Si alguien aún no ha visto la exposición de La Casa Encendida, que apriete el paso porque la clausuran el próximo día 6 de enero. Lo más interesante: las extraordinarias medidas de seguridad. Al entrar en la primera sala e intentar quitarme al abrigo se me abalanza un armario uniformado:
−No puede usted quitarse el abrigo –me dice−. Si quiere hacerlo, debe dejarlo en el guardarropa, porque no se puede recorrer la exposición con el abrigo en la mano.
Y al advertir mi fastidio, continúa:
−Puede usted dejárselo sobre los hombros −y, amablemente, me ayuda a colocármelo de ese modo.
Paseo para las salas con el abrigo sobre los hombros… como miembro del club de la capa española, con la espalda bien derecha... para evitar el deslizamiento.
Nunca me ha gustado Warhol y lo que encuentro no mejora mis prejuicios. Muchas fotografías (algunas, de calidad estimable) y pocas obras de gran formato… No es la mejor exposición para hacerse una idea de lo que fue este “personaje”, celebrado bufón de la gente guapa norteamericana, aunque los organizadores se han esforzado por sacar partido museístico al conjunto.
−Oiga, usted; es que se ha puesto por las nubes. El kilo de Warhol está a muchos millones de dólares y si hubiéramos traído más pinturas de gran formato, nos habrían arruinado los seguros….
−Válgame Dios; a dónde vamos a parar…
De nuevo, la dualidad valor-precio, y es sabido que sólo los estúpidos confunden lo uno con lo otro...
Pues, lo dicho: en La Casa Encendida “están poniendo” obras carísimas del representante más zafio del llamado “arte popular” (no me apetece emplear mayúsculas ni expresarlo en inglés) norteamericano, protegidas por medidas de seguridad excepcionales…
−No puede usted quitarse el abrigo –me dice−. Si quiere hacerlo, debe dejarlo en el guardarropa, porque no se puede recorrer la exposición con el abrigo en la mano.
Y al advertir mi fastidio, continúa:
−Puede usted dejárselo sobre los hombros −y, amablemente, me ayuda a colocármelo de ese modo.
Paseo para las salas con el abrigo sobre los hombros… como miembro del club de la capa española, con la espalda bien derecha... para evitar el deslizamiento.
Nunca me ha gustado Warhol y lo que encuentro no mejora mis prejuicios. Muchas fotografías (algunas, de calidad estimable) y pocas obras de gran formato… No es la mejor exposición para hacerse una idea de lo que fue este “personaje”, celebrado bufón de la gente guapa norteamericana, aunque los organizadores se han esforzado por sacar partido museístico al conjunto.
−Oiga, usted; es que se ha puesto por las nubes. El kilo de Warhol está a muchos millones de dólares y si hubiéramos traído más pinturas de gran formato, nos habrían arruinado los seguros….
−Válgame Dios; a dónde vamos a parar…
De nuevo, la dualidad valor-precio, y es sabido que sólo los estúpidos confunden lo uno con lo otro...
Pues, lo dicho: en La Casa Encendida “están poniendo” obras carísimas del representante más zafio del llamado “arte popular” (no me apetece emplear mayúsculas ni expresarlo en inglés) norteamericano, protegidas por medidas de seguridad excepcionales…