El Arqueológico de Jerez es uno de los pocos museos andaluces de la mencionada entidad que ofrece una secuencia paralela a lo que fue el proceso histórico vivido por el sur de la Península. Aunque parezca sorprendente, es difícil encontrar en Andalucía museos arqueológicos que sean enteramente consecuentes con el juego de superposiciones institucionales y culturales que caracterizan a esa "región", si se me permite emplear palabra tan desnaturalizada. No faltan instituciones museísticas que o bien minimizan la época islámica o incluso la borran del mapa de las aportaciones culturales. En alguna ocasión he mencionado casos particularmente señeros; a ellos podríamos añadir el de cierto museo municipal próximo a la capital, que ofrece una imagen de la Edad Media local particularmente forzada: si leemos sus paneles "deberíamos" concluir que nos encontramos en un área de rasgos históricos afines a los de el País Vasco. Han de ser cosas del gracejo gaditano...
El Museo Arqueológico de Jerez de la Frontera es, en esa faceta, particularmente ejemplar y, sólo por ello, merece una visita tranquila y reposada: es sorprendente contemplar el celo aplicado al montaje museográfico en ese sentido.
Pero es que además, si las circunstancias derivan por donde deben, es previsible que con el desarrollo de los trabajos arqueológicos, acabe convirtiéndose en una institución de gran interés; a nada que éstos progresen en Mesas de Asta (Asta Regia), acaso aparezcan datos que obliguen a matizar muchos conocimientos sobre los siglos anteriores a la llegada de los romanos. Lástima que las autoridades culturales permanezcan tan poco interesadas por el progreso del conocimiento histórico...
Desde los intereses específicos manifestados en este blog, destacan unas pocas piezas, que, sin embargo, poseen excepcional interés. En ese sentido informa uno de los relativamente escasos capiteles toscanos aparecidos en la península Ibérica (G. Behemerid recogió 61), que, por lo general, documentan fenómenos de romanización temprana.
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CMAJ02 |
En la cartela lo presentan como "capitel de orden dórico", procedente de Mesas de Asta y lo sitúan en el siglo II-I a.C. Como indicó en su día G. Behemerid, en realidad es un capitel de orden toscano, con bastantes paralelos en el universo romano de época republicana...
Las iniciativas constructivas romanas sistematizaron una peculiar interpretación del orden dórico, que suponía cierta "simplificación": se empleaban fustes lisos en lugar de los estriados, propios de los edificios griegos estrictamente dóricos. A esa "variante" del orden dórico se le suele nombrar como "orden toscano".
En este caso concreto, sólo cabría clasificar el capitel como de "orden dórico", si tuviéramos constancia de que el sumoscapo estuvo recubierto de estrías realizadas sobre una capa de estuco...
Entre los paralelos destaca el que proporcionó referencia al estudio mencionado, aparecido en Ostia y catalogado por Pensabene en la segunda mitad del siglo II a. C.. Supongo que esa es la razón por la que los estudiosos del museo han situado el de Asta Regias en la horquilla mencionada.
Por razones obvias, la existencia de este capitel, que pudiera ser el más antiguo de la península Ibérica, deviene dato de relevancia excepcional para calibrar la entidad del yacimiento de Asta Regia.
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Capitel del Partenón |
Otra de las piezas del Museo Arqueológico de Jerez también procede de Mesas de Asta y refuerza considerablemente las consideraciones mencionadas. Lo más destacable del CMAJ01 es su concepción estructural, mediante un cesto cilíndrico en el cuerpo inferior, que remata en astrágalo moldurado con cierta complejidad, y un cuerpo superior con caulículos, ornato vegetal, volutas fuertemente asimétricas, que culminan por el interior con la moldura del ábaco y, por el exterior, unos centímetros por encima de la parte inferior del ábaco. Es sumamente interesante la formación "vegetal" que ocupa el espacio del conjunto axial y que proporciona soporte puntual a un florón; este elemento, de indudables conexiones griegas, está rematado con un elemento de envolvente "avenerada", cubierto con yemas de tres puntas con trepanaciones laterales comparables a las que cubren las hojas de acanto del cesto.
Precisamente, el cesto cuenta con dos coronas de hojas de articulación de fuerte caracterización, dado que la más baja posee acantos con palmetas seriadas de tres ápices, mientras que la superior carece de ornato porque fue concebida en segundo término, como si aquella tapara (traslapo) los detalles de ésta. Esa manera de interpretar el cuerpo inferior nos remite a fórmulas documentadas en Pompeya y en otros lugares del ámbito mediterráneo, que he mencionado en este blog, siempre de época temprana.
Otro tanto sucede con la configuración del ábaco, de perfil moldurado y brazos de curvatura según fórmulas derivadas de los prototipos griegos.
La cartela del museo la sitúa entre los siglos I a. C y I d. C., con menos precisión de la ofrecida por G. Behemerid, que relacionándolo con un capitel de Sarsina, lo situaba en época de Augusto. También se le prodía relacionar con los del Monumento a los Julios, de Saint Remy, estudiados por Rolland en 1969.
A mi juicio, todos los elementos del capitel hacen pensar en fórmulas tempranas; y desde esa apreciación, parece más razonable la catalogación del museo, al menos, mientras no tengamos más datos sobre Asta Regia.
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CMAJ01 |
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CMAJ01 |
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CMAJ01, Superficie del ábaco |
El museo posee otro capitel más (CMAJ03), muy diferente de los anteriores, que viene a documentar un punto de evolución particularmente interesante, destacado en este blog varias veces. En la cartela, lo valoran del siguiente modo:
"Capitel visigodo
Cortijo de Casinas. Siglos VI-VII
Este capitel del tipo "acanto espinoso"-ampliamente utilizado en el sur de la península Ibériuca en época visigoda- del que sólo se conocía una mitad, ingresó en museo en el año 1941, habiendo sido considerado por los especialistas durante más de mesio siglo como capitel de pilastra.
En el control arqeuológico efectuado en el año 2000, con motivo de las obras de restauración de un edificio de la calle Caballeros en Jerez, se recuperó la otra mitad, que había formado parte de una colección particular y había quedado como elemento decorativo en uno d elos patios d ela antigua vivienda.
De este modo, 60 años después y de manera casual, se ha restablecido en su integridad esta pieza que por circunstancias que desconocemos estaba dividida en dos mitades, cada una de las cuales había corrido suertes distintas, una en manos privadas y otra en una institución pública"
Como el lector ya adivinará, no creo que se pueda considerar "visigodo" este capitel de "cuatro hojas angulares y volutas en V" que, además, ofrece cualidades en sintonía con los más antiguos de su serie. Es más, a este capitel le cuadra perfectamente la valoración "protobizantina", que parece más forzada en otros casos.
La existencia de ábaco de escasa entidad y casi cuadrado apunta hacia fórmulas tardías. Sin embargo, como ya he comentado en otras ocasiones, esta circunstancia no es determinante y debe contemplarse junto con otras... En este caso, el carácter de las cuatro hojas de folíolos alargados hacen pensar en fórmulas derivadas del corintio asiático. Otro tanto sucede con la concepción del las "volutas" y con el tratamiento de la zona central del bloque superior, ajeno a las fórmulas bizantinas.
Desde la penuria material que parece caracterizar a los siglos de época visigoda —con excepciones que, de momento, no se manifiestan en el sur de la Península—, particularmente documentada en el propio museo, y desde la inexistencia de "signos" de manifiesta filiación cristina, parece razonable situar la realización de este capitel antes de lo indicado en el museo.
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CMAJ03 |
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CMAJ03 |
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Relieve procedente de Gibalbín. Siglos V-VII |
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Sarcófago de La Peñuela. Siglos VI-VII |
La naturaleza de los restos procedentes de Gigalbín y de La Peñuela, documentados en el propio museo y de manifiesta relación con las fórmulas iconográficas de las lápidas cristianas y con los disminuidos recursos técnicos de aquellos años, refuerzan una catalogación temprana del capitel, que debiéramos situar antes de la expansión del cristianismo; en suma, antes del año 400, cuando aún existían circunstancias socioeconómicas que permitían la existencia de talleres de piedra de cierta sofisticación plástica.