Está en el antiguo palacio Arzobispal, hoy sede del Ayuntamiento y, según dicen sus propios gestores, es uno de los más importantes de la zona tras los de Dijon y Lyon. Se articula en dos espacios de carácter desigual: las salas del mencionado antiguo palacio y el lapidario dispuesto en las naves de la iglesia de Notre-Dame-de-la-Mourguié, desacralizada y reconvertida en peculiar almacén de restos arqueológicos.
La instalación museística del palacio, que clama por una remodelación urgente, está concebida con una finalidad tan educativa y tan especializada que espanta. Acaso por ello, los escasos visitantes intrépidos pasan por sus salas a velocidad de marcha olímpica. No obstante, contiene algunas piezas de relevancia excepcional, desde el punto de vista que rige en los comentarios de este blog. Entre ellas destacan las estelas funerarias de época romana con rosáceas de acantos de talla de escasa carnosidad, con fórmulas relativamente cercanas a las hispanas de época tardía. Si encontráramos una lápida como la de la imagen adjunta fragmentada y sin inscripción, sería complejo resolver la disyuntiva definida entre los tiempos de Augusto y el siglo III. La existencia de estas piezas pone de nuevo sobre la mesa la dificultad de clasificar piezas de "apariencia" evolucionada, porque los talleres "provinciales" empleaban fórmulas de ese tipo desde muy pronto.
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Estela anónima de principios del siglo I |
En otro orden de cosas, también destaca un relicario de mármol, que según la cartela del propio museo, fue realizado durante el siglo V. Reproduce un templete ornado con elementos arquitectónicos muy significativos, tanto en positivo como en negativo. Es muy interesante la configuración de los capitelillos, según fórmula relativamente frecuente en todo el ámbito mediterráneo durante la tardoantigüedad, que soportan dinteles de ornato sencillo, sin intermediación de los cimacios que, muy probablemente, se emplearían en un contexto arquitectónico de gran influencia bizantina.
También es relevante la venera de la parte interior de la semicúpula, que ilustra magníficamente el proceso evolutivo del que parten elementos tan significados como los nichos de mihrab de las primeras mezquitas. En todo caso, no creo que se pueda hablar de "influencia bizantina" alegremente. Me pareció muy sagaz el comentario que figura en la cartela del museo: (pieza) "impregnada de influencias bizantinas"
(petit monument taillé dans un bloc mnolithe impregné d'influences byzantines"). Esas influencias se aprecian con particular claridad en la emulación de los capiteles, con acantos que recuerdan las fórmulas empleadas en nuestras variedades "mozárabes" y, muy especialmente, los modelos de Mazote, Lebeña y Peñalba. Da la sensación de que imitan fórmulas bien documentadas durante el siglo V; no obstante, es importante tener en cuenta que estas representaciones "a escala" no tienen por qué repetir fielmente los modelos originales. En todo caso, el modelo estructural con volutas angulares en V (corintios o corintizantes), el tipo de acanto e, incluso, la existencia de collarino, junto con ábacos de brazos rectos pero de cierta penetración, nos ponen en relación con algunos de los modelos más difundidos durante el siglo V y, por supuesto, también con la modalidad documentada en Wamba, en Toledo, también en Roma y, por supuesto, en la cisterna de Estambul.
La pieza ilustra perfectamente las circunstancias culturales que acompañaron la difusión del cristianismo también en esta parte del mundo mediterráneo; ellas servirán para acotar fenómenos apreciables en otras piezas (Toulouse, Nimes, etc.) aparecidas no muy lejos de Narbona y comentadas en otras entradas.
Desde mis intereses personales, el lugar más sobresaliente de Narbona es el mencionado Lapidario, colocado en una antigua iglesia desacralizada; contiene restos procedentes, en su inmensa mayoría de la antigua muralla de Narbona, desmanteladas en tiempos de Napoleón III. Al parecer, en la instalación actual está concebido para ofrecer espectáculos multimedia. Por fortuna, cuando lo visitamos, pudimos pasearlo sin otros condicionantes que la acumulación de arena sobre el suelo y sobre las piezas... Seguramente, su actual situación habrá escandalizado a cualquiera que tenga unos conocimientos mínimos sobre "técnica museística"... Pero más allá de las sugerencias del ICOM y de las prácticas consagradas por los museos más influyentes del mundo, en las actuales circunstancias de precariedad financiera, aparecen dilemas dramáticos: los gestores han debido elegir entre no permitir el acceso al público o permitirlo y asumir críticas bien fundamentadas.
Contando con el escaso número de visitantes que suelen tener los museos arqueológicos y con el carácter de quienes entramos en ellos, parece absurdo que sus directores se esfuercen en ofrecer un aspecto políticamente correcto a costa de limitar radicalmente el número de obras expuestas. En España, por ejemplo, son numerosos los museos que durante los últimos años han asumido transformaciones en sus estructuras e infraestructuras que han limitado drásticamente el número de piezas expuestas. En teoría, ello no debería ser un inconveniente para poder acceder a los fondos almacenados en lugares no abiertos al público, pero en la práctica esa "obligación social" (los museos deben facilitar el estudio y la investigación) se traduce en un itinerario penoso difícil de recorrer. Como llevo muchos años en estos asunto, puedo ofrecer muchas anécdotas y experiencias especialmente alucinantes; la normalidad es excepcional. No hace mucho tiempo, en un importante museo español (importante por la cantidad de piezas, a mi juicio, mal catalogadas) tardaron más de tres meses en responder a un correo electrónico redactado para solicitar permiso de acceso a los almacenes. Y cuando lo hicieron todo fueron dificultades: al parecer los empleados de los museos tienen exceso de trabajo… Huelga decir que, ante esas limitaciones, seguramente ficticias, que informaban sobre la peculiar actitud profesional de quien me escribió, preferí abandonar la idea; al fin y al cabo a mí voluntad es "estrictamente diletante".
En España son escasos los museos que ofrecen “lapidarios” de acceso libre al público. Sólo conozco el del Museo de Ávila, aunque me consta que existe algún otro que acaso fuera concebido con esa posibilidad (Museo de Zamora), pero en la actualidad, para visitar el almacén ubicado en la iglesia de Santa Lucía, anexa al edificio diseñado por Tuñón, es preciso concertar cita porque no está abierto al público.
Desde estas circunstancias generales, teniendo en cuenta la precariedad de casi todos los museos arqueológicos que conozco, no puedo sino aplaudir fervorosamente la existencia del lapidario de Narbona, porque gracias a ello me ha sido posible conocer la existencia de un conjunto de piezas entre las que hay varias de relevancia excepcional, para "rellenar" algunos importantísimos huecos de mi particular puzle "capitelista"...
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MANARB01 |
Existen varios capiteles de pilastra seguramente realizados en el "pleno Imperio Romano", que dejaré al margen de momento por no hacer demasiado extensa esta entrada. Al margen de ellos hay (MANAR01) uno con buen estado de conservación, si exceptuamos las habituales mutilaciones de los extremos angulares de las volutas, cuyas cualidades nos permiten situarle en tiempos del emperador Trajano. Es destacable el tipo de acanto, con ojales muy alargados, el manetenimiento de todos los elementos del orden y el ornato de los frentes del ábaco según fórmula común en el sur de Francia, tal y como acreditan los capiteles de Nimes.
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MANAR02 |
Uno de los capiteles más interesantes (MANAR02) ofrece un tipo de talla biselada, que hace pensar en modalidades evolucionadas; si hubiera aparecido en la península Ibérica, algunos especialistas no dudarían en situar su realización en el siglo X, en el ámbito de la cultura “mozárabe”. Sin embargo, contando incluso con los restos aparecidos en la zona de Albi, su aparición en Narbona obliga a tomar en consideración otras opciones y, muy especialmente, la ya expuesta en este blog para el conjunto de los capiteles documentados en las tierras de la antigua diócesis de Astorga. Como ellos, acredita fuerte dependencia de las fórmulas romanas, aunque en él también son sensibles los rasgos de evolución en la casi desaparición de la corona superior de hojas, apenas acreditada por una hojillas situadas bajo las volutas interiores y desplazada por el gran desarrollo del cáliz. que envuelve las volutas con remate helicoidal. Son especialmente significativos los motivos empleados para decorar las cartelas del ábaco mediante palmetas invertidas similares a las de las series de Escalada. Asimismo, las formas de las hojas, de fuerte impronta oriental (palacio de Diocleciano de Split) también guardan estrecha relación con dichos modelos; sin embargo, se separa de ellas por una concepción estructural diferente y por carecer de uno de los rasgos más frecuentes en la serie leonesa: el collarino sogueado.
Es indicativa la configuración del cuerpo superior, donde ha desaparecido toda referencia al cesto, desplazado por la valoración del hueco, especialmente enfatizado por el realce de las volutas, con remate helicoidal de cierto volumen y muy reforzadas por la valoración del hueco; esta circunstancia entra en conflicto con la función estructural del capitel, puesto que disminuye radicalmente la sección resistencia del conjunto, pero encajaría perfectamente con las fórmulas bizantinas que encontramos en las iglesias de Rávena, donde los capiteles conectan con cimacios troncopiramidales de escasa anchura que concentran la carga sobre la sección cilíndrica que, dentro del capitel, proporciona continuidad al fuste. Dicho de otro modo: el capitel parece estar concebido para una edificación de rasgos comparables a las basílicas ravenáticas.
No conozco paralelos exactos a este capitel, pero sus relaciones con las series de la diócesis de Astorga y, muy especialmente, con alguno de Hornija y con las series de Escalada, nos permite situarlo en un momento cultural relacionado con la llegada a Occidente de los influjos orientales masivos, entre los siglos IV y V.
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MANAR03 |
Es sumamente destacable la existencia de piezas derivadas del orden compuesto, que acaso estén indicando una circunstancia regional arraigada hasta la zona catalana de la península Ibérica. Casi todos los capiteles de ese tipo ofrecen un cuerpo inferior (cesto) de cierto desarrollo, con una o dos coronas de hojas, por lo general, muy dependientes de las fórmulas ornamentales del Imperio y un cuerpo superior de escaso desarrollo que, en ocasiones, impone dudas sobre su morfología estructural. De hecho, algunas piezas, entre ellas una del lapidario (MANAR03), parece tener concepción híbrida, entre las formas evolucionadas del orden corintio (o corintizantes liriformes) y las tradiciones del orden compuesto. Si aceptáramos una evolución lineal de las formas ornamentales, la de la imagen superior acaso fuera la más antigua de la serie, dado el carácter de los acantos, aún dependientes de modalidades del Pleno Imperio. El cuerpo superior, minusvalorado, parece desarrollo de la tradición del orden corintio, con ornato de banda sogueada entre molduras lisas. Es curiosa la existencia de volutas vegetales angulares, que nos hacen pensar en las variedades corintizantes. Desde un punto de vista más escéptico con la evolución lineal de la ornamentación arquitectónica, es difícil definir la secuencia donde situar la realización de la serie: el siglo IV sería un buen momento para situarlo.
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MANAR04 |
Este ejemplar (MANAR04), estructuralmente parecido a uno de San Pablo del Campo (Barcelona), participa del proceso de fusión citado y en él destacan las cuatro hojas angulares de foliolos biselados y alargados, que abren la posibilidad de que fuera realizado en un momento relativamente temprano. También es significativa la fórmula empleada para materializar las volutas, dando continuidad a un sector del ábaco, que nos obliga a pensar en fórmulas evolucionadas pero no muy alejadas de los prototipos romanos. Teniendo en cuenta lo enunciado muchas veces sobre estas fórmulas evolucionadas, entiendo que los alrededores del año 300 marcarían el eje de una horquilla de atribución que el estudioso puede ampliar a su voluntad.
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MANAR05 |
Este capitel (MANAR05), de concepción tosca, posee una estructura menos evolucionada que el anterior: las volutas nacen por debajo de las cartelas del ábaco. En contrapartida, los motivos ornamentales son sumarios: incisiones paraleles definen las nervaduras centrales de las hojas del cesto y el mismo procedimiento sirve para definir los "florornes" del ábaco y los espacios del cesto comprendidos entre las hojas. La planta del ábaco define un modelo de brazos irregulares pero netamente cóncavos, egún fórmula tradicional. En Ostia aparecieron varios de concepción similar (Pensabene 527 y ss) que en nos orientan para su clasificación también durante el siglo IV.
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MANAR06 |
Hay otro capitel (MANAR06) perteneciente al grupo de los "compuestos evolucionados" de estructura comparable a los tres anteriores con ornato mediante una talla de escaso relieve. La estructura del bloque, perfectamente definida, nos sitúa, de nuevo, en los alrededores del siglo IV
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MANAR07 |
En el lapidario hay otro pequeño capitel de estructura peculiar (MANAR07), distinta a la de los anteriores, que, si hubiera aparecido en la península Ibérica, alguien habría relacionado con los influjos del califato cordobés; esa podría parecer la naturaleza de las anulaciones que nos hacen pensar en fórmulas evolucionadas derivadas de al-Zahara. La localización al sur de Francia hacer poco probable esa hipótesis y más plausible que nos encontremos ante una fórmula local de las variedades relativamente evolucionadas del Bajo Imperio. La estructura de este capitel podría entenderse como una fórmula híbrida entre las tradiciones del orden corintio y las del orden compuesto, de concepción sumamente original. También aquí se aprecia el influjo de los modelos orientales posteriores al siglo III, pero detalles como el borde del khalatos, perfectamente marcado y la fuerte articulación del ábaco nos obligan a situarlo en época temprana, seguramente, en los alrededores del año 300.
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MANAR08 |
Otro capitel (MANAR08) interesante desde su singularidad es uno definido mediante cuatro grandes hojas angulares cuyos extremos se enrollan hasta definir una voluta helicoidal bien definida. Aún conserva florones; la estructura del ábaco, bien definido, presenta gran concavidad y el modelo de los acantos refleja graninfluencia de las fórmulas orientalizantes de los siglos III y IV. Aunque sería difícil adjudicarle una tipología concreta, la fórmula de las cuatro hojas angulares es común en la Bética, es tentador situar su realización también en los alrededores del año 300.
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MANAR09 |
Para finalizar esta aproximación al lapidario, merece ser destacado un capitel de pilastra (MANAR09), con cabezas humanas en el lugar habitualmente ocupado por los florones del ábaco, y estructura anómala. A. G. Behemerid clasificaba capiteles similares como "capiteles mixtos"; a mi juicio, sería más oportuno situar este capitel dentro del muy amplio terreno de las fórmulas corintizantes. Más allá de los precedentes griegos, el uso de figuras animadas en capiteles es frecuente, al menos, desde los tiempos de Augusto, con un momento de apogeo que tal vez pudiéramos situar en el siglo III; emplearlas en lugar de los florones del ábaco tamposo es extraño. Se conocen unas cuantas piezas aparecidas en Roma y atribuibles al Pleno Imperio. En Volubilis también aparecen "máscaras" de entidad comparable dentro de un repertorios sorprendente de variedades corintias, entre las que aparece algún capitel de estructura "mixta" (corintizantes) con "acantos" de apariencia muy evolucionada. TAsimismo existe un corintizante atribuido al siglo II en el Museo Arqueológico de Córdoba; en Ostia aparecieron dos capitelillos con máscaras teatrales, atribuidos al siglo III... El de Narbona se da cierto aire a dos de pilastra del museo de Barcelona con collarino tosco, hojas evolucionadas y ornato tapizante que Behemerid situaba en el siglo IV (Behemerid, 1992, nºs 790 y 791). Éste podría ser algo anterior a juzgar por la configuración de los acantos, de impronta "asiática" temprana; sin embargo, tampoco sería descabellado pensar en el siglo IV.