lunes, 24 de abril de 2017

Piedad y terror en Picasso

Bajo la dirección de Manuel Borja-Villel y Rosario Peiró, con el comisariado de Timothy James Clark y Anne M. Wagner y con la coordinación de Carolina Bustamante, El Reina Sofía nos ofrece una exposición centrada en las transformaciones estéticas que experimentó Picasso a partir de 1925, cuando combinó los planteamientos cubistas con la vena expresionista, que nunca le abandonó a lo largo de su vida, y su voluntad por mantener o recuperar ciertos "niveles" de iconicidad —de significación objetiva— frente a las corrientes místicas derivadas de Kandinski y reconducidas por De Stijl y por los surrealista más "radicales".


En el tríptico explican sucintamente los resultados de "varios años de trabajo de investigación"; y de lo expuesto deseo enfatizar lo siguiente, sin que ello signifique acuerdo absoluto ni muchísimo menos:

"La muestra defiende que 'Guernica' no habría existido, que no conoceríamos esa puesta en escena final de la tragedia a gran escala, con la piedad como nota dominante, en el caso de que Picasso no se hubiera sentido atraído antes, obsesivamente, por esas extrañas situaciones de la humanidad 'in extremis'."

En todo caso, dadas las aglomeraciones, que seguramente superan las de la exposición dedicada a Dalí, no sé si es buen momento para ver unas cuantas pinturas de Picasso que no ocupan cama en el viejo hospital, tal vez porque rebosan salud.

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