domingo, 7 de abril de 2013

El Museu de Mataró


Es pequeño pero denso; tan denso de voluntad pedagógica, que espanta. Está centrado en la historia de la  ciudad, contiene materiales de naturaleza y orígenes diversos (artísticos, arqueológicos, etnográficos, etc.), y ocupa la casa solariega de Jerónimo Serra Arnau, construida a mediados del siglo XVI y no demasiado amplia.
Los paneles están redactados en catalán y ofrece una página web de operatividad irregular. Se diría que no les sobra el dinero, porque también se advierten problemas de mantenimiento (humedades). Las dos personas que lo atendían el día de la visita se comportaron con extraordinaria amabilidad.



Destacan los restos procedentes de Torre Llauder, entre los que sobresalen dos retratos acaso realizados entre los siglos I y II dC.
La pieza más interesante desde mis inquietudes estaba en la "zona de estudio". Es un bloque conformado por un estrecho capitel jónico (muy evolucionado y esquematizado) tallado conjuntamente con un voluminoso cimacio, según fórmula habitual en Bizancio y en las áreas geográficas relacionadas con el Imperio Oriental  durante la Alta Edad Media o, si se prefiere, durante los agitados años que determinaron el fin del Mundo Antiguo. Fue localizado en un muro de la sacristía de Santa María y, al parecer, fue empleado como pila de agua bendita, como algunas otras piezas afines repartidas por la geografía peninsular. Es testimonio material de las relaciones entre la costa noroccidental de la península Ibérica y Bizancio, que también acreditan otros restos, entre los que destacan algunos conservados en el Museo Arqueológico de Barcelona...




Santa Irene, mediados del siglo VI.

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