Con frecuencia irregular, la dialéctica entre el poder central y la periferia ha cristalizado en situaciones de sainete, que casi siempre resueltas de manera esperpéntica, tal y como impone nuestra peculiar idiosincrasia. Se supone que el Museo Arqueológico Nacional, por su propia naturaleza, es el lugar destinado a albergar los restos arqueológicos más relevantes en el desarrollo de las culturas que conformaron la "nación española" —no sé si procedería emplear mayúsculas en este caso—. Ya sé que no todo el mundo está de acuerdo en que exista una "nación española" y desde ese escepticismo, la mera existencia de los Museos Nacionales, fuera de los contextos de las "naciones periféricas", plantea muchos interrogantes. Puestas así las cosas, olvidando el sentido común impuesto por los hechos, es natural que de vez en cuando surjan voces desde la periferia que reclamen la "recuperación" de los restos arqueológicos aparecidos en Cataluña, País Vasco, Galicia... Puestos a reclamar, hasta tiene cierto sentido continuar exigiendo que El Guernica se exponga en Bilbao o en la ciudad homenajeada dramáticamente por Picasso.
He hablado del sentido común impuesto por los hechos... Desde hace muchos años existe un Museo Arqueológico Nacional, como existen otras muchas entidades que se continúan titulando "Museos Nacionales" y parece razonable que antes de hacer estas "reclamaciones" se proceda a un replanteamiento constitucional que podría culminar —en un segundo estadio del desarrollo normativo— en la supresión de los Museos Nacionales; pero mientras eso no suceda, pudiera parecer, cuando menos, precipitado reclamar el traslado de las pinturas de Murillo a Sevilla, los restos cerámicos de Cogotas a Cardeñosa y las esculturas romanas a Pompeya y Herculano...
A mayor abundamiento, en unos años dominados por los planteamientos (conservadores) del "constructo PP-PSOE", se procedió a remodelar el Museo Arqueológico Nacional según criterios de evolución cultural más propios de mediados del siglo XX que de comienzos del XXI. Vástago de tal maridaje, nació un modelo expositivo que destacaba todo lo relacionado con la cultura "de los íberos"; y en él le correspondía un papel fundamental a la Dama de Elche —cuyo origen sigue estando en discusión para algunos estudiosos—, elevada a la categoría de testimonio "clarificador e inapelable" sobre la relevancia del componente griego en el origen de la "cultura española".
Naturalmente, si no sintonizamos con planteamiento tan grandilocuente y somos más partidarios de reivindicar el principio de que los restos arqueológicos deben exhibirse lo más cerca posible del lugar donde aparecieron; si además, somos conscientes de que ciertos objetos, como la Dama de Elche, tienen la cualidad de convertir el museo donde se conserve en un centro de peregrinación turística, nada tiene de particular que nos empecinemos en "recuperarla". Desde que tengo uso de razón ha oído voces que solicitaban, pedían o exigían trasladar la Dama de Elche a la Comunidad Valenciana; es más, tengo entendido que cierto museo fue concebido para albergarla... Pero de momento, todos los intentos se han estrellado contra la rigidez del sistema museístico español. Uno de los más recientes fue promovido a principios de este mismo año por el alcalde de Elche. Según recogían los medios:
"El pasado 2 de enero el alcalde ilicitano, el socialista Carlos González, que gobierna con el apoyo de Compromís y el Partido de Elche, señaló que en este 2017 se pondría a trabajar la comisión mixta formada por Generalitat-Ayuntamiento para instar al Gobierno central a la futura ubicación del busto íbero en el Museo Arqueológico y de Historia de Elche (MAHE), como subsede del Museo Arqueológico Nacional."
El Gobierno contestó que no debía aceptar dicha pretensión "por razones de índole histórica, de titularidad y de función cultural". Hubiera sido interesante debatir con amplitud y públicamente las tres razones... Pero en todo caso, la Dama de Elche permanecería custodiada en el Museo Arqueológico Nacional, dentro de una urna hermética, al abrigo de las inclemencias del tiempo y de cualquier ataque producido por cualquier organismo vivo.
En ese contexto secular, la aparición, hace unos días, de una hormiga irreverente y, tal vez, de color anaranjado, en la vitrina que debía protegerla se interpretó como una solmene llamada de atención, que, a su vez, dio pie a un estallido mediático digno de los Monty Python. Según La Vanguardia:
"Compromís ya ha pedido explicaciones al Gobierno a través de una batería de preguntas registradas en el Senado. El senador Carles Mulet denuncia que la presencia del insecto evidencian el fallo de “todos los protocolos básicos y mínimos” del museo y asegura que “eso nunca hubiera pasado de estar la Dama en su lugar de origen”, Elche. A su juicio, es un “síntoma más de desgana y avaricia de un Gobierno centralista que sólo entiende que la capital ha de disfrutar y ofrecer los principales reclamos arqueológicos” a pesar de ser una ciudad que “no ha aportado nada significativo” a la colección. “Retiene todo el legado de otros territorios”, señala en el texto el representante de Compromís en la Cámara Alta, Carles Mulet, que ha firmado la iniciativa."
Si ha entrado una hormiga en la vitrina, sería evidente que los técnicos del Museo Arqueológico Nacional, aleccionados por las huestes del Partido Popular, no han cumplido su trabajo con eficacia... En consecuencia (?), debería trasladarse a Elche, donde casualmente existe un museo magníficamente preparado y donde además, las hormigas están aleccionadas para no erosionar los símbolos más señeros de la cultura valenciana que, como todo el mundo sabe, son la paella, las fallas —y los eventos de fuego similares—, las naranjas, en sus diferentes variedades, y la Dama de Elche.
Lo dicho, otro jalón para incrementar el repertorio de hechos insólitos de aquel Celtiberia Show que alumbrara el genio de Luis Carandell.