lunes, 2 de diciembre de 2013

Circunloquios

Por CBV

Hace poco se me ocurrió buscar una palabra concreta en "El diccionario del Diablo", de Ambrose Bierce, un particular y satírico compendio de términos diversos definidos con sarcasmo y humor por el genial escritor. Pensando en su habitual acidez e ingenio, se me ocurrió que sería interesante buscar la palabra "arte", para saber qué nos decía sobre ella. Y esperando una elocuente sentencia cargada de mala baba, encuentro esto: "Arte, s. Esta palabra carece de significación". En lugar de encontrar una retorcida e insidiosa metáfora, encuentro esta seca, cruda y escueta frase. Y, la verdad, me parece mucho más efectiva, cruel y molesta que dedicarle una larga parrafada cómica. Además, utiliza la palabra significación, no significado, dejando patente que habla no sólo del significado, sino de su sentido. Vamos, que el arte carece de sentido. En verdad, no hay nada que nos demuestre que está equivocado. Al fin y al cabo, el arte no es algo fundamental o vital para el ser humano, podríamos vivir perfectamente sin él. Quizá fuéramos más secos y marciales, y algo menos folclóricos, pero nos las apañaríamos para mantener limpias y abastecidas nuestras cuevas y matarnos entre nosotros sin demasiados problemas. Y sin embargo, desde siempre nos hemos empeñado en hacer arte, como si de alguna manera, lo necesitásemos. Algo hay en nosotros que va más allá de lo funcional, y busca algo más, quizá un sentido, para disfrutar de lo que nos ha sido dado. Por ejemplo, el propio hecho de la creación del hombre según la Biblia, es un modelado en barro clásico, una escultura, una artesanía, incluso en el caso de los pueblos germánicos antiguos, Odín y sus dos hermanos creaban al hombre y a la mujer -a la vez y en igualdad, ya llegaron más tarde los cristianos para sacarles de su error- a partir de unos árboles secos en la playa, es decir, una talla en madera, otra muestra de que el arte está en nuestra esencia. Sin embargo, es ese sentido que buscamos lo que hace que el arte sea un sinsentido, pues es una cualidad exclusivamente humana el perder el tiempo en cosas que no son necesarias. De modo que si es algo accesorio, producido únicamente por nuestra vanidad y nuestras ganas de disfrutar, más fuertes que nuestras ganas de razonar y obedecer leyes, ¿por qué habría de tener sentido?
Ya se ha dicho actualmente, en el espectador surge una nueva responsabilidad: informarse bien ante la obra y antes de verla, esforzarse por saber quién es el artista, qué pretende con su obra, etcétera; y que por qué habría de pedírle al arte actual una explicación si nunca se le había pedido antes. Pero pienso que en este caso se está olvidando que, aparte de tener la capacidad de crear arte, también tenemos la capacidad de decepcionarnos ante lo que se nos vende como tal. Y el público, después de todo, no es tonto. Es posible que se quiera del arte actual una explicación que antes no se le pedía porque ahora tenga unas pretensiones que antes no tenía, además de una cualidad, también nueva, que es la de producir rechazo en el espectador. Rechazo en el sentido de activar esas papilas gustativas artísticas correspondientes a la acidez y a la amargura que hacen que uno se pueda sentir un poco estafado.


Quizá esto sea porque antes el arte no molestaba en ningún caso, no se metía en nuestra vida de una manera tan grandilocuente, ni pretendía convertirse en la clave del pensamiento y la filosofía del ser humano, se limitaba a estar ahí, como una caca de perro que podías pisar o no. Sin embargo, ahora se nos plantea el arte como algo investigatorio, experimental, intelectual a niveles supremos, como una ciencia y una filosofía a la vez que ha de acompañar al hombre y a la mujer decente y moderna, y cuyo rechazo supone ignorancia y falta de esfuerzo. Y claro, eso a la gente le puede molestar. De ahí ese prejuicio hacia el arte actual del que habla la señora Murría. Y de ahí que esa nueva responsabilidad del público suene un poquito a escusa. Al fin y al cabo, antes no se vislumbraba ninguna posibilidad de falta de vergüenza -o no tanta- o ninguna intención de subirse al carro fácil de la ocurrencia y la pompa barata -al que cualquiera con algo de elocuencia puede subirse-, en el que basta con ser efectista, ingenioso e impactante, pero tener la soberbia de separarse de cualquier otro espectáculo o serie televisiva, y tomar el pelo al personal justificándose con un gran discurso suficientemente enrevesado y cabrón como para que nadie se moleste en cuestionárselo, quedándose el espectador conforme en una laxa permisión, distanciándose así cada vez más del arte, y del artista. Tal vez el ciudadano genérico no quiera perder el tiempo con algo que de primeras ya huele a puchero enfermo por sus posibilidades de convertirse en un timo. Desde luego, sigue siendo capaz de contemplar o experimentar con placer una obra de arte que considere honesta y satisfactoria. Pero tal vez alguien se sienta molestado por encontrarse ante algunas obras que le dejan frío por su discurso anodino y tan empalagoso como vacío, y por sus títulos pretenciosos, y que encima alguien le diga que está eludiendo su responsabilidad de informarse previa y debidamente sobre la obra y la sujeta que la ha realizado. No sé, tal vez es tan sencillo como que el arte ya no se dirige a personas genéricas y habituales, sino a un grupo de élite capaz de entender o fingir entender unos discursos tan llenos de circunloquios y vaguedades que se blindan como acorazados alemanes para que nadie no especializado pueda atravesarlos. Sin embargo, no puedo dejar de observar todo esto desde mi óptica, que se cierra de manera conservadora en el concepto de que un arte dirigido a un grupo concreto y especializado carece de sentido. Aunque claro, me estoy quitando credibilidad, pues he empezado con Bierce diciendo que el arte carece de sentido, así que, ¿por qué no va a ser así? Hablando de circunloquios, palabra que me parece que se adapta muy bien a estos discursos acorazados, me gustaría finalmente ofrecer la definición que Bierce hace de este término: "Circunloquio, s. Treta literaria mediante la cual un escritor que nada tiene que decir confunde gentilmente al lector".

2 comentarios:

  1. Si llevase puesto un sombrero, me lo quitaría. Genial entrada (aunque, apuntillo de tía tendente a letras, se te ha colado la "s" en la palabra "excusa")

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  2. A lo mejor seria interesante consultar en el diccionario de Bierce honestidad y sarisfactorio.

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