martes, 28 de abril de 2009

Peter Smuthor

Por Raúl Rodríguez Aguilar


El pasado 13 de abril se nombró como ganador del premio Pritzker al arquitecto suizo Peter Sumthor. Este premio es otorgado anualmente desde 1979 a un arquitecto vivo por la fundación Hyat, llevando dicho nombre por la familia Pritzker, propietaria de la cadena de hoteles Hyat (de Chicago) que entrega la suma de 100.000 dólares al galardonado.
Siempre que se habla del premio Pritzker, se añade la coletilla ‘considerado el equivalente al Nobel en arquitectura’, calificativo exagerado que sirve para dotarlo automáticamente de un trasfondo de notoriedad y un valor del que muchas veces carece. Más se lo debería considerar como el ‘oscar’ de la arquitectura, dado que suele ser un premio destinado al ‘star system’ en general y a cualquier arquitecto americano en particular (recordemos que, de los 31 galardones otorgados hasta la fecha, ocho han ido a parar a manos estadounidenses, que son quienes lo financian y, al mismo tiempo, promocionan el producto patrio).
Tampoco queda claro el motivo exacto por el que es otorgado el premio, ya sea por la relevancia del premiado en la escena mundial o bien por el conjunto de toda su obra (o una colección de sus proyectos maestros), ya que muchos de los galardonados alternan proyectos muy destacables junto a auténticas y olvidables meteduras de pata, que les eliminarían directamente de la lista de posibles candidatos a un premio por toda una carrera.
Este año, el jurado del Pritzker se ha decantado por la vertiente más ‘conservadora’ de la arquitectura. Zumthor es una buena elección, que evitará con seguridad las críticas que hubieran existido de haber recaído el premio en alguna otra figura de perfil más mediático. Representa un respaldo a las cualidades más intemporales de la arquitectura y a la idea de que la arquitectura es fundamentalmente una profesión estética más que política. Este galardón sirve para polarizar aún más la dicotomía existente entre ambas tendencias, antagónicas, de la arquitectura actual.

Muchos foros de arquitectura coinciden en la idea de que los últimos premios Pritzker han sido entregados a arquitectos en los que “su fama supera notablemente su experiencia de obra construida”, justo lo contrario que en el caso de Peter Sumthon, cuya obra reflexiva destaca más por sus detalles y su equilibrio en los gestos que por sus innovaciones o grandes ideas, ya que se trata de un arquitecto muy alejado del gigantismo de las propuestas de los ‘galácticos’, basadas en las formas excéntricas e ‘imposibles’ que les permite el software de diseño digital. Sumthon, en contraposición, presenta un respeto por la arquitectura del lugar, los materiales y la propia historia de la arquitectura. Según sus propias palabras:
“Creo que la Arquitectura de hoy debe reflejar las tareas y posibilidades que le son inherentes. La Arquitectura no es un vehículo ni un símbolo para cosas que no pertenecen a su esencia. En una sociedad que celebra lo no esencial, la Arquitectura puede poner resistencia, puede contrarrestar la pérdida de forma y significado, y hablar en su propio lenguaje. Creo que el lenguaje de la Arquitectura no es una cuestión de un estilo específico. Cada edificio es construido para un uso específico en un lugar específico y para una sociedad específica”
Entre sus obras más destacadas se podrían citar las Termas de Valls, el museo de Arte Kolumba (en Colonia), el museo de Arte de Bregenz en Austria (que le valió el premio Mies Van der Rohe en 1999) y la capilla de San Nicolás (Suiza).
Para finalizar con estos apuntes, me gustaría citar un fragmento del artículo del historiador William J.R. Curtis, publicado en El País el 14 de abril de 2007, bajo el título ‘Los desvaríos del premio Pritzker’:
“El Pritzker ha surgido en un periodo en el que no hay un estilo o ideología dominante, en el que los arquitectos siguen ampliando, transformando, invirtiendo, e incluso manierizando la herencia de la arquitectura moderna anterior. Actualmente hay pocos arquitectos de primera categoría en el mundo, y los dos “maestros” indiscutibles ya tienen más de 90 años: el danés Jorn Utzon (Pritzker en 2003) y el brasileño Óscar Niemeyer (que tuvo que conformarse con medio Pritzker en 1988). El pluralismo predominante es positivo para el premio, porque le permite buscar cualidades diversas por todas partes. En ocasiones ha sido presa de modas pasajeras; en otras ha intentado ser serio y ha perdido oportunidades de identificar la verdadera calidad. El sistema actual de estrellas internacionales corre el riesgo de explotar el Pritzker y reducirlo a una “marca” de lujo en el mercado global de producciones cada vez más rápidas y superficiales. Si el Pritzker hubiera existido hace 20 años, es de suponer que se habría concedido a “maestros del movimiento moderno” como Le Corbusier, Alvar Aalto, Mies van der Rohe y Louis Kahn. En comparación con ellos, habrían salido mal parados arquitectos peores que vinieron después. La extravagancia formalista que es el Museo Guggenheim de Bilbao, diseñado por Frank Gehry (Pritzker en 1989), se torna insignificante al lado de la capilla de Ronchamp de Le Corbusier (1953), con su mágica fusión de forma, significado, espacio y luz. Puede que 31 años sean muchos en la historia de un premio, pero es un periodo muy corto en la historia de la arquitectura, por lo que lo mejor es mantener las cosas en perspectiva”.

2 comentarios:

  1. No he tenido la suerte de visitar ninguna obra suya, pero de su discurso sólo me molestan algunos detalles "menores". Dicho de otro modo: suscribo fervientemente el 90 % de sus juicios. Y me es especialmente grata la atención que presta a "la tradición arquitectónica local", garantía de funcionalidad. Que sea vecino de Heidi... es muy significativo: contra el cinismo de Harry Lime, la democracia suiza no sólo da para crear relojes, esos mecanismos diabólicos que cuantifican el tiempo.

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