Aunque sea odioso comparar la tortilla de patatas con las salchichas de Frankfurt, merece la pena viajar a Berlín sólo para dar un paseo por la Isla de los Museos, incluso contando con la retirada de Nefertiti, descansando hasta que abra las puertas el nuevo edificio dedicado a la colección egipcia.
Argumentaba Wenceslao Fernández Flórez que los pecados capitales eran motor y sustrato del desarrollo cultural... Si la arquitectura madrileña es fruto del maridaje entre la codicia de los especuladores y la ambición de los faraones, en Berlín todo nace, en primer lugar de la ira (la ciudad fue aniquilada durante la Segunda Guerra Mundial) y de la combinación los otros pecados, en proporción diferente de la madrileña, bajo el imperio de una "lógica" extraña al sur de los Pirineos.
Si hasta hace unos días creía difícil encontrar un lugar con mayor expansión arquitectónica que Madrid, ahora debo manifestar arrepentimiento solemne por tanta petulancia provinciana. Tomen nota Albertosis I, el seguramente fallido faraón olímpico, Esperanza-Fuencisla, el alcalde de Segovia (empeñado en obtener la capitalidad cultural) y las autoridades culturales españolas en general, siempre proclives al "milongueo" cosmético, porque España no está haciendo lo necesario para ofrecer una oferta cultural mínimamente comparable a la de otros países europeos. Y, en el aspecto arquitectónico, la hegemonía de Berlín va para largo por múltiples razones. La primera: una gestión ejemplar dentro de las posibilidades del sistema liberal. La segunda: una sensibilidad social mucho más receptiva al "hecho cultural", arraigada durante el siglo XIX. La tercera: para no caer en el caos urbanístico, preconizado por los más pesimistas, la ciudad está obligada a asumir un proceso expansivo jamás visto a lo largo de la Historia.
Desde 1945 Berlín fue laboratorio donde compitieron los modelos socialista y capitalista, respectivamente respaldados por el dinero americano y la propaganda soviética, para conformar una dualidad extraña, engendrada por una especia de espejo anti-simétrico, de dos áreas metropolitanas fuertemente caracterizadas en sus cualidades respectivas... La visité allá por los 70... La zona occidental me pareció vital pero espantosa, como algunos cuentos "infantiles"; la oriental, apabullante y siniestra.
La caída del muro ha obligado a reunificar la ciudad de "las dos almas negras" y el resultado ha supuesto una metamorfosis extraordinaria. Para ello ha sido necesario afrontar una empresa titánica, encauzada tanto en el aspecto urbanístico (infraestructuras, viales, transportes, etc.) como en el edilicio. Y en este último, en dos vertientes diferentes: la construcción de edificios nuevos y la rehabilitación de los antiguos, que presuponen la revitalización de los duendecillos especulativos y de sus nefastas consecuencias.
El resultado: con múltiples debilidades, Berlín se ha convertido en un colosal museo, donde podríamos repasar la historia de la arquitectura europea desde el año 1945, pero donde brillan con especial fuerza los proyectos posteriores al 9 de noviembre de 1989.
La fase más activa (1989-2009) se abre con un edificio singular y, según quien lo contemple, polémico, el Museo Judío de Daniel Libeskind. ¿Lo más destacable del conjunto global? Desde mi punto de vista, condicionada por las limitaciones de quien se asombra con cualquier cosa, en primer lugar muy destacado debe colocarse la reconstrucción del Reichstag, según proyecto de Sir Norman Foster , obligado a incluir una cúpula. Olvidada la polémica con Calatrava, se ha convertido en uno de los puntos de atracción turística más importantes de la capital alemana. Y, francamente, merece la pena hacer cola y soportar el exhaustivo control de seguridad para recorrerla sobre una pasarela de sustentación milagrosa, que, a su vez, nos proporciona una panorámica espléndida de las inmediaciones.
Según mi apreciación, el segundo gran jalón está en la Postdamer Plaz, donde se celebra la Berlinale; allí se acometió una ambiciosa reforma urbanística, donde destaca el Sony Center (Peter Walker), de concepción escenográfica, tal vez, demasiado espectacular por la noche, pero, en todo caso, muy vistoso.
Existen obras de Gehry (DZ Bank), Calatrava (puente Kroprinzen), Nouvel (Galleries Lafayette), I. M. Pei (Museo Alemán de Historia), Zaha Hadid... Importantes remodelaciones (Isla de los Museos), reconstrucciones (Palacio Real), etc. Todos ellos, cuando menos, estéticamente interesantes. Me ha gustado la interpretación formal que Jean Nouvel hizo del edificio parisino, aunque sean tan obvias las debilidades funcionales. El banco DZ, construido en las inmediaciones de la puerta de Brandeburgo, es un curioso ejemplo de síntesis entre lo "racional" y lo "visceral", entre lo geométrico y lo orgánico, como es habitual en el arquitecto canadiense, pero donde lo más específico de su manera de entender la arquitectura está en el interior, en un curioso "patio" cubierto con una forma de fuertes reminiscencias marinas... o vaginales. ¿No es lo mismo?
Se dice que Berlín ha desplazado a Madrid como capital de "la movida". ¡Chorradas! Al margen de la arquitectura, la movida estética berlinesa es tan cutre como la madrileña o la de cualquier otra gran ciudad europea y, por lo tanto, sería presuntuoso poner una ciudad delante de otra en ese sentido. El movimiento "okupa" languidece entre ratas; los "graffiteros" están mucho más controlados que en Madrid; los muralistas urbanos se han convertido en simples medios de la infraestructura turística con máxima expresión en los restos del muro y en las vallas que ocultan las obras. Los artistas conceptuales ofrecen los repertorios habituales, sin que destaque nada especial... acaso porque ya van demasiados años reiterando provocaciones cada vez menos provocadoras.
Las razones para visitar Berlín son otras, algunas sumamente ejemplarizantes para algunos mandarines del solar patrio: la política de gestión energética, la convivencia pacífica entre las bicicletas y los automóviles, el precio de los restaurantes, la actitud respetuosa ante el hecho cultural y los restos del pasado (aunque sean de la DDR) y, por supuesto, el repertorio arquitectónico.