Esta entrada está dirigida, muy especialmente, a quienes fueron mis alumnos...
Casi han pasado dos años desde la última entrada y me reconozco indigno e indolente por no haber dado explicación alguna... Como recordará el lector, la última entrada "subió a la nube" el 28 de diciembre del año 2019, con un texto que no era ninguna inocentada, aunque lo pareciera. Por supuesto, la elección de la fecha no fue casual: me divertía imaginar las "consecuencias" de una provocación "inocente". Imaginé que menudearían los comentarios, las valoraciones muy críticas e incluso los insultos, sobre todo, cuando observé el crecimiento desmesurado de las visitas. Me equivoqué... Es posible que el mutismo haya condicionado mi ánimo para no ir más adelante en el "vertido de material" de un disco duro, cuya capacidad está al borde del colapso.
Pero reconozco que no fue el único factor y ni tan siquiera el más influyente en la paralización del blog; porque su desarrollo había llegado a un punto de culminación profesional, que debería asumir el paréntesis de un año sabático a disfrutar durante el curso 2019-2020. Durante ese año tenía previsto trabajar, sobre todo, en la recopilación de datos, que serían subidos al blog durante el siguiente, cuando ya estaría disfrutando de la jubilación... Así lo había planeado.
Y en eso llegó la Covid y lo trastocó todo. En ocasiones los parámetros aleatorios juegan con los hilos de la existencia humana y con la expansión de la pandemia, las intenciones cayeron al abismo de los empeños vacuos: se bloquearon las posibilidades de viajar y, por supuesto, de insistir en recopilar material relacionado con las peculiaridades de los fenómenos culturales del Fin de la Antigüedad. Fueron tiempos extraños para todos. Pude haber recuperado el blog para compensar el tedio del confinamiento, pero me refugié en otros menesteres... También cambió mi intención de jubilarme un año antes de llegar a la "jubilación forzosa".
Parque Natural del Señorío de Bertiz, otoño de 2021 |
Contra el comentario de un querido antiguo alumno —ya casi amigo—, testifico con rigor de juicio filmado por Otto Preminger, que nada hice por finalizar la carrera profesional de ese modo y no sé si quienes tomaron la decisión consideraron otras razones que las puramente instrumentales. Al menos, nadie me comunicó nada en otro sentido y únicamente se justificó la decisión en mi "título de doctor en Historia del Arte". Si quienes tomaron la decisión lo hicieron con la intención de darme una sorpresa agradable, quede aquí solemne testimonio desconcertado de agradecimiento. Y no se sorprenda demasiado el lector por una situación tan brumosa: en la universidad las aguas portadoras de la energía necesaria para mover las palas del molino, casi nunca discurren por la superficie.
Sea como fuere, el encargo tocó fibras muy sensibles de mi existencia, porque cuando decidí olvidarme de la industria de la construcción para buscarme la vida replanteando mi profesionalidad hacia la Historia del Arte, latía una preocupación personal derivada de mi, por entonces, ya viejo coqueteo con las artes plásticas. Un problema de salud aparecido a la edad de 12 años y que me mantuvo entre quirófanos y camas durante casi tres, me animó a dibujar y pintar compulsivamente, como forma de mitigar el aburrimiento... La afición a la lectura me vino mucho después, paradójicamente, en el lugar más opuesto posible a la trasmisión de conocimientos; pero esa es otra historia propia de nuestra kafkiana sociedad.
Pasaron los años, cambiaron las circunstancias y con la ingenuidad del autodidacta pasional, fui ampliando mi interés por los asuntos históricos —fui lector compulsivo de Tuñón de Lara— y los estéticos, que progresivamente se orientó más hacia los fundamentos teóricos que hacia los prácticos. Y con esos antecedentes, afrontados nuevos retos de desarrollo personal, cuando me matriculé en la Facultad de Geografía e Historia lo hice con dos objetivos de conocimiento prioritarios; por supuesto, también había "otros", que no vienen a cuento ahora. El primero, derivado de lo expuesto, se centraba en comprender "lo que estaba pasando con el arte contemporáneo", por aquellos tiempos aún supeditado a las contradictorias corrientes conceptuales, en España ahormadas según el criterio —para mí, respetable pero muy discutible — de Simón Marchán. Aún recuerdo la sorpresa de un compañero, que me había etiquetado como "medievalista", cuando advirtió mi "rendimiento" en esos asuntos...
El segundo, asociado a preocupaciones más recientes, se podría integrar bajo la pretensión de dedicarse a lo que ciertos estudiosos denominaban el estudio de la "cultura material". Seguramente, este factor proporcionará una pista para entender por qué elegí una tesis doctoral tan alejada de lo expuesto y el carácter aparentemente estrafalario por "disperso" de este blog. Aunque me hubiera gustado orientar mis primeras investigaciones hacia el arte contemporáneo, mi componente "científico" (hasta aquellos años mi formación académica se había desarrollado en campos puramente científicos y tecnológicos), dictaminó la naturaleza vidriosa —por decirlo de modo suave— de los planteamientos teóricos al uso... Pero esa también es una cuestión relativamente ajena a lo que intento exponer en esta entrada y, de momento, debe quedar al margen, aunque seguramente volveré a ella en otro momento, si para entonces me apetece dar explicaciones sobre asuntos cada vez más embarrados por su proximidad con las creencias.
En este punto el lector avisado ya adivinará que la propuesta trasladó mi espíritu a momentos particularmente placenteros y reconfortantes, y a preocupaciones aún latentes en lo más profundo de mi "alma". De nuevo me veía obligado a revisar mi particular modo de contemplar las contradicciones latentes en las corrientes conceptuales y en el cada vez más abstruso y acomodaticio movimiento posmoderno. ¿He dicho movimiento? El lector sabrá disculpar la broma malévola...
Huelga decir que, a pesar de los inconvenientes de los cursos on-line para mi manera de entender la docencia, pasé un curso delicioso ( o tal vez debiera decir divertido). Reconozco que no se me habría pasado por la imaginación diseñar una fórmula tan cargada de connotaciones simbólicas para cerrar una carrera profesional "anómala" pero asumida con toda la pasión del universo. Además, como saben quienes me han sufrido, desde hace más de treinta años defiendo que "entender de arte" implica conocer las circunstancias circundantes y, muy especialmente, las ideas estéticas que le otorgan fundamento "culto".
Pero de cualquier forma, el encargo completó un contario de recuerdos que, en ese sentido, por cuanto se refiere a quienes debieron soportarme en clase, casi siempre fueron especialmente placenteros. Y aunque sé que serán muchos quienes ya se hayan olvidado de este humilde trabajador del "sector educativo", desde aquí me gustaría transmitir a todos —incluso a quienes no me soportaban— mi más profundo agradecimiento por facilitarme las cosas. Disfruté como jamás imaginé que se pudiera disfrutar en una actividad profesional. ¡Gracias a todos!
Escalinata de ascesis estética del Museo Oteiza |
Pero la razón más poderosa para explicar la falta de entradas en el blog es la más prosaica: el encargo asumido con pasión de principiante supuso una carga de trabajo particularmente elevada, que dejaba pocas opciones al resto de las actividades personales y, por supuesto, al mantenimiento de un blog con pretensiones de seriedad (no diré rigor para no escandalizar a nadie).
Salvado el apuro del curso, aparecieron otros factores. Debo reconocer que cuando es visible en el horizonte inmediato la jubilación, los propósitos y las planificaciones comienzan a padecer los efectos disolventes del dolce far niente, y de la pereza, desacreditada por la moral cristiana como pecado capital, pero tan psicológicamente útil en determinadas situaciones. Tal y como confesé a cierta persona, de quien me gustaría olvidarme pronto, cuando ya tenía el curso lanzado, hacia finales de diciembre del año 2020, comencé a sentirme como un Airbus A320 cuando enfila la pista de aterrizaje a una velocidad particularmente baja y se encuentra con viento frontal suave y de fuerza constante.
Y eso que el panorama general no ha podido ser más propicio por la granizada de situaciones potencialmente motivadoras. Por recordar sólo lo más actual: ahí está la nueva Ley de Universidades, avalada por un ministro de filiación supuestamente progresista, sobre la que se podrían decir muchas cosas y entre ellas, su distanciamiento de los problemas más gruesos de la universidad española. Pero también, los vericuetos político-festivos de nuestros queridos líderes; el descrédito de "lo científico", que ha derivado en manjar para imbéciles y tanto daño está haciendo en todo el mundo. El dilema de Tucídides, que está a punto de precipitar un conflicto bélico en el corazón de Europa, que pudiera transformar la amenaza del cambio climático en un juego de niños. La "federalización" de la gestión cultural o el "arte" —en este caso sería mucho mejor decir la "cultura material" sin comillas, ¿no?— convertido en protagonista del debate político. El otro día cayó en mis manos un texto del MIT que habría dado para ilustrar con donosura el museo del desconcierto universitario en contexto de planteamientos metodológicos rigurosos: bocado de cardenal para un heterodoxo; ni Harvard se salva de la devastación de los vientos dominantes...
En cuanto al futuro del blog... No sé si volveré a afrontar asuntos relacionados con el universo estético contemporáneo, cada vez más declinado a provocarme bostezos. El otro día se nos ocurrió visitar el Museo Oteiza que, por razones "personales" (también aquí las comillas tienen su miga), conocía en profundidad pero indirectamente y, francamente, no me apetece hacer el menor comentario; ni tan siquiera para "valorar" el proyecto de Sáenz de Oiza, que tanto dice sobre ciertas corrientes arquitectónicas españolas del presente y, sobre todo, del pasado reciente. Contemplado como "objeto de cultura material" no puede ser más explícito. La escalera ascética es todo un manifiesto... para partirse el amortiguador pelviano de risa. Ya veremos...
De momento, quiero trasladar mi más profundo agradecimiento a quienes habéis seguido el blog y haceros notar que aunque esté jubilado y los años vayan menguando mis capacidades en todos los sentidos, tengo la intención de continuarlo... de algún modo, aunque con ello se agite la memoria del flautista de Hamelin.
Gaudeamus igitur iuvenes dum sumus
Abrazo enorme para todos
Llevaba tiempo esperando volver a ver una publicación en el blog, que como bien sabes muchos hemos seguido durante años por las visitas que no siempre se manifiestan en comentarios... Antes de acabar 2021 y debiendo desde hace medio año una respuesta (hasta que, literalmente, me han dado las uvas), acabo de volver a consultar el blog, y me he alegrado mucho al saber que continuarás publicando. Por mi parte, mil gracias por todo y un gran abrazo. Espero retomar cuanto antes la conversación que quedó pendiente y recuperar el tiempo perdido estos meses difíciles.
ResponderEliminarAitor
Me ha gustado pero
ResponderEliminarparece un libro de larga
un blog es la síntesis de lo que pasa
por tu cabeza
no es una historia
te dejo mis huellas
Si echas un vistazo a las entradas enseguida advertirás que no tiene nada que ver con un blog en el sentido más usual del término. Por fortuna, estas "herramientas" poseen la suficiente elasticidad como para someterse a la voluntad del "bloguero". De ahí el contenido de esta entrada. He visto el tuyo y me parece bien si eso es lo que te interesa hacer. Pero... ¿por qué establecer normas para los blogs?
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