lunes, 23 de septiembre de 2013

El Museo Nacional de la Energía

Está en las afueras de Ponferrada y según cuentan, nació condicionado por la voluntad del anterior presidente del gobierno español y, en cierto modo, es “lógico” que el cambio político haya modificado sensiblemente su destino.  Es la lógica del antagonismo forzado para justificar los cambios: la familia A desplaza a la familia B. Y la marejada, que se ha llevado por delante a algunas de las personas que más tiempo dedicaron a su materialización, aún no ha pasado, según nos comentaron los trabajadores con quienes hablamos.
Y, sin embargo, lo que hoy se puede ver —dejando a un lado la globalidad del proyecto del que formaba parte— tiene interés, cuando menos, para "explotarlo" con cierta utilidad social, sobre todo en los aspectos educativo y divulgativo (turístico). Su vinculación a un proyecto de investigación tan ambicioso como el inicial (gestión del CO2, restauración ecológica, etc.) no parece suficiente para justificarlo, sobre todo, si la crisis bloquea los presupuestos en I+D.


Lo que se visita es un lugar que podría interpretarse como combinación de un vestigio de arqueología industrial con aula de interpretación dedicada a la energía; el complejo museístico, de magnífico diseño, comprende un edificio de nueva planta, empleado para contener los muelles de descarga de mineral, y una vieja central térmica.
La idea museística es eminentemente interactiva. A medida que el visitante va de un lado a otro, más o menos espectacular, van activándose diferentes elementos con juegos de complejidad mayor a los que hay, por ejemplo, en el Museo Interactivo de la Ciudad de Lugo. Me hizo gracia la manera de contar la historia de la central térmica, mediante los relatos de personas que tuvieron relaciones con ella; me acordé de ciertos planteamientos cinematográficos, de matizado color rojo… Nadie interpretará voluntad política en un formato que es mucho más inteligible como manifiesto antropológico y que, con seguridad, despertará simpatías y nostalgias entre muchas personas de la zona y de ambientes productivos comparables o afines.


Lo visitamos sin ninguna compañía; sólo había gente en la cafetería, a la que se puede acceder sin entrar e el museo y que está situada en una zona muy agradable.

Tiene algunos inconvenientes notorios:
  • La fachada es, a mi juicio, demasiado discreta; no contribuye a fomentar el interés del público.
  • No está bien señalizada su situación.
  • Se accede mediante una escalera empinada en descenso y de cierta altura, incompatible con las posibilidades de quien tenga movilidad limitada. 
  • El circuito propuesto no está bien señalizado y fuerza al visitante a recorrerlo sin posibilidades de regresar de una zona a otra, salvo afrontando itinerarios gravosos.
En todo caso, sería una pena que se tirara a la basura el dinero empleado en un proyecto que acaso se justifique especialmente en tiempos de crisis.

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