He dicho “no me extrañaría”? En realidad, desde lo que informan los repertorios de piezas fabricadas en Córdoba que conocemos, estoy seguro. 

CM0622
Conclusiones

El conjunto de capiteles reaprovechados en la Mezquita Aljama de Córdoba proporciona datos de excepcional interés para recuperar algunos aspectos de la historia antigua del sur de la península Ibérica y, por supuesto, de los primeros años de al-Ándalus:

1. Los capiteles romanos no documentan una actividad constructiva relevante durante los primeros siglos de la "ocupación" romana. Tal y como indican  otras fuentes, seguramente esa circunstancia se debe a que la escala de las construcciones de esa época era incompatible con la naturaleza del nuevo edificio religioso.

2. La mayor parte de los capiteles fueron realizados entre los años finales del siglo I y el siglo III. Los capiteles de esa época proporcionan una idea bastante clara del carácter de las iniciativas imperiales, perfectamente homologadas con lo que se estaba haciendo en las ciudades más importantes del mundo romano, por supuesto, excluida Roma.

3. Esos capiteles informan de un elevado grado de fidelidad a las tradiciones del siglo I. 

4. En ese período e, incluso hasta la llegada de los musulmanes, no se aprecia una influencia relevante de las corrientes orientales que se hicieron notar en otros puntos del Imperio. Hay pocos capiteles corintios asiáticos y, frente a lo que defienden ciertos estudiosos, las referencias a las fórmulas del Imperio Romano de Oriente son prácticamente insignificantes. Tal y como indicó Torres Balbás en su día, se aprecia con más claridad la relación con el norte de África, pero sin que ella se imponga sobre el factor tradicional, muy poderoso mientras se mantuvo el impulso constructivo.

CM0401C
5. Forzar la entidad de los talleres cordobeses del siglo IX ha enmascarado lo que, a mi juicio, es uno de los datos más relevantes de cuantos proporciona la Mezquita: la riqueza de los talleres locales del sur peninsular entre los siglos III y IV. El "localismo" que documenta Volubilis se manifiesta aquí mediante fórmulas que permiten sospechar una actividad artesanal bastante rica y relativamente desvinculada de las fórmulas estereotipadas de los siglos anteriores.

6. Los restos de ornamentación arquitectónica acumulados en la Mezquita dan la razón a las fuentes literarias en el relato de penuria que dibujan: la eclosión cultural que reflejan los restos de los siglos III y IV no duró mucho; de manera que no fue posible mantenerlo durante los años de la expansión arquitectónico cristiana. La mayor parte de los restos de esa época (siglos V-VII) son escasos y particularmente pobres. Lo veremos con más detalle al analizar los cimacios.

7. Aunque ello suponga adelantar conclusiones especialmente reforzadas en con el análisis de los cimacios, me parece importante enfatizar que los restos de ornamentación arquitectónica de la Mezquita no acreditan otras acciones por parte de los artífices del siglo IX que la reutilización con criterios más selectivos que en el siglo VIII y la adaptación de esos restos a la función tectónica. Esa adaptación se limitó a labores de corte y regularización superficial, sin que se aprecie talla de cierta sofisticación ni en los capiteles ni en los cimacios.

Quedan los asuntos relacionados con los restos cristianos para la entrada dedicada a los cimacios, que presentaré lo antes posible.



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