lunes, 3 de mayo de 2010

Fromista

Este fin de semana pusimos rumbo a una de las iglesias románicas más célebres del Camino de Santiago: San Martín de Fromista. Como existe una maqueta que reproduce la situación que tenía a finales del siglo XIX, cuando se iniciaron las labores de "recuperación", renace en mi cabeza la duda metafísica (sistemática) sobre los criterios de restauración más oportunos. Y se me ocurre comparar la “intervención” aplicada a este edificio, diseñada por el señor Álvarez y Amoroso, con la “restauración” del señor Pérez (Peridis) en Santa María de Aguilar de Campoo.


Y francamente, no sabría argumentar la conveniencia de un modelo u otro…
Con el espíritu de Eugène Viollet-leDuc, en Fromista “recuperaron” un edificio románico muy reformado para dejarlo, más o menos, en el estado inicial, aunque, por supuesto, con cierta carga hipotética. Resultado: nos es dado visitar un edificio que nos ilustra de modo aceptable sobre las cualidades de la arquitectura románica.
Con mentalidad "actual", en Aguilar de Campoo se ha recuperado un antiguo monasterio prácticamente arruinado, para convertirlo en un complejo híbrido, donde conviven un instituto y un “centro patrimonial” orientado a la explotación turística del antiguo establecimiento. Resultado: lo que contemplamos es una intervención arquitectónica que nos sitúa, sobre todo, ante una idea del señor Pérez, en la que, por fortuna, si lo deseamos, aún es posible contemplar (en percepción analítica) los restos de la edificación antigua. Sin embargo...
El espectáculo multimedia ofrecido al visitante, con los habituales comentarios tendenciosos sobre los procesos históricos medievales, aún desvirtúa más la integridad de los vestigios medievales, reducidos a la condición de tramoya de “parque temático”.
Obviamente, no es lo mismo que algunas mentes “brillantes” diseñaron para Sagunto, pero reflexionar sobre el resultado, me conduce a una conclusión incómoda: el respeto estricto a los restos del pasado unido a la idea de reintegrarlos en sintonía con las actuales necesidades sociales (educativas, turísticas, normativas, etc.), proporciona resultados ajenos a la naturaleza de los restos que se pretende respetar. Seguramente la iglesia de Fromista tenga mucho de “falsificación”, pero… cuando menos, parece una iglesia románica. Sí, ya sé lo que me vas a decir, querida Lucrezia, pero ante la fotografía antigua, mi cabeza se llena de las imágenes de una "intervención actual" con criterios rigurosos… Y recordando la ampliación del Museo del Prado, se me abren las carnes imaginando el resultado de una genialidad del señor Moneo para conciliar los restos románicos, las aportaciones “etnológicas” y sus propias ideas místico-arquitectónicas…

2 comentarios:

  1. Jajaja oye, que precisamente en intervención arquitectónica yo no tengo muy claras cuáles son las opciones más conciliadoras para satisfaccer los gustos/demandas de todos los estratos implicados, desde los eruditos-especializados hasta los turistas más eventuales.

    El tema de las reconstrucciones y rehabilitaciones es algo muy específico del campo arquitectónico, ya que, en esta disciplina, a pesar de las legislaciones -que no sirven para nada porque todo el mundo se las salta y, además, están desactualizadas- los criterios parecen ir en direcciones muchas veces opuestas a lo que podemos entender hoy en día como restauración.

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  2. Pues deberías tenerlas; porque de otro modo, quienes mueven estos hilos no tendrán ninguna vía de contrastación social, porque tal y como yo veo la cuestión, no es problema del campo arquitectónico, en el sentido de la especialidad profesional. Los arquitectos, en estos asuntos, tienen que plegarse a las intenciones de quienes los contratan: el clero, las instituciones públicas, las fundaciones, etc. Además, les interesa engordar los proyectos, porque cobran porcentualmente.
    El caso de Aguilar de Campoo es muy elocuente sobre lo que comentas a propósito de los criterios normativos. La intervención del señor Pérez es, según los criterios normativos, ejemplar, pero el resultado final es de traca. Y en el vértice de las decisiones siempre hay un político que, con mejor o peor asesoramiento, pretende quedar bien ante sus colegas y electores.
    Por eso creo que es tan importante el papel de los profesionales de la "cosa" histórico-estética, sobre todo, de los restauradores, de los historiadores y de los profesionales de los museos, que tienen en este terreno un campo de justificación social muy importante.

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