miércoles, 25 de abril de 2018

Blurred Lines. Inside the art world 2017



Los capiteles de Recópolis.

Hace tiempo me lamentaba de cómo se ofrecía al visitante el yacimiento arqueológico de Recópolis. Han pasado los años y aunque, desde entonces, han continuado los trabajos arqueológicos, el despoblado padece un proceso de degradación difícil de entender, desde los principios más elementales del interés social y, por supuesto, divulgativo. Pero así ha de ser mientras no exista conciencia social sobre la importancia de la memoria histórica: seguiremos padeciendo la idiocia de quienes desconocen la propia identidad. En consecuencia, para cualquier político avispado o cazurro, de "izquierdas" o de derechas, no tiene el menor interés emplear un duro en asuntos tan lejanos.
En estos días el yacimiento presenta un estado lamentable y no sólo por la erosión "natural" que se suele manifestar en todos ellos cuando no media un mantenimiento de cierta entidad: cada vez es más difícil distinguir las zonas antiguas de las "reconstrucciones", se han perdido unas cuantas cartelas y no se aprecian iniciativas que pongan en valor las áreas más relevantes.
Por fortuna y casi milagrosamente, el Ayuntamiento de Zorita de los Canes se hace cargo de mantener las visitas guiadas, que proporcionan algunos euros a los hosteleros locales...

Recópolis es un enclave fundado por Leovigildo hacia el año 578, cuando aún no se había consolidado el poder "aparente" (institucional) de la monarquía visigoda sobre toda la península Ibérica. El reino suevo aún existió nominalmente siete años más, pero el proceso de unificación institucional, condicionado también por la presencia de los bizantinos en la zona levantina, prácticamente estaba resuelto. Sobre esa situación, se ha enfatizado mucho la relación de la corte visigoda con los bizantinos asentados en Levante... Desde las tesis asumidas en este blog, conviene enfatizar las consecuencias culturales que pudo tener la intensa relación entre visigodos y suevos durante esos años: desde ellas se "entendería" perfectamente el peso de un factor bizantino de otra fuente... En todo caso, desde el punto de vista sumido en este blog, es especialmente interesante que, por sus circunstancias históricas, Recópolis sea un nicho arqueológico perfectamente acotado gracias a su breve existencia temporal, condicionada por los aportes visigodo e islámico
Con perspectiva global, es destacable la pobreza relativa del yacimiento, al menos, en lo que se refiere a estos que pudiéramos considerar "artísticos". Desde la magnificación del reino visigodo, ofrecida por la historiografía tradicional, se ha "explicado" esa "pobreza" por el expolio sistemático que sufrió la "ciudad" durante los tiempos medievales, tanto por la acción de los alarifes musulmanes como por la de quienes, en tiempos posteriores, continuaron empleándolo como almacén de materia prima. Ante esa "explicación" debemos recordar que ese fue el caso de otros muchos yacimientos y, sin embargo, en los alrededores de ellos permanece con claridad la huella de lo que fueron...


Suponiendo que los condicionantes de tiempos pretéritos pasaron a la historia y desde lo aparecido en Recópolis y sus alrededores, cuesta entender algunos comentarios recogidos, por ejemplo, en el aula de interpretación:

"Los elementos escultóricos hallados muestran una alta especialización en la talla decorativa de la piedra. Capiteles, fustes, basas, canceles, cimacios, cruces caladas, fragmentos de sarcófago con representaciones geométricas, vegetales y figurativas, tanto humanas como animales, documentan una tradición escultórica procedente del mundo romano tardío y de las innovaciones artísticas del Mediterráneo oriental"

¿Alta especialización en la talla de la piedra? Es divertido que ilustren estas palabras, acaso benevolentes en exceso, con la imagen de un "escultor" trabajando sobre un capitel, en actitud, cuando menos, difícil de comprender si sabemos cómo se tallaban estas piezas. Pero lo más curioso es que la ilustración nos presenta un capitel con el ábaco redondeado, es decir, con los ángulos exteriores perdidos, tal y como suelen llegar a nuestros días muchos de ellos, dada la fragilidad de esas zonas. Es de suponer  que los artífices colocaran en los edificios de esos tiempos capiteles completos... por supuesto, si los tallaban al efecto. No quiero ni imaginar que la ilustración represente el momento en que un artífice está "ajustando" un capitel obtenido en cualquier otro lugar más o menos próximo como Ercávica o Valeria...

Capitel GZR01
El capitel GZR01, que ha perdido parte de su volumen, es de concepción tosca y presenta una estructura que nos hace pensar en fórmulas mencionadas muchas veces en este blog, sin duda, derivadas de modelos bizantinos, a su vez, deudores del corintio asiático: aún se aprecian los tallos curvados que sustituyen a las volutas tradicionales. Las dos coronas de hojas, con los ojales perfectamente definidos, hacen pensar en las modalidades de la diócesis de Astorga.
La diferencia de calidad en la talla entre los de Recópolis y los de Escalada o Peñalba implica un curioso problema que pone de manifiesto hasta qué punto se han "inflado" las cualidades del "arte visigodo" o "de época visigoda": ¿cómo entender que los capiteles de las pequeñas iglesias marginales de la antigua diócesis de Astorga tengan mayor calidad que los destinados a embellecer una ciudad concebida como residencia "real"?

Capitel GZR02
Desde lo que puede percibir el visitante (me hubiera gustado contemplar la superficie del ábaco), el GZR02 manifiesta una concepción estructural y decorativa más cercana a fórmulas documentadas al sur y suroeste, entre Córdoba, Mérida y el sur de Portugal, que también se manifiestan en la carencia de collarino del GZR01. En la imagen inferior se puede ver uno del Parador de Mérida, que podría tomarse como referencia, aunque en éste prácticamente están todos los elementos del orden, incluyendo el conjunto axial, como es común en los ejemplares más antiguos.

Capitel del Parador de Mérida, MPT09
La convivencia de los influjos bizantinos claros junto con otros autóctonos ilustraría lo que parece ser una circunstancia relevante de la cultura material de aquellos años: su dependencia de ambos focos, sin aportación cultural relevante del acervo específicamente visigodo. Nada nuevo bajo el sol, aunque en este caso, es oportuno dejar al margen la contundencia de otras ocasiones, porque aquí sería impropio no emplear el término "visigodo".
No obstante, de nuevo, me place recordar las reflexiones que, hace muchos años, hiciera Joaquín Yarza para expresar su "desconcierto" ante la escasa relevancia de los restos asociados a las instituciones estrictamente visigodas: ni Toledo ni San Juan de Baños ni Recópolis proporcionan restos que permitan hablar de unas instituciones capacitadas para ofrecer una imagen pública de cierto poder, de cierta solvencia material, tal y como éste se entendía cuando no existían otros medios de comunicación que la fuerza militar, la retórica monetaria y de las edificaciones de uso público...
En otro orden de cosas, merece un breve comentario la posibilidad de que, tal y como pudiera sugerir la "reconstrucción" del aula de interpretación, estos dos capiteles pudieran haber sido reutilizados y que, en realidad, fueran concebidos para edificios cuya existencia ignoramos. Pero en este caso, las cualidades del GZR01 determinan una relación muy estrecha con las fórmulas bizantinas del noroeste, que disuelve esa posibilidad. Y en ese sentido, aún cabría llegar más lejos, porque si estos capiteles fueron realizados en los alrededores del año 578, a la vista de la relación entre unos y otros, tendríamos un argumento muy sólido más para situar las series de Astorga en pleno siglo VI.
En todo caso, parece clara la relación entre los artífices que trabajaron en Recópilis y los que lo hicieron a 500 Km al noroeste, con una palpable pérdida de calidad, seguramente justificada por la diferente entidad de los promotores de ambas iniciativas constructivas y por las diferentes circunstancias socioeconómicas asociadas a sus respectivos universos. Se diría que la corte de Leovigildo carecía de recursos para mantener artífices como los que trabajaron en la Diócesis de Braga y sus alrededores o en las grandes ciudades del sur.

Acotaciones sobre el monasterio de Monsalud

Poco queda de uno de los monasterios cistercienses más relevantes de los tiempos medievales. Y lo poco que resta no parece recavar demasiado respeto ni de las autoridades políticas, que lo sometieron a un cambalache esperpéntico, ni de quienes se encargaron de su consolidación y ¿restauración? para sacarlo de la "lista roja". Pocos edificios históricos habrán padecido mayor desatino en asuntos de consideración histórico-artística. Dice el manual del buen restaurador que toda acción "moderna" debe procurar que el observador no confunda lo original con lo reconstruido. En este caso, esa diferencia está demasiado clara, exageradamente nítida, insultantemente diáfana. Ignoro lo que pretendía quien firmó el proyecto, pero está claro lo conseguido: uno de los proyectos más aberrantes de restauración arquitectónica que conozco, buen ejemplo para desvirtuar el viejo juicio de que la arquitectura medieval era "arte de bárbaros" o para refutar la idea de que el barbarismo finalizó con la divulgación de las obras de Erasmo de Rotterdam...
Enfatizar esa diferencia no es incompatible con, cuando menos, recuperar "la esencialidad espacial" de la construcción original que, como es frecuente en edificios de este tipo, suelen haber padecido alteraciones de naturaleza diversa y no siempre afortunadas desde el punto de vista arquitectónico. De todas formas, juzgue el lector a partir de la imagen adjunta, que registra la peculiar manera de interpretar la "idea" de un capitel en contexto arquitectónico cisterciense. Desde soluciones como ésta se comprende que sean numerosos quienes traducen mal aquello de la "Brutalist architecture"... Y es que emplear con tino el hormigón visto requiere tanta maestría arquitectónica como en cine, manejar los grandes angulares.
Entiendo que el monasterio de Monsalud clama una intervención radical, que suprima errores del pasado y lo convierta en un lugar donde se nos muestre cómo la Historia se materializa entre piedras, cales y ladrillos... Aunque, bien mirado, a lo mejor no es mala idea conservarlo en su estado inicial para dejar constancia de lo que no se debe hacer en el complejo universo de la restauración arquitectónica.


En otro orden de cosas, me gustaría destacar que en el interior de este edificio, documentado a partir de la segunda mitad del siglo XII, existe una hornacina mudéjar que, hace años, fue analizada con cierto detalle por Basilio Pavón Maldonado, y cuyas cualidades merecen un breve comentario. Obviada la naturaleza mudéjar de los rosetones y las arquerías laterales, destacan los cuatro capitelillos que conforman una estructura arquitectónica en miniatura, que hace pensar en modelos grecolatinos reiterados en época califal. Sin embargo es curioso que para concretar esa variedad ornamental, el tallista no recurriera a fórmulas específicamente islámicas o, mejor dicho, califales o "tardocalifales" (por decirlo de algún modo sin meterme en camisa de once varas), como suele ser común entre lo que ha llegado a nuestros días.


Desde ese detalle es tentador deducir la posibilidad de que este elemento fuera realizado a partir de un objeto de filiación tardoantigua, bien imitándolo o bien retallándolo; eso es lo que, a mi juicio, implica la naturaleza de los capitelillos angulares, tan próximos a los empleados en la ornamentación arquitectónica de los sarcófagos llamados "paleocristianos"y, por supuesto, a fórmulas de tiempos bizantinos recogidas en este blog (Narbona). Es interesante advertir la diferente manera de interpretar los capiteles, según la posición: los exteriores son netamente bizantinos (cuatro hojas angulares palmiformes y volutas en V)  mientras que los interiores parecen aludir a fórmulas más evolucionadas (misma estructura pero con hojas lisas). A destacar la peculiar manera de interpretar el conjunto axial, enfatizando el elementos que "sostiene" la cartela del ábaco y que tanto desarrollo tiene en los capiteles bizantinos.
En todo caso, estas circunstancias no deberían sorprendernos demasiado en un contexto cultural mudéjar porque, al menos desde tiempos califales, es lugar común que los artífices musulmanes repitan o reinterpreten las fórmulas más comunes del repertorio ornamental grecolatino. Y a propósito de este caso concreto, debemos tomar en consideración que en Córdoba (mezquita mayor y otros lugares) y Sevilla han aparecido unos cuantos capiteles de esa modalidad, seguramente realizados en los alrededores del año 500. Los de Sevilla, repartidos entre la Giralda y el Alcázar, muy probablemente serían trasladas tras el expolio de las ciudades palatinas cordobesas.






Sea como fuere, este detalle ornamental, que acaso requiera un estudio más detallado, al menos para contrastar si existe reutilización de algunos elementos, estaría informando de fenómenos culturales que, a pesar de los prejuicios arraigados durante el tercer cuarto del siglo pasado, no deberían extrañarnos demasiado...

CORC07 Córdoba