Y con la dinámica evolutiva de la institución religiosa, es de suponer que las cosas irán a peor, a mucho peor. Ahora mismo son numerosísimos los edificios que han dejado de ser atendidos, sencillamente, porque las instituciones eclesiásticas no tienen "personal" para afrontar las necesidades más elementales del mantenimiento arquitectónico. Los conventos y las iglesias se cierran por falta de religiosos y sacerdotes y, en consecuencia, nadie vigila si aparece una gotera, si se rompe una tubería, si han entrado los ladrones. Y en esas circunstancias, sería absurdo esperar que alguien se ocupara de atender a las personas interesadas en "la cosa estética"... Las consecuencias se ofrecen nítidas en la actualidad... Me limitaré a enfatizar dos fenómenos muy concretos... La iglesia también especula
El paso siguiente a la dejadez secular antes mencionada es casi obvio: perdida la servidumbre real, la Iglesia se "ve obligada" a renunciar a la conservación y facilitar su expropiación o a ofrecer sus bienes inmobiliarios al mejor postor... Y ante el dilema, la solución es obvia. Poco a poco, pero en secuencia continua, las antiguas iglesias se van convirtiendo en hoteles, cafeterías, bares... sin que ello suponga ninguna reacción social. Seguramente, ello se debe a la inmensidad de nuestro patrimonio. Y además... bajo el imperio de liberalismo, estaría bueno que la Iglesia fuera la única entidad ajena a los pingües beneficios de la especulación inmobiliaria. En el derecho canónigo no se contemplan impedimentos contra ello... Sin embargo, los bienes de interés cultural no pueden ser utilizados como cualquier otro inmueble, porque tal y como recoge el Preámbulo de LEY Patrimonio Histórico Español (BOE de 29 de junio de 1985):
"El Patrimonio Histórico Español es una riqueza colectiva que contiene las expresiones más dignas de aprecio en la aportación histórica de los españoles a la cultura universal. Su valor lo proporciona la estima que, como elemento de identidad cultural, merece a la sensibilidad de los ciudadanos. Porque los bienes que lo integran se han convertido en patrimoniales debido exclusivamente a la acción social que cumplen, directamente derivada del aprecio con que los mismos ciudadanos los han ido revalorizando.
En consecuencia, y como objetivo último la Ley no busca sino el acceso a los bienes
que constituyen nuestro Patrimonio Histórico. Todas las medidas de protección y
fomento que la Ley establece sólo cobran sentido si, al final, conducen a que un número
cada vez mayor de ciudadanos pueda contemplar y disfrutar las obras que son herencia de la capacidad colectiva de un pueblo. Porque en un Estado democrático estos bienes
deben estar adecuadamente puestos al servicio de la colectividad en el convencimiento
de que con su disfrute se facilita el acceso a la cultura y que ésta, en definitiva, es
camino seguro hacia la libertad de los pueblos."
Por desgracia, el Estado español no ha mostrado capacidad para hacer valer esos principios frente a la Iglesia, por dos razones obvias. La primera: el intento de no chocar con una entidad que aún conserva poder sobre las conciencias de un porcentaje estimable de los ciudadanos. Y la segunda: porque asumir activamente esa responsabilidad supondría un gasto incompatible con la actual estructura económica. Si el Estado no ha sido capaz de poner en valor el patrimonio histórico artístico que está bajo su tutela (los edificios de "segundo nivel" permanecen en situación de abandono fáctico), ¿cómo afrontar el cuidado de un conjunto tan extenso como el eclesiástico?
La pasividad consiguiente tiene, pues, ventajas obvias, pero también ciertos inconvenientes...
La catedral de la Almudena
"El Patrimonio Histórico Español es una riqueza colectiva que contiene las expresiones más dignas de aprecio en la aportación histórica de los españoles a la cultura universal. Su valor lo proporciona la estima que, como elemento de identidad cultural, merece a la sensibilidad de los ciudadanos. Porque los bienes que lo integran se han convertido en patrimoniales debido exclusivamente a la acción social que cumplen, directamente derivada del aprecio con que los mismos ciudadanos los han ido revalorizando.
En consecuencia, y como objetivo último la Ley no busca sino el acceso a los bienes
que constituyen nuestro Patrimonio Histórico. Todas las medidas de protección y
fomento que la Ley establece sólo cobran sentido si, al final, conducen a que un número
cada vez mayor de ciudadanos pueda contemplar y disfrutar las obras que son herencia de la capacidad colectiva de un pueblo. Porque en un Estado democrático estos bienes
deben estar adecuadamente puestos al servicio de la colectividad en el convencimiento
de que con su disfrute se facilita el acceso a la cultura y que ésta, en definitiva, es
camino seguro hacia la libertad de los pueblos."
Por desgracia, el Estado español no ha mostrado capacidad para hacer valer esos principios frente a la Iglesia, por dos razones obvias. La primera: el intento de no chocar con una entidad que aún conserva poder sobre las conciencias de un porcentaje estimable de los ciudadanos. Y la segunda: porque asumir activamente esa responsabilidad supondría un gasto incompatible con la actual estructura económica. Si el Estado no ha sido capaz de poner en valor el patrimonio histórico artístico que está bajo su tutela (los edificios de "segundo nivel" permanecen en situación de abandono fáctico), ¿cómo afrontar el cuidado de un conjunto tan extenso como el eclesiástico?
La pasividad consiguiente tiene, pues, ventajas obvias, pero también ciertos inconvenientes...
La catedral de la Almudena
Hace poco, dando un paseo por la catedral de la Almudena, casi nos dimos de bruces con la inscripción que existe a la entrada y da testimonio de la iniciativa que tenía por objeto finalizar las obras:
"LOS EMMOS SRES CARDENALES D. ANGEL SUQUÍA GOICOECHEA Y D. ANTONIO MARÍA ROUCO VARELA DECIDIERON CULMINAR ESTE TEMPLO CATEDRAL EN HONOR DE SANTA MARÍA LA REAL DE LA ALMUDENA.
FUERON SUS PRINCIPALES COLABORADORES EL ILMO. Y RVMO. MONS. D. ANTONIO ASTILLERO BASTANTE (PROTONOTARIO APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD), COMO DELEGADO Y LOS EXCMOS. E ILMOS. SRES. D. ÁLVARO LACALLE LELOUP, D. PEDRO OJALVO MANZANARES, D. FRANCISCO MUÑOZ GARCÍA-VASO Y D. ALFONSO RAMONET GARCÍA, QUE CONSTITUYERON LA JUNTA PARA LA REALIZACIÓN DE LAS OBRAS.
FUERON SU ARQUITECTO Y CONSTRUCTOR, AMBOS BENEFACTORES, LOS EXMOS. SRES. D. FERNANDO CHUECA GOITIA Y D. ÁNGEL-CÉSAR BELTRÁN SANZ, RESPECTIVAMENTE.
LA ARCHIDIÓCESIS DE MADRID DA TESTIMONIO DE SU RECONOCIMIENTO Y GRATITUD
XXXI-XII-MCMXCVI
"IN LAUDEM GLORIAE EIUS" (EfI, XIV)
De su lectura deduzco que el templo fue construido con el dinero de las personas mencionadas en la lápida conmemorativa... Sin embargo...
Para la finalización de las obras, iniciadas en 1883 y que se eternizaban, hubo que reunir las aportaciones de varias entidades públicas y privadas (Casa Real, Ayuntamiento, Comunidad Autónoma, Caja Madrid, Cámara de Comercio y Asociación de la Prensa) movilizadas por la voluntad del Presidente de Gobierno, por entonces, un tal Felipe González Márquez. Por fin, el 15 de junio de 1993 Juan Pablo II pudo consagrar la catedral de La Almudena... Naturalmente, la lápida habla de otra cosa y, por consiguiente, no es una falsedad en bronce... Un refrán popular dice: "Quien echa pan a perro ajeno, pierde pan y pierde perro"...
Completamos la visita dando un paseo por su interior, donde imperan las "sorprendentes" pinturas de Kiko Argüello, extraño híbrido entre la iconografía tradicional rusa (Andréi Rubliov) y el cartelismo cinematográfico de los años centrales del presente siglo (Macario Gómez), que repiten fórmulas empleadas previamente en un templo neocatecumenal de la República Dominicana (Seminario Misionero Archidiocesano Redemptoris Mater de Santo Domingo).
La Real Academia de Bellas Artes hizo público un comunicado de sus miembros, al parecer, firmado por unanimidad, en el que consideraban que las modificaciones en la decoración de la Catedral de la Almudena alteraban «de forma muy negativa la visión de la girola de la Catedral» Y continuaban: «Por ello, la Corporación deplora que los encargos realizados por el Cabildo para el ornato y decoración de interiores de un monumento arquitectónico tan significativo no se hayan hecho con el rigor y la exigencia profesional mínimamente necesarios».
Julio López Hernández expresó su opinión en los siguientes términos: "No me gustan las pinturas de Kiko Argüello. Se ha intentado recrear un estilo desfasado y no encaja en la mentalidad actual. Por mucho que quiera recordarnos que los colores puedan ser picassianos o evocarnos a los de Matisse, esa decoración interior de la Almudena es anacrónica. De poca ventura buscando una especie de fluido gótico-bizantino. Esas pinturas no están hechas con el espíritu de esa época que buscaba retratar. Faltaba, precisamente, espíritu de lo bizantino y de lo gótico. Son, por supuesto, deplorables".
No suscribo las palabras de Julio López Hernández porque según mi opinión, la situación era y es mucho más absurda desde el punto de vista estético. La respuesta escandalizada de la Institución Académica y de sus miembros nacía de un hecho que interesaba al corazón del Estado: la celebración de la boda del príncipe Felipe....
Visto de la escala de prioridades definida en la Ley del Patrimonio Histórico Español, era lógico que las jerarquías eclesiásticas decidieran lo que más les convenía para el ejercicio de las necesidades rituales , y si el Arzobispo de Madrid entendía que las pinturas de Kiko Argüello eran las más adecuadas para sus fines, nadie podía argumentar nada. En caso contrario, habríamos cometido la misma insolencia que, a diario, cometen las dignidades eclesiásticas cuando intentan imponer sus criterios a todos los ciudadanos.
Como ese no es mi caso y no me siento "afectado" personalmente por el espectáculo naif que ofrece el interior de la catedral de Madrid, me limitaré a indicar que tiene gracia la propuesta "estética" mezclando los "estilos" de Andréi Rubliov y Macario Gómez... Y deduzco que tienen por objeto publicitar un modelo ritual vuelto hacia el pasado, hacia la época en que el cristianismo se imponía a la sociedad al amparo de un poder político que nadie discutía. Son muchísimo más interesantes las pinturas de Macario Gómez y, desde luego, las de Andréi Rubliov, que tenían la virtud de ofrecer propuestas claras a la piedad popular, pero también encerraban una complejidad simbólica extraordinaria. Pero comprendo que si Kiko Argüello hubiera optado por sacar partido a un planteamiento similar al de la Trinidad del Museo Tetriakov, habría entrado en conflicto con uno de los objetivos apostolares definidos desde el movimiento neocatecumenal, que él mismo dirige: la elementalidad...
"LOS EMMOS SRES CARDENALES D. ANGEL SUQUÍA GOICOECHEA Y D. ANTONIO MARÍA ROUCO VARELA DECIDIERON CULMINAR ESTE TEMPLO CATEDRAL EN HONOR DE SANTA MARÍA LA REAL DE LA ALMUDENA.
FUERON SUS PRINCIPALES COLABORADORES EL ILMO. Y RVMO. MONS. D. ANTONIO ASTILLERO BASTANTE (PROTONOTARIO APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD), COMO DELEGADO Y LOS EXCMOS. E ILMOS. SRES. D. ÁLVARO LACALLE LELOUP, D. PEDRO OJALVO MANZANARES, D. FRANCISCO MUÑOZ GARCÍA-VASO Y D. ALFONSO RAMONET GARCÍA, QUE CONSTITUYERON LA JUNTA PARA LA REALIZACIÓN DE LAS OBRAS.
FUERON SU ARQUITECTO Y CONSTRUCTOR, AMBOS BENEFACTORES, LOS EXMOS. SRES. D. FERNANDO CHUECA GOITIA Y D. ÁNGEL-CÉSAR BELTRÁN SANZ, RESPECTIVAMENTE.
LA ARCHIDIÓCESIS DE MADRID DA TESTIMONIO DE SU RECONOCIMIENTO Y GRATITUD
XXXI-XII-MCMXCVI
"IN LAUDEM GLORIAE EIUS" (EfI, XIV)
De su lectura deduzco que el templo fue construido con el dinero de las personas mencionadas en la lápida conmemorativa... Sin embargo...
Para la finalización de las obras, iniciadas en 1883 y que se eternizaban, hubo que reunir las aportaciones de varias entidades públicas y privadas (Casa Real, Ayuntamiento, Comunidad Autónoma, Caja Madrid, Cámara de Comercio y Asociación de la Prensa) movilizadas por la voluntad del Presidente de Gobierno, por entonces, un tal Felipe González Márquez. Por fin, el 15 de junio de 1993 Juan Pablo II pudo consagrar la catedral de La Almudena... Naturalmente, la lápida habla de otra cosa y, por consiguiente, no es una falsedad en bronce... Un refrán popular dice: "Quien echa pan a perro ajeno, pierde pan y pierde perro"...
Completamos la visita dando un paseo por su interior, donde imperan las "sorprendentes" pinturas de Kiko Argüello, extraño híbrido entre la iconografía tradicional rusa (Andréi Rubliov) y el cartelismo cinematográfico de los años centrales del presente siglo (Macario Gómez), que repiten fórmulas empleadas previamente en un templo neocatecumenal de la República Dominicana (Seminario Misionero Archidiocesano Redemptoris Mater de Santo Domingo).
La Real Academia de Bellas Artes hizo público un comunicado de sus miembros, al parecer, firmado por unanimidad, en el que consideraban que las modificaciones en la decoración de la Catedral de la Almudena alteraban «de forma muy negativa la visión de la girola de la Catedral» Y continuaban: «Por ello, la Corporación deplora que los encargos realizados por el Cabildo para el ornato y decoración de interiores de un monumento arquitectónico tan significativo no se hayan hecho con el rigor y la exigencia profesional mínimamente necesarios».
Julio López Hernández expresó su opinión en los siguientes términos: "No me gustan las pinturas de Kiko Argüello. Se ha intentado recrear un estilo desfasado y no encaja en la mentalidad actual. Por mucho que quiera recordarnos que los colores puedan ser picassianos o evocarnos a los de Matisse, esa decoración interior de la Almudena es anacrónica. De poca ventura buscando una especie de fluido gótico-bizantino. Esas pinturas no están hechas con el espíritu de esa época que buscaba retratar. Faltaba, precisamente, espíritu de lo bizantino y de lo gótico. Son, por supuesto, deplorables".
No suscribo las palabras de Julio López Hernández porque según mi opinión, la situación era y es mucho más absurda desde el punto de vista estético. La respuesta escandalizada de la Institución Académica y de sus miembros nacía de un hecho que interesaba al corazón del Estado: la celebración de la boda del príncipe Felipe....
Visto de la escala de prioridades definida en la Ley del Patrimonio Histórico Español, era lógico que las jerarquías eclesiásticas decidieran lo que más les convenía para el ejercicio de las necesidades rituales , y si el Arzobispo de Madrid entendía que las pinturas de Kiko Argüello eran las más adecuadas para sus fines, nadie podía argumentar nada. En caso contrario, habríamos cometido la misma insolencia que, a diario, cometen las dignidades eclesiásticas cuando intentan imponer sus criterios a todos los ciudadanos.
Como ese no es mi caso y no me siento "afectado" personalmente por el espectáculo naif que ofrece el interior de la catedral de Madrid, me limitaré a indicar que tiene gracia la propuesta "estética" mezclando los "estilos" de Andréi Rubliov y Macario Gómez... Y deduzco que tienen por objeto publicitar un modelo ritual vuelto hacia el pasado, hacia la época en que el cristianismo se imponía a la sociedad al amparo de un poder político que nadie discutía. Son muchísimo más interesantes las pinturas de Macario Gómez y, desde luego, las de Andréi Rubliov, que tenían la virtud de ofrecer propuestas claras a la piedad popular, pero también encerraban una complejidad simbólica extraordinaria. Pero comprendo que si Kiko Argüello hubiera optado por sacar partido a un planteamiento similar al de la Trinidad del Museo Tetriakov, habría entrado en conflicto con uno de los objetivos apostolares definidos desde el movimiento neocatecumenal, que él mismo dirige: la elementalidad...
En suma, para mi gusto, la decoración de la Almudena, realizada bajo la dirección de Kiko Argüello, incluso considerada como obra artesanal, resulta demasiado simple para encontrar en ella otros valores estéticos que los meramente propagandísticos.
El arte actual da la espalda a la Iglesia y la Iglesia da la espalda al arte ofreciendo, de hecho, unas cuantas ideas (¿beligerantes?) que, en su elementalidad ("La belleza salvará al mundo"), calarán en los sectores sociales afines: el arte debe ser, ante todo, "algo bonito", desprovisto de matices inquietantes salvo que convenga al uso ritual (Pasión de Cristo, imágenes de martirios, etc.), que ennoblezca los ritos, refleje la maestría y la piedad del "artífice" (¿"artista"?) y sea fiel trasunto de la fusión que debe existir entre el Bien la Verdad y la Belleza. Es decir, que también los "artistas" permanezcan anclados en los valores estéticos, religiosos e ideológicos anteriores a la Revolución Industrial y a las transformaciones científicas y culturales del siglo XX.
El arte actual da la espalda a la Iglesia y la Iglesia da la espalda al arte ofreciendo, de hecho, unas cuantas ideas (¿beligerantes?) que, en su elementalidad ("La belleza salvará al mundo"), calarán en los sectores sociales afines: el arte debe ser, ante todo, "algo bonito", desprovisto de matices inquietantes salvo que convenga al uso ritual (Pasión de Cristo, imágenes de martirios, etc.), que ennoblezca los ritos, refleje la maestría y la piedad del "artífice" (¿"artista"?) y sea fiel trasunto de la fusión que debe existir entre el Bien la Verdad y la Belleza. Es decir, que también los "artistas" permanezcan anclados en los valores estéticos, religiosos e ideológicos anteriores a la Revolución Industrial y a las transformaciones científicas y culturales del siglo XX.