Tenía ganas de entrar "físicamente" en la Tate Modern… pero en ocasiones las circunstancias templan los deseos. El paseo desde la estación de Southwark es largo y no demasiado agradable, al menos, mientras no finalicen las obras de la ampliación.
La remodelación del edificio no ha respondido a mis expectativas, más allá de lo que prometen las fotografías y de la espectacularidad del espacio disponible. Me acordé la puerta estrecha de Caixa-Forum… Seguramente, todos los detalles de estos arquitectos (Herzog & de Meuron) tienen una explicación más o menos forzada, pero a mí no me llegan. Lo poco que conozco de este estudio me parece bastante irregular. En el propio edificio de Madrid me encantan la escalera, la idea de mantener "volado" el edificio antiguo, las celosías superiores... No me gusta en absoluto el modo de resolver el acceso mediante una gran escalera metálica ni la configuración de la planta principal...
En todo caso, el aspecto de la Tate Modern es, sencillamente, imponente; la percepción espacial ofrecida al público es, tanto por el interior como por el exterior, comparable a la proporcionada por una catedral gótica sin coro. Como en la Isla de los Perros, también me acordé de los espacios de la Metropolis de Friz Lang y, por consiguiente de las edificaciones utópicas que salpican las ambientaciones cinematográficas "futuristas" de los últimos años.
Seguramente, mi opinión fuera otra de haber encontrado en la sala de turbinas algún montaje como el de Olafur Eliasso (The Weaather, 2003). El 5 de julio pasado, cuando lo visitamos sólo había dos grupos de personas formando otros tantos círculos y separados a cinco metros, en actitud de seminario o algo parecido.
En cuanto a la gestión percibida como turista ovino… Se advierten los tics que reflejan casi todas las instituciones culturales de Londres: las urnas que invitan a la caridad estética me ofenden más que los cepillos de las iglesias porque inducen al espectador a entrar en un juego forzado desde intereses políticos liberales. ¡Hay que ganar dinero con "la cultura" como sea! Me recuerda un slogan cada vez más frecuente en los ambientes políticamente correctos: "el agua es un bien escaso". El agua es un bien escaso donde no la hay. Si no se pide limosna al ciudadano para mantener los tinglados bélicos, no debería pedírsele para mantener un museo como la Tate Moder o el British., Y además, Londres es una ciudad especialmente cara para el visitante eventual.
¿Ganar dinero con la cultura? La cultura, en cuanto se materializa y se concreta en un objeto, obviamente, entrará en el campo de lo mercantil, pero sigo sin entender que la visita a un museo deba, en sí misma, generar dinero; la visita al museo debe generar solaz, información, goce estético... lo que reconoce la definición "clásica" del ICOM, que tantas veces he recogido en este blog: "Institución estable, sin ánimo de lucro..."
Aunque se habla de 5 millones de visitantes anuales, no vimos por ninguna parte los 13.000 con quienes deberíamos habernos cruzado. Aquel día el lugar más frecuentado era el chiringuito con barbacoa ubicado junto a la puerta y cerca del arranque del Millennium Bridge. ¡Magnífica idea!
¿La gestión especializada? La que se manifiesta en la correspondiente página web me es tan familiar que me produciría pudor elogiar la actividad de este museo públicamente. Pero por no apagar la llama crítica, me gustaría dejar constancia de mi desacuerdo con la futura exposición de Damien Hirst, programada para coincidir con la celebración de los Juegos Olímpicos del 2012. "Comprendo" el interés en acrecentar el número de visitas y la recaudación, pero... acaso fuera más sensato que Demien Hirst expusiera en el Museo de Madame Toushaut.