Hacía mucho tiempo que no paseaba por las calles abigarradas de Londres; demasiado tiempo. He encontrado una ciudad muy cambiada, aunque escasamente transformada, salvo en lo referente al metro, que recordaba demasiado envejecido, a la impronta de Norman Foster, cuyas huellas destacan por doquier y la abundancia de mujeres musulmanas con vestimentas diversas por las calles del centro.
Al parecer los gestores municipales de las diferentes zonas, en competencia cerrada, han cambiado la imagen homogénea y horizontal de la vieja ciudad inglesa por otra salpicada de hitos que, casi siempre, son referencias del poder financiero. En cierto modo, es lógico. Sería absurdo que los edificios más altos de fueran la catedral de San Pablo, la torre del parlamento o la de la abadía de Westminster, cuando en un sistema liberal, quienes detentan el poder son las entidades financieras. Y digo "en cierto modo", porque es hilarante la declinación estalinista en un ambiente tan democrático... Hasta hoy hubiera jurado que los banqueros son gentes discretas. No quiero ni imaginar lo que podría pasar si el país de Cromwell siguiera los pasos de España y el paro alcanzara el 25 %.
Los "discretos" edificios de la City se han ido apretando para dejar espacio a unos cuantos alardes arquitectónicos no siempre afortunados, según mi particular gusto. El más atrevido tiene la firma, precisamente, de Norman Foster: “el pepinillo” (30 St Mary Axe). Es fácil encontrar puntos de vista que enfatizan su capacidad para alterar radicalmente el carácter del espacio ocupado y sus alrededores. En ese sentido, el juego de Foster es diferente del propuesto por Jean Nouvel en Barcelona en la torre Agbar, con un edificio de aspecto comparable, pero mucho más sugerente. A éste se le ocurrió construir un mayo descaradamente fálico; a Foster, un fruto… ¿Habrá tenido algo que ver la doctora Ochoa? Me gustaría creerlo…
El edificio de Foster está cerca del Lloyd's, de Richard Rogers, que mantiene de actualidad unas cualidades formales muy diferentes, acaso más apropiadas para un centro cultural que para la sede de una compañía de seguros… Cuestión de gustos.
A alguien se le ocurrió una idea de apariencia "interesante" ("The Great St Helen's and Undershaft Sculpture Park seek to animate public space and help people to engage with their local environment"), pero particularmente perversa: decorar el entorno urbano de esa competición entre titanes mediante “esculturas” de artistas plásticos de reconocido prestigio: Screen with Folded Arms, de Kenneth Armitage; Garden Pouf, de Franz West; 3 men walking, de Julian Opie y Sky Mirror, de Anish Kapoor.
El resultado: Gulliver en el país de los gigantes. Especialmente, las obras de Anish Kapoor y la de Franz West componen manifiesto de absoluta desproporción. El espejo de Kapoor, visto desde Leadenhall Street es de una obviedad deprimente. No fui capaz de encontrar un punto de vista que dignificara la obra del autor indio; el impacto visual de los edificios circundantes es demasiado fuerte, demasiado "atronador". La de F. West aún ofrece una imagen más patética...
Si mi mente fuera más "liberal", concluiría exponiendo que esa falta de proporción debe ser consecuencia de la proporción entre el valor de los edificios y en de las "esculturas". El 30 St Mary Axe se puso a la venta y, según cuentan, se adjudicó en 630 millones de libras esterlinas... La llegada masiva de capital procedente de los países árabes está animando la burbuja inmobiliaria londinense...
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