Hemos pasado unos días en Croacia... Curioso país, nacido de la desmembración de Yugoslavia, aquel exótico invento del mariscal Tito, que se desintegró a su muerte como un diabólico castillo de naipes. Tiene algunos rasgos sumamente familiares: excesiva dependencia de intereses externos, el pasado fascista, una estructura social muy supeditada a la contradictoria ética católica, practican el culto a las apariencias, pretenden fundamentar el desarrollo económico en el turismo... Y además, en los hoteles y en los establecimientos para turistas todo el muncho chapurrea la lengua de Cervantes. Para sentirse como en casa sólo faltan los emigrantes.
El patrimonio histórico-artístico tiene cierta entidad, aunque los planteamientos de conservación sean ajenos a los actuales criterios mayoritarios. Cuando uno llega a Palermo sorprende que en el centro histórico menudeen los antiguos palacios (construidos bajo dominación española) en condiciones ruinosas o muy deplorables; si se lo comentamos a uno de sus habitantes, contestará invariablemente:
—¡Es que Palermo fue bombardeada!
Fue bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial y aún no han completado las reparaciones. Cuestiones sicilianas...
Dubrovnik fue bombardeada entre 1991 y 1995 con particular dureza y lo que hoy encontramos es una ciudad flamante, en la que no quedan otras huellas de las bombas que los correspondientes paneles "doctrinales". La restauración ha sido tan radical que Dubrovnik parece haberse convertido en una Ragusa rediviva para disfrute de visitantes voraces de "tipismo mediterráneo". Demasiado artificioso.
El palacio-villa es, sin duda, uno de los edificios fundamentales para seguir la evolución de la arquitectura romana en todos sus aspectos (estructura, organización espacial, recursos constructivos, materiales, decoración, etc.) y para desacreditar algunos criterios de clasificación que adjudican a épocas tardías (siglos III y IV) los elementos arqueológicos de escasa "calidad formal". Los restos ornamentales del palacio de Diocleciano acreditan que durante el siglo IV pervivían los modelos grecolatinos tradicionales con modificaciones de escasa entidad. En el mundo de los capiteles, por ejemplo, se aprecia el desarrollo de los modelos "orientales" (habituales desde finales del siglo II) con acantos de hojas cada vez más afiladas, pero sin perder la organización estructural del orden corintio.
También es interesante para documentar de dónde viene el "aparejo toledano", que muchos aún creen fórmula constructiva específicamente hispana... Los constructores del palacio emplearon diferentes modalidades de "opus mixtun", algunas de las cuales, asimismo documentadas en Pompeya (Occidente) y Éfeso (Oriente) mucho antes, acreditan las fórmulas del mudéjar toledano. Está claro, pues, que en ese aspecto nuestros ancestros no fueron demasiado originales, aunque fuera excepcional su fidelidad a las tradiciones constructivas greco-latinas.
Naturalmente, la situación actual del palacio de Diocleciano plantea un problema de restauración comparable a los afrontados desde hace muchos años en Roma... Yo mismo he conocido el teatro de Marcelo convertido en bloque de viviendas. En el caso de Split el problema es de dimensiones ciclópeas por cuanto el actual casco antiguo está inscrito en la vieja estructura palaciega... Me temo que a efectos de explotación turística, durante muchos seguirán vendiendo una Split con el palacio habitado continuamente durante mayor tiempo... Los records interesan.
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