Me he acordado de Oscar Wilde, naturalmente... Y casi se me abre el esfínter menor.
"Tú siempre me has dicho que eras Ernesto: Yo te he presentado a todo el mundo como Ernesto. Tú respondes al nombre de Ernesto. Tienes aspecto de llamarte Ernesto. Eres la persona de aspecto más formal que he visto en mi vida. Es perfectamente absurdo decir que no te llamas Ernesto. Está en tus tarjetas. Aquí hay una. «Míster Ernesto Worthing, B. 4, Albany.» La conservaré como prueba de que tu nombre es Ernesto, si alguna vez intentas negármelo a mí, a Gundelinda o a cualquier otro..." (La importancia de llamarse Ernesto, primer acto)
La Real Academia de la Historia , que debería ser máxima garantía de rigor en lo que le es propio, se ha manifestado amparando un proyecto bochornoso... La explicación es simple y está al alcance de cualquier curioso. Todo aficionado a la Historia sabe que, desde hace muchos años, los historiadores —y la "práctica" de la Historia— componen dos grandes grupos, con frecuencia, irreconciliables:
A. Quienes entienden la Historia como la "Ciencia" (con mayúscula) que estudia, analiza y procura explicar los fenómenos del pasado, con la finalidad de entender mejor nuestro presente.
B. Quienes entienden la Historia como una disciplina que ordena y describe los hechos (institucionales) del pasado, sin ninguna pretensión analítica ni interpretativa, que vaya más allá de las argumentaciones ofrecidas desde las propias instituciones.
En España, casi todos los historiadores especializados en Prehistoria, Antigüedad y Edad Media, pertenecen al grupo A. Por el contrario, la corriente B es dominante entre los especialistas en las Edades Moderna y Contemporánea... Aunque, por lo general, ambas posturas contienen implicaciones ideológicas claras (la corriente A es propia de planteamientos progresistas y la corriente B, de los conservadores), existe una razón que proporciona cierta justificación a la corriente B: la superabundancia de fuentes documentales en las épocas más ecientes, que, en rigor, obliga al historiador a dedicar especial atención al universo institucional. Naturalmente, el historiador debe tener claro que esa superabundancia documental puede alejarle de los hechos más relevantes... pero sólo si también le interesa extraer conclusiones prácticas.
¿Quién fue Franco para un historiador actual? Si pertenece al grupo B, el historiador contemplará su "reconstrucción profesional" a partir de la documentación generada en los tiempos del "Generalísimo"; y desde ellos, son apabullantes los "datos objetivos" (incuestionables) que le "titulan" como "caudillo", "generalísimo", etc. , pero nunca como "dictador". Para mayor abundamiento, el término "dictador", en su raíz etimológica remite a una decisión política orientada en la dirección del "poder asumido con la intención de personalizar la acción de gobierno", al modo de los dictadores romanos. Conclusión: "Franco no fue un dictador".
Si el historiador pertenece al grupo A, la situación será diferente, porque para él, la documentación oficial siempre estará lastrada por el sesgo propio de la manipulación política y otorgará mayor relevancia a otras fuentes menos concretas, pero seguramente más relevantes. Desde este punto de vista, Franco aparecerá como un personaje adornado de las cualidades recordadas por quienes vivimos su mandato, muy diferentes a las de la documentación oficial. Sería absurdo reconstruir aquella época recogiendo datos de la prensa del momento. Conclusión: "Franco fue un dictador".
"El general era esencialmente un hombre de paz en todo menos en su vida doméstica" (La importancia de llamarse Ernesto, tercer acto).
Quienes se han rasgado las vestiduras ante el artículo del señor Suárez me han recordado el debate conejero sobre los galgos y los podencos (fábula de Tomás de Iriarte). ¿Tiene mucho interés el "título" que adjudiquemos a Franco? El historiador que, por exceso de "rigor", niega el carácter dictatorial a Franco no nos está informando sobre el general, sino sobre sí mismo.
Sería más interesante analizar la pervivencia de las estructuras sociopolíticas franquistas...
A los modeladores de opinión, ulemas reconvertidos (reconquistados) o fariseos posmodernos, les sugiero que amplíen el juicio crítico a los manuales de historia empleados en el sistema educativo español... Las biografías en cuestión pasarán a las estanterías de los libros olvidados antes de que se publique el último tomo, mientras que los manuales deberán ser aprehendidos...
Llevamos demasiados años falsificando nuestra historia, alimentando nuestra locura...
Yo fui uno de esos a quienes les pareció mal el artículo de Suárez. Pero es que este tema da para mucho…las manos de Franco están manchadas de sangre de media España, muy a pesar de Cesar Vidal, por ejemplo (Caso B), del que presumo no haber leído ni un solo libro, ni para analizarle siquiera…Estamos hablando de cosas muy serias que no pueden conformar valores sociales, que no pueden volver a destrozar España abogando su salvación…reacción producida: risa internacional a nuestras espaldas. No olvidemos que gracias a esto, los americanos creen que no tenemos lavadora (sin entrar en detalle de la cultura yankee)
ResponderEliminarAlguien me dijo una vez que era heterodoxo, y es posible que tenga razón. Pero lo que se con certeza es que Franco constituye una base importante de la hipocresía social de nuestro tiempo, con la que lidiamos de un modo perspicaz en ocasiones, desmantelando formalismos y frivolidades que atentan contra el ser humano mientras luchan por el “bien” .De nuevo, Dionisio disfrazado de Apolo. ¿Nadie ve el peligro que supone esto? Si, oficialmente, admitimos ese disfraz como algo loable… Franco=dictador, no otro nombre, que la gente lo comprenda tal y como es, que no se confundan. Qué peligroso, si no, jugar a ser Goebbels por parte de las instituciones, tratando de aligerar un poco las cosas con fines relativistas socialmente hablando.
Muy interesante lo de analizar a los grupos sociales afines al régimen como reacción que esto produce…en pocas palabras: curiosa relación cordial entre imputados altruistas, “Copes” y “Vaticanos”, formalismo y frivolidad con buenos argumentos…esta es la reacción social que va intrínsecamente unida a cualquier manifestación “cultural” derechista, por el puro privilegio del privilegio que esto conlleva. Una masa de buenos modales y buenas palabras, y…más “abogados” en definitiva…