Desde hace años lo tengo —lo tenía— por referencia de sentido común en asuntos educativos. Sin embargo, de un tiempo a esta parte contemplo con pesar que comienza a decir cosas, cuando menos, “extrañas”. El primer toque de atención me desbordó cuando contemplé, vía youtube, la conferencia dictada en el Museo Hostil sobre la formación de la sensibilidad. Sí, ya sé que no decía muchas cosas nuevas desde que lo premiaran por aquel ensayo dedicado al “arte actual”, pero… Pero insistir en que el arte siga siendo “lo que siempre ha sido” desprende el mismo olor que los axiomas del concilio de Trento. A ese paso, si continúa sin entender aquello de “la circunstancia” orteguiana, puede acabar haciendo méritos para que le concedan el premio Nobel, como a Vargas Llosa. Lo dijeron en contexto de la secesión vienesa: “A cada tiempo, su arte; y al arte, la libertad”( Der Zeit ihre Kunst, der Kunst ihre Freiheit). Reconozco que, cuando acabó la conferencia, me acordé de “los peces dorados”… como honrosa respuesta a tanta erudición desorientada.
Pero la culminación del cambio radical en la imagen que, hasta ahora, tenía del ilustre profesor, escritor y filósofo, ya transformado en personaje referencial de la educación española, con ocasión de la publicación del Libro Blanco sobre la educación española. Muchas son “las cosas” que me sugiere el texto, pero como a mí no me han pagado por peritar la situación, me limitaré a destacar uno de los asuntos que más han enfatizado los medios de comunicación, acaso resabiados por el tufo de essence de citoyens, que se percibe en el ambiente:“los buenos profesores deben cobrar más que los malos”. Obviamente, en una sociedad medianamente organizada y sensata, los profesionales mejor cualificados deben ser reconocidos por el conducto más obvio: los emolumentos, por decirlo de manera acorde con el prestigio social merecido. ¿Quién discutiría semejante obviedad?
Sin embargo, desde el razonamiento empleado por el profesor Marina, construido sobre la necesidad de mejorar el funcionamiento del sistema educativo, la noble iniciativa me sugiere varias dudas:
La primera: ¿qué se hará con “los profesores malos”? ¿Cree el señor Marina que un profesor es malo porque no quiere ser bueno? ¿Realmente cree el señor Marina que un profesor malo puede hacerse bueno reciclándose o presionado por los “estímulos positivos”? Mucho me temo que la muy noble idea de “premiar a los profesores buenos” derive en fórmula soterrada para reducir drásticamente el salario de los “profesores malos” hasta ponerlos a la altura del resto de “los profesionales malos”, es decir, a niveles de trabajadores chinos o de jóvenes con salarios basura. ¿No estaremos preparando el terreno para aplicar poco a poco el “contrato único” también a los docentes del sistema público?
La tercera: ¿Los profesores buenos garantizan calidad educativa o buena transmisión de “conocimientos”? ¿”Conocimientos”(doctrina) o conocimientos? Si se trata de una asignatura “tipo Matemáticas”, un buen profesor facilita la comprensión; pero si se trata de una asignatura “tipo Historia”, un “buen profesor” probablemente será un transmisor eficaz de su propia ideología…
Tal y como el propio profesor Marina, en España no existirá "problema educativo" hasta que así lo atestigüe el barómetro del CIS. Según el de octubre de 2015 y frente a lo que suelen destacar los medios, sobre todo, cuando aparecen los "informes PISA", el "problema educativo" es una preocupación muy secundaria.
En todo caso, no creo que sea buena idea afrontar el problema educativo tocando las narices al sector tradicionalmente más baqueteado; acaso la manera de no estropear más la situación pase por "forzar" en positivo el reconocimiento social del profesorado. No, señor Marina, los problemas del sistema educativo no derivan de que existan profesores malos. Sí, ya sé que los contenidos del Libro Blanco son en general, bastante razonables, pero en nuestra sociedad siempre hay que contar con los "medios", porque ellos imponen los criterios de prioridad y esa iniciativa suena a melodía deliciosa para quienes creen que sus hijos son genios incomprendidos por profesores mediocres. Y desde esa constatación, surge una reflexión más:
La cuarta. Sabiendo que la mayor parte de los problemas educativos derivan del ambiente social y familiar de los alumnos, ¿qué sentido tiene enfatizar la existencia de "malos" y "buenos" profesores? ¿No se da cuenta el profesor Marina de que con ello se alimenta los enfrentamientos entre padres y profesores, que es uno de los obstáculos más habituales en la práctica docente? ¿Debemos recuperar los principios de la LOGSE y, en especial, aquello de que no hay malos alumnos sino malos profesores?
Francamente, no creo que el problema del sistema educativo esté en los "malos profesores", porque incluso ellos tienen cualidades útiles para que los alumnos desarrollen capacidades y aptitudes muy importantes para su desarrollo e integración social: un "mal profesor" sirve para que el joven aprenda a trabajar incluso cuando no existan factores de motivación positivos. Y por desgracia, en la vida existen muchas ocasiones en las que deberemos trabajar sin los factores de motivación que deberían corresponder a la autoridad competente; por ejemplo, cuando ejercemos como profesores en ambiente hostil (y ahora no estoy pensando en el Museo del Prado).
¿Hay que premiar a los buenos profesores? Por supuesto; pero si deseamos mejorar nuestro sistema educativos, acaso sea esa la última media a tomar. A lo mejor fuera más productivo comenzar eliminando los factores socioculturales que, desde los llamados medios de comunicación, perturban el funcionamiento del sistema educativo...
¿Qué le sucede al profesor Marina? ¿Se estará preparando para ser Ministro de Educación, Cultura y Deportes? Lo comprendería si el gobierno fuera del PP-Ciudadanos, pero se me ponen los pelos como escarpias si lo fuera con el señor Sánchez respaldado por Podemos, pero... ¡Quién sabe!
Pero la culminación del cambio radical en la imagen que, hasta ahora, tenía del ilustre profesor, escritor y filósofo, ya transformado en personaje referencial de la educación española, con ocasión de la publicación del Libro Blanco sobre la educación española. Muchas son “las cosas” que me sugiere el texto, pero como a mí no me han pagado por peritar la situación, me limitaré a destacar uno de los asuntos que más han enfatizado los medios de comunicación, acaso resabiados por el tufo de essence de citoyens, que se percibe en el ambiente:“los buenos profesores deben cobrar más que los malos”. Obviamente, en una sociedad medianamente organizada y sensata, los profesionales mejor cualificados deben ser reconocidos por el conducto más obvio: los emolumentos, por decirlo de manera acorde con el prestigio social merecido. ¿Quién discutiría semejante obviedad?
Sin embargo, desde el razonamiento empleado por el profesor Marina, construido sobre la necesidad de mejorar el funcionamiento del sistema educativo, la noble iniciativa me sugiere varias dudas:
Foto tomada de ActualidadNebrija, retocada |
La segunda y especialmente importante desde el punto de vista de la “realidad sociológica española”: ¿quién determinará la línea de separación entre “profesores buenos” y “profesores malos”; tal vez, una comisión de “expertos”? El profesor Marina debería saber que, en España, las “comisiones de expertos” derivan, inevitablemente, en cenáculos de retroalimentación endogámica, por decirlo de manera suave. ¿Será el propio profesor Marina quien esté al frente del organismo decisorio en esos asuntos? ¿Se empleará una "consultoría independiente...? ¿Independiente de qué o de quién? ¿Se emplearán los criterios del propio profesor Marina? Si es así, válgame el cielo si la comisión pertinente aplica sus criterios al universo de la "sensibilización artística", según parámetros de Verdad, Bien y Belleza; los miembros de ciertas instituciones religiosas, zombies del holocausto estético veneciano, obtendrán calificaciones altísimas...
La tercera: ¿Los profesores buenos garantizan calidad educativa o buena transmisión de “conocimientos”? ¿”Conocimientos”(doctrina) o conocimientos? Si se trata de una asignatura “tipo Matemáticas”, un buen profesor facilita la comprensión; pero si se trata de una asignatura “tipo Historia”, un “buen profesor” probablemente será un transmisor eficaz de su propia ideología…
Tal y como el propio profesor Marina, en España no existirá "problema educativo" hasta que así lo atestigüe el barómetro del CIS. Según el de octubre de 2015 y frente a lo que suelen destacar los medios, sobre todo, cuando aparecen los "informes PISA", el "problema educativo" es una preocupación muy secundaria.
En todo caso, no creo que sea buena idea afrontar el problema educativo tocando las narices al sector tradicionalmente más baqueteado; acaso la manera de no estropear más la situación pase por "forzar" en positivo el reconocimiento social del profesorado. No, señor Marina, los problemas del sistema educativo no derivan de que existan profesores malos. Sí, ya sé que los contenidos del Libro Blanco son en general, bastante razonables, pero en nuestra sociedad siempre hay que contar con los "medios", porque ellos imponen los criterios de prioridad y esa iniciativa suena a melodía deliciosa para quienes creen que sus hijos son genios incomprendidos por profesores mediocres. Y desde esa constatación, surge una reflexión más:
La cuarta. Sabiendo que la mayor parte de los problemas educativos derivan del ambiente social y familiar de los alumnos, ¿qué sentido tiene enfatizar la existencia de "malos" y "buenos" profesores? ¿No se da cuenta el profesor Marina de que con ello se alimenta los enfrentamientos entre padres y profesores, que es uno de los obstáculos más habituales en la práctica docente? ¿Debemos recuperar los principios de la LOGSE y, en especial, aquello de que no hay malos alumnos sino malos profesores?
Francamente, no creo que el problema del sistema educativo esté en los "malos profesores", porque incluso ellos tienen cualidades útiles para que los alumnos desarrollen capacidades y aptitudes muy importantes para su desarrollo e integración social: un "mal profesor" sirve para que el joven aprenda a trabajar incluso cuando no existan factores de motivación positivos. Y por desgracia, en la vida existen muchas ocasiones en las que deberemos trabajar sin los factores de motivación que deberían corresponder a la autoridad competente; por ejemplo, cuando ejercemos como profesores en ambiente hostil (y ahora no estoy pensando en el Museo del Prado).
¿Hay que premiar a los buenos profesores? Por supuesto; pero si deseamos mejorar nuestro sistema educativos, acaso sea esa la última media a tomar. A lo mejor fuera más productivo comenzar eliminando los factores socioculturales que, desde los llamados medios de comunicación, perturban el funcionamiento del sistema educativo...
¿Qué le sucede al profesor Marina? ¿Se estará preparando para ser Ministro de Educación, Cultura y Deportes? Lo comprendería si el gobierno fuera del PP-Ciudadanos, pero se me ponen los pelos como escarpias si lo fuera con el señor Sánchez respaldado por Podemos, pero... ¡Quién sabe!