Tras aparcar el coche junto a San Sebastián, afrontamos el primer intento… El viejo recinto románico “decorado” por el interior según criterios barrocos de dudoso gusto, está cerrado. Nos consolamos recordando que lo más interesante está en el exterior…
Caminando sobre los muy exclusivos adoquines, propios de la Segovia moderna y posmoderna, entre paredes ciegas de conventos antiguos y casonas abandonadas, nos adentramos en la retícula urbana medieval en dirección a San Esteban, que conserva una torre substancial para el perfil de la ciudad. Desde La Vera Cruz o Zamarramala, completa la silueta de vértices bien armonizados, como de partitura electrónica.
No es posible visitarla, porque según palabras de un vecino de las inmediaciones, “no tiene culto”. En este caso el disgusto es mayor, porque la iglesia tiene gran complejidad arquitectónica… Realizamos las fotografías de rigor y giramos hacia el oeste en dirección a San Andrés.
San Andrés es una iglesia con restos atribuidos al siglo XII, remodelada por el interior con ornamentos incompatibles con cualquier criterio de remodelación arquitectónica. Lo más curioso: las ventanas con cortinas pintadas sobre las falsas bóvedas en juegos toscos de tromp’oeil. Y es que el arte también puede ser divertido… por ridículo. No tuvimos problemas para entrar porque el sacerdote se estaba preparando para la misa y hasta la pudimos contemplar perfectamente iluminada… En ocasiones suceden milagros…
Insuflados de optimismo y como nos encontrábamos en las inmediaciones de la catedral, pusimos rumbo hacia el noreste. Nuevo chasco: la reja que protege una de las puertas de peor gusto que conozco, está cerrada y guardada por un vigilante jurado de Prosegur con esposas y porra, pero sin arma de fuego: es sabido que los turistas no son excesivamente peligrosos. El síndrome de Stendhal se cura con unos cuantos golpes en la cocotera o en el bajo vientre.
Al parecer, la catedral está gestionada según criterios más estrictos que San Pedro de Roma y la cierran cuando se celebra algún culto, dejando en la puerta un “segurata” que amablemente impide el paso incluso a los fieles, indicándoles que si desean asistir a misa, se dirijan a cualquier otra iglesia próxima, porque tiene órdenes para impedir cualquier “interrupción”. Un cartel informa al visitante lacónicamente: “Durante el horario de culto no está permitida la visita turística. Nueva apertura: 13:15 horas” (sic) A las 13:15 se puede pasear por el interior de la catedral… previo pago, naturalmente. Conozco situaciones comparables en Teherán...
Siguiente objetivo: La Trinidad. Nueva frustración. Imposible visitarla porque están en misa. Y para desanimar cualquier opción respetuosa, a la entrada se puede leer un “AVISO IMPORTANTE: ESTA IGLESIA DE LA STMA. TRINIDAD ESTÁ CERRADA A LOS TURISTAS Y AMANTES DEL ARTE PORQUE LOS RESPONSABLES DEL TURISMO DE SEGOVIA NO HAN PUESTO UN GUIA PARA QUE PUEDA SER VISITADA COMO SE HA VENIDO HACIENDO EN AÑOS ANTERIORES. ES UNA PENA QUE LAS PERSONAS QUE VISITAN SEGOVIA NO PUEDAN DISFRUTAR CON ESTA MARAVILLA DEL ROMÁNICO”.
Segovia contiene una de las colecciones románicas más importantes de Europa; sin embargo, es prácticamente imposible visitar las iglesias medievales, porque algunas están siempre cerradas y otras sólo abren en los momentos de culto.
El pecado es, naturalmente, de “los responsables del turismo de Segovia”… aunque no creo que se les pueda acusar por “no poner un guía”, sino por no poner en su sitio a la jerarquía eclesiástica, que usa el patrimonio histórico-artístico religioso con absoluta discrecionalidad, como si la Ley no limitara el derecho de propiedad. Es difícil encontrar otra ciudad de tradición cristiana o islámica donde la jerarquía religiosa haya establecido unos criterios de administración cultural, propios de tiempos señoriales pero incompatibles con las expectativas del turista actual.
Es difícil entender una situación tan anómala y de gestión tan torpe en una ciudad que apenas tiene otras industrias que la turística y que, además, pretende ser nombrada “capital cultural”. Desde la peculiar idiosincrasia segoviana, mi buen amigo Rufino —segoviano por los cuatro costados—me explica que el problema del patrimonio religioso no se polariza entre el uso ritual y el cultural, sino entre quienes lo “utilizan en su beneficio”: los católicos segovianos o los turistas (mayoritariamente madrileños, de momento). Y ante ese dilema, las autoridades políticas conocerían perfectamente lo más conveniente para sus intereses electorales. Ningún segoviano “sensato”, sigue diciéndome Rufino, se enfrentaría a la poderosa jerarquía eclesiástica por un detalle tan exiguo, incluso aunque ello supusiera engrasar los rodamientos de una industria turística alimentada por el acueducto, la catedral, el Alcázar y la celebridad de los figones. Sólo así es comprensible que no se integre en la oferta cultural el recorrido por el importantísimo conjunto de iglesias románicas que, como en el valle de Bohí, dan testimonio de pobreza y marginalidad seculares…
¿Capital cultural o rezagos de burgo feudal? La capitalidad cultural implica asumir unos valores incompatibles con una gestión cultural dominada por consideraciones localistas e indolencia frente a la Iglesia, las iniciativas cosméticas de bajo coste y algunas apuestas ambiciosas de escasa repercusión social. En otra entrada hablaré de las iniciativas para alimento de televisiones locales...
Entre las apuestas ambiciosas de escasa repercusión social destacan las relativamente recientes inauguraciones del Museo Esteban Vicente y del Museo de Segovia; ambas entidades pelean por tener más visitantes que técnicos y subalternos… Es de suponer que en unos años, sucederá lo que en el Museo de Burgos: algunas de sus salas (las de arqueología) estaban cerradas a mediados de agosto, "por falta de personal", según nos explicó el conserje de la puerta.
Y si observamos cómo se está afrontando la conservación y el mantenimiento de los restos histórico-artísticos… sólo cabe sentir vergüenza, no sólo por detalles como los mencionados hasta aquí, sino, sobre todo, porque la mayor parte de las iglesias románicas segovianas subsisten en condiciones patéticas, escondidas tras revocos antiguos y modernos, con frisos ridículos, tarimas carcomidas, edificaciones encastradas por caprichos prosaicos y otras miserias impropias de la Europa del siglo XXI.
¿Capitalidad cultural? Con el precedente próximo de Ávila, la "autoridad competente" debería preocuparse por mantener el codiciado título de “Ciudad Patrimonio de la Humanidad”… Algunas intervenciones recientes como el aparcamiento subterráneo junto a la Vía Roma podrían resultar incomprensibles para ojos poco entrenados en la peculiar idiosincrasia segoviana.
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