Es el museo castellano-leonés que, según los datos oficiales, recibe menos visitantes al año (entre el grupo de los antiguos provinciales). Ocupa el espacio de La Casa del Cordón, obra del siglo XVI, que llegó al XX con la fachada y poco más. Es decir, no se trata de un museo ubicado en un espacio arquitectónico reutilizado, aunque de la lectura de algunas indicaciones "oficiales" se deduzca lo contrario. Así, pues, forma conjunto con el de Zamora.
Sobre el solar, Luis Arranz Algueró propuso un proyecto culminado en 1997. En la "hoja informativa" ofrecida al visitante han escrito:
"El proyecto arquitectónico, realizado por Luis Arranz Algueró, solucionó el difícil compromiso de ensamblar la antigua y la nueva arquitectura, sin restar protagonismo a La Casa del Cordón y sin introducir elementos de distorsión en el entorno urbano". Dicho así, queda lisonjero, pero poco preciso. Es fácil explicarlo de manera más cabal y descriptiva... El proyecto de Luis Arranz consistió en construir un edificio singular sobre el solar de La Casa del Cordón, manteniendo la fachada del siglo XVI y algunos otros pocos elementos sueltos. El panel que da la bienvenida al visitante insiste con un título engañoso:
"RESTAURACIÓN DE LA CASA DEL CORDÓN PARA MUSEO ARQUEOLÓGICO". Sin embargo, según se explica en los paneles, no había posibilidades de proceder a la restauración del viejo edificio y la solución ofrecida fue mucho más imaginativa y, a mi juicio, la más sensata en el sentido básico, con independencia del juicio que nos merezca el resultado final. El proyecto de Luis Arranz se unía a una de las corrientes arquitectónicas más consolidadas en España, desde Torres Blancas. En la Universidad Complutense, sin ir muy lejos, hay unos cuantos ejemplos realizados en los alrededores de 1970.
El edificio de Arranz Algueró, concebido a partir de un "patio de luces" cupulado, que hace pensar en el Reichstag, es muy vistoso, aunque no estoy seguro de que esa vistosidad sintonice bien con las necesidades de un museo. Mientras lo recorría, "inevitablemente", recordé la reutilización "maliciosa" que hizo Stanley Kubrick en La naranja mecánica del "brutalismo", al convertir el proyecto de Richard Sheppard para la universidad de Brunel (años sesenta) en el "ambiente opresivo" definido por el paso desde la cárcel al Centro Ludovico. Seguramente algún cineasta utilice el museo de Palencia para rodar una secuencia de acción...
Además de la cúpula, destaca una escalera "suspendida", de indudables cualidades visuales... Pero seguramente, lo más elogiable sea el protagonismo de la luz y la articulación espacial que ello supone en áreas de claridad escalonada que, a su vez, permite establecer criterios de prioridad para la exhibición de las colecciones.
El hormigón visto ofrece texturas interesantes desde el punto de vista estético, pero acaso ese interés derive hacia los componentes expresivos y éstos suelen implicar connotaciones inquietantes. Desde esa perspectiva, creo que no fue buena idea la elección del proyecto, contando, incluso, con su calidad arquitectónica, entendida ésta en términos no funcionales —si es que ello es posible. También en esta línea, España tiene una tradición consolidada, al menos, desde cuando Moneo diseñó el museo de Mérida, paradigma de disociación entre "forma" y función. Sí, ya sé que algunos malévolos dicen que esa circunstancia es anomalía, indicio de "mala arquitectura", pero en los ambientes institucionales españoles siguen apostando por el imperio de la "gloriosa forma", que nos comunica con el "Logos"...
Ignoro los debates que pudieron acontecer mientras se tramitaba el proyecto, pero es fácil imaginar la "situación general", porque en la sociedad española de aquellos años —y aún ahora— tenía mucho más "peso" el juicio arquitectónico que el juicio museístico. Y en este caso, aquel contaba con un factor adicional de cierto interés.
Frente a las tradiciones hispanas, polarizadas por el dudoso gusto del edificio Villanueva, como modelo museístico de calidad, cuando se pusieron en marcha las obras del palentino, ya se había inaugurado el Guggenheim-Bilbao y con él se habían abierto camino ideas nuevas, entre ellas, la del museo-hito, como recurso retórico de primera magnitud: la afluencia al museo será mayor si el edificio es singular, si posee gran interés estético, pero sobre todo, si atrae la atención y el interés de "la gente". En ese sentido, recuperar el "brutalismo", a finales del siglo XX, para cargar los efectos plásticos del hormigón visto en el interior de un museo, contando con el "problema" de La Casa del Cordón, podría tener sentido... incluso aunque desencadenara juicios contradictorios. Por desgracia, los resultados en ese sentido no han podido ser más negativos, quizás porque para que los valores estéticos de un museo sean atractivos, deben contar con una espectacularidad que aquí sólo está en el interior, como en los edificios nazaríes. Supongo que la reducida cifra de visitantes no está causada sólo por el proyecto de Arranz Algueró; algo tendrán que ver también las cualidades turísticas de Palencia y sobre todo, la escasa capacidad de motivación de los museos sin obras de gran proyección popular y el aún más escaso apoyo de las instituciones.
Por desgracia, no se cuidó demasiado la ejecución del edificio y se malograron algunas cualidades del proyecto. Existen demasiados detalles de impericia constructiva. En un paseo rápido se advierten "juntas de hormigonado" chapuceras, coqueras incompatibles con los más relajados criterios de calidad constructiva, molduras del encofrado mal puestas, escapes de lechada, etc, etc, Desde esa constatación, con un poco de humor de avispa —colocando la gracia en el culo—, se pudiera hablar de "brutalismo posmoderno"...
La instalación museística aparente es mejor que en otras instituciones de la misma región, aunque tiene en común con ellas algunos inconvenientes, como las comunicaciones verticales, concebidas como curso penitencial, mediante escaleras no tan severas como las de otros museos "hermanos". Tienen ascensor de uso restringido para personas incapacitadas.
La iluminación es buena y los paneles explicativos están bien concebidos. Me ha parecido interesante la idea del "almacén visitable", que, en este caso, ofrece vitrinas sobrecargadas de piezas, como de museo antiguo; no sé si se podría poner en práctica en instituciones con fondos más abundantes.
Las personas que atienden al público también aquí son muy amables; en especial, nos sorprendió gratamente un vigilante de seguridad, que respondió a nuestras preguntas con solicitud y buenos argumentos.
La pieza más importante del museo es, a mi juicio, el mosaico de Villa Possidica (Dueñas), fechado en el siglo IV. El museo no contiene muchas piezas de interés excepcional, pero sí algunas especialmente relevantes para las cuestiones que me ocupan desde hace años:
Entre las estelas, que ofrecen repertorios iconográficos interesantes para situar el origen de ciertas fórmulas altomedievales, destaca la de Licinius Carisianus, clasificada en el siglo III d.C., que también ilustra sobre el uso del arco de herradura en Hispania desde época temprana. Sus cualidades "contrastan" con los usos derivados del magisterio de Gómez Moreno, para quien el arco de herradura es "fósil guía" de "lo visigodo", de lo hispanoislámico o de "lo mozárabe", según sea su aspecto. Sin embargo, desde los datos conocidos, la costumbre de incluir arcos de herradura también está documentada en lápidas sepulcrales cristianas del occidente peninsular; una de ella, aparecida en Mértola, está fechada en el año 525. Entiendo que son testimonio de la existencia de templos realizados antes de comienzos del siglo VI con esa peculiaridad, cuando menos, en el oeste de la Tarraconensis, el este de Gallaecia y la Lusitania.
Los capiteles romanos aparecidos en Palencia (calle de Santo Domingo de Guzmán), atribuidos a la segunda mitad del siglo I, ofrecen cualidades próximas a los de Clunia. Como ellos presentan elementos ornamentales que suponen "barroquización" de las fórmulas habituales en Roma. De hecho, ofrecen soluciones formales que recuerdan a las modalidades tapizantes que muy probablemente sirvieron de referencia a las fórmulas califales.
También aquí continúan clasificando como
"mozárabe, s. X", a los capiteles del "taller bizantino". El de Sahagún de Campos se aproxima a otras piezas de Sahagún y, por lo tanto, podríamos relacionarlo con los que parecen más próximos a los modelos bizantinos: las hojas de acanto están construidas mediante series de foliolos lanceoladas triples y anulación de trépano sobre la más corta, realizado mediante cabeza cónica. El "cesto" es troncocónico, frente a la costumbre cordobesa de emplear forma cilíndrica. Carece de florón central y el conjunto de volutas-cáliz-caulículos, muestra una solución no demasiado extraña entre los capiteles derivados de las variedades asiáticas (corintio asiático), propios de los tiempos de Justiniano. Algunos estudiosos dicen que son "copias medievales" de capiteles bizantinos... acaso porque de otro modo, se romperían los axiomas básicos sobre los que construyen sus propuestas metodológicas.
Si alguien desea ver "copias" o reinterpretaciones medievales de capiteles corintios, deténgase ante los asturianos. Al parecer, muchos años después de la realización de una edificación regia en el Naranco, tallistas "maravillosos", con habilidades, herramientas y recursos técnicos no documentados en Al-Ándalus ni en ningún otro sitio de gran relevancia histórica, fueron capaces de recuperar las tradiciones bizantinas y el sentido del orden corintio, según las corrientes "asiáticas", para ornar pequeñas iglesias rurales en terrenos de la actual provincia de León... ¿Ciencia-ficción o historia-ficción?
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Capitel derivado del corintio asiático de la Yerebatan Sarnıcı (Estambul); debió ser realizado antes del año 532 |
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Capitel de Sahagún de Campos |
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Reinterpretación medieval del orden corintio: capitel de Santa María del Naranco (ha 842) |