lunes, 4 de febrero de 2013

La historia de Manfred Gnädiger

Por Laura Reimúndez Viña

El pasado mes de noviembre se cumplían 10 años del hundimiento del Prestige, que afectó entre muchos otros al pueblo de Camelle, en el municipio de Camariñas. Una de las caras más significativas de la tragedia fue la de Manfred Gnädinger,  más conocido como “Man” o “el alemán de Camelle” un artista residente en dicho pueblo desde la década de los 60. En Camelle, el artista encontró la soledad que buscaba y el lugar donde desarrollar su particular obra artística.


Cuando llegó al pueblo, interesado por  el ecologismo y el paisaje gallego, destacaba por su elegancia y buen vestir y acudía a misa todos los domingos. En poco tiempo se transformó en un hombre de pelo y barba desaliñados, que se vestía con un taparrabos y vivía en una caseta de una parcela que lindaba con el mar; según cuenta la gente del pueblo, a causa de un desengaño amoroso. El hecho es que este terreno que Man adquirió se convirtió más tarde en su museo, en el que llevó a cabo su obra aprovechando todos los recursos que le ofrecía la naturaleza: piedras,trozos de madera, redes, huesos…
Así fue creando poco a poco su propio mundo, una obra personal, fuera de etiquetas y clasificaciones  aunque es evidente su proximidad con los movimientos y la filosofía del land-art de los años 70  que siguieron artistas como  Richard Long, HamishFulton, David Nash y artistas de la estela de Joseph Beauys que trabajaron en acantilados. En ese contexto, también   desarrollaron su obra otros artistas que trabajaron con el concepto de jardín como creación artística como Hamilton Finlay y el nipón-norteamericano Isamu Noguchi.


Toda  la obra de Man está cargada de simbolismo: el círculo es un elemento constante que representa el ciclo continúo de la vida, y las esculturas con  formas esféricas y orgánica saluden al sol, al mar y al infinito. La obra está repleta de columnas de cantos redondeados que  recuerdan a las piedras apiladas de Andy Goldsworthy. Todo ello da lugar a una obra que parece un lugar de culto  a la naturaleza, una sacralización del paisaje, algo ya presente en los pueblos primitivos.
Visitar el museo costaba unas 100 pesetas en la época, y Man entregaba una libreta y un lápiz a cada visitante para que hicieran un dibujo, ya que creía que  “en cada papel está el alma de cada uno y mi objetivo es hacer un gran rascacielos con todas ellas "
Con el naufragio del Prestige en el 2002, su obra quedó totalmente manchada de petróleo, hecho que sumió al artista en una profunda tristeza, ya que él mismo decía que sus esculturas eran sus hijos, y que prefería morir antes de que destruyeran su museo.


“Yo decir que esto no debe limpiarse nunca...Ser episodio de la Historia. Quedar así debe, para todos recordar quién es hombre, porque hombre no querer a hombre, ni a mar, ni peces ni playa”
Man nunca superó este desastre y murió el 28 en noviembre de 2002, un mes más tarde de lo ocurrido.
Pero antes de morir, Man dejó alrededor de 120.000 euros en manos del Estado para la conservación de su museo, que actualmente se encuentra en un estado deplorable: parte del techo de la vivienda se derrumbó,  y muchas esculturas están rotas o fueron robadas.
Man ya se temía todo esto, por eso redactó una carta al alcalde en la que cedía el museo al Ayuntamiento y pedía ayuda para la conservación de este, comentando: “Yo poca voz en la Xunta. No más que la hormiga bajo la rueda”
Vivienda de Man
Coincidiendo con el décimo aniversario del anacoreta, el pasado 28 diciembre de 2012, tuvo lugar un acto simbólico en homenaje a Man para depositar  sus cenizas en su casa-museo, otro deseo del que dejó constancia en su testamento.
Al acto asistió su sobrino Clemens Gnädinger, llegado desde Alemania en representación de la familia, que dedicó unas emotivas palabras hacia su tío a lo que prosiguió el entierro de sus cenizas, que se  redujo a una fotografía que tomó el alcalde junto al sobrino de Man para dejar constancia del acontecimiento, ya que en teoría se procedería al enterramiento de las cenizas el día siguiente en  un acto privado. Yo misma estuve entre los asistentes, y en general todo el acto denotaba una gran sensación de desinterés por parte del ayuntamiento.
Finalmente, con relación a este episodio, aparecía publicado este artículo en La Voz de Galicia que confirmaba lo evidente:

http://www.lavozdegalicia.es/noticia/carballo/2013/01/21/entiendo-cenizas-man-sigan-enterrar/0003_201301C21C8991.htm

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