lunes, 1 de abril de 2013

El Museu de Lleida

El museo, en su configuración actual,  nace en 1997 con la creación de un consorcio público participado por la Generalitat, la Diputación, el Ayuntamiento, el Obispado y el Consejo Comarcal del Segrià. ¡Cuántos intereses políticos para un museo tan pequeño! Según la página web, esa circunstancia estuvo condicionada por la voluntad de integrar las dos grandes colecciones existentes en Lleida: la del Instituto de Estudios Ilerdenses y la colección diocesana. Sin embargo, no se materializó hasta 10 años después, cuando a finales del 2007, se inauguró el edificio actual, que ocupa el solar de un antiguo convento carmelita,  según proyecto de Joan Rodon Arquitectes Associats.
El resultado final es "espectacular" por el interior y ortodoxo, por el exterior; con esa ortodoxia que podemos rastrear en otros lugares de la geografía peninsular y que se substancia en la valoración de grandes paramentos verticales que hacen pensar en tipologías antiguas, de espacialidad metafísica, pero con declinaciones comerciales. Como es relativamente frecuente en construcciones afines, a pesar de los pocos años transcurridos desde su inauguración, ya se han estropeado algunas piezas de los paramentos exteriores.
La instalación interior, vigilada con pocos empleados gracias a las cámaras de vídeo, está  excesivamente  volcada hacia un efectismo escenográfico en clave baja que no sé si es la fórmula más adecuada para fomentar la asistencia del público. El ambiente general no creo que sea excesivamente atractivo para la gente joven. Me ha recordado al Museo de la Evolución de Burgos —también de inauguración reciente — y a ciertos montajes de exposiciones temporales (parte de la exposición de Eulàlia Grau en el MACBA, que comentaré en breve, entre lo más actual). El modelo tiene la virtud de enfatizar la vertiente mistérica y el inconveniente de ofrecer un ambiente demasiado volcado hacia la generación de inquietud.
Posee muchos paneles informativos de cualidades irregulares. En unos casos hay demasiada información; en otras es escasa. Algunos se leen con dificultades, dados el tipo de letra y la baja luminosidad general, acaso forzada por razones de conservación; no quiero imaginar otra motivación...


Aunque ofrecen criterios de taquilla equiparables a otros de Cataluña , frente a lo que es norma en la mayor parte de los museos de esta área geosocial, no consienten hacer fotografías. Al preguntar las razones de la prohibición, la persona que nos cobró la entrada respondió con tono evasivo y desconcertado... Y estimé oportuno no insistir. Intuí circunstancias afines a las detectadas en museos de planteamientos comparables, porque los vigilantes, uniformados con rigor cuasimilitar, se muestran ostentosamente cuando perciben movimientos "sospechosos". En la propia página del museo orientan la explicación de tanta preocupación: ofrecen sus servicios para proporcionar imágenes de las obras del museo a precios anteriores a la crisis, que reducen un 50 % a investigadores y estudiantes (¡cuánta generosidad!), aunque no incluyen los derechos de reproducción... Deduzco que para los gestores del museo también aquí es más relevante conseguir dinero que aprovechar las posibilidades actuales de comunicación y divulgación. El celo en este aspecto es tan fuerte que la página del museo, muy elaborada, ofrece información gráfica sumamente cicatera que arruina el resultado general...
Las cartelas explicativas sólo están redactadas en catalán y no suministran díptico en castellano ni en otro idioma, aunque advierten que existen medios impresos y audioguías a disposición del público, por supuesto, estas últimas al módico precio de 3,5 €. Deduzco que para sus actuales gestores ha prevalecido la voluntad de convertirlo en "instrumento" del contexto educativo más inmediato, sin valorar otras posibilidades de la praxis museística, muy especialmente, las vinculadas a la capacidad  de disfrute, paradójicamente, reconocida en los "principios de actuación":

"El Museu de Lleida quiere convertirse en el referente patrimonial del territorio que gestiona los bienes materiales de las diferentes culturas que han tejido la historia de la región de Lleida y actúa para que bienes patrimoniales y conocimiento científico reviertan en el ciudadano.
Nuestras funciones: estudiamos, documentamos, restauramos, conservamos y ponemos a disposición del ciudadano el patrimonio colectivo para que lo conozca, lo disfrute, lo valore y lo quiera. Establecemos, también, las pautas necesarias para facilitar el acceso y la investigación a los especialistas de las diferentes disciplinas."

¿"Ponen a disposición del ciudadano..."?  ¿"Para que lo conozca, lo disfrute, lo valore y lo quiera"? ¿"Facilitan el acceso y la investigación a los especialistas en las diferentes disciplina"? Retórica grandilocuente... Como en otros casos de la geografía peninsular, cada vez menos numerosos, los gestores ofrecen una imagen contradictoria con esos principios... y, desde lo que conozco, relativamente excepcional en Cataluña. Debo reiterar, una vez más, que a mi juicio, quienes así obran se equivocan de estrategia... si realmente tienen esa voluntad y no se mueven por intenciones aún más discutibles que las puramente recaudadoras (¿gestión opaca?).
Contra lo que es norma en este blog y aunque el Museu de Lleida tiene algunas piezas de interés muy especial desde mi punto de vista —y aunque los ojos de Atenea no me abandonaron—, como buen borrego, acepto la discreción dictada por sus gestores, asumo sus preocupaciones en asuntos de reproductibilidad y rehúso mencionarlas. Si como en el caso granadino, tienen claras las ideas en estos asuntos yo no soy nadie para alterarlas.
Como en otros museos de estrategia cicatera, no acude mucha gente... Nuestra visita coincidió con la de otra pareja de franceses... Dos vigilantes y un montón de espías electrónicos para cuatro visitantes extremadamente peligrosos: los cuatro íbamos armados con esos infernales instrumentos que, según parece, restan medios financieros a la gestión cultural...

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