Creía que ciertas carencias en la gestión cultural no se apreciaban en Cataluña; lo creía hasta que durante el viaje anterior, por Año Nuevo, dimos con el abandono de ciertos lugares de Tarragona... Durante los días pasados, dimos un paseo por esas carreteras de velocidad obligada, en las proximidades de la Costa Brava. Resultado: creció el inventario de anomalías.
Por indicaciones de un empleado turístico de Castellón de Ampurias, dimos con nuestros huesos en Peralada. La población, de ambiente grato pero escasamente volcada hacia el visitante, cuenta con un castillo-casino de connotaciones republicanas, varias construcciones religiosas y un peculiar museo.
Llegamos con el tiempo justo para recorrer las calles del pueblo y visitar el museo. Cobran 3 € por entrar a ver un montaje excesivamente "pedagógico" —muy poco atractivo— con intrusiones de adoctrinamiento nacionalista y los restos del convento arruinado desde, al menos, el siglo XIX; sólo queda la reconstrucción geometrizada de las arquerías del claustro con una colección de capiteles de concepción sumaria; unos con esculturas de bulto y otros, con formas geometrizadas. Estos últimos me hicieron pensar en los capiteles de Suso (San Millán de la Cogolla)
En ellos reside lo más interesante de un conjunto que acaso hubiera merecido un tratamiento menos "conceptual". Ofrecer como "claustro" unos restos arquitectónicos tan desvinculados de su función original sólo tiene sentido para ilustrar el pensamiento de quienes lo "restauraron", si es que se puede emplear este término sin que se desmayen los restauradores ortodoxos.
Naturalmente, con la excepción de la persona que lo vigilaba, el museo estaba vacío; seguramente lo emplean para torturar a los alumnos de los colegios de las inmediaciones en tiempo lectivo o, incluso, para justificar un día de asueto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario