No debería sorprendernos demasiado que el gobierno Zapatero ofrezca una imagen de subordinación nítida en asuntos "culturales", tal y como han acreditado las
filtraciones recientes. En eso consiste la globalización y quienes vivimos en el mundo del arte, como diletantes o profesionales, lo sabemos perfectamente. Aquel "gesto" de quedarse sentado al paso de la bandera norteamericana sólo podía teatro para consumo electoral de ingenuos; algo parecido al ya olvidado "Otan, de entrada no".
En asuntos culturales apenas han existido gestos retóricos para la galería y ni tan siquiera, gestos de ambigüedad calculada. Si echamos un vistazo a cualquier manual de Historia del Arte publicado en Occidente, advertiremos que el final de la Segunda Guerra Mundial supuso el traslado del centro de gravedad artístico del eje París-Berlín a Nueva York. A partir de 1945, casi todas las corrientes de vanguardia nacieron en Estados Unidos y las poquísimas que nacieron en otro lugar, para adquirir credenciales de credibilidad, debieron ser reconocidas allí. Estados Unidos se había convertido en potencia planetaria y esa circunstancia, necesariamente, implicaba consecuencias culturales obvias, que podemos rastrear en el cine y también en las artes plásticas.
La expansión del Expresionismo Abstracto en Europa y la aparición de corrientes regionales como El Paso se ha interpretado como un triunfo de la pujanza cultural norteamericana o de la diplomacia norteamericana, según quien mire el proceso (Frances Stonor Saunder, El Cia y la guerra fría cultural). Desde 1945, el "mundo libre" se caracterizaría por un tipo de arte basado en la subjetividad (¿en la libertad individual?) —tanto en el aspecto creativo como en el contemplativo—, frente a las propuestas socialistas, vinculadas a una figuración ("objetividad") que, desde ese mismo momento será contemplada con reticencias y a la que se adjudicarán etiquetas de naturaleza diversa (Barthes), pero siempre peyorativas: "arte burgués", "panfletario", "totalitario", "reaccionario"... Hasta Franco se apuntó a la "revolución estética" empleando a las nuevas vanguardias (El Paso) como instrumentos de proyección estética hacia "el exterior".
Naturalmente, los componentes secundarios de la hegemonía política y militar no dejaban demasiadas alternativas a un proceso que se desarrolló sin traumas, sobre todo, para las nuevas generaciones de artistas y diletantes, que en toda Europa (especialmente en España), encontraban en el modelo norteamericano un referencia positiva y, en ocasiones, utópica. Se fueron configurando gustos, actitudes y estrategias convergentes... Pero sobre todo, comenzó a substanciarse un mercado global y único, con un desequilibrio brutal entre la zona europea y la norteamericana.. Quienes han movido los hilos de ARCO durante los últimos años lo saben bien: entrar en las corrientes internacionales del arte significa, a la llana, obtener el reconocimiento de los mercados norteamericanos.
Acaso en algunos museos de arte contemporáneo se perciban otros valores dominantes... Cuando eso ocurre, por lo general, no existe intención contestataria, sino simple limitación presupuestaria... El actual director del Reina Sofía, como los anteriores y los de tantos otros profesionales de actividad afín, ofrece testimonio de "modernidad" arrestando en "los sótanos de la memoria" la "impresentable" pintura académica de la primera mitad del siglo XX. Y todos ellos nos ofrecen colecciones ordenadas según criterios tomados de los manuales de historia del arte, invariablemente ordenados según las corrientes conocidas por todos: Expresionismo abstracto (Informalismo),Op-Art, Cinetismo, Pop-Art, Protoconceptual, Minimalismo, Arte Conseptual , etc.
Antonio López seguirá siendo el más importante representante del hiperrealismo norteamericano en España... porque de otro modo sólo sería un artesano-pintor. (La Nueva Objetividad, las derivaciones "realistas" o "figurativas" europeas no existieron...). Y, desde luego, seguiremos ignorando cuanto haya sido realizado en lugares lejanos al centro de gravedad del proceso histórico.
Así nos enseñan las cosas los entendidos, los expertos... Así están las cosas, nos guste o no.
Y en ese ambiente general, que la ministra de Cultura se dirija a las autoridades norteamericanas para que la ayuden a lanzar una ley que limite las descargas, parece asunto menor con un objetivo aparente claro: impedir que el PP juegue una baza política parecida a la de Zapatero con el desfile de la bandera USA. Sin embargo, en este caso, el problema es un poco más complejo, porque la demanda de la industria norteamericana choca con los intereses de las compañías telefónicas, que muy probablemente, perderían ingresos si sus clientes pagaran más por las descargas...
En España prácticamente nadie se descarga "cosas" de Internet gratis, sino mediante la cuota abonada religiosamente a Telefónica, Vodaphone, etc. Además también pagamos al comprar todos los medios susceptibles de contener o reproducir música o, en general, elementos multimedia. Sí, ya sé que mezclo cosas distintas, pero... ¿para qué quieren los usuarios una conexión ADSL? ¿Para "chatear"? ¿Para ver el correo electrónico con agilidad?
Los problemas reales:
1. Buscar una fórmula que no perjudique demasiado a las compañías telefónicas y proporcione "lo justo" a la "industria cultural", mayoritariamente norteamericana. En España ningún partido político con expectativas de poder real tiene la intención de proponer prácticas incompatibles con el liderazgo norteamericano y sumarse al grupo de los países "malvados" y "antidemocráticos": China, Corea del Norte, Cuba, Irán, Venezuela...
2. Encontrar un formato normativo que encaje en nuestro universo legislativo y con las sentencias dictadas durante los últimos años. Acabaremos con otro galimatías de sentencias y recursos que se resolverán cuando el desarrollo tecnológico plantee problemas nuevos y diferentes.
3. Aplicando criterios inductivos, cabe imaginar que La ley Sinde es el primer paso para organizar un sistema de recaudación comparable a los actuales, con reparto según criterios discrecionales, que, frente a lo dicho por los medios de comunicación, nunca primarán a los creadores en general. Lo recaudado se repartirá entre los industriales norteamericanos y los españoles, con los criterios definidos en reuniones discretas como las mencionadas en los documentos secretos. Y, por supuesto, seguirán estando presentes los gestores de la SGAE... Y aunque nadie se baje películas de ciertos directores, éstos continuarán chupando de la teta... como ya habrán chupado de las subvenciones que les habrán ayudado a realizarlas.
¿Salvaguardar los derechos de los creadores? En la olla que se está cociendo en el Ministerio de cultura los creadores son especia que proporciona matiz aromático al guiso, a no ser que otorguemos esa categoría a los "profesionales" de las subvenciones...