lunes, 15 de septiembre de 2014

La Pinakothek der Moderne de Munich

Múnich es una ciudad con un magnífico conjunto de museos de arte contemporáneo y con una buena colección de obras más o menos actuales y relevantes, irregularmente integradas en la retícula urbana. En algunos casos, las obras incluso “dialogan” adecuadamente con el entorno, como se dice ahora; sin embargo, no siempre es así… Supongo que es un problema universal: los gestores municipales se las quieren dar de modernos culturetas y pierden el culo por hacerse la foto junto a la “obra moderna”; los artistas, que también arden por hacer currículo, aceptan casi cualquier cosa con tal de poder decir que tienen obra en una ciudad tan importante como Múnich, Berlín, Londres o París, aunque el resultado sea discutible; hace tiempo recogía un caso sangrante de Londres, que no es el único... No es fácil concebir una obra que se integre en la retícula urbana: el espectacular caminante de Borofsky, de la Leopoldstrasse, comienza a tener problemas con los árboles de los alrededores; dentro de unos años será complicado verlo…


Entre los museos de Múnich destaca la Pinakothek der Moderne, que acaso mereciera un nombre más apropiado a las circunstancias actuales del arte contemporáneo. Obviamente, de los problemas nominales del arte no se libra ni el país del racionalismo. La Pinakothek der Moderne fue inaugurada hace 12 años, según un proyecto de Stephan Braunfels, arquitecto muy acreditado en Múnich: el edificio muestra una concepción poco afortunada por el exterior (según mi criterio, naturalmente), pero de magnífico resultado por el interior, mediante un juego de volúmenes espectacular. La fachada de la entrada principal parece un híbrido entre las corrientes posmodernas engolondrinadas con aprovechar las posibilidades del hormigón armado para evitar los efectos del pandeo, y las superficies texturadas de hormigón que tanto recuerdan a las corrientes brutalistas.


El juego de volúmenes que se abren desde la zona cilíndrica de distribución central, que he juzgado espectacular desde el punto de vista estético, acaso sea un factor inconveniente desde el punto de vista museístico, por las razones que ya he esgrimido en situaciones parecidas (Museo de Almería, por ejemplo); desde la diversidad de planteamientos estéticos del arte actual, esa circunstancia podría ofrecer opciones interesantes a quienes gestiones la exhibición, pero, en contrapartida, la segmentación espacial también puede suponer limitaciones. En todo caso, en ello siempre existirá un factor relevante de alteración de la obra expuesta desde el punto de vista perceptivo; la zona dedicada a Joseph Beuys ilustra perfectamente el problema: lo que vemos no es fruto de la voluntad del artista conceptual sino de quienes han dirigido la colocación de las piezas. Me parece más neutro ofrecer a los creadores el reto de diseñar obras de acuerdo con las cualidades espaciales de alguna zona concreta del del museo, aunque en su dependencia de la arquitectura, ello conlleve forzar una relación de prioridades incómoda para el artista plástico...



No obstante, la instalación museística resulta bastante grata, con una iluminación diáfana que evita casi por completo las “pestañas” superiores de los marcos, y facilita la contemplación y, por supuesto, la realización de fotografías; únicamente en las zonas “de gabinete” —en los espacios más recogidos— aparecen los aborrecidos efectos escenográficos a los que son tan aficionados ciertos directores y conservadores; no obstante, en general, la iluminación es casi tan buena como la de la Neue Pinakothek.
Las cartelas, dispuestas convencionalmente, están redactadas en alemán e inglés, así como los escasos paneles divulgativos distribuidos por las paredes; acaso sea éste el aspecto más “discutible” de la instalación. También sería recomendable que tradujeran las indicaciones de carácter general, sólo redactadas en alemán.
En correspondencia a la fragmentación espacial hay mucha vigilancia, pero los funcionarios manifiestan una actitud muy amable, como en casi todos los museos alemanes; parecen tener clara la noción de servicio público. Si les miras a la cara, saludan y se esfuerzan en ayudarte ante cualquier pregunta, incluso, aunque les cueste entender.
Existe una tienda no muy grande que ofrece objetos de naturaleza variable a precios razonables: buen sitio para adquirir recuerdos con un toque menos hortera que los de las tiendas específicamente para turistas.
El día de la visita la cafetería parecía ocupada con un acto social: personas endomingadas en tono Sotheby’s charlaban animadamente… y no se nos ocurrió interrumpirlas aunque no estaba cerrado el acceso.

Max Beckmann, Frau mit Mandoline in Gelb und Rot, 1950
Mientras lo recorríamos coincidimos con algunos grupos de aficionados al arte, de estructura sociológica similar a la de otros lugares; sobre todo, señoras de cierta edad, aquí provistas de sillas proporcionadas por el mismo museo, que tomaban notas en ambiente muy distendido.
La colección ofrece un conjunto aparentemente muy seleccionado (no es un museo apabullante),  con obras de las corrientes más influyentes del siglo XX y XXI, por supuesto, enfatizando la aportación alemana al desarrollo de las vanguardias. Mucho Beuys y mucho expresionismo; los aficionados a las corrientes derivadas de El Puente se lo pasarán pipa dando un paseo por sus salas. Magnífico lugar para contemplar y documentar obras de Beckmann, que no suelen ser muy reproducidas en los manuales. En contrapartida, ofrece pocas pinturas del siempre acerado  Otto Dix… me hubiera gustado contemplar alguna más…

Fred Sandback, Ohne Titel, 2003
Es muy curiosa la última planta dedicada casi exclusivamente a la obra “invisible”, de Fred Sandback (Ohne Titel, Rotundal, 2003): demasiada sutileza... Ofrecer una obra que, en "forma" de líneas sutiles, se nutre de las posibilidades de la articulación espacial de la arquitectura podría interpretarse como simple decoración o, incluso, como simple "estafa estética": en la percepción de la obra de Sandback lo más relevante es la articulación de formas y planos de Stephan Braunfels.

Kirchner, Circus, 1913

Reverso de Circus, 1910
En la exposición dedicada a Kirchner se podían ver algunas “obras” rescatadas al criterio del propio artista, que las eliminó pero reutilizó los lienzos para hacer otras. La instalación permitía ver ambas obras del verso y la del reverso con un tratamiento museístico comparable, como si ambas fueran “obras” del autor al que se dedica la exposición, con una diferencia “necesaria”: las pinturas legitimadas por el criterio del pintor se contemplaban derechas y las del reverso en la posición que les correspondiera: en un caso, girada 45 º en el otro, 180º. En las imágenes adjuntas me he tomado la libertad de enderezarlas para evitar los fenómenos implícitos en el carácter anisotrópico de la percepción visual...
Me pregunto si tenemos legitimidad para sacralizar (recuperar) lo que el creador suprimió… Entiendo que ello fomenta la tendencia a la mitificación de los “artistas-genios”, puesto que, a posteriori, todo lo que realizaron, incluso lo que ellos mismos juzgaron "despreciable", adquiere categoría de “Arte” (así, con mayúscula). En contrapartida, me parece buena idea desde otras facetas fundamentales de la función museística, la investigación y la divulgación. Si el visitante está dispuesto a contemplar las obras con ojos críticos, el momento es ideal para asumir que no todo lo realizado por un artista ha de ser, necesariamente, satisfactorio a sus propios ojos y, desde luego, para observar cómo fue evolucionando el criterio de valoración estética del propio Kirchner. Se me perdonará que no insista en lo interesante que es, desde el punto de vista de la evolución del pintor, conocer este tipo de arrepentimientos.
Kirchner, Elisabeth Embankment, 1913
Kirchner, reverso de Elisabeth Embankment, 1913
Como es habitual en los museos de este tipo, el día que lo recorrimos había pocos visitantes y la mayoría agrupados en las zonas de la exposición de Kirchner, entre los que dominaban quienes ya no sufrían los ardores de Venus; los jóvenes preferían tomar el sol en la pradera delimitada por la fachada del propio museo y la del Brandhurst; en la imagen adjunta y a juzgar por el libro, dos de ellos, apoyados sobre una obra de arte, reflexionaban plácidamente sobre las posibilidades educativas del arte...


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