Por Mar del Valle Seoane
El Premio Turner lleva celebrándose anualmente desde 1984 y se creó, según la propia Tate, para celebrar "nuevos desarrollos en el arte contemporáneo". En la actualidad, el Premio se le concede a un artista británico menor de 50 años que haya realizado una exposición o presentación destacada de su trabajo en los doce meses precedentes. Los cuatro seleccionados de este año son Enrico David, Roger Hiorns, Lucy Skaer y Richard Wright. Se pueden visitar las obras que exponen en la Tate Britain a partir de octubre, y el siete de diciembre será en día en el que se hará público quién es el ganador de la presente convocatoria del Premio. El elegido recibirá 25.000 libras. Los demás, menos afortunados, obtendrán 5.000.
Enrico David
Partiendo del dibujo como base y utilizando adaptaciones del diseño y las técnicas tradicionales, Enrico David desenvuelve su labor artística en los campos de la escultura, la pintura, y la instalación. No obstante, sus obras más populares están realizadas en lienzos bordados de gran escala, apoyándose en dibujos y collages hechos a partir de fotos de revistas, con su estilo muy influenciado por el carnaval italiano, el Art Deco y la ilustración comercial. Se resiste a cualquier intento de clasificación de su trabajo, alegando que en el arte "si persigues el significado de un valor fijo, entonces estás en la tienda equivocada", y que significar es una propuesta, no una garantía.
David ha sido nominado por sus exposiciones individuales How Do You Love Dzzzzt By Mammy? y Bulbous Marauder. Ésta última exposición se realizó en una galería en penumbra, en la cual faroles de diversos colores iluminaban ilustraciones inspiradas en las portadas de libros de poesía italiana y fanzines literarios de la década de los 70.
La obra de Enrico David que podemos contemplar en la Tate Britain es Absuction Cardigan, una instalación habitada por extraños personajes, similares a muñecos excéntricos (entre ellos hombres-huevo de papel maché), alegremente aderezada de contenidos sexuales. Es, según las críticas, la obra que más concuerda con la habitual intención provocadora del Premio Turner. Porque no hay duda de que pintar un obrero mostrando sus nalgas desnudas es algo inmensamente atrevido.
Roger Hiorns
Las obras de Hiorns se sirven de procesos mecánicos y químicos para crear esculturas e instalaciones con materiales de origen ecléctico, contándose entre ellos su propio semen, jabón y soluciones químicas tales como detergente, desinfectante o perfume. Suelen conjugar, según críticas, lo puramente material y lo poético. Cree que la generación artística que le precede, los denominados Young British Artists -entre los cuales se encuentran Damien Hirst y Tracey Emin- están “obsesionados consigo mismos”, considerando su concepción estética radicalmente lejana a la suya.
Ha sido nominado por Seizure: Hiorns consiguió un piso abandonado y lo inundó con 70.000 litros de sulfato de cobre. Al enfriarse y cristalizarse este líquido tóxico, el resultado fue un piso abandonado recubierto totalmente de cristales de un azul intenso. Los visitantes debían acceder al interior llevando botas de agua y guantes. El resultado es algo impactante, un poco alienígena, visualmente hermoso.
Recubriendo el suelo de la Tate encontramos el finísimo polvo que en su vida anterior fue el motor de un jet de pasajeros, acompañado de una escultura de acero inoxidable orlada con cubos prensados de cerebro de vaca. La comisaria Helen Little señala: "El motor ha sido desmaterializado. Se nos empuja a reconsiderar nuestra fe en la tecnología, y a pensar acerca de la entropía de todas las cosas: todos los objetos son, al final, polvo". El sentido del cerebro de vaca prensado parece ser un recordatorio de que anteriormente había pertenecido a un ser vivo. Revelación que tampoco es, si se me permite decirlo, un gran descubrimiento.
Lucy Skaer
Lucy Skaer es la única artista femenina nominada este año. Utilizando generalmente fotografías de prensa como punto de partida, realiza fundamentalmente dibujos y esculturas, aunque también se adentra en el mundo de la instalación y el videoarte. Sus obras trabajan frecuentemente con la relación entre palabras e imágenes y con la desarticulación de las formas: fuerzan al espectador a luchar para poder ver una imagen o un objeto que no revela su forma de manera inmediata, en palabras de la propia Skaer, “caminando por la línea que hay entre documentación y simbolismo”.
Ha sido convocada para el Premio a raíz de una exposición individual en la Fruitmarket Gallery de Edimburgo, así como por su obra A Boat Used As A Vessel. Otras obra representativa de Skaer es su Great Wave (Expanded), una reinterpretación en negros de La Gran Ola de Kanagawa del artista japonés Hokusai dividida en tres grandes piezas de papel verticales.
En la Tate encontramos, entre otras cosas, su Black Alphabet, un conjunto de 26 esculturas hechas de polvo de carbón con la forma del Pájaro en el Espacio de Brancusi; acompañadas, como parcialmente podemos atisbar tras las franjas verticales de un muro, por Leviatan Edge, un cráneo de cachalote. Según la comisaria Lizzie Carey-Thomas, el cachalote que sólo puede ser vislumbrado responde a un proceso mediante el cual se ralentizan el acto de mirar y el momento perceptivo del observador, de modo que “el ojo oscila entre el detalle y el reconocimiento de la forma”. Así, concluye, la artista nos arrastra hacia un encuentro con la imagen.
Richard Wright
Richard Wright es conocido por realizar pinturas murales abstractas, generalmente de carácter improvisado y temporal, en espacios poco convencionales, teóricamente teniendo en cuenta el posible impacto en el contexto. Se define a sí mismo como “pintor" y, según el propio artista, sus pinturas pretenden "desafiar la conexión entre decoración y trivialidad", añadiendo que "lo más importante del trabajo es que es destruido". Sus diseños incluyen, entre otras, una amplia y variada gama de formas orgánicas, geométricas y tipográficas. Según la comisaria Sofia Karamani, hablar con Wright durante cinco minutos es como "recibir un curso intensivo de historia del arte”.
Ha sido nominado al Premio Turner por los trabajos exhibidos en la 55th Carnegie International y en la Ingleby Gallery en Edimburgo.
Su mural de delicadas hojas doradas, realizado al fresco, trepa por una de las paredes de la Tate.
El día en el que la exposición abría sus puertas a los críticos, la pared contra la cual dormitaba el cachalote de Lucy Skaer -justo la opuesta al mural de Wright- amaneció decorada con una pequeña filigrana, roja como una herida. Parece que Wright decidió hacer este "aporte" a la exposición en el último momento, sin que nadie lo viese.
Este acto
se ha querido comparar a la resolución imprevista de Turner de añadir una boya roja en su obra Helvoetsluys, colgada al lado de la obra de Constable The Opening of Waterloo Bridge, justo antes de la inauguración de la exposición en la Royal Academy en 1832; lo cual logró que ésta última pareciera chillona y poco delicada. Precisamente, dichos cuadros están expuestos juntos en la propia Tate Britain por primera vez desde su anterior encuentro. Aunque esta acción inesperada parece haber deleitado profundamente a la Tate debido a la supuesta -empecinada, podríamos decir- correspondencia con Turner, Wright niega haber pretendido reproducir la táctica del mismo. Tampoco he logrado encontrar su testimonio de por qué lo ha hecho exactamente.
La comisaria Carey-Thomas explica que todos los artistas elegidos comparten un interés en la transformación: David transforma el cuerpo, Skaer transforma las imágenes, Hiorns transforma los materiales y Wright transforma los espacios. Añade también que las obras de los seleccionados son menos escandalosas que las de los años precedentes, y que requieren del espectador "dedicarles tiempo". La necesitad de observación, de profunda contemplación, comienza así a perfilarse dentro de las necesidades de estos selectos fragmentos del arte contemporáneo.
Un miembro del jurado define la presente convocatoria como un año "clásico".
Por parecerme sumamente relevante, voy a remitirme brevemente a un artículo que publicó Jonathan Jones, también miembro del jurado, en
The Guardian el pasado abril:
Según este artículo, todos los nominados tienen en común que utilizan el dibujo como base. Jones cita al teórico francés Nicolas Bourriaud, según el cual hemos dejado atrás la era del postmodernismo para entrar en la era del "altermodern" -¿"altermodernismo"?-, que conlleva un arte que "no está ligado a un tiempo ni a un lugar", de mano de unos artistas que poseen total libertad imaginativa para crear. Prosigue exponiendo que lo que ha encontrado en los seleccionados y en otros artistas británicos es "un arte que se percibe como un verdadero viaje de la imaginación", añadiendo que "cualesquiera que sean las tendencias que hemos reconocido este año [entre los artistas nominados] son en última instancia atemporales". Según Jonathan Jones, los artistas actuales trabajan siguiendo el mismo impulso creativo que hace 30.000 años; lo cual le hace sentirse, en privado, satisfecho de ver una lista de seleccionados para el premio que vindica "la forma más antigua de creatividad, una lista en la cual tal vez Ruskin podría haber encontrado algo que le agradase". Todo esto narrado y aderezado al hilo de un hipotético -¿poético?- encuentro espiritual con Turner -"Bueno, ¿qué creíais que le estaba diciendo al fantasma de Turner?", concluye el artículo-.
Todo esto empieza a recubrir la palabra “arte” de un resplandor etéreo, casi dorado, casi místico, de un valor único e infinito. Lo cual no deja de resultarme familiar.
Este año no hay ninguna obra de video que opte al Premio.
Pero Saatchi, el gurú del mercado del arte, ya lo sabía. Quizá sea curioso que dos de los cuatro artistas nominados para el Premio Turner -Enrico David y Lucy Skaer- estén fichados por Saatchi, la galería que en su día presentó a Damien Hirst al mundo. También podría extrañarnos que la obra de dichos artistas que Saatchi muestra en su web sea casi exclusivamente dibujo en el caso de Lucy Skaer, y una mezcla de acrílicos y lana en el caso de Enrico David. Pero sólo tenemos que recordar que, en el 2005, Charles Saatchi anunció que el tiempo de la pintura había regresado, y que nada era tan inspirador como permanecer de pie delante de un gran cuadro. Saatchi también dijo que el Premio Turner tenía los días contados.
En la actualidad, la actividad de Damien Hirst se centra en
pintar cuadros, exclusivamente. Según él mismo explica, está cansado de las altas esferas artísticas y del caudal económico que te acaba arrastrando sin que seas siguiera consciente, fabricando cosas sin motivo alguno, perdiéndote a ti mismo. Ahora, Damien Hirst dice haber dejado de ser productor.
Y los artistas seleccionados en esta convocatoria del Premio Turner 2009 son en esencia -parece ser- dibujantes, prácticamente herederos orgullosos de los antiguos Maestros, conocedores del dibujo, la pintura y las técnicas tradicionales. Qué cosas.
La exposición Newspeak: British Art Now, que Saatchi presenta en el The State Hermitage Museum de San Petersburgo, también está repleta de pinturas. Además, en ella podrá exponer su obra el ganador del reality-show televisivo School of Saatchi organizado -como su nombre indica- por el mismo Saatchi, acontecimiento que según su
página web forma parte de una serie de programas que presentará BBC Two y BBC Four este otoño unidos bajo la denominación común The Modern Beauty Season, y que se centrarán en el “concepto de belleza en el arte moderno”. No voy a extenderme con esta iniciativa: necesitaríamos otro artículo. Con todo, no puedo evitar señalar que me da bastante miedo que la exposición en The State Hermitage Museum de la mano de Saatchi lleve el nombre de "Neolengua", como si realmente la suya fuese la gramática verdadera, liberada de todo lo superfluo, todo lo retórico. Personalmente, me gustan bastante las palabras, qué le voy a hacer. Me gusta la riqueza del lenguaje, y no me parece que sea en absoluto necesario abreviarlo (el sinónimo es bello, y la mayoría de las veces ni siquiera es simple sinónimo). Paradójicamente, lo que dicen en la propia
web de Saatchi sobre la exposición es que "le da la vuelta a la visión Orwelliana, mostrando que la extensión de lenguajes visuales que están siendo explotados e inventados por estos artistas está de hecho expandiéndose y multiplicándose". Claro que, visto crudamente (neolinguísticamente), el nombre de la exposición de El Hermitage posiblemente esté diciendo "Gente, éste es el único arte verdadero/lícito ahora".
Pero esta tendencia que parece estar implantándose entre los Nombres del arte contemporáneo no debe de extrañarnos. A raíz de School of Saatchi Fernando Castro publica un
artículo en ABCD sobre la sociedad del voyeurismo y el espectáculo, de la cual ha participado plenamente y con consciencia absoluta el arte actual. Y es que vivimos una época en la cual la espectacularidad hueca y la vulgaridad son valores ensalzados por los mass media, un escenario de lo consumible sobre el que cada objeto, cada personaje o cada creación ha de ser una explosión provocadora o, más concretamente, un puro espasmo chillón que haga que las personas "con principios" se escandalicen y se lleven las manos a la cabeza. Por ello volver a algo que se presenta como inmutable, algo que parece -se reconoce como- eterno y respetable, algo con aura, auténtico, impregnado de magia, de "la forma más antigua de creatividad"; es proclamado como una especie de liberador remanso silencioso, hogar de la poesía, la psique y la imaginación. Este tipo de arte, que se arrinconó en su momento por ser considerado anticuado, sobreexplotado, utópico, totalitarista y demás adjetivos favorecedores; constituye de pronto aquello que ha adquirido finalmente la perspectiva de ser inusual, fuera de la norma, una contracorriente que se alza en medio de toda esa vorágine de gritos a la que nos hemos acostumbrado (gritos que se alzan la mayoría de las veces sin concepto alguno, sin lucha alguna, sin ningún sentido), del "constante cacareo" emitido por esta "estética de la gesticulación y de la (pseudo)transgresión" de la que habla Fernando Castro. El péndulo del arte quiere volver a poner de moda lo que pide ser contemplado (no meramente "visto", advertido), habitado, ser traspasado en busca de un sentido más poético, más metafísico, o más místico. Lo notable, ahora, es el silencio.
La sociedad de consumo exige productos. Si Hirst ya no es productor, entonces... ¿qué es?
Tal vez sea eso lo que haya visto Saatchi, con su infalible visión de mercado. Y tal vez también lo haya visto la Tate, rompiendo este año con la mediática y ya tradicional excentricidad trivialmente provocadora del Premio, prefiriendo aparecer como “clásicos”, perdidamente enamorados de los nuevos emuladores de Turner.