jueves, 31 de enero de 2008

Von Hagens, por fin, en Madrid

El próximo sábado dia 2 de febrero se abrirá al público la exposición “Bodies... the exhibition”, en los antiguos cines Carlos III, en la plaza de Colón. Se podrán ver los ya archifamosos cadáveres plastinados del señor von Hagens, al módico precio de 17,5 €; y no hay que dormirse porque, al parecer, la cerrarán en el mes de abril.
Sepa vuecencia, querido lector, que puede argumentar razones científicas, educativas, de estricta curiosidad sociológica y hasta estéticas, para acudir a visitarla... Le avalarán los sesudos juicios de los correspondientes expertos en la materia. Y no se preocupe vuecencia tampoco porque pudiera moverle la malsana curiosidad propia del desacreditado morbo; nada de eso, todo lo contrario. Los cadáveres plastinados, además, ofrecen a quien desee incrementar sus conocimientos, magníficas posibilidades para, en su presencia, afrontar profundas reflexiones sobre el origen de la vida, sobre la esencia de la entidad humana, lo efímero de la existencia, la posibilidad de pervivir como objeto de la percepción ajena, lo que hacen algunos por ganarse la vida y adquirir notoriedad pública y otras afines o de mayor calado.


Los más indocumentados deberemos preguntarnos en qué se diferencian estos eventos de las barracas de feria de hace cien años, que mostraban a los curiosos los restos de los gabinetes de maravillas de los nobles arruinados, a la mujer barbuda o al perro con dos cabezas... Pero qué bestia... ¡Está clarísimo! Las instalaciones son infinitamente más sofisticadas, no hay riesgo de agresiones (los muertos están muertos del todo), no existe la posibilidad de engaño: se ve lo que hay, ni más ni menos... El visitante puede estar seguro de que no encontrará cuernos de unicornio ni fraudes comparables. Todo lo que verá es “verdadero”, “verdaderos” restos humanos tratados para poder emplearlos como objetos de un espectáculo absolutamente legal, porque, al parecer, todo es legal; ningún cadáver está allí en contra de su voluntad y quienes organizan el evento se someten al imperio de la ley y han pagado sus impuestos.

martes, 15 de enero de 2008

Y hablando de graffitis...

Ahora resulta que una obra de Banksy, pintada sobre los muros de Portobello Road, se ha vendido a través de Internet en 275.000 euros. Lo curioso del caso es que el dinero será para el dueño de la pared sobre la que Banksy dejó el graffiti: Luti Fagbenle, que seguramente informado de cómo evolucionaba la valoración de las obras del "misterioro creador", comprendió que le había tocado la lotería. Según las condiciones de la venta, el comprador deberá asumir los gastos y riesgos que suponga desprender la pintura...
Mucho me temo que, a partir de ahora, a los padres de los niños que acuden a colegios como el Sagrado Corazón, les interesará evitar que se traumaticen viendo graffitis y, aún más, que sepan distinguir “un Banksy” de “un no-Banksy”, por si en un momento cualquiera al conocido creador anti-sistema se le ocurriera dar una vuelta por los barrios de Madrid cuyas paredes están concebidas para ofrecer a sus habitantes un ambiente adecuado a las necesidades psicológicas de los niños...

sábado, 12 de enero de 2008

Graffitis, Ética y Estética

Los padres de los alumnos del colegio Sagrado Corazón no quieren que sus hijos reciban educación en Aluche, porque, según manifestó don Guillermo Maylín, responsable del centro de inspiración católica, los grafitis hubieran supuesto un “impacto” para los alumnos más pequeños; finalmente, los niños acudirán al el colegio Highlands, ubicado en El Soto de la Moraleja…
Así, pues, ¿debemos entender que los grafitis provocan traumas a los niños? ¿Deberemos encausar a los” graffiteros” como “maltratadores” de menores o como “terroristas estéticos”? Desde hace años, vengo manifestando mi opinión sobre los graffitis, que me parecen atentados al orden ciudadano, producidos por adolescentes y jóvenes inmaduros, sin sentido del respeto a los demás, empeñados en manifestar su narcisismo al amparo de la desidia municipal (parece ser que esta circunstancia está a punto de cambiar) y de los juicios de ciertos especialistas en arte contemporáneo, que defienden el carácter artístico de esta forma expresiva. Sin negar esa posibilidad (el graffiti pudiera ser una forma de expresión artística), también creo que esos “artistas” deberían realizar sus “obras” en las viviendas de los mencionados “especialistas”, para que dejen a los demás tranquilos, con las paredes pobres de “arte”, pero honradas y limpias, como conviene a la dignidad de las clases menesterosas.
 

Sorprende que el “responsable” de un colegio confesional, experto en educación él mismo, no encuentre un argumento más imaginativo para justificar la actitud de quienes no están dispuestos a consentir que sus hijos frecuenten un barrio de trabajadores, con una “mentira piadosa” tan inoportuna. La descalificación de los graffitis por esa vía recuerda los argumentos empleados para construir la idea del “arte degenerado”:
«Del mismo modo que hace sesenta años habría sido inconcebible un descalabro político de la magnitud del actual, no menos inconcebible hubiera sido el derrumbamiento cultural que empezó a revelarse a partir de 1900 en concepciones futuristas y cubistas. Sesenta años atrás hubiese resultado sencillamente imposible una exposición de las llamadas "expresiones dadaístas" y sus organizadores habrían ido a parar a una casa de orates, en tanto que hoy, llegan incluso a presidir instituciones artísticas.
Anomalías semejantes llegaron a observarse en Alemania casi en todos los dominios del arte y de la cultura. Daba la triste medida de nuestra decadencia interna el hecho de que no era posible permitir que la juventud visitase la mayoría de estos pseudo-centros artísticos, lo cual quedaba pública y descaradamente establecido al utilizarse la conocida placa de prevención: "Entrada prohibida para menores".
Considérese que se tienen que observar medidas de precaución precisamente en aquellos lugares que debían estar destinados sobre todo a la ilustración y educación de la juventud y no a la diversión de círculos viejos y pervertidos. ¿Qué hubiera exclamado Schiller ante tal estado de cosas y con qué indignación hubiese Goethe vuelto las espaldas?
¿Pero qué son Schiller, Goethe, o Shakespeare en comparación con esos nuevos "genios" del arte alemán actual? Figuras anticuadas y en desuso, figuras superadas, en suma. La característica de esta época, es pues, la siguiente: no se conforma con traer impurezas, sino que por añadidura vilipendia también todo lo realmente grande del pasado. Ya al terminar el siglo XIX, casi en todos los dominios del Arte, principalmente en los ramos del teatro y de la literatura, se produjeron ya muy pocas obras de importancia y se solía más bien degradar lo bueno de tiempos pasados, presentándolo como mediocre y superado»
(Hitler, Mi lucha)
Si se plantea el asunto de los graffitis en términos éticos de ese jaez, estoy dispuesto a plegar velas y cambiar mis juicios sobre tan trivial expresión estética. ¡Enriquézcanse con ellos no sólo las barriadas del extrarradio, sino también las de los distritos “nobles”! No conozco el caso de ningún niño que se haya traumatizado por contemplar una pared “decorada” con la firma de un bolonio. Pero como profesional de la educación, me atrevo a sugerir que, aplicando los criterios del señor Maylín, se evite a los niños la contemplación de cualquier imagen religiosa de fuerte sentido dramático, como el Cristo yacente adjunto… porque esas imágenes sí que tienen un desmesurado potencial traumático.
 

Y no se preocupen los padres de los alumnos de los “corazonistas” si por alguna extraña razón deben acudir al distrito de Latina; los mafiosos y los traficantes en gran escala, los especuladores, los ladrones de guante blanco y demás delincuentes abominables no viven ni en Aluche ni en los alrededores: hace años fue cerrada la cárcel de Carabanchel, que ahora sólo es un monumento absurdo pergeñado por la desidia de quienes habitan en las zonas “nobles” de Madrid, algunos, incluso, muy cerca de donde estaba el colegio Sagrado Corazón.

La “protección” de la creación cultural: La letra del Himno Nacional Español y el dinero del canon

Por fin conocemos el sentido social del canon que pagamos todos cuando compramos un disco duro para guardar nuestras fotografías o nuestras grabaciones en vídeo por esas tierras de Dios. Según mostró el pasado día 11 (11.01.08) el diario ABC, el empeño puesto en práctica por el Comité Olímpico Español y la Sociedad General de Autores y Editores, fructificó en la selección de una “letra” para el Himno Nacional Español, gracias al hercúleo esfuerzo de un comité de expertos integrado por: el director del Instituto Complutense de Ciencias Musicales, Emilio Casares (experto en música, supongo); la regatista doble campeona olímpica, Theresa Zabell (experta en regatas, supongo); el ex presidente del Tribunal Constitucional Manuel Jiménez de Parga (experto en Derecho Constitucional, supongo), Juan Pablo Fusi, catedrático de Historia Contemporánea (experto en Historia Contemporáneas, supongo); Tomás Marco, compositor y académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (experto en Música Contemporánea, supongo); Aurora Egido, catedrática de Literatura Española de la Universidad de Zaragoza y académica correspondiente de la Real Academia de Buenas Letras (experta en Literatura, supongo).
 

La letra elegida es:
¡Viva España!/ Cantemos todos juntos/ con distinta voz/ y un solo corazón. ¡Viva España!/ Desde los verdes valles/ al inmenso mar,/ un himno de hermandad. Ama la Patria/ pues sabe abrazar,/ bajo su cielo azul,/ pueblos en libertad./ Gloria a los hijos/ que a la Historia dan/ justicia y grandeza/ democracia y paz. (SIC)
¿Tantos expertos para “esto”? ¿Éste es el tipo de creación que fomentamos al abonar el canon? ¿Éste es el tipo de creación musical que sale perjudicado cuando los adolescentes hacen copias en MP3?
¿El “sentido social”…? Todos… bueno, casi todos, estamos de acuerdo en que es… Sólo se me ocurren vocablos susceptibles de ser considerados ofensivos y por lo tanto, recurriré a la elipsis: complete el lector la frase a su gusto, procurando evitar términos como “mierda”, “ñorda”, “cagarro” (creo que este aún no ha sido aceptado por la RAE), “parida naif”, “gilipollez” y afines o sinónimos.
Así se hace patria, engendrando “entes” que susciten la anuencia general, que conciten la cohesión del grupo, que refuercen los sentimientos comunes. Antes… en el lejano pasado, nos enorgullecíamos de ser españoles porque algunos de los nuestros habían escrito El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha o La Celestina, habían pintado Las Meninas o Las Señoritas de Aviñón, habían compuesto El Aprendiz de Brujo o El Concierto de Aranjuez… habían ganado el campeonato de mundo de baloncesto…
  
Ahora, en la pos-posmodernidad, gracias al canon y a otras componendas endogámicas, nos sentiremos agrupados porque casi todos (menos los que sacan partido del canon y algún otro calilo o mamacallos), pensaremos que sería mejor propugnar la anexión a Gibraltar y, de ese modo, matar dos pájaros de un tiro: acabar con la última colonia en Europa y hacernos ciudadanos británicos, porque allí, aunque les apliquen mayores cargas impositivas, los comités de expertos tienen sentido del ridículo.