domingo, 14 de diciembre de 2014

Cástulo y el museo de Linares

El yacimiento está en condiciones similares a otros de cualidades afines, reclamando a voces un cambio radical en la estrategia política, para movilizar una intervención arqueológica sistemática y "masiva" que permita conocer mejor el período durante el cual aquel emplazamiento, perfectamente asequible por vía fluvial, permaneció habitado. Lo ofrecido de momento es interesante pero escasamente espectacular, si exceptuamos el mosaico, entre los mejores del universo romano conocido, y además, excepcionalmente bien conservado.

El mosaico

La parte central está organizada mediante una retícula de circunferencias tangenciales definidas mediante cenefas de dos cabos, que definen dos círculos centrales seis medios círculos y cuatro cuartos en los ángulos del rectángulo. En los círculos centrales se ha representado el juicio de Paris y los amores de Selene (Luna) con Endimión; en los medios círculos, amorcillos con animales, en las zonas angulares figuras que podrían ser alusiones a las estaciones y, por fin, en los "cuadrados" cóncavos exteriores a los arcos, animales salvajes.
El carácter de algunas teselas y la calidad del trabajo lo ponen en relación con los mosaicos romanos del norte de África y, sobre todo, con los de Túnez, donde se conserva una colección de cualidades excepcionales.
Quienes lo han estudiado en su contexto arqueológico lo fechan entre finales del siglo I y la primera mitad del siglo II.

Composición central. Foto National Geographic
La patena

Sin embargo, acaso el mosaico no sea el elemento más interesante aparecido en el yacimiento de Cástulo; según "mi particular punto de vista", ese honor le corresponde a un objeto modesto, de reducidas dimensiones, que apareció fragmentado en un lugar relativamente próximo al mosaico: se trata de una "patena" o platillo ritual cristiano, de cristal con "grabados" de temática cristiana, que los arqueólogos situaron en un contexto "posterior a la segunda mitad del siglo IV" (según palabras textuales recogidas en el tríptico). Concretamente, "el lugar" es una "estructura habitacional" si se me permite la broma, que se ha interpretado como una "iglesia primitiva" construida a mediados del siglo IV. Nada puedo decir sobre esa hipótesis que, en cualquier caso, debiera manejarse con prudencia...
Desde los datos suministrados por la excavación, teniendo en cuenta los restos cerámicos asociados a la "patena" —terra sigillata hispánica tardía y moneda de Constancio II (337-361)—, debemos deducir que la "patena" debió romperse y abandonarse en los alrededores del año 400 y, por consiguiente, debió realizarse antes de esa fecha. Pero... ¿exactamente cuándo y dónde?
Si creemos lo que se dice en el Liber Pontificalis, escrito en la primera mitad del siglo VI, las patenas de vidrio respondian a las indicaciones rituales formuladas en tiempos del Papa Ceferino (199-217), en los alrededores del año 200:

" (...) Et fecit constitutum de ecclesia, et patenas uitreas ante sacerdotes in ecclesia, et ministros supportantes, donec episcopus missas celebraret, ante se sacerdotes adstantes, sic missae celebrarentur (...) 

Y dejarían de utilizarse con esa finalidad poco después, a partir de Urbano I (222-230):

" (...) Hic fecit ministeria sacrata omnia argentea et patenas argenteas XXV posuit (...)"



Aceptada la veracidad histórica del Liber Pontificalis, tendríamos perfectamente definido en el momento de realización de la "patena": durante el primer cuarto del siglo III. Sin embargo, los datos suministrados por esa fuente, indiscutibles para ciertos sectores de la ortodoxia católica, son poco rigurosos desde el punto de vista histórico y, en consecuencia, no se pueda aceptar incondicionalmente la realización de la patena durante el primer cuarto del siglo III; al menos, sin tomar en consideración otras circunstancias y posibilidades.

El análisis del propio material debería establecer referencias de primer orden, para situar el taller donde fue realizada; por desgracia, existen pocas posibilidades para establecer comparaciones, porque son escasos los restos de esta naturaleza que han llegado a nuestros días. Dadas las cualidades materiales del vidrio, que apenas requieren la existencia de hornos especializados, no creo que sólo existieran los talleres mencionados en los documentos aportados por el museo (Roma o alrededores y Alemania). La industria del vidrio tuvo cierta entidad en tiempos del Imperio Romano y aún conoció un momento de expansión fuerte en la tardoantigüedad, tal y como acreditan lo mosaicos vidriados de época bizantina, que se emplearon tanto en las provincias orientales como en Roma y Rávena. De hecho, la tecnología de la mayor parte de las "patenas" o piezas de vidrio con motivos animados de carácter cristiano se realizaron con una técnica similar a las teselas doradas: yuxtaponiendo dos láminas de vidrio son un pan de oro recortado según el modelo iconográfico elegido. Esa modalidad está documentada desde, al menos, el Pleno Imperio y es la utilizada en una de las referencias mencionadas por el museo (Museo de Ohio); también existen piezas afines pero con iconografía diferente en el Metropolitan, en el Louvre, en el Vaticano, etc. En algún caso también aparece la iconografía no barbada de Cristo (British, clasificado en el siglo IV). También se conocen piezas de similar concepción con iconografía judía.
En este sentido, la patena de Cástulo responde a una modalidad "rara", toda vez que son escasos los restos tardorromanos del mismo tipo que han llegado a nuestros días. En la península Ibérica apenas conocemos alguna otra pieza de concepción similar como el cuenco de Valencia. Sin embargo, son relativamente frecuentes los fragmentos de vidrio aparecidos en casi todos los yacimientos romanos de la península Ibérica, que han hecho pensar en la posible existencia de talleres asentados en algunas ciudades hispanorromanas...
Si tenemos en cuenta la importancia que tuvo la industria del vidrio en Roma y que esos talleres llegaron en pleno funcionamiento a la época bizantina, puesto que en ellos se fabricaron las "teselas de oro" (sándwich de vídrio con pan de oro) características de los mosaicos que se colocaron en las iglesias más relevantes, podemos deducir que debieron existir talleres importantes en otras zonas y, muy especialmente, en los lugares de mayor capacidad económica: Cartago, Alejandría, Constantinopla y, tal vez, también en alguna ciudad de Hispania.
Desde estos datos, parece aventurado limitar el origen de la patena de Cástulo a Roma u Ostia... a no ser que quienes lo hayan indicado cuenten con referencias analíticas que desconozco.
Por desgracia, la fragilidad del vidrio y el escaso desarrollo de las investigaciones en el norte de África y en Turquía complican considerablemente la situación...
Los elementos ornamentales, por el contrario, ofrecen testimonio de varias circunstancias relativamente fáciles de analizar, toda vez que comprometen aspectos mejor documentados...


La iconografía de la "patena"

La patena contiene una imagen de Cristo en majestad no barbado con libro en la mano izquierda y cruz gemada en la derecha; le acompañan dos figuras con rollos en sus manos; los tres personajes tienen nimbo y visten dalmática y pallium, tal y como era usual entre los primeros cristianos, que se esforzaron en ofrecer una imagen austera, afín a la de los filósofos griegos, que vestían de esa manera desde los tiempos de Augusto; a partir de Constantino, el pallium se convirtió en prenda fundamental de la vestimenta cristiana, en oposición a la toga, específicamente romana. Se completa la composición con dos palmeras, crismón y ornato perimetral de cenefa ondulada entre pares de líneas.
En el museo ofrecen dos paralelos para el diseño de la decoración: un mosaico del Mausoleo de Constanza (segundo cuarto del siglo IV) y un fragmento de vidrio dorado conservado en el Toledo Museun of Art (Ohio), asimismo atribuido al siglo IV. Sin embargo, existen algunas diferencias entre la pieza de Cástulo y los dos ejemplos citados. Aunque los modelos compositivos son comprables, en ninguno de los dos casos mencionados aparece el Cristo no barbado, tampoco cuenta con crismón y los personajes que acompañan a Cristo en la pieza de Ohio no poseen nimbo. Desde estas diferencias se pueden deducir algunas circunstancias, a mi juicio, relevantes...

Pieza del British Museum
El tipo de Cristo abre un abanico de posibilidades acotadas por dos momentos relativamente alejados en el tiempo: la época paleocristiana, definida entre por los primeros momentos del cristianismo, antes incluso de Constantino el Grande, y los alrededores del siglo VI. Las catacumbas romanas ofrecen pinturas realizadas antes del año 300 (en la de San Calixto existen pinturas del siglo II con iconografía del Buen Pastor), con imágenes de Jesucristo, derivadas directamente de los modelos paganos, en alusión directa o indirecta a las divinidades de concepción ritual o simbólica próxima al banquete eucarístico: Orfeo, Apolo, Dionisos.
El segundo momento estaría definido por la recuperación de fórmulas "antiguas" en tiempos de Justiniano, cuando se construyó la basílica de San Vital (mediados del siglo VI), en cuyos mosaicos aparece una figura imberbe de Cristo.
Desde los restos conservados da la sensación de que durante trescientos años coexistieron las dos iconografías de Cristo, hasta que se impuso la tradición del mandylion, similar a la proporcionada por varias tradiciones piadosas (paño de la Verónica, Sábana Santa, etc.).

Fragmento de Ohio
Para el caso hispano, debemos tener en cuenta un factor relevante: seguramente a consecuencia del canon XXXVI del Concilio de Elvira (ha 300-306), que prohibía expresamente el uso de imágenes, son raras las representaciones animadas anteriores al siglo X; son pocas las inscripciones que contengan otras representaciones que cálices, palomas y ornamento vegetal; asimismo son raras las piezas de ornamentación arquitectónica con motivos animados. Escapan de las instrucciones del concilio de Elvira unos cuantos sarcófagos repartidos por la geografía peninsular. En Tarragona existen dos sarcófagos, uno de la fachada de la catedral y otro en el museo paleocristinao, que ilustran fórmulas de origen diverso, con tratamiento iconográfico comparable al del sarcófago de Junio Basso (Museos Vaticanos) fechado en el siglo IV: el de la catedral podría ser importado desde Roma (finales del siglo IV), el del museo, desde Cartago, pero en ambos caso se emplea la fórmula del Cristo sin barba con vestuario similar al de la patena de Cástulo. Otro tanto se puede decir del de Écija, atribuido al siglo V (no sé si con acierto), y del de Martos, considerado de los primeros años del siglo IV. En casi todos ellos (el relieve de Écija ofrece ciertas peculiaridades en ese sentido) encontramos indumentarias similares a las de la patena de Cástulo. Desde esta circunstancia, parece razonable retrasar la cronología de la patena de Cástulo.

El crismón es de cualidades afines a los de las primeras monedas romanas con este elemento, acuñadas en tiempos de Canstantino el Grande y Magencio; sin embargo, la modalidad aparecida en la patena de Cástulo aparecerá con cierta frecuencia durante los siglos sucesivos, sobre todo, en contexto de cierta simplificación formal. No creo que este detalle sea muy útil para situar la realización de la patena.

Catacumba de San Pedro y San Marcelino
El nimbo es un atributo derivado de las religiones mediterráneas precristianas, que acaso lo emplearan por influencia oriental para aludir a cualidades divinas relacionadas con los cultos solares previos (Egipto, Zoroastro, incluso, de extremo oriente). En el cristianismo, los primeros nimbos están documentados en las catacumbas; en la de San Marcelino y San Pedro, existe una pintura atribuida al siglo IV, con Cristo entronizado entre Pedro y Pablo, que visten de modo similar a como aparecen en la patena de Cástulo; la figura de Cristo presenta barba y ya tiene nimbo, no así las de los apóstoles, que suelen contar con ese atributo en los años posteriores. En suma, la existencia de nimbo en los tres personajes es un factor que induce a adelantar la patena de Cástulo.

Y aún cabría tener en cuenta un factor que apunta en la misma dirección: el modo de resolver los peinados de los personajes se parece mucho a los marfiles bizantinos del siglo VI.

Calco del platillo del Metropolitan (350-400)
Desde estos datos y teniendo en cuenta las conclusiones de quienes la encontraron, parece obvio que la "patena" de Cástulo pudo haberse realizado en un contexto cultural próximo al siglo IV, en paralelo a la creación de imágenes de Cristo afines para otras funciones (relieves de sarcófagos, pinturas en iglesias, etc.), por supuesto, en lugares donde no imperaran criterios iconoclastas. Teniendo en cuenta que está documentada la asistencia del obispo de Cástulo al concilio de Elvira, podríamos deducir la posibilidad muy probable de que la "patena" hubiera sido adquirida antes de la celebración del mencionado concilio.
Desde esa posibilidad, surgiría una situación que reforzaría la interpretación derivada del Liber Pontificialis, es decir, que la patena fuera "fabricada" a finales del siglo III, en Roma (o en sus alrededores), en el norte de África (Cartago, Alejandría, etc.), en Siria, donde, según los relatos míticos, se produjo el vídrio por primera vez, o incluso en Hispania, donde también pudieron existir fábricas de vidrio.
En todo caso, ello no impediría que fuera abandonada o perdida años después, acaso durante el siglo IV, en el momento acotado por el contexto arqueológico definido por quienes han excavado el yacimiento.

Conjugando los factores mencionados, creo que, con un margen de probabilidad elevado, se podría situar la realización de la patena de Cástulo en los alrededores del año 300, pero sin menospreciar que, desde los datos conocidos en la actualidad, posee elementos difíciles de entender en cronología tan temprana...

Otros objetos del museo de Linares

El museo de Linares, donde se exhibe la patena en un montaje enfático bastante aceptable, pero que no consigue evitar los reflejos parásitos, está concebido casi exclusivamente para mostrar los hallazgos proporcionados por el yacimiento de Cástulo y sus alrededores. Sus instalaciones piden a gritos una renovación radical, aunque cumplen aceptablemente la función que se exige al museo  de una ciudad pequeña; no obstante, creo que sería una torpeza afrontar una renovación radical si previamente no se ha realizado una campaña de "excavaciones masivas" en Cástulo, que debería proporcionar un ingente caudal de datos sobre la cultura hispanorromana. Me pregunto de nuevo cuándo comprenderán nuestras autoridades que los "gastos" en este tipo de trabajos son, en realidad, inversiones muy rentables, por supuesto si se aplican con sensatez y sentido práctico y no para proporcionar sustento a la molicie endogámica...


En el museo existen varios elementos arquitectónicos difíciles de etiquetar, que han fechado entre los siglos V y IV a C, Uno de ellos es un capitel localizado, obviamente, en Cástulo: se trata de un bloque casi troncopiramidal de arenisca, tallado mediante recursos limitados y fórmulas de escaso relieve, que puede ser interpretado como "traducción" tosca e indirecta de los elementos del orden jónico, interpretados con exceso de "imaginación". Lógicamente, podemos situarlo en un contexto cultural (regional) de gentes escasamente familiarizadas con las corrientes griegas que, sin embargo, entendían perfectamente la función estructural de ese elemento arquitectónico. Ese detalle y la existencia de collarino moldurado en la base podrían estar indicándonos una filiación cultural diferente a la adjudicada por el museo. En todo caso, destacan el grosor del ábaco, sensiblemente cuadrado en planta, los florones dispuestos bajo él, entre las volutas angualres, y el curioso juego helicoidal inferior entre elementos que podrían ser brácteas. virutas o, incluso, alusiones a fórmulas ajenas a la ornamentación arquitectónica más conocida. Su vinculación con algunas las variedades "eólicas" parece clara, pero entiendo que sería conveniente relativizar esa relación, dadas las pecualires circunstancias históricas de Cástulo antes de integrarse en el Imperio romano.


El museo contiene dos capiteles jónicos, de conservación irregular, que pudieron formar pareja y que acreditan perfectamente la mencionada integración cultural; tallados en los alrededores del cambio de era, ilustran la llegada de unas fórmulas arquitectónicas y ornamentales que se repetirán a lo largo y ancho del universo mediterráneo.En este caso se trata un modelo peculiar, con escasos paralelos, pero concebido combinando fórmulas propias de la tradición griega: ovas, dardos, contario, flores de cuatro pétalos, etc. A destacar la integración en el capitel de un fragmento del fuste cilíndrico, según fórmula que se empleará con cierta frecuencia en estos primeros años del Imperio, tanto en los capiteles jónicos como en los corintio-itálicos, aunque no con tanto desarrollo como en estos de Cástulo. La entidad del suplemento lo relaciona con obras realizadas en una horquilla cronológica de cierta amplitud, desde los alrededores del años 100 d. C hasta el siglo III. En este caso, si tenemos en cuenta el carácter del Kyma, sería más razonable clasificarlo en la época sugerida en la cartela del museo. El capitel que se conserva completo ilustra el proceso evolutivo que conduce de las variedades jónicas a las de "orden compuesto", tal y como indicaré en una entrada próxima, en relación a una pieza de Valencia...




Otro capitel procedente de Cástulo, como sus compañeros, muy erosionado, ofrece un modelo de orden corintio bastante común en la península Ibérica, salvo en un detalle relevante: posee un suplemento inferior que, probablemente, fuera originalmente collarino; esta circunstancia es común en el noroeste de la península Ibérica, pero relativamente rara al sur de Despeñaperros. La ornamentación contiene hojas de acantos de digitaciones robustas con escasa modulación volumétrica, aunque dentro de lo habitual en los primeros años del Imperio. Merece la pena destacar la configuración del cuerpo superior, mediante plato del cesto perfectamente marcado y conjunto volutas-cáliz con gran desarrollo del aparato floral que cubre parte de la hélices, tal y como sucede en algunos capiteles que Gómez-Moreno adjudicaba al siglo IX. En la cartela se le sitúa, con buen criterio, entre los siglos I y II.


También está muy erosionado otro capitel corintio asimismo de orden corintio, de concepción diferente al anterior. No tiene collarino y su concepción deriva de planteamientos más cuidados. Ofrece acantos de hojas más agudas que el otro y las volutas poseen sección acanalada, según fórmulas comunes en los tiempos de Augusto y de los Julio-Claudios. A destacar la bráctea de gran desarrollo colocada sobre las hojas centrales del segundo piso, desde la que sale el tallo que conduce al florón del ábaco. Aunque dado su deterioro es difícil precisar mucho su realización, acaso éste fuera realizado años antes que el anterior. En todo caso, la actual catalogación ofrecida en la cartela (siglo I-II) no parece equivocada.



El museo de Linares cuenta con otro capitel corintizante, con talla de escaso relieve, pero de concepción perfectamente definida, según parámetros relativamente evolucionados. Aunque en el museo lo adjudican al siglo III, seguramente a causa de la escasa profundidad de la talla de los elementos vegetales, dada la impecable estructura del diseño y la gruesa moldura superior que delimita al cesto, podría ser algo anterior, tal vez, de época adrianea. 


Capitel procedente de la finca de Santa Eufemia (Linares); su concepción esquemática no debe engañarnos, porque dado su contexto inmediato, lo más razonable es que correspondiera a una edificación de escasas pretensiones ornada por artesanos locales poco versados en las corrientes imperiales. En la cartela se le sitúa en el siglo III y, francamente, he de reconocer que me ha sorprendido no verlo clasificado como "visigodo". Creo que la clasificación es arriesgada, pero la suscribo, aunque quizás, por curarse en salud, convendría dejar abierta la posibilidad de que fuera realizado algo después, aunque también existe la posibilidad de que, incluso, fuera mucho más antiguo. Lo más probable es que fuera tallado entre los siglos III y IV.


Algo parecido sucede con otro pequeño capitel protegido en una vitrina, que responde a una fórmula "estructural" relativamente frecuente en el mundo mediterráneo, configurada mediante cuatro hojas angulares, en este caso, con elementos que parecen volutas de escaso desarrollo. Hace poco comentaba brevemente un capitel relativamente comparable de Conímbriga. Este de Cástulo, condicionado también por su tamaño, en su esquematismo, aún mantiene reflejos de las fórmulas tradicionales, apreciables tanto en la configuración de las hojas angulares como en las centrales, que aún sugieren los diseños del acanthus mollis. El frente del ábaco, desproporcionadamente grueso y algo cóncavo, posee ornato sogueado, según fórmula muy repetida durante los siglos que anticipan la crisis del Imperio. La cartela lo sitúa entre los siglos III y V; a mi juicio, se podría restringir un poco la clasificación, acaso entre los siglos III y IV, en momento aún condicionado por la existencia de patronos homogeneizadores en en ámbito mediterráneo.



Otro más procede de las proximidades de Linares, de una zona con grandes villas en reparto disperso, que según la propia documentación del museo, se pudo mantener hasta época visigoda. A mi juicio, su naturaleza "degradada" no es suficiente para adjudicarla a esta época; es más probable que fuera realizada por artesanos escasamente cualificados en un momento indeterminado. Aunque en la cartela se indica que el capitel corresponde a los siglos IV-VI, si tenemos en cuenta la existencia de villas, lo más razonable sería relacionar este capitel con los momentos de gran expansión de esas unidades de vivienda y explotación. Siglos III- IV.

También existen dos capiteles muy erosionados, que han perdido los discos angulares; no obstante, lo que se conserva permite clasificarlos sin problemas. Derivan del orden compuesto (compuesto califal) y ofrecen una configuración ornamental con hojas de acanto de folíolos muy afilados, características de la segunda mitad del siglo X. Existen muchos capiteles de concepción similar, que hacen suponer el origen común de todos ellos: las ciudades palatinas de las proximidades de Córdoba, que fueron expoliadas tras la caída del Califato. Aunque en algunos museos se abre la catalogación de estas piezas hasta el siglo XI, es poco probable que en época taifa se mantuvieran tan estrictamente las tipologías califales; los capiteles de época taifa, como los de la aljafería, reflejan un paso más en la tendencia a la estilización que, como indicara Grabar hace muchos años, define toda la ornamentación hispanoislámica.
En este caso y aprovechando el propio montaje expositivo, es interesante comparar el contario de este capitel con el mismo elemento de los capiteles jónicos y las hojas de acanto con las de los capiteles corintios romanos. Se aprecia con claridad el criterio de "emulación estilizada" que emplearon los artífices califales, integrándola en la corriente mencionada, que culminará en los prototipos casi abstractos —fuertemente geometrizados—  de la Alhambra de Granada.





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