Versión libre de María Luisa Aséns.Empiezo diciendo que esto es una “parida”, en el más filosófico sentido del término, esto es, una “metáfora fundante”, que con permiso de P.Ricoeur, y de alguno de mis maestros de la academia sociológica, defino como un punto de vista único a través del cual miramos la realidad. Perdón, pues por esta “unicidad” de miras, por este filtro polarizador, pero solo tengo una “vida” desde la que percibo, siento y pienso.
Pues bien, vamos a mirar un trozo de la realidad, eso si un trozo, porque la realidad es “muy enorme,” con mi cuento de los tres cerditos y el lobo.
Según Bruno Bettelheim este cuento trata de la elección entre “el principio del placer y el principio de la realidad”, en términos psicoanalíticos. Los niños (¿solo los niños?) aprenden que no debemos ser perezosos ni tomarnos las cosas a la ligera, porque, si lo hacemos, podemos perecer. (Toma pincelada educativa firme y clara).
Aunque en el cuento original, no se plantea así, en mi versión los cerditos son distintas facetas de la realidad y el lobo una condensación de las fuerzas y pulsiones del placer. Utilizo esta licencia narrativa, para facilitar la construcción de un texto (en el sentido más literal de la palabra, sin connotación deconstructiva alguna), que diga algo sobre arte y educación. Y para ello me ha parecido que un cuento es, al menos formalmente, una buena manera de acercarse al tema.
Y ahora nos toca desvelar el misterio. ¿Quiénes son mis tres cerditos? Y ¿quién el lobo? Mis tres cerditos son, ¡atención¡: “la biología”, “el contexto social” y “la educación”.
Y el lobo.....: pues no podía ser otro que “el arte contemporáneo de vanguardia”.
¿Decepcionado?. Si la respuesta es: no, estupendo. Si la respuesta es si: aplíquese, que ya es hora de tener más o menos equilibrada la tensión entre el principio del placer y el de la realidad. Esto es lo que hay.
Mis tres cerditos van a construir casas, como en el cuento, pero no voy a distinguir quien es el menor o el mayor, (ya se sabe que hacer distinciones en razón de la edad es discriminatorio), y en mi cuento no van a construir tres casas sino una, y de forma comanditaria. Los tres cerditos del siglo XXI saben lo que es una UTE (unión temporal de empresas) aunque no hayan estudiado en Harvard, ni en la LSE (que todo el mundo sabe – aunque nos se sepa cuan grande es ese “todo el mundo”- que es la afamada e influyente London School of Ecnonomics), pero si en la escuela de la vida, que si tienes calma, eres receptivo y un poquito inteligente (¿quién no lo es?), pues aprendes un montón de cosas, incluido lo de que trabajar en equipo –versión popular de UTE- tiene sus ventajas.
Eso sí, lo que cada cerdito aportó a la construcción de la casa [en esta versión rápida del cuento no me voy a complicar con el “objeto creativo”, porque entonces me saldría un sesudo ensayo, y no es cuestión de aburrir con la idea de que el “objeto creativo” pudiera ser un edificio emblemático de una empresa o institución, una de esas construcciones actuales cargadas de ideología y de dinero y que protagonizan una buena parte de la fisonomía-espectáculo de las grandes urbes del globo terráqueo], esto es de un espacio que abriga de la intemperie y que es necesario –en el estadio más bajo de las necesidades de Maslow – para vivir, lo que aportaron fueron materiales diferentes y cada uno los suyos propios. Porque, la propiedad privada es la propiedad privada, y siguiendo las reglas básicas de la constitución de una UTE, cada empresa (esto es cada cerdito, en nuestro cuento) aporta sus bienes privativos, inalienables y reconocidos como tales en el cuerpo legislativo correspondiente. Por supuesto, los materiales son los existentes en el mundo occidental desarrollado en el momento en el que viven los personajes del cuento. Esto es, tienen un “aquí” y un “ahora” concretos.
Describo brevemente estos materiales “privados” de cada cerdito. Puede que no estén muy ordenados, y que alguno se repita, pero, ya se sabe, los “cerditos” carecen de la coherencia epistemológica necesaria para fundamentar algo, y aportan los elementos en un saco, todos revueltos. (Bueno, por otra parte, así es como se producen en la vida misma y como ellos son animales, están más cerca de la naturaleza).
Cerdito número uno: “la biología”.
Materiales propios:
La naturaleza física y los componentes “animales” de los seres humanos en cuanto “seres”, que no “almas” ni “espíritus”; un protagonista de esta naturaleza: el sexo; la preprogramación genética de una parte de las conductas; las capacidades perceptivas de los sentidos –especialmente del sentido de la vista-; el infinito, proceloso y desconocido cerebro, con sus múltiples y complejos electromecanismos.
Materiales todos ellos muy “sólidos” a pesar de su cuasi inmaterialidad y de su cualidad de elementos “soft”, esto es, blandos, como opuesto a “hard”, duros. (Ya se sabe que es siempre mucho más fácil destruir lo duro y rígido que lo blando).
Cerdito número dos: “el contexto social”.
Materiales propios:
Una crisis de valores éticos; un valor en alza permanente: “el dinero” y su corolario, “el éxito/ reconocimiento social”-idénticamente igual a tener dinero- (y ello atravesando sin dificultad alguna la estructura de clases sociales); un objeto: “la mercancía” ; un verbo: “desear” (el deseo solo existe si no se consuma); un fin: “el consumo”; un sujeto marcado por el inconsciente, y con una personalidad estructurada en tres instancias en constante conflicto y tensión: “el ello, el superyo y el yo”; una escapatoria: su capacidad de sublimación de sus impulsos sexuales; una categoría: “el individualismo”; una postura política: el conservadurismo, las convenciones sociales, seguir el buen hacer de la “mayoría” –que a veces es minoría, según como se cuente, que la estadística es muy maleable-; una “idea” de hombre: hedonista, intrascendente, y esencialmente pasivo; unos mecanismos de manipulación y alienación tan perversos como eficaces: los medios de comunicación.
Todos estos materiales también son duraderos y de buena calidad. Pero no son tan sólidos y permanentes como los del cerdito número uno, y a lo largo del tiempo se van sustituyendo, las más de las veces de forma traumática, con procesos de crisis y a veces con situaciones más o menos revolucionarias.
Cerdito número tres: “la educación”.
Materiales propios:.
Potente mecanismo de integración social, tanto en la vertiente realizada por institución familiar como la que lleva a cabo la institución escolar; herramientas que ayudan a elaborar “fotocopias” de sujetos pasivos; plataforma de transmisión de conocimientos, habilidades, y sobretodo, de creencias (laicas o religiosas); educadores, tanto profesores, como padres/madres, poco valorados socialmente los primeros y frágiles y desorientados los segundos, no siempre adecuadamente formados; múltiples sistemas y regulaciones y legislaciones que cambian con bastante frecuencia a lo largo del tiempo.
Estos materiales tienen, menor grado de solidez que los comentados para los cerditos uno y dos, ya que son en cierta manera un tipo de materiales, secundarios o terciarios y que por tanto derivan de alguno de los otros materiales aportados por los dos cerditos anteriores.
Pues bien, mis cerditos pertrechados cada uno con sus materiales acometen la construcción de la casa en régimen de UTE, y para su diseño no recurren a arquitecto alguno puesto que esto es un cuento y como tal los protagonistas tienen poderes, -caso contrario sería impensable-. Pero, para su construcción sí se basan en algunos conceptos importantes, pues como criaturas que son del siglo XXI, no pueden ir por ahí creando algo sin una buena dosis de “concepto” que les permita comunicar a los demás lo que están haciendo, caso hipotético, aunque muy improbable, de que haya alguien que no “entienda”, o sea no “vea” que están construyendo una casa.
Como ciudadanos que son del mundo occidental desarrollado, y con posibles para construir una casa y además con algo de culturilla sobre los elementos visuales y las imágenes, han optado por una vivienda de las dibujadas por Escher. En concreto una a la que éste llamó “Relatividad” (1953), y que es un estudio de distintas perspectivas, en concreto tres, que recrean tres mundos en una unidad, una misma casa. En ella los tres cerditos se encuentran a sus anchas, cada uno puede ver las cosas de un modo distinto, cada uno puede nombrar las cosas a su manera (lo que para uno es puerta, para otro agujero en el suelo, lo que para uno es suelo para otro es techo, etc.) y a la vez conviven en un espacio diáfano, abierto con escaleras de sube y baja que permiten la interrelación entre sus moradores.
Bueno, y llegados a este punto ya es hora de que venga “el lobo”: el arte contemporáneo de vanguardia.
Y el lobo como en (casi) todos los cuentos es un lobo malo. Eso lo saben todos los niños. El lobo asusta, es feo, maloliente. El lobo es un animal cargado de instintos agresivos, que se domestican en contadas y raras circunstancias. Al lobo le gusta lo abyecto, lo podrido; come carne cruda y vísceras; bebe fluidos. Y también esta algo pervertido sexualmente, pues además de sus congéneres, al lobo le gustan las niñas y especialmente las que van adornadas con elementos rojos que tienen fuerte impacto perceptivo (recuérdese la historia de Caperucita Roja). El lobo solo se vuelve menos peligrosos cuando se hace viejo.
Y algo muy importante para esta narración: El lobo no tiene materiales con el que poder construir casas, pero no puede existir sin tener una. Sin casa está perdido, no es nadie. Necesita a toda costa invadir algún espacio para sobrevivir.
Por eso cuando, el lobo se entera de la existencia de la casa construida por los tres cerditos y tiene conocimiento de los materiales y el concepto con la que ha sido edificada, comprende que ese es “el objeto de su deseo”. Por tanto, su objetivo no es destruirla, -¿pues entonces donde viviría?-, ni comerse a los cerditos, -¿quien cuidaría y repararía la casa entonces?-, como en el cuento original. Su objetivo es entrar a vivir en ella y ocupar todo el espacio que pueda y que le dejen (seguro que algunos de los materiales de la casa se lleva bien con él y colabora) y poner un poco las cosas “patas arriba”, con sus patas, pero también con su hocico y con su cola –en ambos sentidos. En definitiva, al lobo le gusta transgredir el orden y escandalizar en la casa de los cerditos.
Los cerditos temen al lobo, pero también les atrae. Aparecen conductas contradictorias. La “bestia” tiene un componente de animalidad con el que los cerditos se sienten un poco en su “medio” y eso les da terror. Ante el lobo, cada cerdito se siente con un grado de inquietud diferente.
El primer cerdito, “la biología”, se encuentra con unos elementos muy cercanos a sus materiales, “los instintos”. Y si ante lo diferente siempre surgen actitudes recelosas y de miedo, ante lo muy idénticamente parecido, también. El lobo es una externalización de los materiales “animales”.
El cerdito número dos, “el contexto social“, ve con gran desasosiego las conductas del lobo. No las entiende, pero tiene claro que no encajan, que perturban las convenciones y buenas costumbres. El lobo es una proyección del conflicto y la tensión. Pero por otro lado, descubre que integrando al lobo en la casa, --en una parte de ella, claro-, consigue notoriedad, fama, reconocimiento y dinero. Dinero. Uno de los materiales que siempre hay que estar renovando y ampliando. El lobo, también puede ser útil. La maldad se puede manejar y reconducir constructivamente.
Al tercer cerdito, “la educación”, el lobo, le da pavor. No es posible convivir con un “ser” que “desintegra”, que provoca rechazo, y que es malo, cuando uno de sus materiales esenciales es la formación del grupo, la integración social, la de enseñar comportamientos que tengan como respuesta el ser aceptado. Por tanto, aunque el lobo ocupe una parte de la casa es importante que el tercer cerdito se encuentre lo más alejado posible de aquél, que tiempo tendrá en conocerle más de cerca.
El lobo, que es listo aunque sea lobo, y que no puede hacer otra cosa, porque como dijimos antes, sin casa no es nadie, el lobo, de momento, hoy, ha ocupado un espacio en la casa de los cerditos. Con sus soplidos y resoplidos, genera tensión, cuestiona, asusta, confunde, pero no deja indiferente, ya que incorpora importantes elementos de novedad, de acontecimiento y de distinción, formando parte indisoluble de la casa de nuestros protagonistas.