El director del Museo del Prado no podía elegir mejor momento para retirarse a los "jardines de invierno". Lanzado el proyecto que, por fin, incluye el Salón de Reinos para ampliar considerablemente la superficie expositiva, finalizada con éxito clamoroso la exposición de El Bosco y con los presupuestos "reajustados", podría reivindicar que le abrieran la puerta grande para salir a hombros... Ruego a los dioses que el próximo director aplique una política más rumbosa, más liberal —en el sentido antiguo del término—, menos pesetera y, por supuesto, menos hostil.
Precisamente, hoy mismo me daba una vuelta por sus salas para degustar las novedades y, de paso, echar un vistazo a los dibujos de Ribera y al "montaje" desconcertante ofrecido con el título de "Metapintura. Un viaje a la idea del arte". Según la web del museo, en esta última de trata de:
"Una exposición que pretende hacer reflexionar al visitante sobre dos fenómenos complementarios. Por un lado, el hecho de que durante los siglos XVI, XVII y XVIII no existía una concepción de la historia en términos nacionales sino un concepto mucho más amplio de la idea del arte, un lenguaje universal que no conocía fronteras. Prueba de ello son las obras de pintores españoles, italianos y flamencos en las que se rinde tributo explícito a Tiziano y que pueden verse en la exposición. Por otro lado, a través de la presencia de Jovellanos y de los primeros escritos españoles modernos sobre historia del arte en la muestra, el visitante podrá entender cómo a finales del siglo XVIII nace una concepción moderna de la historia del arte ligada a la historia nacional.
(...)
(...) esta muestra se divide en etapas. Quince etapas que hablan de la relación entre el arte, el artista y la sociedad, y cada una de las cuales aborda un asunto específico: los poderes atribuidos a la imagen religiosa, el papel desempeñado por el cuadro dentro del cuadro, el intento de los artistas por romper el espacio pictórico y prorrogarlo hacia el del espectador, los orígenes y el funcionamiento de la idea de tradición artística, los retratos y autorretratos de artistas, los lugares de la creación o del coleccionismo artístico, el origen del concepto moderno de la historia del arte, la subjetividad que irrumpe en los autorretratos desde la Ilustración o la importancia que en el debate artístico moderno tuvieron los conceptos de amor, muerte y fama.
Además, en esta exposición el Museo del Prado rinde homenaje a Cervantes en el IV centenario de su fallecimiento ya que reserva un espacio al Quijote, como hito universal de la literatura autorreferencial, poniéndolo en relación con Las meninas. Así como la obra de Cervantes es una novela sobre la novela, la de Velázquez es una pintura sobre la pintura, en la que el autor no solo se representa pintando, sino que aborda varias cuestiones importantes sobre las posibilidades del arte de la pintura y el papel del pintor."
O dicho con más claridad: se trata de una exposición sobra la historia de la pintura entre los siglos XVI y XIX, justificada mediante argumentos más o menos afortunados, pero casi siempre, un tanto forzados, como los empleados en el cartel que "explica" la relación entre El Quijote y Las meninas, al parecer, esencialmente auto-reflexivas ambas. Por lo demás... lo de costumbre: la acostumbrada fórmula de inclinación escenográfica que, en ocasiones, dificulta extraordinariamente la contemplación de las pinturas. Ha de ser que quienes lo dirigen son conscientes de lo mucho que aún queda en nosotros de las urracas, esas aves proclives a encapricharse con los objetos brillantes.
Durante estos días, lo más interesante está en la sala "secundaria" de la zona Jerónimos. Por supuesto, me refiero a los dibujos de Ribera, ese pintor que, desde mi modesto punto de vista, ha sido sistemáticamente marginado por razones difíciles de entender y aún más difíciles de explicar. Merece la pena olvidarse de Mussorgsky y darse un paseo tranquilo.
El espacio dedicado al Maestro Mateo queda bastante pobre y, sobre todo, demasiado verde. De nuevo me pregunto cómo es posible que en un museo de esta categoría no se tengan en cuenta ciertas peculiaridades de la percepción humana. Francamente, esperaba otra cosa...
Precisamente, hoy mismo me daba una vuelta por sus salas para degustar las novedades y, de paso, echar un vistazo a los dibujos de Ribera y al "montaje" desconcertante ofrecido con el título de "Metapintura. Un viaje a la idea del arte". Según la web del museo, en esta última de trata de:
"Una exposición que pretende hacer reflexionar al visitante sobre dos fenómenos complementarios. Por un lado, el hecho de que durante los siglos XVI, XVII y XVIII no existía una concepción de la historia en términos nacionales sino un concepto mucho más amplio de la idea del arte, un lenguaje universal que no conocía fronteras. Prueba de ello son las obras de pintores españoles, italianos y flamencos en las que se rinde tributo explícito a Tiziano y que pueden verse en la exposición. Por otro lado, a través de la presencia de Jovellanos y de los primeros escritos españoles modernos sobre historia del arte en la muestra, el visitante podrá entender cómo a finales del siglo XVIII nace una concepción moderna de la historia del arte ligada a la historia nacional.
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(...) esta muestra se divide en etapas. Quince etapas que hablan de la relación entre el arte, el artista y la sociedad, y cada una de las cuales aborda un asunto específico: los poderes atribuidos a la imagen religiosa, el papel desempeñado por el cuadro dentro del cuadro, el intento de los artistas por romper el espacio pictórico y prorrogarlo hacia el del espectador, los orígenes y el funcionamiento de la idea de tradición artística, los retratos y autorretratos de artistas, los lugares de la creación o del coleccionismo artístico, el origen del concepto moderno de la historia del arte, la subjetividad que irrumpe en los autorretratos desde la Ilustración o la importancia que en el debate artístico moderno tuvieron los conceptos de amor, muerte y fama.
Además, en esta exposición el Museo del Prado rinde homenaje a Cervantes en el IV centenario de su fallecimiento ya que reserva un espacio al Quijote, como hito universal de la literatura autorreferencial, poniéndolo en relación con Las meninas. Así como la obra de Cervantes es una novela sobre la novela, la de Velázquez es una pintura sobre la pintura, en la que el autor no solo se representa pintando, sino que aborda varias cuestiones importantes sobre las posibilidades del arte de la pintura y el papel del pintor."
O dicho con más claridad: se trata de una exposición sobra la historia de la pintura entre los siglos XVI y XIX, justificada mediante argumentos más o menos afortunados, pero casi siempre, un tanto forzados, como los empleados en el cartel que "explica" la relación entre El Quijote y Las meninas, al parecer, esencialmente auto-reflexivas ambas. Por lo demás... lo de costumbre: la acostumbrada fórmula de inclinación escenográfica que, en ocasiones, dificulta extraordinariamente la contemplación de las pinturas. Ha de ser que quienes lo dirigen son conscientes de lo mucho que aún queda en nosotros de las urracas, esas aves proclives a encapricharse con los objetos brillantes.
Durante estos días, lo más interesante está en la sala "secundaria" de la zona Jerónimos. Por supuesto, me refiero a los dibujos de Ribera, ese pintor que, desde mi modesto punto de vista, ha sido sistemáticamente marginado por razones difíciles de entender y aún más difíciles de explicar. Merece la pena olvidarse de Mussorgsky y darse un paseo tranquilo.
El espacio dedicado al Maestro Mateo queda bastante pobre y, sobre todo, demasiado verde. De nuevo me pregunto cómo es posible que en un museo de esta categoría no se tengan en cuenta ciertas peculiaridades de la percepción humana. Francamente, esperaba otra cosa...