¿Arte visigodo (o de época visigoda) o... ?
Lo específicamente visigodo
A todo ello aún deberíamos unir que lo más específico de la cultura visigoda, perfectamente acreditado por los restos de ajuar suministrados por los enterramientos, estaba relacionado con con los procesos migratorios que se vieron obligados a asumir en paralelo a la crisis del Imperio. Un pueblo así no podía aportar prácticamente nada a una tradición consolidada durante más de 500 años, que había culminado en una sofisticación arquitectónica y constructiva que no se pudo superar hasta la Revolución Industrial.
La cripta "de la cárcel de San Vicente"
En varias ocasiones he mencionado la exagerada valoración que se hace de las aportaciones culturales de época visigoda al desarrollo de la historia hispana; asimismo, en muchas ocasiones he mencionado que durante muchos años se tenía la costumbre de convertir el apartado del arte visigodo, hispanovisigodo o "de época visigoda" (416/456- 711) en un cajón de sastre donde se situaba cualquier objeto concebido en la línea de las tradiciones grecolatinas, que acreditara alguna suerte de evolución, más o menos "degradada". Con el desarrollo de las investigaciones durante los años pasados, la situación ha cambiado algo, pero, por desgracia, aún se aprecian rezagos de aquellas voluntades interesadas en relacionarnos con una "Europa" demasiado matizada hacia el poder alemán, que acaso algunos sectores aún enfatizan por razones casi obvias: de nuevo es de buen tono enfatizar lo que nos une con la primera potencia europea...
El fenómeno mencionado se deja sentir con claridad en las zonas donde han aparecido múltiples restos con elementos de fuerte significación cristiana y en ese sentido, creo que el lugar más significante es Mérida, donde existe una colección de elementos de ornamentación arquitectónica, tradicionalmente adjudicados a época visigoda, entre las que "lo visigodo" apenas es la época en la que se sitúa su realización.
La pieza adjunta es un buen ejemplo de ello: todos los elementos que contiene son de tradición romana, pero resueltos mediante un relieve de escaso volumen realizado por manos "poco expertas" y mediante herramientas de escasa sofisticación (apenas se aprecian huellas de trépano).
Pieza del Museo Visigodo de Mérida |
Un asunto preliminar: la implantación del cristianismo
Para contextualizar las circunstancias que alumbraron la llegada de los visigodos a la Península y el empeño en relacionar con ella los objetos de ornamentación arquitectónica, es importante tener en cuenta que, coincidiendo con la difusión del cristianismo, debió existir un período de cierta actividad constructiva impuesta por la necesidad de los nuevos ritos cristianos, sobre todo, a partir del momento en que el cristianismo dejó de ser un culto incongruente con la cultura romana (313). Durante el siglo IV la normativa imperial resolverá el antagonismo entre cristianos y paganos de modo progresivo a favor de aquellos, pero con una fase de transición que durará cerca de cien años, en los que será necesario construir templos adecuados a los nuevos ritos.
Por fin, en los alrededores del año 400 se prohibirán expresamente los cultos paganos y, en consecuencia y a partir de ese momento, los viejos templos romanos se convirtieron en acopios de materiales de construcción, para ampliar las primeras iglesias o construir otras nuevas que dieran respuesta a un número creciente de fieles, entre los que seguramente habría muchos convertidos "por imperativo legal".
Teniendo en cuenta estos hechos, cuando nos encontremos antes elementos de ornamentación arquitectónica descontextualizados o reutilizados, con rasgos de conexión ("degradada") con lo hispanorromano no podemos estar seguros de que pertenecieron a iglesias construidas con posterioridad al año 400. Y aunque es tentador plantear que los restos que acrediten mayor calidad técnica, tendrán más posibilidades de haber sido realizados en la primera fase, sabiendo que la "degeneración" no es circunstancia que podamos relacionar sólo con el "factor temporal", se impone la prudencia.
Pieza del Museo Visigodo de Mérida |
Hacia la formación de un "Estado Visigodo"
Los visigodos llegaron a la península Ibérica a mediados del siglo V, precisamente, cincuenta años después de esas transformaciones, para definir el arranque de una fase de incremento en la inestabilidad política (mal documentada) que afectará irregularmente a todo el territorio: los conflictos de la primera mitad del siglo V serán muy relevantes en la mitad norte, es decir, a la zona menos romanizada. Dejando al margen el asentamiento de los suevos en el noroeste, que podría explicar la aparición "puntual" y relativamente temprana de influjos bizantinos, a partir del 456 cabe hablar de una cierta "visigotización" (por supuesto, sólo en las esferas institucionales). En el aspecto religioso (y social) la unificación no culminará hasta los tiempos de Leovigildo y Recaredo (586), más de un siglo después, cuando "oficialmente" desaparezca la "monarquía sueva" y se imponga el "reino visigodo" relativamente estabilizado. Pero no sé si se puede hablar con fundamento de un "Estado Visigodo" en el sentido pleno del término ni a partir del año 586.
Seguramente, el dato de la homogeneización bajo religión "católica" es elocuente para acotar uno de los rasgos más relevantes a efectos de repercusiones culturales de la "ocupación" de la península Ibérica: sólo los "reyes" visigodos aceptaron la religiosidad tradicional de los hispanos pudieron hacerse con el control nominal de una estructura administrativa heredada del Imperio Romano que, muy probablemente, se mantenía más o menos intacta en la vertiente mediterránea y en las zonas del sur, es decir, en los alrededores de las ciudades más importantes de la Península, precisamente gracias a la nueva fe cristiana, que, en su organización interna, se había superpuesto sobre aquella.
Sea como fuere, desde el año 456 hasta el 586, la península Ibérica vivió una fase de pendencias en los territorios institucionales, que parece poco apropiada para el "florecimiento cultural" del "Estado Visigodo"; esa es la razón por la que no se suelen adjudicar obras al impulso visigodo hasta después del referido 586, cuando al menos en apariencia, se puede hablar de un cierto "estado visigodo", al menos nominalmente.
Pero para entonces es de suponer que la crisis social y económica, consustancial al fin del Imperio Romano, se habría dejado sentir en el declive de las ciudades y en todas las actividades "industriales" y artesanales, asentadas en ellas.
En todo caso, a pesar de la unidad institucional, el siglo VII tampoco definió una época de gran estabilidad y florecimiento; al menos eso se puede deducir de que casi todos los "reyes" murieran de forma violenta y aunque se mantuvo la capital en Toledo, las zonas más pobladas y ricas —por supuesto, en el proceso decadente documentado por los testimonios literarios y los trabajos arqueológicos— se encontraban en la Baetica, en la Lusitania y en el litoral mediterráneo.
Fíbula aquiliforme del Museo de Cáceres, visigoda, siglo VI (imagen tomada de Tesoros en el Armario) |
A todo ello aún deberíamos unir que lo más específico de la cultura visigoda, perfectamente acreditado por los restos de ajuar suministrados por los enterramientos, estaba relacionado con con los procesos migratorios que se vieron obligados a asumir en paralelo a la crisis del Imperio. Un pueblo así no podía aportar prácticamente nada a una tradición consolidada durante más de 500 años, que había culminado en una sofisticación arquitectónica y constructiva que no se pudo superar hasta la Revolución Industrial.
Si además observamos la ubicación de los restos culturales específicamente visigodos que han llegado a nuestros días, muy concentrados en la meseta norte y en áreas dispersas, se comprenderá que la pregunta formulada en el título de este epígrafe sólo pueda tener una respuesta, que encaja mal con la exagerada dependencia que la actual Historia del Arte tiene de la visión institucionalista de la Historia. Por desgracia, las cosas no cambian mucho en el territorio arqueológico, donde se recurre a los cambios institucionales para definir referencias sobre las para situar "alteraciones traumáticas". Pero en todo caso, incluso aunque determinados elementos fueran realizados en "tiempos visigodos", no dejarían de ser propios de las tradiciones culturales hispanorromanas, que mantendrían vivas los artífices y constructores a quienes se verían obligados a recurrir los nuevos dignatarios. Ese es el caso, por ejemplo de los capiteles aparecidos en Recópolis, ciudad fundada por Leovigildo en el 578.
En suma, sería más propio hablar de arte o cultura de la transición del Mundo Antiguo al Medievo o, incluso, del fin de la Antigüedad; y más teniendo en cuenta las peculiaridades circunstancias de la península Ibérica, acotadas por los acontecimientos del año 711; en ese momento, sin grandes problemas y con el permiso de Henri Pirenne, no sé si podríamos situar el comienzo de la Edad Media en la península Ibérica, pero en todo caso, ese año definiría un punto de transformación muy relevante en el desarrollo cultural y, por supuesto, comercial de la vertiente más occidental del mar Mediterráneo.
Capitel de Recópolis |
Capitel de Recópolis |
Los elementos de ornamentación arquitectónica
Centrándonos en los restos de ornamentación arquitectónica, debemos tener en cuenta que los siglos V, VI y VII definen tiempos poco propensos al desarrollo de actividades relacionadas con el proceso constructivo; sin embargo, durante el siglo IV tuvo que existir una fase constructiva de cierta importancia forzada por las necesidades de un cristianismo que necesitaba contar con edificios específicamente adaptados a unas necesidades rituales que, por el incremento de los fieles y por las necesidades de ofrecer cultos públicos, ya no se podían resolver con los modestos edificios empleados hasta entonces. En consecuencia, no me parece buena estrategia relacionar con la "época visigoda" todos los restos de ornamentación arquitectónica con elementos inequívocamente cristianos y con cualidades de cierta "degradación" o evolución desde los paradigmas romanos. Es más propio relacionar los tiempos visigodos con fases de reaprovechamiento masivo de los elementos arquitectónicos procedentes de los templos paganos y tomar en consideración la hipótesis de que los mencionados elementos "degradados" o "evolucionados" (por supuesto, con elementos cristianos) fueran realizados antes, durante el siglo IV, precisamente, coincidiendo con la fase de expansión constructiva mencionada.
San Juan de Baños
San Juan de Baños, interior |
Creo que fue el profesor Yarza quien se extrañaba públicamente de la única iglesia perfectamente documentada, San Juan de Baños, no fuera sino una pequeña edificación rural ubicada en un lugar muy alejada de la ciudad donde, por razones obvias, debían haber aparecido los restos más relevantes, en la capital del "Estado Visigodo", donde debieron estar los palacios y las iglesias más importantes. Y para mayor abundamiento, con alguna excepción "anómala", la mayor parte de las edificaciones atribuidas a época visigoda son pequeñas iglesias, ermitas o edículos, localizados en el ámbito rural, con cualidades arquitectónicas que se ha intentado tipificar sin tomar en consideración un escollo muy relevante: ¿cómo tipificar una producción cultural marcada, ante todo, por los mencionados factores de inestabilidad y, sobre todo, por las circunstancias que definen el paso del Mundo Antiguo a la Edad Media. No es imaginable que en esa tesitura, marcada por la progresiva decadencia de las ciudades y lo que ello supone en pérdida de posibilidades comerciales (flujos culturales), artesanales (de especialización profesional), tecnológicas (cantidad y calidad de herramientas), etc., pudiera existir un sistema cultural bien definido y capacitado para dar continuidad a lo que había engendrado o sedimentado la cultura grecolatina.
San Juan de Baños, capitel hispanorromano reaprovechado, que supuestamente sirvió de modelo para el resto |
San Juan de Baños, capitel supuestamente derivado del anterior |
Entre las edificaciones con mayor densidad de elementos de manifiesta cualificación cultural han aparecido en las proximidades de Zamora (San Pedro de la Nave), Burgos y de Palencia, en la antigua Gallaecia... con elementos tan diversos que sorprende la pretensión de convertirlos en conjunto con cierta coherencia cultural, institucional o política. Como ya he manifestado mi juicio sobre algunas de estas iglesias, (San Fructuoso, Santa Comba, Quintanilla de la Viñas), sólo me detendré un instante en San Juan de Baños, porque, en el estado actual de los conocimientos, sigue siendo referencia documental incuestionable, gracias a la lápida que sitúa su construcción (primera edificación, renovada en los siglos posteriores) en el año 661, por iniciativa de Recesvinto.
Dejando a un lado las mencionadas modificaciones, que alteraron substancialmente la articulación espacial original, queda a nuestra disposición el interesante conjunto de elementos de ornamentación arquitectónica, aún presentes. Y dentro de ese conjunto, corresponde un lugar muy relevante a las columnas que acaso fueran realizadas expresamente para esta diminuta iglesia, que asimismo informan indirectamente, sobre las necesidades de culto que tenían las comunidades cristianas de las tierras palentinas a mediados del siglo VII.
La iglesia fue construida mezclando fórmulas "romanas" (las comillas obedecen a las múltiples matizaciones que deberían tenerse en cuenta) con procedimientos "bizantinos" (ídem). Sería de tradición romana la concepción "basilical" (asimismo matizable) y "bizantina", la fórmula estructural: columnas dotadas de basa, fuste y capitel, soportan cimacios de espesor y variable, y ornato sumario; desde ellos arrancan arcadas levemente ultrapasadas, de desarrollo longitudinal; sobre ellas se apoyarían los paramentos aligerados e iluminados mediante pequeñas ventanas y sobre ellos, la techumbre de madera a dos aguas. Como en casi todas las iglesias rurales altomedievales de la península Ibérica: combinación de la tradición cultural romana con matices que no sabría si calificar como "bizantinos" o, simplemente, como propios de la tardoantigüedad. En ese sentido es muy significativa la existencia de algunos cimacios de escaso espesor, que parece una cualidad arraigada en el norte de la Península, tal y como acredita la iglesia de Escalada, seguramente construida durante el siglo X. Esos elementos también aparecen reempleados en San Cebríán de Mazote, donde aún podemos ver dos capiteles con unos cimacios de escaso desarrollo, que más parecen ábacos prolongados, de concepción mucho más sofisticada, pero que podrían aludir a una interpretación constructiva "menos bizantina", que la documentada en el norte de África, Constantinopla o Rávena o, incluso, en Santa María de Lebeña y Santiago de Peñalba. En ese sentido, San Juan de Baños documenta una concepción estructural que oscila entre las fórmulas de Mazote (¿incluso en el uso de material reaprovechado?) y las de Santiago de Peñalba.
Parece claro que las impostas, el recercado del arco del ábside y el resto de los detalles ajenos a las columnas fueron realizados expresamente para la iglesia, dado el ajuste que ofrecen respecto de los elementos constructivos circundantes. Sin embargo, no sucede lo mismo con los capiteles, menos evolucionados que los de Recópolis, y los cimacios, que en su articulación inmediata determinan desajustes claros. Desde ellos cabe exponer algunas circunstancias relevantes:
1. La existencia de rasgos que inducen a creer que, al menos, algunos de ellos son reutilizados, dada la falta de correspondencia entre el diámetro inferior de los cestos, el diámetro superior de los fustes y entre los tamaños de los ábacos y los de las bases de los cimacios.
2. La mayor parte de los capiteles definen una variedad estructural, con detalles más o menos individualizadores, muy relacionada con ciertas variedades hispanorromanas del noroeste. Como algunos que ya he mencionado en este blog, ofrecen un tratamiento peculiar del collarino del cesto, definido mediante moldura que en éstos palentinos es muy discreta y los distancia aparecidos en Asturias o en Braga (San Fructuoso de Montelius). Por lo demás, la manera de interpretar el cuerpo superior recuerda la fórmula de los reutilizados de San Fructuoso y de gran parte de los hispanorromanos de la zona gallega, mediante cálices muy ajustados a las dobles volutas, que se distinguen de éstos por un menor desarrollo del cáliz. Algo similar sucede con los "acantos", sumamente esquemáticos, asimismo no muy alejados de lo que encontramos en Orense, Asturias y Braga. En suma, desde este punto de vista, parece clara la "sorprendente" relación entre esta iglesia con fórmulas hispanorromanas perfectamente documentadas en el noroeste peninsular.
San Juan de Baños, ídem anterior
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3. Algunos estudiosos habían interpretado que la serie de San Juan de Baños se había realizado imitando el único que tradicionalmente se consideraba de hechura romana porque cuenta con casi todos los elementos del orden y, muy especialmente, con un labio del kálatos bien definido. Sin embargo, en ese supuesto, sería difícil explicar la realización del que presenta estructura más "degradada"que, además, cuenta con rasgos de reutilización manifiestos: no existe correspondencia entre el fuste al que está unido y tampoco con el cimacio, muy pequeño para el cuadrado circunscrito a los ángulos exteriores del ábaco, que debemos imaginar, porque han sido mutilados. Concretamente, es un capitel muy evolucionado respecto de los modelos corintios convencionales, que sólo tiene una corona de hojas enlazadas mediante venas arqueadas formando círculos, conocida en otras piezas; el cuerpo superior, bien definido en forma troncocónica, contiene calículos con forma de "cono sogueado" y caulículos esquemáticos y de tamaño menguado. Destacan las hojas alargadas con digitaciones en peine, que definen las esquinas del ábaco, de brazos bastante articulados.
San Juan de Baños, capitel más evolucionado de la serie |
En definitiva: el más evolucionado, el que se distancia del resto porque no posee collarino y por ofrecer una estructura ornamental más "degenerada", más cercana a los muy evolucionados de Recópolis, es decir, el que respondería a los paradigmas desde lo que clasificamos la ornamentación arquitectónica de "época visigoda", es el que ofrece mayor seguridad en el sentido de su reutilización...
Para explicar esta aparente paradoja sólo se me ocurre una posibilidad, que sintoniza bien con las tesis expuestas en las líneas anteriores y en otros comentarios de este blog: que todos los capiteles de San Juan de Baños sean reutilizados. Ello proporciona más elementos para situar también en esta parte de la península Ibérica en fase relativamente "antigua", probablemente entre los siglos II y IV, elementos ornamentales con cierto grado de "evolución". ¿Cuándo se realizaron los capiteles de San Juan de Baños? Lo más ortodoxo sería situar el menos evolucionado hacia el siglo IV (así lo juzgó M.A.G. Behemerid), y los demás algo después, es decir, hacia el siglo V, pero como en este caso no existe ningún elemento de indicación cristiana, no deberíamos descartar la posibilidad de que todos ellos fueran, en realidad, anteriores... A mi juicio, el detalle que más orienta el momento de la realización del conjunto (salvo el menos evolucionado) es que parecen concebidos para soportar cimacio y ello hace pensar en momentos de cierto influjo oriental... A ello volveremos en otro momento.
En todo caso, desde lo expuesto hasta aquí deberíamos concluir que en la época visigoda, incluso para una pequeña iglesia de promoción real, se recurría al material de acarreo... tal vez, porque era la manera más práctica para conseguir buenos resultados ornamentales, sobre todo, si como producto de la crisis cultural, se habían perdido la posibilidad de contar con mano de obra especializada y bien dotada de herramientas.
Está concebido para ofrecerla al público conjuntamente con un espectáculo audiovisual, que no sé si es apropiado... Según la página del Ayuntamiento:
"Por encima de la vía se encontró un edificio de planta cruciforme, datado en época visigoda. Posteriormente se descubrió que se trataba de una capilla funeraria construida para alojar los restos de algún prelado, la cual formaría parte del conjunto episcopal, probablemente como un anejo de la catedral. Su estado de conservación era excelente e incluso uno de los lados del crucero conservaba la cubierta.
El espacio interior de la capilla se hallaba dividido en diferentes estancias mediante tabiques. A lo largo del proceso de excavación se llegó a la conclusión de que éstos se habían construido en época islámica para transformar el edificio en baños palatinos. A principios del siglo XI se amortizó está fase, arrojando tierra y escombros dentro de la construcción. En los niveles de amortización se encontró una ingente cantidad de cerámicas decoradas y sin decorar, así como dos espléndidos jarros de bronce, un huevo de avestruz decorado, y un dínar fechado en el 1007-1008."
El primer dato desconcertante es el nombre que se ha dado a la cripta: "cripta de la cárcel de San Vicente". Quienes la han estudiado y ofrecen las explicaciones de divulgación oportuna, indican que es muy aventurado suponer que el lugar pudiera coincidir con la cárcel donde supuestamente torturaron a San Vicente mártir... Pero mantienen el nombre, seguramente para inclinar la experiencia cultural hacia los aspectos religiosos. Me pregunto si quienes han estudiado el yacimiento no habrán estado condicionados, de algún modo, por circunstancias afines...
Teniendo en cuenta las alteraciones del yacimiento, es difícil aceptar ciegamente la cronología "de época visigoda", para un conjunto excepcional de relieves que amplían considerablemetne el universo de las fórmulas ornamentales de esos años. De lo que hay a lo que nos cuentan los discursos divulgativos, desconciertan varios detalles. El primero, la carencia de los elementos de clara indicación cristiana que se podría esperar en "la tumba de un prelado cristiano". Pero tampoco existen los elementos habituales en los restos funerarios de época imperial: tan sólo roleos y composiciones geométricas, que en sus propias cualidades, podrían ampliar considerablemente el momento de realización, incluso, hasta los momentos en que se recuperó el repertorio grecolatino bajo el control cordobés.
Desde lo que es posible contemplar con cierta comodidad, debido a una instalación excesivamente protectora, destaca un detalle que ayudará a entender al lector las razones de un salto tan largo como el que existe entre Palencia y Valencia: en las barroteras fueron tallados pequeños capiteles de tradición corintia con las hojas unidas mediante venas que delimitan circunferencia comparables a las del capitel "más evolucionado" de San Juan de Baños. Pero para los amantes de los paralelismo formales, debo hacer notar que, según mi juicio, este paralelismo es cuestión puramente accidental: apenas nos informa de que en casi toda la península Ibérica arraigó un amplio repertorio formal derivado directamente del universo romano; no creo que se pueda establecer una relación directa entre el modo de resolver la primera corona de hojas de un capitel encontrado cerca de Palencia y una pilastra ornamental de Valencia. ¡Obviamente!
Desde esas consideraciones y las mencionadas en relación a San Juan de Baños, los restos del mausoleo de un importante prelado (fechado en el siglo VI), en tiempos de gran inestabilidad política, resultan, cuando menos, desconcertantes, pero en todo caso, definen un posible nexo de unión entre las fórmulas ornamentales tardorromanas y cristianas, en este caso, declinado hacia lo más específicamente romano. Sin contar con demasiados datos, me entra la sospecha de si no estaremos ante una obra muy anterior a la fecha generalmente admitida...
A lo mejor, para resolver el problema terminológico indicado al comienzo de esta entrada, procedía hablar de "arte tardorromano", sin mayores precisiones institucionales. Piezas como las suministradas por las excavaciones de las proximidades de la actual catedral de Valencia, quedarían infinitamente mejor acotadas desde las posibilidades significantes y las capacidades sugerentes de las palabras, porque lo que hoy nos enseñan en la supuesta "cripta de la cárcel de San Vicente" es, más que cualquier milonga piadosa, un testimonio de la pervivencia de la cultura romana en el Levante...