Desde ahora se llamará Centro de Arte Alcobendas... El cambio alumbra permuta de actitudes (¿intenciones?) de los responsables del Ayuntamiento. "Casa de cultura" implica servidumbre social, "Centro de Arte" pierde esa servidumbre por otra "más elevada": el arte... El arte pertenece al universo de lo sublime, de lo espiritual, de los sentimientos nobles, lo que trasciende, lo que nos eleva... En pocas palabras, el lugar ideal para hacerse la foto de repercusión electoral ("protegiendo al arte").
"Abramos una puerta a la dimensión del arte, respiremos un aire que huele a cultura y empapémonos de la sabiduría que encierran las paredes del nuevo Centro de Arte Alcobendas. Nacido para generar pensamiento, debate y provocación, abre caminos para recorrer dentro y fuera de nuestras fronteras. Conecte con el arte, viva la música, acérquese a la cultura, disfrute de la mediateca y marque su nuevo punto de encuentro: un espacio para interactuar en pleno corazón de Alcobendas"
Letanías para ingenuos...
El edificio nuevo define hito, como en época de Augusto, en formato de lomo embuchado pata negra. Gracias a la concepción en voladizo, su aspecto es impresionante, espectacular... el marco ideal para posar ante TeleMadrid... No he podido ver el interior, que también será digno de elogio, pero sí el exterior y debo decir, a pesar de la reiterada espectacularidad, que me parece otra "genialidad" de los gestores urbanísticos, de esas que menudean sobre los territorios mesetarios. El nuevo edificio, superecológico y supercalifragilisticoespialidoso, modifica substancialmente una parte del centro tradicional de Alcobendas... ¿Con acierto?
Desde la óptica de quien no vive en Alcobendas, aparece un inconveniente que orienta la pretendida "universalidad" de la iniciativa con matices claros: la dificultad de aparcar en sus proximidades, incluso en festivo. Supongo que cuando el Centro de Arte esté a pleno funcionamiento será posible aparcar en las plantas subterráneas... a un módico precio... ¿Centro de Arte o parking con caparazón?
El Centro, contrapunto arquitectónio respecto del entorno inmediato, incluye salas de exposiciones, espacios para talleres y actividades didácticas, auditorio para 350 personas, "punto de encuentro", mediateca... Si se gestionara con criterios de utilidad social, un lugar ideal para dar respuesta a una sociedad cada vez más interesada en los asuntos culturales. Sin embargo...
¿Seguirá siendo lo que era el centro cultural? ¿Integrará las actividades "antiguas"? De momento, son obvios dos cambios substanciales que hablan de ventajas e inconvenientes: las grandes posibilidades del edificio y la gestión del "centro" mediante una empresa de interposición, de esas que según dicen, reducen los gastos de funcionamiento y, en consecuencia, permiten bajar los impuestos a los ciudadanos.
Los inconvenientes... Son tan obvios que resulta difícil entender la autoestima de quienes toman decisiones como ésta. Por mucho que los pliegos de condiciones estipulen el compromiso de prestar los servicios preestablecidos, en cuanto la entidad deja de tener por objetivo el servicio a los ciudadanos para ser una actividad con finalidad de lucro, inevitablemente —cosas de la condición humana—, aparecerán los fenómenos observados en los centros afines cuya gestión ya ha sido privatizada, que en Madrid son legión:
1. Se priorizarán los servicios que sean rentables para las empresas de contratistas y subcontratistas... como el aparcamiento. Si, por ejemplo, existía un aula informática con pocas personas, el servicio desaparecerá, porque, muy probablemente, así quedará estipulado en los pliegos de condiciones. En algunas zonas de Madrid no se abren aulas-taller con menos de 15 personas.
2. La "reducción de costes" se traduce, de inmediato —también inevitablemente—, en reducción —aún más drástica— de los honorarios recibidos por quienes, de hecho, prestan el servicio a los ciudadanos. En la actualidad, en Madrid se está pagando la hora de clase impartida por un profesor-monitor, a menos de 11 €; por supuesto, sin tomar en consideración el tiempo requerido para preparar la clase y en algunos centros los profesores tienen que aportar de su propio peculio parte de los medios necesarios, como diapositivas, PC, dispositivos de almacenamiento, cañones de proyección, etc. La consecuencia de esta situación también es previsible: los profesores-monitores pierden motivación, apuran los medios, rebajan drásticamente la calidad del servicio o la mantienen a costa de un sacrificio profesional inimaginable en tiempos predemocráticos. ¿Será necesario que suceda con los "centros municipales de arte" lo que con las tiendas de ultramarinos?
3. La servidumbre comercial y política imposibilitará toda actividad en favor de las corrientes minoritarias (por ejemplo, estéticas de vanguardia), implantadas en sectores muy minoritarios.
4. Por supuesto, estas situaciones, manifiestamente injustas y aberrantes, son legales... En ocasiones es difícil entender el principio de legalidad, sobre todo, como cuando en este caso, las Administraciones Públicas ceden a las empresas de interposición el uso de bienes públicos, como los locales y las instalaciones de los antiguos Centros Culturales o de los nuevos Centros de Arte.
¿Por qué no cambian de estrategia los partidos que se alternan en la gestión municipal? La respuesta es sencilla: entre votantes efectivos, son mucho más numerosos quienes responden a la consigna utópica de la "bajada de impuestos" que quienes esperan obtener servicios culturales (municipales) de calidad. "Stultorum numerus infinitus est". El otro día alguien comentaba en una de las cadenas de televisión "serias" (ja, ja, ja) que lo sucedido en la Pompeu Fabra con el mitin de Carmen de Mairena, acreditaba cómo algunos manejan la estupidez de los semejantes... Y me pregunto quién es más estúpido: quien acude a un mitin de Carmen de Mairena o quienes, sin participar de la tarta especulativa o del pesebre, refuerzan con su voto a la actual "clase política".
Deberíamos privatizar las alcaldías. Ahorraríamos mucho en impuestos pero, sobre todo, en nauseas.