lunes, 21 de marzo de 2011

Uccellacci e uccellini


La mañana del domingo era propicia a dar un paseo por el Retiro y también nos acercamos al Palacio de Velázquez, donde ofrecen al público una hermosa exposición de Jean-Luc Mylayne (Trazos del cielo en manos del tiempo).
Me vuelve a inquietar la dificultad de encontrar un substrato estético de entidad, de la entidad necesaria para justificar una exposición en un museo como el Reina Sofía. Me digo que sería más propia de la sala del Jardín Botánico… Echo un vistazo a la página del Reina Sofía:

“La creación, diferenciada de la simple toma de fotografías, requiere así una dosis considerable de paciencia, atención y tiempo. Al escoger su puesto y el sujeto, el artista francés transmite un encuentro casual con uno de entre los muchos pájaros de una bandada, un ejemplar que evidencia una cierta curiosidad, junto a su natural suspicacia, respecto a este hombre, su mujer y la considerable cantidad de equipo técnico que invade su entorno. A partir de ese momento, se requieren una serie de meses antes de que la comunicación se establezca y se cree una confianza de la que depende el éxito de la fotografía. Durante este período tan arduo, Mylayne acostumbrará al pájaro no solo a su presencia, sino también a los efectos de cualquier iluminación suplementaria que la imagen pudiera necesitar y al agudo sonido que produce el obturador de su cámara de gran formato. La fotografía resultante es una construcción cuidadosamente calibrada, en la que el pájaro desempeña un rol asignado en una puesta en escena prefigurada”.
(…)
“Críticos tempranos de la obra de Mylayne tendieron a atribuir el papel de los pájaros a un pretexto, es decir, consideraron a los pájaros un sujeto nominal –vehículo de una especulación filosófica–. A pesar de su profundo conocimiento de los hábitos y forma de vida de estas criaturas, es evidente que Mylayne no tenía intención de mostrarse como ornitólogo, más bien propone, a través de su obra, cuestiones metafísicas basadas en un intercambio entre humanos y animales, amplificado por estrategias de forma, estructura y concepto. Con frecuencia recurre a estilos compositivos que pueden incluir la repetición seriada, el reflejo y la inversión, o a un formato tradicional como el díptico o el tríptico. El significado principal dado por la referencia a, digamos, la estructura tripartita de una pieza medieval de altar sirve para subrayar un registro conceptual de la obra. Por ejemplo, el No. 89, febrero 1987 - febrero 2008, consiste en un panel central en el que un aguilucho muerto (al que ha disparado un muchacho) se cuelga en una valla de alambre de espino como trofeo macabro y está flanqueado por escenas de un desierto panorámico creadas a partir de un único motivo paisajístico y su imagen reflejada. En el horizonte se puede atisbar un observatorio, donde la investigación del tiempo se remonta a billones de años luz generados por estrellas distantes, estudiado en conjunción con proyecciones futuristas de la contingencia de humanos que pudieran habitar otras partes del sistema solar. También visible en el horizonte hay un montículo cónico, forma geológica que remite a las antiguas tumbas sepulcrales que se encuentran en muchas culturas de eras pasadas y eso, a su vez, hace referencia a las tribus indígenas que alguna vez vagaron por esas praderas. Las dos imágenes en las que está basado el tríptico se tomaron con un intervalo de veinte años, la primera, en una región de Francia cerca del lugar de nacimiento del artista, donde ha trabajado de forma intermitente muchos años. La segunda, en Texas, donde trabajó sistemáticamente entre 1999 y 2005, y de donde procede la mayor parte de su obra reciente. Como es una cuestión nimia para su significado fundamental, la yuxtaposición de imágenes de dos lugares tan diferentes (una rareza en su práctica) no es percibida automáticamente por el espectador. Más significativo es el extenso período temporal, de casi veinte años, que se requiere para condensar la temática de la obra: un mostrador que enfrenta décadas pasadas de la historia en las que humanos y otras especies, generosa y levemente, modularon el terreno ocupado, con la época actual, en la que no sólo aparecen los estragos causados por un modo de vida y unos valores que amenazan a las otras especies, sino nuestro creciente interés hacia dominios más allá de este planeta".

Alucinante, sencillamente alucinante. ¿La creación fotográfica se distingue por el tiempo de preparación? ¡Alucinante! ¿Y lo de la captación del "instante efímero"? Se habrán pasado de moda las inquietudes que el paso del tiempo proporciona a los humanos. Parece que a algunos "expertos en arte contemporáneo" les sigue inquietando la inmediatez del objetivo fotográfico, y para justificar el componente estético de la fotografía necesitan el factor "laboriosidad"...
Y yo creyendo que eran magníficas fotografías de pájaros… ¡Cuánta ignorancia la mía!
Pero vuelvo a preguntarme si no existen artistas españoles mejor cualificados… Porque, precisamente en España, existen muchos "fotógrafos de naturaleza" sobre los que se podría decir exactamente lo mismo que dice el Reina Sofía sobre Jean-Luc Mylayne.
Existe una revista muy conocida (National Geographic), que publica imágenes de este tipo espectaculares y en España se editan unas cuantas especializadas en ornitología...
A lo mejor tienen razón quienes propugnan privatizar los museos de arte contemporáneo.

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