En la web "oficial" de Pérez Reverte, se resume el contenido de la novela acaso con síntesis forzada y exceso de voluntad promocional:
"En una torre junto al Mediterráneo, en busca de la foto que nunca pudo hacer, un antiguo fotógrafo pinta un gran fresco circular en la pared: el paisaje intemporal de una batalla. Lo acompañan en la tarea un rostro que regresa del pasado para cobrar una deuda mortal, y la sombra de una mujer desaparecida diez años atrás. En torno a esos tres personajes, Arturo Pérez-Reverte ha escrito la más intensa y turbadora historia de su larga carrera de novelista. Deslumbrante de principio a fin, El pintor de batallas arrastra al lector, subyugado, a través de la compleja geometría del caos del siglo XXI: el arte, la ciencia, la guerra, el amor, la lucidez y la soledad, se combinan en el vasto mural de un mundo que agoniza."
En efecto, la novela habla del arte; en mucha menor medida, de la ciencia, del amor, de la lucidez, de la soledad; pero también, de la violencia y de la guerra. La versión de Antonio del Álamo sacrifica radicalmente la parte estética, a mi juicio, con buen sentido, y mantienen la mayor parte de los elementos asociados al resto de los factores, para colocar el acento sobre todo lo relacionado con la vertiente personal, que se convierte en elemento medular del desarrollo dramático. Dos hombres, Andrés Faulques e Ivo Markovic, contrapondrán ante el público otras tantas historias personales, en apariencia ajenas entre sí. El primero ofrecerá, en principio, una reflexión casi de estricto análisis formal, mientras el segundo expondrá, de modo prosaico, el sustrato dramático de la realidad aludida por la forma y las consecuencias activadas por su captación y difusión pública. A la postre resultará que en la situación bélica que enmarcó la relación efímera entre ambos y que movilizó "un efecto mariposa" de consecuencias dramáticas para Ivo, también existió un importante factor personal que condicionó decisivamente la vida de Faulques. Y hasta aquí puedo decir sin hacer spoiler.
Alguien ha dicho que la obra parece una autobiografía del periodismo (de guerra); si así fuera, sería una autobiografía profundamente tendenciosa. La novela de Pérez Reverte bascula entre los tres factores mencionados: las peripecias personales de Ivo, tras la foto de Andrés que consiguió gran difusión; las reflexiones formales y existenciales de éste en el ambiente bélico y en su posterior reelaboración en su "nueva" faceta de pintor; y las acotaciones del "tercer personaje". Aunque se ha dicho que la versión teatral sigue la novela al pie de la letra, lo cierto es que aquella ofrece diferencias significativas; entre ellas el tratamiento dispensado a al mencionado "tercer personaje", deshuesado casi por completo para dejar lo que, en términos de desarrollo teatral, era más conveniente: la mujer cuyas vicisitudes explican de algún modo la soledad del pintor y su necesidad de redimirse o justificarse.
Dicho de otro modo: Antonio Álamo ha prescindido de todo lo que alterara el ritmo narrativo de un montaje teatral, sin eliminar por completo las digresiones que proporcionan categoría a la novela y podían enriquecer la función. En consecuencia, no se pueden reprochar a Antonio Álamo las, a mi juicio, posibles debilidades de un texto que, tal vez, pudiera haber enfrentado con mayor contundencia los mecanismos que desencadenan los conflictos bélicos y, muy especialmente, los que actuaron en el caso de la antigua Yugoslavia... Obviamente, Pérez Reverte, con su desenfado habitual, podría responder que sus intenciones eran escribir lo que escribió y tomar en consideración expresamente lo recogido en el texto. Naturalmente.
También desde mi punto de vista, hubiera enriquecido el análisis aproximarse a las "razones" que explicaran el mecanismo activado por el disparo de una cámara o mejor por la selección realizada por las agencias, aquellas de las que se sirvió profesionalmente el propio Pérez Reverte en su condición de corresponsal de guerra. En ese fenómenos están, a mi juicio, las "razones" que explican la propia función del corresponsal gráfico de guerra y, por supuesto, el interés que tienen los profesionales por conseguir imágenes de fuerte dramatismo e incluso de gran potencial morboso. Obviamente esas mecanismos forman parte de los empleados por el propio Pérez Reverte para construir el ritmo narrativo de la novela y, por supuesto, de la versión teatral. Si a "la gente" —a una parte numéricamente muy relevante de la gente— no le "gustara" contemplar los resultados de la violencia extrema, los reporteros gráficos deberían replantear su trabajo. Del mismo modo, sería menos "atractivo" un espectáculo que no explicara a los espectadores lo que unos soldados embrutecidos pueden hacer a las mujeres y a los niños... Acaso por ese camino tenebroso pudiéramos encontrar "explicaciones" que siempre serían incómodas.
Por lo de más... El montaje me ha parecido bueno; acaso pudiera reprochar a Curt Allen Wilmer la vestimenta de Ivo, exagerada incluso para un friki croata; pero la idea de seccionar el cilindro del torreón es un hallazgo muy bien utilizado.
La ambientación pictórica, que firma Ángel Haro, también me ha parecido oportuna, incluso en sus debilidades plásticas, enfatizadas con exageración; es buena idea dejar claras las limitaciones pictóricas de Andrés Faulques.
La interpretación merece una acotación que también remite a las, a mi juicio, debilidades del texto original: la contraposición de dos estilos tan diferentes de interpretar acrecienta la substancia psicológica individual a los dos personajes, acaso insuficientemente definida en la novela. Desde esta circunstancia, confieso que no me gusta el "estilo" interpretativo de Alberto Jiménez, aunque soy consciente de que este juicio no resta un ápice a la calidad objetiva de su trabajo. Jordi Rebellón está francamente bien.
A la vista de cómo recibió la función el público, creo que el espectáculo ofrecido por los Teatros del Canal va a continuar siendo un éxito de crítica y público...
Y si no expreso una acotación casi marginal —para el desarrollo de la trama— y dos más relevantes, reviento. La casi marginal: no sé si está históricamente justificado el énfasis que han puesto ciertos escritores en la figura de Goya, como pintor de los elementos más esenciales de la guerra. Pérez Reverte lo asume aunque hace tiempo reputados estudiosos expusieron que se debieran revisar ciertas hagiografías...
Las más relevantes desde el punto de vista argumental aluden a las reflexiones plásticas y estéticas ofrecidas por Pérez Reverte tanto en la novela como en el "resumen" de Antonio Álamo, y requerirían un comentario más amplio de lo que me apetece escribir hoy. Por descargar la presión de mis mecanismos reactivos, sólo ofreceré al lector dos puntualizaciones discretas. La primera: es más fácil explicar el "orden compositivo" desde la teoría del caos, implícitamente mencionada al describir el factor que activa el drama de Ivo —desde la lógica difusa—, que desde un supuesto "orden geométrico". La segunda: en cuestiones fotográficas, por encima de cualquier consideración de orden geométrico, que indefectiblemente nos remitirá a Platón y a lo que su cosmovisión supone, es importante recordar las recomendaciones de Robert Capa, de quien no parece ser fiel devoto Pérez Reverte: lo importante es estar cerca, suficientemente cerca; incluso aunque el fotógrafo cuente con con un teleobjetivo magnífico y con unas dotes compositivas excepcionales.
"En una torre junto al Mediterráneo, en busca de la foto que nunca pudo hacer, un antiguo fotógrafo pinta un gran fresco circular en la pared: el paisaje intemporal de una batalla. Lo acompañan en la tarea un rostro que regresa del pasado para cobrar una deuda mortal, y la sombra de una mujer desaparecida diez años atrás. En torno a esos tres personajes, Arturo Pérez-Reverte ha escrito la más intensa y turbadora historia de su larga carrera de novelista. Deslumbrante de principio a fin, El pintor de batallas arrastra al lector, subyugado, a través de la compleja geometría del caos del siglo XXI: el arte, la ciencia, la guerra, el amor, la lucidez y la soledad, se combinan en el vasto mural de un mundo que agoniza."
En efecto, la novela habla del arte; en mucha menor medida, de la ciencia, del amor, de la lucidez, de la soledad; pero también, de la violencia y de la guerra. La versión de Antonio del Álamo sacrifica radicalmente la parte estética, a mi juicio, con buen sentido, y mantienen la mayor parte de los elementos asociados al resto de los factores, para colocar el acento sobre todo lo relacionado con la vertiente personal, que se convierte en elemento medular del desarrollo dramático. Dos hombres, Andrés Faulques e Ivo Markovic, contrapondrán ante el público otras tantas historias personales, en apariencia ajenas entre sí. El primero ofrecerá, en principio, una reflexión casi de estricto análisis formal, mientras el segundo expondrá, de modo prosaico, el sustrato dramático de la realidad aludida por la forma y las consecuencias activadas por su captación y difusión pública. A la postre resultará que en la situación bélica que enmarcó la relación efímera entre ambos y que movilizó "un efecto mariposa" de consecuencias dramáticas para Ivo, también existió un importante factor personal que condicionó decisivamente la vida de Faulques. Y hasta aquí puedo decir sin hacer spoiler.
Foto Emilia Yagüe Producciones |
Dicho de otro modo: Antonio Álamo ha prescindido de todo lo que alterara el ritmo narrativo de un montaje teatral, sin eliminar por completo las digresiones que proporcionan categoría a la novela y podían enriquecer la función. En consecuencia, no se pueden reprochar a Antonio Álamo las, a mi juicio, posibles debilidades de un texto que, tal vez, pudiera haber enfrentado con mayor contundencia los mecanismos que desencadenan los conflictos bélicos y, muy especialmente, los que actuaron en el caso de la antigua Yugoslavia... Obviamente, Pérez Reverte, con su desenfado habitual, podría responder que sus intenciones eran escribir lo que escribió y tomar en consideración expresamente lo recogido en el texto. Naturalmente.
También desde mi punto de vista, hubiera enriquecido el análisis aproximarse a las "razones" que explicaran el mecanismo activado por el disparo de una cámara o mejor por la selección realizada por las agencias, aquellas de las que se sirvió profesionalmente el propio Pérez Reverte en su condición de corresponsal de guerra. En ese fenómenos están, a mi juicio, las "razones" que explican la propia función del corresponsal gráfico de guerra y, por supuesto, el interés que tienen los profesionales por conseguir imágenes de fuerte dramatismo e incluso de gran potencial morboso. Obviamente esas mecanismos forman parte de los empleados por el propio Pérez Reverte para construir el ritmo narrativo de la novela y, por supuesto, de la versión teatral. Si a "la gente" —a una parte numéricamente muy relevante de la gente— no le "gustara" contemplar los resultados de la violencia extrema, los reporteros gráficos deberían replantear su trabajo. Del mismo modo, sería menos "atractivo" un espectáculo que no explicara a los espectadores lo que unos soldados embrutecidos pueden hacer a las mujeres y a los niños... Acaso por ese camino tenebroso pudiéramos encontrar "explicaciones" que siempre serían incómodas.
Foto Emilia Yagüe Producciones |
La ambientación pictórica, que firma Ángel Haro, también me ha parecido oportuna, incluso en sus debilidades plásticas, enfatizadas con exageración; es buena idea dejar claras las limitaciones pictóricas de Andrés Faulques.
La interpretación merece una acotación que también remite a las, a mi juicio, debilidades del texto original: la contraposición de dos estilos tan diferentes de interpretar acrecienta la substancia psicológica individual a los dos personajes, acaso insuficientemente definida en la novela. Desde esta circunstancia, confieso que no me gusta el "estilo" interpretativo de Alberto Jiménez, aunque soy consciente de que este juicio no resta un ápice a la calidad objetiva de su trabajo. Jordi Rebellón está francamente bien.
A la vista de cómo recibió la función el público, creo que el espectáculo ofrecido por los Teatros del Canal va a continuar siendo un éxito de crítica y público...
Foto Emilia Yagüe Producciones |
Las más relevantes desde el punto de vista argumental aluden a las reflexiones plásticas y estéticas ofrecidas por Pérez Reverte tanto en la novela como en el "resumen" de Antonio Álamo, y requerirían un comentario más amplio de lo que me apetece escribir hoy. Por descargar la presión de mis mecanismos reactivos, sólo ofreceré al lector dos puntualizaciones discretas. La primera: es más fácil explicar el "orden compositivo" desde la teoría del caos, implícitamente mencionada al describir el factor que activa el drama de Ivo —desde la lógica difusa—, que desde un supuesto "orden geométrico". La segunda: en cuestiones fotográficas, por encima de cualquier consideración de orden geométrico, que indefectiblemente nos remitirá a Platón y a lo que su cosmovisión supone, es importante recordar las recomendaciones de Robert Capa, de quien no parece ser fiel devoto Pérez Reverte: lo importante es estar cerca, suficientemente cerca; incluso aunque el fotógrafo cuente con con un teleobjetivo magnífico y con unas dotes compositivas excepcionales.
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