Consideraciones básicas
Hasta hace poco, tenía claro que conviene conocer la historia por razones muy poderosas:
1. Por acumular datos sobre nuestra propia naturaleza como personas sociales.
2. Por tener una visión más general del proceso dinámico que incluye nuestras propias vidas.
3. Por acrecentar nuestra capacidad para tomar decisiones que nos ayuden a resolver problemas mil veces planteados.
4. Pero sobre todo, por evitar los inconvenientes de perder la memoria: perder los recuerdos nos deja en situación afín a quienes padecen la senectud más severa; perder la memoria equivale a perder la capacidad de razonar…
Sin embargo, para justificar los desvelos de
Álvarez Junco, no parece que haya calado la sentencia de Santayana, tantas veces recordada en este blog ni la necesidad de mantener viva la memoria colectiva. Da la sensación de que quienes tienen poder social y político han colocado en los platillos de la balanza las “ventajas” de la reelaboración histórica y, según parece, el juicio global ha sido contundente: para ellos son más importantes las ventajas de manipular la Historia que los inconvenientes de perder la memoria colectiva. Sólo así se pueden entender tanto interés en falsear la historia o en “remodelarla” según las conveniencias políticas o sociales del presente continuo...
En ese desmadre, corresponde una responsabilidad grave a las "infraestructuras culturales", invariablemente sometidos a las directrices emanadas desde el poder, y por consiguiente, no siempre concebidas desde la utilidad social ni desde el sentido común. Aún se mantienen de actualidad las vicisitudes esperpénticas de la la Ciudad de las Artes y las de su homónima gallega. Y en un subgrupo específico de ese entramado podemos y debemos incluir el caso de los museos arqueológicos de construcción reciente, sujetos a circunstancias derivadas de su propia naturaleza.
Un museo arqueológico provincial debería ser, ante todo, una institución que, en primer lugar, siguiera lo que implica la definición de "museo", según las
indicaciones del ICOM; y en segundo lugar, que materializara la Historia de la zona geográfica próxima al lugar de ubicación, sobre todo, durante el período peor documentado mediante las fuentes literarias. Esa es la razón de la que surge la costumbre de casi todos los museos arqueológicos europeos por articular los contenidos entre la Prehistoria y el fin de la Edad Media, cuando la aparición de la imprenta impone un decisivo cambio en las propuestas metodológicas del análisis histórico.
Durante la segunda mitad del siglo pasado, a medida que cambiaban sus posibilidades como infraestructuras educativas, fue manifestándose la necesidad de replantear el carácter de estas instituciones; varias propuestas museísticas de cualidades diversas han surgido para configurar un panorama tipológico que acaso debiera ser sistematizado, por supuesto, con memoria de resultados prácticos; de ese modo sería fácil comprobar si valen lo que le han costado al contribuyente o si sólo han sido útiles para que el magnate de turno se presentara ante sus votantes con los oropeles del "apoyo a la cultura".
El museo de Almería
Fue inaugurado el año 2006, según un proyecto de Ignacio García Pedrosa y Ángela García de Paredes. Por el exterior es hermético y tremendo, y ofrece una modulación geométrica (¿elegante') pero con un rigor que acojona. Demasiado orden, excesiva regularidad, apabullante simetría. En el “tríptico” que entregan a la puerta, pone:
“El nuevo edificio del museo es obra de los arquitectos Ignacio García Pedrosa y Ángela García de Paredes. Se trata de una obra de estilo contemporáneo con una espléndida combinación de luces, volúmenes y espacios, tanto en el exterior como en el interior”.
Me acordé de que en el siglo XV llamaban “estilo moderno” al gótico flamígero… ¿Estilo moderno? No obstante, se aproxima mucho, quizás demasiado, al repertorio de tiempos “brutalistas”, de cuando el hormigón visto imponía su “lógica” elemental, "funcional” y severa. Dicho de otro modo: el museo no ofrece una fachada especialmente atrayente. No creo que haya mucha gente que, contemplándolo por el exterior, se anime a entrar. Y en esa cualidad acaso esté un grave inconveniente preliminar para un edificio que, cuando menos, debiera promover justo lo contrario.
Por el interior, el aspecto general es mucho más atractivo, acaso porque su organización es fruto de aplicar el buen saber del arquitecto a un plan integrador, que funde las ideas espaciales con el diseño museográfico. En esa línea forma grupo con otros inaugurados recientemente, entre los que destacan el arqueológico de Zamora (Mansilla y Tuñón, 1993-96), el de Salamanca (Arranz Algueró, 1997) y los de Lugo (2007-11), Medina al-Zahra (2009)y Córdoba (aún sin inaugurar), todos ellos de Nieto y Sobejano que, de momento, parece ser el estudio más especializado y alabado en estos menesteres. Y en esa línea se intuyen ciertos inconvenientes: en España sería inimaginable que un arqueólogo, convenientemente asesorado por un grupo de arquitectos, definiera el aspecto general de un museo. Lo normal, es justo lo contrario, parafraseando a un viejo compañero de trabajo: primero se diseña el cascarón y que el bicho se apañe.
La "Nube de Siret"
En un hall marmóreo, amplio, luminoso y decorado con rigurosos sistemas de seguridad inoperantes, recibe al visitante la primera “instalación”, que matiza con elocuencia el carácter del museo: la “Nube de Siret”, homenaje postmoderno a quien con sus trabajos colocó a la provincia de Almería en el mapa de la arqueología europea. Luis Siret fue un ingeniero belga que, junto con su hermano, excavó algunos de los yacimientos prehistóricos (calcolítico y bronce) más relevantes de la zona almeriense y, entre ellos, los que proporcionan gran cantidad de objetos a las vitrinas.
|
Acceso al museo; al fondo, la "Nube de Siret" |
La “nube de Siret” es una instalación organizada mediante reproducciones tomadas de las publicaciones de los mencionados arqueólogos y colgadas del techo en agrupación difícil de entender si no media explicación sobre la trascendencia de algunas de sus sistematizaciones aún vigentes. Me pregunto si los visitantes estarán tan familiarizados con la retórica posmoderna como para entenderlo... O si los diseñadores de la instalación buscarán alejarse de ese objetivo prioritario para cualquier planteamiento pedagógico.
La columna estratigráfica
El monolito estratigráfico forma parte de una reducida zona en la que se explican los principios más elementales del método arqueológico y ofrece al espectador el “corte” de una estratigrafía “natural” (a escala real) producida por la acumulación de restos materiales a lo largo de los siglos. Por su esbeltez prismática, permite interpretarlo como una “metáfora” sobre los mismos “factores” aludidos por Kubrick-Clark en
2001, Una odisea del espacio, aquellos que, a efectos de la evolución humana, supone la acumulación de aportaciones culturales. No es preciso recurrir a factores externos (dioses o alienígenas) para explicar el desarrollo de la racionalidad, el crecimiento de la capacidad cognitiva humana o la aparición del "alma"; en ese sentido, me parece una magnífico hallazgo.
Los Millares
La primera planta está dedicada al yacimiento de los Millares, mediante un modelo museográfico que combina la pretensión de ofrecer información concentrada y rigurosa sobre la cultura correspondiente, con interpretaciones de dicha cultura según planteamientos estéticos supuestamente actuales:
“La Maqueta de Millares muestra cómo sería el territorio Millares en el III milenio antes de nuestra era. Lo novedoso de este recurso es que se trata de la primera vez que en un museo de contenido arqueológico, se plantea la interpretación histórica de un territorio, a partir del lenguaje artístico contemporáneo.”
Me ha parecido acertada la recreación del mundo simbólico y funerario, mediante la documentación material suministrada por la necrópolis de Los Millares. Pero no puedo decir lo mismo del llamado “círculo de la vida”, construido mediante una instalación espectacular, que combina vitrinas didácticamente muy funcionales con la recreación de un espacio de hábitat cotidiano, decorado mediante diseños de Inocente Blanco de la Rubia, en el que se ha colocado un grupo escultórico de Jaime Gil Arévalo.
La cartela que justifica la “decoración” de Blanco de la Rubia y que me ha recordado las fórmulas empleadas en otros museos (por ejemplo, en el Museo Arqueológico de Lleida), explica:
“Un círculo de vida junto a otro y a otro. Líneas de siluetas embebidas en el muro. Líneas vibrantes de conocimiento. Conocimiento que dibuja la espiral escalante desde la paz hasta las flechas que buscan la sangre humana”.
La que ilustra el conjunto de Gil Arévalo, próxima a ciertas expresiones populares navideñas, va acompañada de un comentario poético:
“Las sombras del vacío acotadas por los trazos metálicos. Trazos que unen el anciano con el niño todavía no nacido. Trazos como espirales de ADN que unen todos los corazones dentro del círculo. Dentro del círculo”.
En el suelo, definiendo el círculo sobre el que se ha colocado la obra de Jaime Gila Arévalo, han dispuesto una inscripción, en inglés y castellano, aún legible, pero cuyas letras van perdiéndose por efecto de las pisadas:
“Pronto se iluminará nuestra cabaña con los gritos de una nueva vid. Nuestro círculo será más grande. Esperamos que sea una hembra, para que dé a luz a más niños y haga nuestro clan más grande. Estaremos felices, celebraremos y comeremos. Si todo sale bien”.
Aunque el montaje parezca sugerente, no creo que sea el más apropiado para ofrecer una imagen de gran potencial informativo sobre lo que sucedió en parte de la costa mediterránea peninsular entre los años 2200 y 3000, en tiempos de la “revolución calcolítica”; tampoco me parece oportuno explicarlo mediante fórmulas que pueden hacer sonreír al joven inteligente e ilustrado y desconcertar a quien tenga problemas de comprensión verbal. Y ello sin mencionar una circunstancia relevante que gravita sobre el museo de Almería en su conjunto: la escasa sintonía del público con las fórmulas estéticas "actuales" (más o menos actuales). Deduzco que esta instalación informa, antes que nada, sobre cómo desean ciertos arqueólogos o gestores de nuestros días que sean entendidas aquellas formas culturales.
Atendiendo a los aspectos puramente antropológicos, me parece demasiado aventurado que el momento del parto fuera un hecho social ritualizado (tenemos frecuentes referencias antropológicas de todo lo contrario) y aún más que fuera "preferible" el nacimiento de una niña al de un niño; no se debe reconstruir un sistema cultural proyectando los valores propios... incluso, aunque sea tentador expresarlo así por nobles razones "educativas". En nuestros días existe un peligro grave en esa dirección: que el joven advierta la inexactitud y ello le conduzca a reforzar la descalificación de las referencias éticas.
Del mismo modo, el conjunto de Jaime Gil Arévalo, que acaso pueda justificarse en términos estéticos propios y por su potencial motivador, tiene un inconveniente grave para formar parte de una instalación museística tridimensional con tanto potencial informativo: por su naturaleza lineal, no facilita la decodificación perceptiva y, en consecuencia, implica incomodidad y un esfuerzo suplementario para interpretar lo representado; como en otras muchas expresiones estéticas actuales, su interpretación impone cierta actitud reflexiva y analítica por parte de quien lo contempla.
Al menos en esta parte del museo, entiendo que ha primado la voluntad por ofrecer un “discurso educativo” sintonizado con los valores sociales actuales (dominantes) sobre la de ayudar a que los visitantes se hagan una idea sobre las circunstancias antropológicas y culturales de aquellos alejado tiempos. Me acordé de la película Cavernícola de Carl Gottlieb (1981), que no hace mucho proponían como referencia en otro museo arquológico; es "educativa", es divertida, pero...
El Argar
La segunda planta está dedicada a la sociedad argárica (segundo milenio), mediante un montaje que me parece exageradamente ambicioso, teniendo en cuenta el tratamiento otorgado al resto de los fenómenos culturales que se implantaron en la región y teniendo en cuenta las posibilidades objetivas de quienes podrían beneficiarse de ello. Aquí los gestores han preferido combinar una idea retórica más difusa (el itinerario ascendente en zigzag) con los recursos museográficos tradicionales (carteles, cartelas, vitrinas, etc.) y los monitores para ofrecer vídeos sincronizados. Obviando los problemas de este tipo de instalaciones, que ya mencioné al hablar del Museo Interactivo de la Ciudad de Lugo, el resultado global es, a mi juicio, menos discutible, al menos desde el rigor que debe proyectar un museo. Pero en contraposición a ese potencial, que alabarán quienes se especialicen en la Cultura Argárica, la instalación es menos sugerente y atractiva para quienes se acerquen a estos asuntos desde las obligaciones educativas. No me imagino a un escolar que entre al museo por voluntad propia para contemplar todos los vídeos y leer toda la información... ni a un joven no arqueólogo ni a una persona ajena los asuntos históricos.
Particularmente, me hubiera gustado que el programa pedagógico hubiera enfatizado más las relaciones con el resto de las culturas sincrónicas (Cogotas I, Atalaya, etc.) y con las corrientes extrapeninsulares de cualidades comparables.
|
Uno de los montajes dedicados a la Cultura Argárica |
El tercer piso. Romanización e Islam
Siguiendo el orden estratigráfico, el tercer piso se ocupa de las culturas romana e islámica, mediante tres espacios de concepción desigual y, en cualquier caso, tremendamente discutibles por la escasa relevancia relativa que ofrecen de ambos fenómenos.
La sala romana, organizada según criterios lumínicos muy peculiares, es pequeña, exagerdamente pequeña: hubiera sido sencillo compensar la carencia de restos "relevantes" con recursos similares a los utilizados en otras partes del museo.
|
Sala romana |
Y aún es más criticable la manera de recoger el ciclo islámico, materializado en dos áreas próximas: la definida por una impresión directa sobre tela de César Lorente con caligrafía de Tarik Atrissi, y una sala con aspecto de mini-kaaba, coronada con una celosía de madera de gran desarrollo, donde se han recopilado algunos restos aparecidos en diversas zonas de la capital, colocados en vitrinas de concepción similar a las del resto del museo.
|
Serigrafía de César Lorente con caligrafía de Tarik Atrisi |
|
Mini-Kaaba |
Parece obvio que para quienes ha diseñado la instalación global, estos dos factores tienen menor relevancia que los rezagos de Los Millares y de la Cultura Argárica en la formación de "lo almeriense".
La exposición de Almeriane
Puede que la parte más “divertida” del museo sea la sala de exposiciones temporales. Cuando lo visité se ofrecía una exposición de Almeriane, pintora hispanofrancesa y autodidacta, que ofrece unas imágenes difíciles de valorar desde planteamientos estéticos ortodoxos. Aunque jamás expondrá —al menos mientras no se derrumbe el cielo— en un centro de arte contemporáneo integrado en los circuitos convencionales (Tate, MOMA, MNCARS, etc.), ha conseguido un espacio privilegiado en este peculiar museo. Su visión de "lo andaluz", demasiado próxima a Merimé, se concreta en representaciones que, con frecuencia, enfatizan el legado andalusí, acaso, para compensar lo poco que ese factor interesó a quienes diseñaron el museo. En todo caso, a la gente le gusta esta manera de entender la pintura y se divierte contemplando un repertorio iconográfico pretendidamente próximo a Alfons Mucha pero más cercano a los viejos carteles de publicidad para películas folclóricas.
En ocasiones es difícil determinar dónde está la línea que separa el arte de la artesanía en pintura; en otras, no.
|
La Luna y el Toro (sic) |
Pero reconozco que me divirtió la paradoja del enfrentamiento fáctico entre el rigor de los "planteamientos científicos" arqueológicos con el populismo de una concepción pictórica que se apoya, precisamente, en los componentes culturales que el propio museo atenúa. Con frecuencia, la fuerza de los hechos se imponen sobre las voluntades "creativas" de unos y otros...
Las instalaciones generales
Lo que se percibe en las salas informa de unas instalaciones generales modernas y, por lo general, bien resueltas; las vitrinas y la iluminación son correctas (salvo en la zona romana), las cartelas informan adecuadamente; existe buena comunicación vertical y, al parecer, han tenido en cuenta a las personas con movilidad reducida... Sólo en la exposición de Almeriane se advertían detalles de precariedad apenas perceptibles: algunas cartelas habían desaparecido y otras, sensiblemente inclinadas, parecían a punto de correr la misma suerte.
Sin embargo, ya se aprecian algunas circunstancias inquietantes de mayor calado en las zonas "nobles". Además de las erosiones mencionadas (inscripción del "Círculo de la Vida"), hay otras deficiencias: no se utilizaba el control de seguridad de la entrada, uno de los proyectores estaba "en el taller" y otro mostraba bajísima luminosidad y en pantalla ofrecía el mensaje de lámparas "agotadas" (más de 2400 horas de uso). Y en eso llegó la crisis...
La página web, como casi todas las de los museos españoles y sobre todo, los andaluces,, es manifiestamente mejorable; no proporciona más información que el tríptico ofrecido a la entrada.
Para finalizar
Sin ninguna duda, el museo de Almería es una referencia fundamental para conocer la evolución de las culturas metalúrgicas y neolíticas del sureste peninsula. No obstante, le encuentro algunos inconvenientes que no se limitan a lo estrictamente museístico. La más importante deriva de la apuesta "revolucionaria" enfatizada en el tríptico divulgativo:
"Lo novedoso de este recurso es que se trata de la primera vez que en un museo de contenido arqueológico, se plantea la interpretación histórica de un territorio, a partir del lenguaje artístico contemporáneo"
No creo que haya sido buena idea enfatizar tanto algo que se afronta "de oficio" en todas las instalaciones nuevas: todas ellas suelen emplear elementos del lenguaje artístico contemporáneo aunque no lo acentúen tanto. Las soluciones creativas conllevan contrapartidas para la exposición de datos objetivos, porque introducen factores subjetivos que pueden sesgar la función más obvia. En este caso concreto, el proyecto museístico, decisivamente condicionado por la idea arquitectónica global, limita radicalmente cualquier propuesta de futuro, derivada del proceso investigador. ¿Se ha decretado que ya no es necesario hacer más investigación arqueológicas prehistóricas? Es obvio que la solución ideal para cualquier museo con voluntad de perdurar es, precisamente, ofrecer una articulación espacial abierta y elástica, al modo de lo que hicieron Herzog y de Meuron en Caixa-Forum Madrid (2008). Tengo la sensación de que el modelo almeriense ofrece pocas posibilidades de maniobra a su director, a no ser que se éste líe la manta a la cabeza, modifique el carácter de las salas menos bloqueadas y cambie la función de la actual zona de exposiciones temporales.
No sé si el proyecto,que ha recabado muchos elogios, se ajusta a las necesidades de un museo actual, teniendo en cuenta un mínimo de operatividad en la función que se le asigna desde los planteamientos del ICOM (estudio, educación y recreo) y desde los intereses de la sociedad española, en la actualidad, muy dependiente del sector turístico. Tal y como se ha concebido, orientándolo hacia la función pedagógica (o didáctica) especializada, no parece tener muchas posibilidades para reclamar el interés del público.
Desde el punto de vista educativo, que se refleja obsesivamente en el proyecto museográfico, quedaría preguntarse si tiene sentido una institución de ese tipo, tan costosa de mantener, teniendo en cuenta las posibilidades ofrecidas en la actualidad por los medios de información y divulgación. Si el museo tiene finalidad educativa, ¿no sería conveniente que la página web ofreciera a todo el mundo el material videográfico? Por razones ya no sólo educativas, ¿no sería conveniente que la página web proporcionara un caudal generoso de información (vídeos, imágenes, etc.) equiparable a la que ya están ofreciendo los grandes museos? Con ello se facilitaría la labor de los escolares, pero también la de los investigadores...
Pero lo más negativo del museo —por supuesto, siempre a mi juicio— es la imagen que ofrece de la "historia de Almería", exageradamente volcada hacia "lo local", a enfatizar épocas que, tal vez, condicionaran el sustrato socioculural sobre el que se aplicaron las posteriores aportaciones, pero que, en todo caso, no pudieron dejar demasiados rasgos en el desarrollo histórico, dada la relevancia de aquellas. Insistir en la relevancia del índalo me hace recordar la Orbajosa de Galdós...
Si persisten en esta instalación, acaso debieran cambiar el nombre; sería más propio "Museo Prehistórico de Almería". Y aún así habría cosas que decir por la previsible relevancia de los factores exógenos, que ha sido tan minusvalorados.