viernes, 28 de diciembre de 2012

Una pintura de connotaciones interesantes.

El marco general

Dignatarios políticos y analistas progresistas han dicho que el último discurso navideño del rey Juan Carlos fue plano, demasiado general, escasamente inclinado hacia los problemas de los ciudadanos...  Estoy seguro de que no se fijaron en un detalle, apenas enfatizado por algún medio. Naturalmente, me refiero a la delicada pintura elegida como "telón de fondo" para la puesta en escena. Lo indicaba ABC, al describir con minuciosidad la ambientación ofrecida a las cámaras:

"(...) Al fondo, un reloj de pared fabricado en la segunda mitad del siglo XIX, anónimo francés, cuya esfera es de porcelana y, a la espalda del Rey, el retrato de joven del Infante Don Felipe, futuro Duque de Parma, fundador de la Dinastía Borbón-Parma, que pintó Jean Ranc en 1732 y que pertenece a la colección del Museo del Prado".

De inmediato cruzó mi mente una pregunta inquietante: ¿Qué hace una pintura del Museo del Prado en el palacio de la Zarzuela? ¿El Patrimonio Nacional no cuenta con obras de dignidad comparable? Me acordé de Panofsky y de su articulación de los diferentes niveles significantes de las imágenes... Al fin y al cabo, la televisión transmite imágenes. Tanta potentia formae est.
Lo más obvio (significación primaria) estaba claro: en todo distendido, apoyado sobre la mesa de su despacho, el Rey hablaba a los españoles... El "nivel iconográfico" ofrecía lo que enfatizaba ABC: la existencia de ciertos parientes, la calculada inexistencia de otros... ciertos objetos y, entre todo ello, la pintura de Jean Ranc a modo de referencia visual prevalente. El mensaje iconográfico también parecía obvio.
Las dudas surgen al contemplar el "nivel iconológico". ¿Qué mensaje implícito se ofrecía al espectador curioso? ¿Cómo interpretar el trasfondo de aquella situación? Los analistas han dicho que estaba clara la voluntad de mejorar la imagen popular de la institución, sumamente erosionada durante los meses pasados por la acumulación de torpezas. Pero... ¿bastaba con un discurso anodino?

El Duque de Parma

Alguna razón habría para asumir los inconvenientes de guardar una pintura del Sancta Santorum estético en un lugar de función diversa al rigor exigido por la conservación de obras de arte...
ABC hablaba del "fundador de la Dinastía Borbón-Parma"... Conocida la orientación tradicional de ese medio, deduje que "alguien" habría juzgado conveniente enfatizar el carácter de la monarquía, recurriendo a la imagen del infante don Felipe, que sería años después Duque de Parma. Pero... ¿qué tendría de particular la pintura de personaje tan ajeno a la historia de España? Por razones obvias, de inmediato descarté que el objetivo fuera resaltar las líneas de consanguinidad puesto que ello presupondría destacar exclusiva y exageradamente su mera capacidad reproductora. La nobleza de sangre es figura retórica alusiva a la grandeza de espíritu, no a la potencia viril... incluso aunque ésta no desmerezca de aquella.


Una indagación somera sobre el personaje ofreció pistas elocuentes para concretar el contenido iconológico... El Infante Felipe, hijo de Felipe V y que acabaría siendo Duque de Parma, había nacido en el alcázar de Madrid, pero jamás entendió la acción política desde los "intereses españoles". Muy al contrario, sus medidas más conocidas siempre estuvieron determinadas desde la conveniencia de su familia francesa. Y es, precisamente  en esa vertiente donde destacó con fulgor excepcional.  Durante los pocos años que estuvo al frente del gobierno en sus posesiones italianas (1748-1765), convirtió Parma en uno de los foros enciclopédicos más activos de Europa. Alrededor de 4000 franceses fueron convocados a la corte para que, bajo la dirección de Guillaume du Tillot, pusieran en marcha múltiples iniciativas destinadas a convertir la ciudad en una moderna Atenas, por supuesto, de inclinación ilustrada. En esa dirección tomó decisiones que, aún hoy, destacan por su radicalidad progresista: detuvo las actividades del Tribunal de la Inquisición, expulsó a los jesuitas y confiscó los bienes de la Iglesia Católica para dedicarlos a empresas de utilidad pública...
En suma, sin forzar demasiado las tintas, la labor política de Felipe de Parma podría interpretarse como referencia fundamental en el proceso de secularización ilustrada que llegó a España unos años después de su muerte, en tiempos de Campomanes (1767) y que, por desgracia, apenas arraigó superficialmente.
Reconozco que, en mi ignorancia de aquellos lejanos años, el perfil político del Duque de Parma me desconcertó; y me sentí perplejo... ¿El Rey de España se presenta ante sus súbditos delante del retrato de un gobernante que se distinguió por imponer decisiones políticas progresistas y radicales? Desde la estructura de privilegios de la sociedad española, es difícil suponer que la elección de la imagen del futuro Duque de Parma tuviera por objeto dar un toque de atención a la Conferencia Episcopal española, para que atendiera a lo que puede suceder si la Iglesia persiste en mantener sus privilegios por encima de las necesidades sociales... ¿O sí?

Jean Ranc y el Alcázar

Las posibles sugerencias de la pintura elegida aumentan y destacan aún más al tomar en consideración quién la realizó: Jean Ranc, de cuya mano aún existen en España unas cuantas obras difíciles de ver porque "todo el mundo sabe" que el siglo XVIII, aquel que contempló a personalidades tan excepcionales como Kant, Baumgarten y Mengs, no fue estéticamente "demasiado brillante"... Sé que el lector sabrá disculpar esta concesión a la ironía que me devora cuando pienso en actitudes tan extendidas como discutibles. Jean Ranc (1674-1735), pintor singular formado en la corte francesa, de la mano de Hyacinthe Rigaud, que, por entonces, era garantía de ortodoxia académica, viajó a España en 1722 y apenas salió del entorno real hasta que le sobrevino la muerte 13 años después.
Aunque contó con la amistad del rey, su vida en la corte española no debió ser cómoda; al parecer fue recibido con agresividad y recelos por parte de los pintores españoles y con similar afecto por M. A. Houasse, natural de París y seguidor de Poussin, que llevaba en la corte madrileña desde 1715 y había sintetizado las tradiciones barrocas europeas con las corrientes hispanas.  En consecuencia, aunque no le faltaban méritos para ello, no consiguió los reconocimientos a los que aspiraba. Aunque figuraba como pintor de cámara y le habían encomendado lavar la cara al Alcázar Real, no consiguió que le nombraran Maestro de Obras Reales y tampoco que le designaran caballero de la Orden de San Miguel...
No obstante, si hacemos caso a las fuentes de la época —es como fiarse de los medios de comunicación actuales—, Jean Ranc tenía magníficas relaciones con el Rey, a quien le placía su compañía; probablemente por ello y por su acreditado buen gusto, le encargó remodelar el viejo palacio de los Austrías, asentado en el mismo emplazamiento de los gobernadores musulmanes. Los visitantes extranjeros decían que el palacio era un engendro arquitectónico, producto de las diversas fases constructivas acumuladas; que la distribución era caótica y laberíntica, que ciertas habitaciones carecían de ventanas y que muchas de las existentes no estaban concebidas para cristales...
El objetivo perseguido por el rey, recogido en los documentos de la época, era convertir, en la medida de lo posible, al viejo palacio en una edificación homologable a los modelos palatinos franceses... Pero, ¿era posible esa transformación?


Desde esos datos, que definen una situación personal y profesional de Jean Ranc muy especial, es difícil asimilar con credulidad la "historia oficial" de los incidentes en que se vio envuelto a finales de 1734. Cuentan las crónicas que en la Nochebuena de 1734, mientras Felipe V descansaba en La Granja, se desencadenó un incendio en el Palacio, que comenzó, precisamente, en los aposentos ocupados por Jean Ranc y sus servidores. Según esos mismos relatos, los criados del pintor, alumbrados por el Baco velazqueño, se excedieron en los faustos navideños y no atendieron con la precaución debida al prosaico sistema de calefacción...
Asimismo, dicen que cuando quienes habitaban en las proximidades dieron la alarma, los vecinos de la villa y corte entendieron el toque de arrebato como llamada a la misa del Gallo o, incluso, como convocatoria a maitines...  Y que cuando los ciudadanos reaccionaron, el palacio ya se había convertido en tea infernal, imposible de controlar por los materiales empleados en su construcción y ornato.
Los servidores apenas consiguieron salvar una parte de los objetos atesorados en su interior. Muchas pinturas, esculturas, tapices, muebles, piezas de orfebrería, documentos, libros...  se perdieron para siempre. Sin embargo,  aunque allí se desvaneció La expulsión de los moriscos, de Velázquez, las pérdidas no fueron exageradas porque muchas de las obras atesoradas habían sido trasladadas al Buen Retiro para facilitar la remodelación...
Cui bono? Cui prodest? Y en este punto, que hace pensar en la muy probable sonrisa "neroniana" de Felipe V cuando fuera informado del suceso, nace la duda de si aquello fue tragedia o sainete. Gracias al "accidente", Felipe V podría afrontar la empresa de construir un palacio a su gusto sin otros condicionantes que los derivados de la penuria financiera del reino... Fuentes apócrifas mencionan, incluso, que se sintió aliviado por la la pérdida de La expulsión de los moriscos, que algunos no estimaban demasiado ni por la temática ni por la factura...
Incluso la muerte de Jean Ranc pocos meses después, ofrecida por los historiadores como consecuencia de la depresión inducida por el incendio, se podría "explicar" contando con las veintiuna posibilidades de Los Alexipharmaka de Nicandro de Colofón (libro de venenos muy conocido en aquellos tiempos)...

En síntesis.

Don Juan Carlos se presentó ante los españoles con la pintura de un duque "revolucionario" realizada por un pintor que rivaliza en genio flamígero con Nerón... Me parece tentadora la idea de interpretar esa parte de la escenificación como una propuesta de renovación radical, como una sugerencia para modificar la situación política española... ¿según modelo francés? ¿Quizás como una indicación sutil a proponer un cambio en el marco constitucional?
28 de diciembre de 2012.

3 comentarios:

  1. Agradezco a Don Juan Carlos, su propuesta revolucionaria, pero tendrían que tener en cuenta el nivel político que tenemos actualmente, quizás la opción adecuada sea no andar con sutilezas...

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  2. ¿Estamos hablando de la misma Majestad que allá por los finales de los 70 lo cambió todo en España para no cambiar nada, absolutamente nada? Lo digo porque su Majestad sigue reinando sobre las mismas orondas y muy corruptas oligarquias mafiosas, originadas en aquella pretérita Restauración de 1875; y sobre las que ya antes el sátrapa de El Ferrol extendió su hégira de 40 años repartiéndose "asimetricamente" con las mismas este aciago país.supopngo que para no llevar la contraria a la tradición instaurada 60 años antes.
    Dudo mucho que aprendiera de este ilustre pariente lejano su maestría política para iniciar aquella transformación política, casi "revolucionaria", de la Transición; pero que en la práctica sólo alteraba la parte superficial de las estructuras de poder decimonónicas, conservando muy intencionadamente el elemento esencial de dichas estructuras que actualmente padecemos, incluida su corona. "Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie" (en italiano: "Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi")Il Gattopardo

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    1. Y por dejar las cosas diáfanas, ahí está la "entrevista" del señor Hermida... Bochornoso.

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