viernes, 14 de febrero de 2014

Visitando la Tate Modern

Por Clada

Suelo evitar visitar los museos el fin de semana, pero las huelgas de transporte y el horario inglés, que los cierra entre las 17:30 y las 18:00 impiden que lo haga en otro momento. Así pues, fue el sábado por la tarde cuando acabé yendo a la Tate Modern, que ese día no cerraba hasta las diez.
El museo está localizado junto al río, al norte de Southwark, y no lejos de allí hacia Elephant and Castle puedes encontrar parte de la red de galerías de arte contemporáneo e incluirlas en tu itinerario.
Accedo por una de las tres entradas, la que da a la planta donde se encuentran los mostradores de información. El espacio por donde entra y sale la gente es limitado, pero enseguida se abre hacia el interior de lo que en su día fue la sala de turbinas de la central de energía que ahora ocupa la institución. Es un espacio amplio donde se filtra la luz natural, e incluso un día como este no resulta agobiante. Pero veo mucha gente sentada en el suelo, los grupos escolares que están de visita por la ciudad… Y es que no hay ningún mobiliario ni lugar que les permita acomodarse. Tampoco en la planta inferior, donde la mayor parte del espacio se utiliza como rampa de acceso.


Casi todos los museos en Londres son gratis, y este no es una excepción. Puedo visitar todas las exposiciones salvo algunas de las temporales en las que hay que pagar. Eso sí, el precio de estas me resulta excesivo (la actual que hay de Paul Klee sale por 16,50 libras, 14,50 la entrada reducida. ¡Que vienen a ser unos 17 euros!).
En la segunda planta, las salas están dedicadas mayoritariamente al movimiento surrealista y autores relacionados. Aunque son amplias y me parece que están bien conectadas, la cantidad de gente que hay hace imposible detenerse y disfrutar de las obras. En la sala central creo que son excesivas, ya que para permitir que entren han colocado algunas más altas y si bien la iluminación es buena y no muy focalizada no siempre se ven bien. Me llamó la atención el modo en que tratan de conectar algunos autores más modernos con otros del pasado. Su intención es evidenciar cómo las manifestaciones artísticas actuales responden al pasado a la vez que ofrecer una lectura diferente del arte de entonces. Esta exposición en concreto se introduce con una obra de Giorgio de Chirico y Jannis Kounellis. El planteamiento es interesante, aunque no tengo claro si llega a todo el público.


Algo que se repite en todas las plantas, es la intercalación de obra de la colección con exposiciones temporales de autores contemporáneos. En la sala principal de esta han colocado por ejemplo la proyección de la performance de Andrea Fraser. Puede ser un acierto, pero en este caso creo que el lugar reservado a la obra de esta autora pasa desapercibido y además reduce el espacio de la galería que más lo necesita, que recibe más público. Además en este museo no hay una restricción en cuanto a la toma de fotografías, y el volumen con el que hablar e interactuar en las salas, y el ruido se potencia especialmente. Esto impidió que pudiera escuchar bien el vídeo.
Los paneles explicativos son bastante básicos, pero son numerosos y enlazan con el apartado de la página web que amplía la información.  Agradecí que se leen con claridad y se encuentran con facilidad. También cuentan con visitas guiadas gratuitas o las audioguías, que no son demasiado caras, hay contenido descargable en el momento si tienes un teléfono inteligente… Y por lo que pude apreciar, estas guías no se limitan a la transmisión de información y permiten completar la visita con otros recursos electrónicos algo más innovadores.
En las plantas superiores se reducía la afluencia de gente, aunque seguía siendo significativa. Encontré en casi todas la presencia de cafetería y tienda, pero apenas espacios donde descansar sin consumir. No obstante es algo que parece que pretenden ampliar en la extensión que está ahora en construcción.


A lo largo de los pasillos, junto a la cafetería o incluso entre las salas vi también varios intentos de interactuación con el público y de ofrecerle una actividad no meramente contemplativa. En una se le invitaba a responder a algunas cuestiones sobre las exposiciones y dar su opinión, en otra a lanzar una pregunta a algunos artistas, que luego hacen un vídeo respondiéndolas. También podían dibujar en unas pantallas… La gente parecía encantada con ellas.
Hay también un programa de proyección de películas, cursos y talleres, conferencias,  visitas con los comisarios… algunos datos están en las paredes de los pasillos, pero otros solo en internet, pues tampoco hay folletos de papel. Esto se debe a que quieren suplir este gasto con una mejora de los paneles. Aunque algunas actividades tenían precios asequibles la mayoría tendían a ser muy elevados.


Debo decir que pese a los inconvenientes que supone ir en un día de especial ajetreo mereció la pena la visita. No pude ver de la mejor manera lo expuesto en las salas de la colección “Poetry and Dream”, pero encontré autores que me interesaban en otras de las galerías. Es inevitable cuestionarte la presencia de algunos de ellos en un mundo de influencias como es este, y esta institución despierta especialmente mi desconfianza. En este sentido, puede que mi experiencia fuera distinta si revisara cierta información que no se menciona en el museo.
 

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