lunes, 3 de abril de 2017

De nuevo, el morbo

Según recogen los medios, la obra de Dana Schutz, realizada en 2016 y ofrecida por el Whitney Museum, ha movilizado una situación de esas que parecen caracterizar a nuestros muy agitados tiempos. 
Según sus propias palabras, Dana Schutz realizó la pintura como reacción creativo-emotiva ante la proliferación de situaciones racistas que acontecieron en Estados Unidos durante 2016: con frecuencia muy dolorosa se hacían públicas agresiones brutales de la policía a ciudadanos negros. La pintura titulada Ataúd abierto aludía a un hecho dramático de 1955, cuando un joven negro de 14 años, llamado Emmet Till, fue asesinado brutalmente en Mississippi por cortejar supuestamente a una chica blanca. Para manifestar su rabia y su dolor, la madre del joven decidió celebrar el funeral con el féretro abierto, para que pudiera verse cómo había quedado el rostro de su hijo; y autorizó que se publicaran las fotografías.


La obra de Dana Schutz se convirtió en noticia de alcance global cuando a mediados de marzo, el joven artista afroamericano Parker Bright se plantó ante la obra y permaneció frente a ella durante dos días, para manifestar que consideraba una injusticia para la comunidad negra que una pintora blanca se apropiara de aquella imagen...

A la postre, el incidente ha culminado en un debate polarizado entre, por una parte, la postura del Whitney, personalizada por Robyn Autry, que defiende la libertad de creadores y diletantes para ejercer sus respectivas libertades sin coacciones y, por supuesto, la capacidad de la obra para abrir una reflexión de gran calado sobre el asunto en cuestión. Frente ella, Hannah Black sumándose a la protesta de Parker Bright, postula que la obra debería ser destruida porque Shutz no tienen "nada que explicar a la comunidad negra sobre sus traumas". ..
Para complicar el asunto han aparecido también quienes se indignan ante las situaciones que desencadena la corrección política "de izquierdas".

Supongo que en el fondo subyace un factor aludido tangencialmente por quienes se han enfrentado con el problema social y estético hecho público: afrontar la reflexión, inevitablemente, implica enfrentarse con las imágenes fotográficas de Emmet Till, con lo que ello supone de movilizar sentimientos primarios indeseables, en principio, demasiado alejados del universo estético convencional.
De nuevo aparece el morbo (por supuesto, en el sentido castellano del término), en ese caso, empleado con sabiduría o torpeza por quienes han percibido o intuido la capacidad que pueden tener unas fotografías terribles de los años cincuenta para proporcionar rentabilidad profesional.

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