
No tuvo mucha suerte el compañero de Cristina Iglesias, porque murió cuando le llegó el reconocimiento internacional, un poco antes de que nuestros "expertos" comprendieran el alcance de una obra articulada mediante formas e ideas, que nos pone ante nosotros mismos, ante nuestras limitaciones y miserias, ante nuestras virtudes fingidas y ficticias, ante la tramoya que edulcora nuestra sociedad del bienestar.

Enanos, tentetiesos, clónicos "achinados" de sonrisas estereotipadas han ocupado las salas del antiguo hospital, como espectros de quienes lo habitaron hace muchos o pocos años, y ante la visita inquieta de los vigilantes de seguridad obsesionados con impedir la realización de fotografías (se podrían llevar el alma de las obras), los visitantes hacen cola para unirse a ellos en relaciones de comunicación imposible. ¡Qué oportunos son los espejos!

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