miércoles, 18 de septiembre de 2013

El museo de la Stoa de Attalos II, rey de Pérgamo, y de Rockefeller

La reconstrucción americana.

Situado al lado de la línea de metro que conduce al Pireo y sobre un zócalo que no han respetado los “grafiteros”, la Stoa de Attalos forma parte del conjunto arqueológico de la “Antigua Ágora”, junto al excepcionalmente bien conservado templo de Hefaistos y a una de las iglesias bizantinas más antiguas de Atenas (por supuesto, muy restaurada). Y acaso sea uno de los lugares más elocuentes en asuntos de la muy compleja gestión del patrimonio cultural. Fue edificada durante el siglo II a. JC y “restaurada” por obra y gracia de la Escuela Americana de Estudios Clásicos, en plena efervescencia de la Guerra Fría entre 1952 y 1956, (Guerra de Corea, 1950-1953). El proyecto fue del arquitecto John Travlos y el dinero lo puso John D. Rockefeller, Jr.


En aquellos tiempos Grecia era una pieza importante en el conflicto de baratillo con el bloque soviético, que debía colocarse junto a otra aún más importante por su "peculiar" estructura sociológica: Turquía. Para los intereses norteamericanos era vital contar con un aliado fiable en el universo musulmán. Es posible que esa fuera una de las razones por las que no se desintegró por completo el "imperio turco" y por la que Grecia no consiguió reintegrar las ciudades asiáticas y recomponer la "unidad" añorada. ¿Quién hubiera defendido entonces el helenismo de Estambul, Pérgamo o la antigua Éfeso?

La instalación museística



El su propia materialidad, la primera pieza museable, para bien y para mal, es el propio edificio, cuyas instalaciones fueron remodeladas entre los años 2003 y 2004. Para bien, ofrece una “realidad arquitectónica” que nos permite contemplar en directo cómo debió ser la “mejor” arquitectura griega. Para mal, sin conocer los detalles arqueológicos exhaustivamente, es fácil suponer una elevada carga hipotética en la “restauración” que, muy probablemente, falsifica esa realidad. Como he aludido muchas veces a la dialéctica engendrada por ese dilema, me limitaré a exponer, en este caso, que el resultado global se agradece, sobre todo, desde las circunstancias del diletante, condenado a peregrinar entre restos de gran potencial para el profesional de la arqueología bien informado, pero de escasa capacidad informativa para el lego y aún para el aficionado voraz.
En la instalación actual han dejado una zona dedicada a rememorar la actividad de los arqueólogos americanos, que llegaban a Atenas en vuelo de la TWA, que trabajaban con teodolitos, máquinas de escribir Underwood, plantillas de rotular Leroy y grandes  “peines” de perfilar;  vestían con botas altas, prendas deportivas cubiertas de bolsillos con cremallera y sombrero de ala ancha y, por supuesto, de vez en cuando empleaban el látigo para conseguir sus propósitos…no siempre sujetos a los rigores éticos que mueven la voluntad de Indiana Jones.
Fueron tiempos en los que los países pobres eran colonizados científicamente por los países ricos como Francia, Alemania y  USA que, desde sus institutos,  imponían no sólo criterios de restauración o, incluso, de catalogación. Por fortuna, aquellos tiempos pasaron…  ¿O quizás no?

La instalación museística es comparable a la del Museo Arqueológico Nacional; ofrece información suficiente y, como es natural, el tratamiento de los objetos depende de su ubicación, bien en las salas interiores o e los corredores exteriores, abiertos a la luz natural. En el primer caso, la iluminación es suficiente para ver las piezas, aunque los reflejos de las vitrinas dificultan la realización de fotografiarlas.
Lógicamente no posee ascensor y para alcanzar la planta alta es preciso subir por una escalera “antigua”, diseñada según criterios muy alejados a la actual ergonomía.


Las obras

Además de la colección escultórica, con obras bastante relevantes, también hay cerámicas y objetos de naturaleza diversa, algunos de ellos relacionados con la praxis más prosaica del funcionamiento democrático ateniense. La instalación ha aprovechado este aspecto para ofrecer al visitante un interesantísima materialización de aquel modelo político.
Por la atención que presta al sedimento cultural de época romana, acaso sea uno de los museos griegos donde adquieren mayor relevancia ese componente, que suele estar atemperado en otros y que aquí sedimenta un conjunto de retratos de excepcional calidad, como los dos reproducidos, que definen la evolución de una forma de entender el retrato durante 300 años, desde una concepción estética en la que es muy poderoso el factor "idealizador".

Me interesa destacar un capitel jónico que conserva restos de policromía, suficientes para recompone los conceptos decorativos griegos.


Asimismo, también tienen gracia los “retratos hérmicos”, que representan a los personajes según una tradición griega de arraigo en época romana, tal vez generada en el culto a Hermes, protector de los comerciantes y de los ladrones (se colocaban "hermes" en las encrucijadas de caminos), pero  sintetizando la representación exclusivamente en la cabeza y los genitales… ¡Si Freud levantara la cabeza!























Sintetizando.

No es de los museo más renombrados de Atenas, pero acaso se uno de los más interesantes, tanto por sus cualidades como el contexto: a pocos metros y en el mismo recinto acotado, están la pequeña iglesia bizantina ya mencionada y el templo de Hefaistos, el mejor conservado de Atenas, gracias a las vicisitudes de su periplo histórico: fue convertido en Iglesia durante el siglo VII. 

2 comentarios:

  1. El retrato a la gonada.lo que es arriba es como lo que es abajo.

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    Respuestas
    1. No me pongas en el disparadero.... :-)))
      Kybalión. Un filón creativo aún válido, que no está al alcance de quienes se queman las neuronas con metáforas huecas.

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